Es noticia estos días (quizá sea más exacto decir “estos meses”) los pavorosos incendios
que están arrasando el estado norteamericano de California que ya se consideran los
mayores de la historia del estado y que, aunque técnicamente cabría definir como incendios
forestales, la verdad es que están devastando zonas habitadas, reduciendo a cenizas
numerosas casas y otros bienes (de lo que es ejemplo que ha arrasado casi por completo la
ciudad de Paradise, de 26.000 habitantes, a unos 280 kilómetros al noreste del área de la
bahía de San Francisco, donde desde el jueves pasado se mantiene activada la alerta roja
por la mala calidad del aire a causa del humo proveniente del incendio a esa distancia), y lo
que es peor, llevándose consigo vidas humanas que, en el desastre actual, sobrepasan la
cifra de cincuenta personas muertas, además de más de dos centenares desaparecidas.
El fuego de los incendios actualmente activos se inició en tres focos diferentes y ha quemado
hasta ahora una superficie superior al triple de nuestro Parque de Monfragüe, particularmente
en el norte y sur del estado de California, siendo menos virulento el que quema en el centro
geográfico del estado. Llama la atención que el foco del sur haya prácticamente circuncidado
el casco urbano de la ciudad de Los Ángeles, cebándose en el barrio de Malibú, conocido por
ser residencia de muchas celebridades del mundo del espectáculo, que han perdido
devoradas por el fuego sus lujosas mansiones, sin que la actuación de los más de ocho mil
bomberos destinados en las zonas a la lucha contra el fuego pudieran impedirlo. Efectivamente, el cuerpo de bomberos pidió la evacuación de las áreas y más de 250 mil
personas, entre las que se encontraban las celebridades que tenían sus casas en las zonas
de riesgo (Malibú, Calabasas e Hidden Hills principalmente), fueron retiradas de sus hogares.
Ese fue el caso de Lady Gaga, Iggy Azalea, Kim Kardashian, que solo fueron evacuadas,
mientras que, por ejemplo, Miley Cyrus o Gerard Butler, así como otros cientos de personas,
han visto sus casas destruidas por el incendio. En este punto se suscita una pregunta,
posiblemente, simple: ¿habrían construido/comprado estos personajes su casa, lujosa o no,
en zona conocida de riesgo no teniendo problemas económicos para elegir otra ubicación si
fuera necesario? Tal vez alguno sí, desde luego, por la razón que sea, pero ¿todos? Ergo,
cabe suponer que no era zona de riesgo. ¿por qué ahora sí? Aquí puede estar la clave, ya que los propios bomberos han reconocido no disponer de
medios (resulta indicativo que, incluso, hayan adaptado a toda prisa para participar en las
tareas de extinción un trimotor DC-10, antiguo avión cisterna para repostar en vuelo) ni de
conocimientos técnicos para afrontar estas catástrofes, al contrario de otros países como los
que integran el Mediterráneo europeo, que están habituados a estos fenómenos, ligados en
parte a a climatología.
Y es que el estado de California pasa por soportar unas elevadísimas temperaturas para la
zona y época (más de 43ºC cuando se iniciaron los incendios) y una sequía anormal que
hace a la vegetación más propensa a quemarse y esparcir el fuego, así como vientos secos
que cargan el fuego y aumentan la velocidad y el área de destrucción, hasta el punto de
hacer al gobernador del estado, Jerry Brown, advertir que “los fuegos severos serán la nueva
normalidad” porque, lo que parece indudable es que, como dicen los expertos, la naturaleza
genera los vientos que atizan las llamas y el cambio climático provocado por el ser humano a
largo plazo mata y reseca los arbustos y árboles que les sirven de combustible, Los factores
naturales y el calentamiento global provocado por el ser humano se conjuran fatalmente” en
estos incendios. Para Michael Mann, profesor de ciencias de la atmósfera en la Universidad Estatal de
Pensilvania, el cambio climático está contribuyendo al nivel de estos eventos: “No estamos
diciendo que el cambio climático está causando literalmente que ocurran los eventos. Lo que
podemos concluir ahora con mucha confianza es que el cambio climático está haciendo que
estos eventos sean más extremos”. Mann explicó que cuando se calienta la atmósfera,
contiene más humedad y se producen inundaciones más grandes; en tanto que, cuando se
calienta el planeta, se obtienen olas de calor más frecuentes e intensas; y cuando sucede
con los suelos, empeora la sequía. Unes todo eso y son ingredientes para incendios
forestales sin precedentes, expresó el profesor, quien alertó además sobre el papel del
cambio climático en provocar que el clima extremo permanezca en la misma área durante
varios días, lo cual lleva a eventos sin precedentes de calor o lluvia. Estos cambios afectarán
a todo el mundo; sin ir más lejos, se ha publicado el anuncio de los científicos de que, en
nuestro entorno, en los Pirineos, se prevé para el año 2050 la mitad de nieve que ahora, con
un mes menos de permanencia, por no hablar de otros desórdenes recientes como las riadas
e inundaciones localizadas en lugares, a priori, impensables, o las alteraciones de los ciclos
agrarios en algunas cosechas determinadas.
Foto de ls zona por la NASA |
Ante esta situación, California reclama ayuda de emergencia de la administración federal
mientras el presidente Donald Trump, en lugar de tratar de dar su apoyo de los afectados y a
los equipos que luchan contra los fuegos, se ha dedicado a culpar las autoridades estatales
por lo que ha calificado mala gestión de los bosques, escribiendo en su red social con su ya
proverbial sentido de la sensatez y su peculiar forma de expresarlo uno de sus comedidos
tuits afirmando que “No hay otra razón para estos incendios forestales masivos, mortíferos y
costosos en California salvo el hecho de que la gestión forestal es tan mala. Miles de
millones de dólares entregados cada año, tantas vidas perdidas, todo debido a la pésima
gestión de los bosques”, a pesar de que, en opinión de los especialistas, “aunque la
gravedad de los incendios obedece a varios factores, la gestión forestal no es una de ellos”
por la tipología forestal de las zonas quemadas. En concreto, el decano de la facultad de
ecología de la Universidad de Michigan, Jonathan Overpeck, dijo que los incendios en el
oeste son cada vez más grandes y graves y esto “no se debe tanto a la mala gestión sino a
que asamos nuestros bosques, forestas y praderas con el cambio climático que se agrava
constantemente. Los incendios se han vuelto más devastadores debido a las grandes
oscilaciones del clima debido al calentamiento global”. Visto el desánimo y las críticas que
provocaron sus tuits del fin de semana, el presidente trató de enmendarse, al menos en parte.
“Los bomberos, la agencia federal de emergencia y los equipos de respuesta urgente son
impresionantes y muy valientes. Gracias y que Dios os bendiga a todos”, escribió. En rueda de prensa posterior, el gobernador del estado, Jerry Brown, matizó a Trump
diciendo que, efectivamente, tanto a nivel federal como estatal se debe mejorar en la gestión
forestal, pero sostuvo que el cambio climático es la gran fuente de este problema. “Aquellos
que lo niegan están contribuyendo a estas tragedias de las que estamos siendo testigos y
continuaremos viendo en los próximos años”.
Poca broma con el cambio climático, que existe realmente1 y es cada día es más perceptible.
Y el tomar o no iniciativas de acciones encaminadas a controlar lo que en él depende del
hombre define al gobernante que piensa en el futuro del planeta o de quien piensa sólo en
mantener su poltrona y el poder, aún a costa del bienestar de las generaciones venideras. Y
esa comparación es lo que nos hace reflexionar. Por un lado, en Europa, la noticia calentita
de que a partir de 2050 (2040 en Dinamarca) todos los vehículos-turismos deberán ser
eléctricos o propulsados con hidrógeno, y por otro los incendios de California y la sensibilidad
presidencial ante ellos, nos hace concluir que los actuales Estados Unidos han dejado de ser
un aliado del planeta. Donald Trump dio rienda suelta en su día a sus creencias más radicales
y decidió romper con el “debilitante, desventajoso e injusto” Acuerdo de París contra el cambio
climático. La retirada del pacto firmado por 195 países marca una divisoria histórica. Con la
salida, el presidente de la nación más poderosa del mundo no sólo dio la espalda a la ciencia
y ahondó la fractura con Europa, sino que abandona la lucha ante uno de los más inquietantes
desafíos de la humanidad. La era Trump, oscura y vertiginosa, se acelera. Ni siquiera el grito
unánime de la comunidad científica fue escuchado. Trump puso la lupa en los “intereses
nacionales” y consumó el giro aislacionista frente a un acuerdo refrendado por todo el planeta,
excepto Nicaragua y Siria. “He cumplido una tras otra mis promesas. La economía ha crecido
y esto solo ha empezado. No vamos a perder empleos. Por la gente de este país salimos del
acuerdo. Estoy dispuesto a renegociar otro favorable para Estados Unidos, pero que sea justo
para sus trabajadores, contribuyentes y empresas. Es hora de poner a Youngstown, Detroit y
Pittsburgh por delante de París”, clamó Trump; es la doctrina de América Primero. Ese
programa, mezcla de patriotismo económico y xenofobia, que contra todo pronóstico le hizo
ganar la Casa Blanca, y a cuya amalgama apela Trump cada vez que ve peligrar su estabilidad
política. Lo dramático es que Estados Unidos es el origen del 15 % de las emisiones mundiales de
dióxido de carbono2 al aire, sólo superado por China, que emite el 30 %, y muy por delante del
total de países de la UE, con un 9 %. En este marco, el Acuerdo es un compromiso no
vinculante y cada país es libre de decidir su propio camino a la hora de recortar emisiones de
gases de efecto invernadero. Lo importante del Acuerdo era evitar que a finales de siglo la
temperatura mundial supere en dos grados el nivel preindustrial (ahora mismo ya ha
aumentado 1,1º y el nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio
Climático - IPCC, por sus siglas en inglés -, establecido por la ONU, alerta de la posibilidad de
que la temperatura suba 1.5 grados entre 2030 y 2052 si el calentamiento global continúa).
Para lograrlo, Barack Obama ofreció reducir las emisiones de EEUU entre un 26% y 28% para
2025 respecto a los niveles de 2005. Pero las medidas que puso en marcha ya han sido
frenadas por Trump.
De nada vale que Donald Trump haya reconocido recientemente que el cambio climático “no
es un engaño", si a la vez asegura que desconoce si está causado por el hombre: “Creo que
algo está pasando. Algo está cambiando y volverá a cambiar. No creo que sea un engaño,
creo que probablemente hay una diferencia. Pero no sé si está causado por el hombre",
expuso en una entrevista, aunque afirmó sibilinamente que los científicos tienen una "gran
agenda política" y argumentó que no quiere perjudicar a la economía estadounidense con
políticas ecológicas. “No quiero dar miles de millones de dólares y miles de millones de dólares.
No quiero perder millones y millones de empleos. No quiero estar en desventaja", declaró. Y mientras, California sigue en llamas.
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1Pese
a astracanadas negacionistas de un gobernante conocido por todos
(que ya había dado muestras de su sensibilidad medioambiental
cuando calificó de “hilillos de plastilina” las emisiones de
fuel contaminante desde el barco hundido en el desastre ecológico
del Prestige frente a las costas gallegas. Si después ¡en Galicia!
lo votan…) que quiso disimular su ignorancia partidista sobre el
tema citando sus opiniones como si fueran de “su primo”, que sí
decía que era experto en la materia. Ahí está la hemeroteca y la
videoteca para quien quiera recordarlo en detalle.
2El
dióxido de carbono (CO2) es un gas incoloro y vital para la vida en
la Tierra por ser la principal fuente de carbono, pero es un
importante gas de efecto invernadero. La quema de combustibles de
carbono desde la Revolución Industrial ha aumentado rápidamente su
concentración en la atmósfera, lo que ha llevado a un
calentamiento global. Es además la principal causa de la
acidificación del océano, ya que se disuelve en el agua formando
ácido carbónico.
Lamentablemente, en actualización de datos oficiales sólo dos días después de estas reflexiones, la cifra de muertos se acerca a la setentena, y los desaparecidos sobrepasan los seiscientos.
ResponderEliminarPero mientras se siga votando a quien niega y no lucha contra el calentamiento global mientras promociona la fabricación de más vehículos contaminantes...
La responsabilidad de ésta y de muchas otras situaciones de todo tipo es también de los votantes, no lo olvidemos.