Una
de las películas con más reposiciones en las televisiones
españolas1
tras su estreno en las pantallas de cine en 1990, señal
de la aceptación popular del tema que toca y de cómo lo trata,
es la comedia romántica americana Pretty
woman,
dirigida
por Garry Marshall, que
encumbró
a su protagonista femenina, la actriz Julia Roberts (después de que
el papel fuera rechazado "por humillante" por una veintena
de actrices de
primera fila entre
las que se encuentran Meg Ryan, Michelle Pfeiffer, Daryl Hannah,
Valeria Golino, Jodie Foster, Helen Hunt, Bridget
Fonda, Diane Lane, o
Brooke
Shields),
y que estaba inspirada en la letra de la canción de 1964 Oh,
pretty woman,
del entonces semiolvidado Roy Orbison, canción que fue incorporada a
la banda sonora de la película y que contribuyó al éxito popular
de ambas.
El
argumento, ya archiconocido, de la película es que Edward
Lewis (papel interpretado por Richard Gere) es un rico hombre de
negocios que viaja regularmente a Los Ángeles, donde siempre se
aloja en la misma suite de un lujoso hotel, y habiendo discutido con
su novia, sus socios le plantean la necesidad de ir acompañado a una
importante reunión de negocios. Entonces, lleva al hotel como
acompañante a una prostituta, Vivian Ward (Julia Roberts), de
comportamientos un tanto vulgares; Edward se siente atraído por la
espontaneidad de la mujer y le ofrece quedarse toda la semana con él
en previsión de que lo acompañe a más actos sociales a cambio de
3000 dólares y ella accede. A lo largo de esa semana, los dos se
irán conociendo y desarrollarán sentimientos. Finalmente, se
enamorarán y formarán una pareja estable, en la que se destacará,
curiosamente, la influencia de ella sobre el cambio de actitud de
Edward.
La película supuso la
nominación para la concesión de varios premios cinematográficos de
interpretación o técnicos, aunque finalmente sólo consiguiera un
Globo de Oro a mejor actriz de comedia Julia Roberts, y el
protagonista principal, Richard Gere, quedara a las puertas. Hablemos
de él: Richard Gere, que no sólo es un actor estadounidense
galardonado con un premio Globo de Oro (no por Pretty woman,
obviamente), sino que es cada vez más conocido y respetado/criticado
por su faceta de activista. Como actor, comenzó a actuar en la
década de los 60, llegando a la fama en 1980 por su papel en la
película American Gigolo, que de alguna manera lo dejó
marcado como un símbolo sexual. Luego pasó a protagonizar varias
películas exitosas, incluyendo Oficial y caballero, la misma
Pretty woman, Las dos caras de la verdad, Chicago,
y un largo etcétera. Como activista, la búsqueda de su "verdadero
yo" lo llevó a abrazar la fe budista y a ser uno de los
principales discípulos estadounidenses del Dalai Lama siendo un
budista reconocido y un persistente activista en la lucha por los
derechos humanos en el Tíbet, que fue el principio de sus
compromisos públicos; también ha prestado su apoyo a la causa por
los derechos de los pueblos indígenas y otras causas en defensa de
los derechos humanos.
Su última cruzada es hacer visibles los problemas de
los "sin techo". Por ello, rodó en 2014 la película
Invisibles (Time Out of Mind) , en la que interpreta
a un sin techo que lucha día a día por conservar su dignidad en las
duras calles de la ciudad de Nueva York. Se trata de un proyecto
personal en el que el actor ha estado involucrado durante muchos años
y que él mismo ha logrado sacar adelante como productor. En sus
propias palabras, “Estoy muy orgulloso de este trabajo porque es
importante concienciarse y sensibilizar a la población sobre temas
que nos afectan de una manera muy directa”. En la película se
puede ver a un Richard Gere muy alejado de la imagen de galán a la
que estamos acostumbrados.; interpreta a George, un hombre que lo ha
perdido todo y que intenta sobrevivir como puede en un mundo que le
da la espalda, ejerciendo la mendicidad y deambulando por las aceras
sin rumbo fijo, sin futuro ni esperanza. “En la película hemos
intentado reflejar esa desolación, el deterioro físico y mental al
que están abocadas las personas que se encuentran en estas
condiciones, el odio y el sentimiento de culpabilidad al que pueden
llegar a autosometerse. Todos somos frágiles, pero todavía más
cuando todo se desmorona a nuestro alrededor”. El actor asegura
haberse intentado poner en la piel de muchos de estos ciudadanos
anónimos a los que él mismo lleva años viendo en las avenidas de
Manhattan. "La película es muy sensorial. He dormido en la
calle para conocer el problema de los sin techo. No tengo miedo a
remangarme y meterme en faena. Si hago algo, doy el cien por cien; si
no, prefiero no hacerlo. Quería que la gente sintiese la ansiedad de
lo que supone no tener para comer, temer que te agredan, la
indefensión y frustración que sienten estas
personas". Para reflejar la realidad, al actor le
grababan con cámaras ocultas desde diferentes puntos en las calles
de Nueva York, por las que paseaba caracterizado del personaje "y
con la carga emocional que supone ser una persona con estas
circunstancias. Ha sido la primera vez que me he sentido invisible en
45 años como estrella. Nadie me prestaba atención. A lo lejos veían
una persona sin hogar y preferían no verme. Nadie me reconoció
porque no me miraron a los ojos. Durante 45 minutos, nadie me dijo
nada. Si eso me pasa a mí, imaginaos a una persona común. Quiero
que esta película sirva para ver en profundidad lo que decidimos
mirar y lo que no, lo que somos y nuestro lugar en este mundo".
Casualmente, su pareja actual es
española, Alejandra Silva, y también, como él, está sensibilizada
por estos temas al ser madrina de la Fundación
RAIS, que trabaja en España
ayudando y acogiendo a personas y familias sin hogar
o que viven en el umbral de la pobreza.
Gere caracterizado para "Invisibles" |
Por todo ello, estos días pasados fue noticia, de esas
que pasan desapercibidas, que el presidente del Gobierno, Pedro
Sánchez, recibió a Richard Gere, Alejandra Silva y al presidente
de la Fundación RAIS, Fernando Vidal, con el fin de "mantener
una charla" sobre la problemática de la exclusión social que
sufren las personas sin hogar, identificada como aporofobia2,
y cómo la Fundación les ayuda a encontrar una salida a su
situación.
El tema de fondo es ver si se consigue pasar de "una
charla" en el tratamiento de la problemática. La aporofobia consiste, por tanto, en un sentimiento de
miedo, odio y en una actitud de rechazo al pobre, al sin medios, al
desamparado. Tal sentimiento y tal actitud son adquiridos toda vez
que la pobreza es una característica circunstancial en la vida de
los seres humanos y en ningún caso forma parte de la identidad; no
es una condición permanente de las personas, sino una situación
indeseable e injusta, pero superable. La posibilidad de que las
personas puedan salir de la situación de pobreza y abandonar la
exclusión social suele llevar asociado un efecto de culpabilización
individual de las personas de su situación de pobreza, ya que no se
tienen en cuenta las circunstancias sociales, políticas y/o
económicas que influyen en los procesos de exclusión. Las creencias
y mitos generados en este proceso de culpabilización son las ideas
que subyacen a la aporofobia («están en la calle porque quieren»,
«tendrían que ponerse a trabajar», «son unos vagos», etc.)
Además, la aporofobia se transmite a partir de una construcción
social que relaciona a las personas pobres con delincuencia,
situándolas en el imaginario social como posibles delincuentes antes
que como potenciales víctimas de la discriminación y la violencia.
Existen políticas públicas orientadas sólo a la seguridad y a la
convivencia así como prácticas periodísticas en torno a la pobreza
y la exclusión social que favorecen la transmisión de una imagen de
criminalización de la pobreza. Estas prácticas políticas, sociales
y mediáticas generan representaciones deshumanizadoras de las
personas en situación de extrema pobreza y crean una distancia
simbólica entre «nosotros» y «ellos». De este modo, a través de
procesos de deslegitimización y exclusión moral la ciudadanía
"normal" no se siente obligada a aplicar con ellos las
normas morales, reglas sociales y consideraciones de justicia que
aplican con la población que no está excluida socialmente.
Lo que llama la atención es que la
aporofobia está más arraigada y extendida de lo que nos pueda
parecer, y a veces se manifiesta en cosas inocentes e intrascendentes
a las que no se les da importancia y se consideran normales. Un
ejemplo:
Soy
miembro de un grupo en las Redes Sociales en el que frecuentemente se
da rienda suelta a un ejercicio de nostalgia basado en la añoranza
de la infancia en La Carolina, pueblo de esforzado pasado y crisol
minero, un pueblo, unas costumbres y unas gentes que, se quiera o no,
representan a un pasado que no volverá. Y así debe asumirse toda
vez que ni el pueblo, ni las costumbres, ni siquiera nosotros,
son/somos los mismos que se evocan (¿o alguien puede mantener que el
pueblo que recuerdan sus abuelos es el mismo que recuerda él y el
mismo que el actual aunque en todos se conserven algunos edificios
identificativos? Por no hablar de las personas... ). En este
ejercicio de añoranza resulta llamativo observar que, con raras
excepciones, el pueblo en su historia y sus gentes viene representado
por los mismos elementos urbanos históricos y/o monumentales
acompañados de unas alabanzas al centro urbano bienestante y sus
habitantes, cerrando los ojos (¿menospreciando?) sistemáticamente
ante esos suburbios de extrarradio "pobres", como si nunca
hubieran existido, olvidando su capital contribución (frecuentemente
como mano de obra oprimida y manipulada) a que el pueblo sea hoy lo
que es. Y es bueno reivindicar a esas personas al margen de las
etiquetas que se han colgado a su entorno. Es habitual en todas las
latitudes lo de las etiquetas, está asumido, pero cabe darle una
vuelta a la idea.
Hablemos un poco de sociología.
En todas las culturas y a lo largo de los
tiempos, la noticia de que una ciudad o territorio está en un
proceso de crecimiento convierte el lugar en un poderoso polo de
atracción de gente, mayoritariamente de personas que intentan
mejorar su situación socioeconómica o desarrollarse al amparo de
esa coyuntura de crecimiento. Cuando eso ocurre, lo habitual es que
se creen núcleos precarios de viviendas en el extrarradio que, o se
consolidan como barrio urbano entrando en un proceso de equiparación
al resto de la ciudad, o sus primeros habitantes encuentran acomodo
en la ciudad dejando subsitir como marginal el barrio... o se hace
desaparecer porque esa marginalidad lo ha convertido en otra cosa.
En
La Carolina hubo hasta hace poco más de medio siglo un espacio, de
unos 50.000 metros cuadrados, delimitado por las calles Linares,
Tejar de Salmerón, Buenavista y Huertas, llamado "el ejido",
formando un bosque artificial plantado de eucaliptos3
(y conocido por ello por la gente como "el lejío de los
quininos") que respondiendo a su nombre, era un campo de
propiedad pública del pueblo, lindante con él, que no se labraba, y
donde solían reunirse los ganados (aún habrá quien recuerde la en
su día floreciente feria anual de ganado que se celebraba,
básicamente, en el ejido). Para situarnos, el límite claro de las
casas del casco urbano de entonces era la calle Linares, su opuesta,
la Buenavista, y cerraba el rectángulo por el lado cercano a la
estación de tren la calle de las Huertas y por el lado que daba a
donde comenzaba el camino a las minas, la calle del Tejar de
Salmerón.
Pues
bien, las casas construidas en la calle Buenavista (la de la parte
de fuera del ejido) en su mitad cercana a la estación, pronto
adquirieron el status social de "normales" mientras que las
de la mitad situada hacia la calle de las minas, incluyendo las que
se hicieron en Tejar de Salmerón y detrás, arrastraron durante años
la identificación de "barrio de los gitanos", con todo lo
que eso representaba (y aún hoy representa) de estigma en muchos
ámbitos sociales.
Visto desde hoy, esta actitud es una clara
muestra de aporofobia inconsciente, por lo que no está de más
reivindicar a las personas, siempre por encima de las etiquetas.
Para
empezar, es excesivo para alguien que conociera el barrio, llamarlo
"de los gitanos" ya que en él sólo vivían tres o cuatro
familias de esta etnia, con abundante chiquillería, entre los que
descollaba Justo "el gitano", que nunca dio problemas, como
lo podría atestiguar la parsimonia con que solía hacer la frecuente
ronda la pareja de la Guardia Civil, saludada por todo el mundo.
El
barrio, como tal, empezaba en la esquina donde tenía la tienda la
Zoíla, que daba a la calle donde empezaba el camino que llevaba al
tejar, en pleno campo de olivos, calle donde vivían la "Polonia"
y su prole y la "Patro"4.
Las familias que lo habitaban, digamos que "económicamente
débiles", rezumaban una dignidad, una solidaridad (perceptible como una cosa normal, como cuando a Paniagua el piconero se le incendió la cuadra donde almacenaba el cisco, se ve que mal apagado; gracias al rápido trabajo de los vecinos en un tiempo en que no había bomberos ni nada parecido, se apagó el incendio y se evitó su propagación a las casas) y unas ganas
de vivir/mejorar que, vistas desde hoy, cabe calificar de auténticas
y envidiables. Recordemos unos cuantos personajes de esta pequeña
historia como homenaje a los que "nunca se ven": la
Gregoria y sus hijos, que pronto alzaron el vuelo, la "Vitoria",
que tenía a todos sus hijos desperdigados por toda España, y que
buscaba como loca a quien le pudiera leer la carta de insegura y temblorosa caligrafía que había
recibido de su hijo menor, Paco, la niña de sus ojos, que estaba en
Málaga; la Rosario, que compartía casa con Juana "la pitirra",
las tres hijas y el marido de ésta, Pepe Arias, de quien guardo un
recuerdo y agradecimiento imborrables pues, en circunstancias
familiares muy dolorosas, fue de los pocos que me brindó apoyo y
compañía con total cercanía pese a que hacía más de treinta años
que no nos veíamos debido a mi ausencia; la Cecilia y su misterio,
ya que me regaló un libro de cuentos que tenía ella ¡en inglés!
(en aquel ambiente); Julián, su mujer, María, y sus hijos, Severo y
Juan, que vinieron a vivir a la casa de la Águeda cuando ésta e
fue(¿o murió?)....
El
barrio, realmente, sufría de cierto aislamiento social, y aparte de
Biedma el cartero, Monsalve el practicante y pocos más, no era
habitual cruzar el ejido para visitar a nadie, sino que se concertaban
en el centro del pueblo, a pesar de que, muchos de los problemas que
no se querían ver y que se ahacaban sólo al barrio eran comunes,
como el de la vivienda. Y si no, que se lo digan, entre muchos otros,
a Catalina, una catalana que ocupaba, junto con su hijo, una única
habitación que daba al patio interior de una de las casas de la ya
"civilizada" calle del Campo entre las panaderias de Carmen
"la palala"y la de "la morena".
Ninguno
de éstos ni de otros perfiles humanos similares pasarán a ser
recordados como las "fuerzas vivas" del pueblo, pero de ahí
a su ocultación, negación y rechazo sociales va un abismo.
¿Es o no un ejercicio de etiquetar,
manipular y ocultar unas realidades? Aporofobia... Técnicamente, las
fobias son trastornos de ansiedad características en personas que
desarrollan un miedo irracional a personas, animales, objetos o
situaciones que en realidad no siempre representan una amenaza real.
Sin embargo, fuera del ámbito psiquiátrico y de la Psicología
Clínica también se ha utilizado este término para crear palabras
que denotan un rechazo social o un odio injustificado a personas de
cierto colectivo, o simple sensación de repulsión ante el
diferente, como es el caso.
Así pues,esta fobia no es un trastorno
mental, sino más bien de una disfunción social que refuerza la
marginalización de personas en una posición vulnerable. Es por eso
que puede convertirse en un patrón de conducta fácil de aprender,
ya que no tiene consecuencias negativas directas e inmediatas sobre
quien reproduce esa actitud.
Ahora bien... ¿qué es lo que leva a
muchas personas a reproducir aporofobia contra la gente más
vulnerable? Veámoslo.
- Razones ideológicas
Hay varias ideologías que llevan a
despreciar a los pobres. Algunas de ellas vinculadas a la derecha
política5,
por ejemplo, se basan en la idea de meritocracia para partir de la
presuposición de que el hecho de ser pobre o no serlo es
básicamente una cuestión de actitud personal y de fuerza de
voluntad. Esto, además de ser falso (los mejores predictores de
pobreza son variables que escapan al control del individuo: la renta
familiar, el país de nacimiento, la salud de los padres e incluso
el Coeficiente de Inteligencia de éstos), reproduce un discurso que favorece la
marginalización de los pobres.
- Disonancia cognitiva
En psicología se conoce como disonancia
cognitiva el estado de tensión psicológica y de malestar que
aparece cuando dos ideas contradictorias entre sí chocan. La
aporofobia también puede basarse en la incomodidad que genera tener
a gente pobre en las proximidades y no hacer nada para mejorar su
situación. Este hecho puede llevar a crear prejuicios simplemente
para justificar esa falta de ayuda, algo relacionado con el concepto
de disonancia cognitiva.
- Prejuicios por falta de contacto
También es posible que la aporofobia sea
causada por la falta de contacto directo con personas pobres, lo cual
hace que la visión que se tiene de ellas se base en los prejuicios,
los estereotipos e incluso una criminalización que reproducen
algunos agentes políticos o medios de comunicación. Esto es algo
que muchas veces también está en la raíz del racismo o la
xenofobia.
Que resulte malsonante quizá sea lo de menos. |
Pero, ¿se puede hacer algo contra la
aporofobia?
Combatir la aporofobia es complicado, ya
que la pobreza es algo generalizado alrededor de todo el mundo y es
fácil que este rechazo social se contagie de un lado a otro. Además,
hay pocas entidades comprometidas en defender los intereses de las
persona con pocos recursos. En este sentido, un modo de combatir la
aporofobia es lo que está haciendo Richard Gere, divulgar una visión
de la pobreza anti-esencialista, que no la vincule "la esencia"
de las personas sino al modo en el que por varias circunstancias
deben vivir. También es importante hacer esto sin normalizar
la pobreza, como si fuese algo predestinado y consustancial a todas
las sociedades, que no se puede evitar.
Pese a todo, la tendencia económica
actual en todo el mundo promueve que la riqueza personal depende más
del nivel económico de los padres que del esfuerzo. Por supuesto,
las variables de personalidad y la inteligencia también contribuyen
a la movilidad socioeconómica, pero tienen un peso muy inferior, más
cercano al de la suerte. (según el economista Thomas Piketty,
conocido por sus análisis históricos de la evolución de la
economía en diversos países, en las sociedades en que la herencia
es poco importante el trabajo tiene un peso mucho mayor en el
enriquecimiento, por el contrario, cuanto más se concentran los
patrimonios en un número reducido de personas más difícil resulta
hacerse rico mediante el propio esfuerzo. El estancamiento de la
población que tiene lugar actualmente en la mayor parte del mundo
incrementa aún más esta acumulación de la riqueza).
Las explicaciones de ciertas políticas
que atribuyen la estabilidad económica de la persona sólo a su
esfuerzo y a su capacidad desestiman variables no modificables más
importantes como el entorno. Aunque el esfuerzo o la suerte son
indispensables para hacerse rico, no hay que olvidar que la mejor
forma de ganar dinero es nacer teniéndolo, pero eso no debe
comportar rechazar a quien ha tenido otra cuna sólo por esa razón, por la cuna. Y la solución nunca es hacerlo invisible.
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1
Para quien tenga curiosidad,
el primer pase televisivo fue en
1994 por TVE y, desde
entonces, se ha
emitido por diferentes
canales más de veinte veces,
liderando
con holgura en casi
todas las reposiciones las
listas de audiencia, un récord reconocido para una película que
jamás ha bajado del 1.000.000 espectadores, moviéndose entre el
55,6% y el 11,5% de cuota de pantalla.
2
En contadas ocasiones se conoce el nombre de "los padres"
de una palabra: greguería, de Ramón Gómez de la Serna,
putrefacto, de Federico García Lorca, y pocas más. La
aporofobia (del griego άπορος (á-poros), sin recursos,
indigente, pobre; y φόβος, (fobos), miedo) es una de ellas. Se
refiere al miedo hacia la pobreza y hacia las personas pobres, la
repugnancia y hostilidad ante las personas pobres, sin recursos o
desamparadas. Fue creada como palabra en los años 1990 por la
filósofa Adela Cortina Orts, catedrática de Ética y Filosofía
Política de la Universidad de Valencia, Premio Internacional de Ensayo Jovellanos en 2004, Premio Nacional de Ensayo en 2014 y directora de la Fundación
Étnor, Ética de los negocios y las Organizaciones Empresariales,
para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se refiere
al rechazo al extranjero, y del racismo, que es la discriminación
por grupos étnicos poniendo en valor la evidencia de que
socialmente no se discrimina ni margina a personas inmigrantes o a
miembros de otras etnias cuando tienen patrimonio, recursos
económicos y/o relevancia social y mediática.
3El
bosque se taló y el terreno se recalificó para construir en él
el grupo de casas "sociales" y edificaciones (con la
excepción del edificio del colegio con fachada a Huertas, que ya
existía) que hay ahora.
4Tarea
para los sociólogos: es muy curioso que, en una sociedad
profundamente patriarcal como aquella, se recuerde en general, y
hayan dejado más huella, las mujeres que los hombres.
5El
lema "Caudillo de España por la gracia de Dios" ha
evolucionado al de "Dios es de derechas" que se oye decir
con aplomo, de forma que lo que es una simple boutade insensata
deviene en un mensaje lacerante cuando es asumido así y repetido
por ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica (y encuentran
auditorio), los mismos que abominan, por ejemplo, de la Teología de
la Liberación y movimientos similares olvidando que el mandato
evangélico de proteger al débil, desvalido u oprimido casa muy
poco con las políticas que ellos propugnan.
Buen análisis y buena descripción y aplicación a un entorno que nos es muy familiar el de La Carolina. En relación con el cual me gustaría hacerte un comentario casi anecdótico de mis recuerdos de infancia y que tiene que ver con el rechazo.
ResponderEliminarComo bien dices el Lejio, el "barrio de los gitanos", aunque casi nadie lo fuera, comenzaba desde la mitad desde la calle Buenavista hacia el Norte.
Mi abuela materna vivía en la Calle las Minas 42, en plena zona descatalogada, yo iba allí con seis años y ella siempre me señalaba como zona de exclusión cuatro casuchas que había por encima de la calle al lado del cruce con la carretera del Tejar.
A nadie le gusta considerarse socialmente excluido y menos aún rechazado.
Lo dicho, buen análisis. Gracias. Un abrazo.
Gracias por el comentario. Personalmente creo que es una ventaja conocer por dentro eso que llamamos "ambiente socialmente deprimido" porque ayuda, realmente, a valorar a las personas por lo que son y no por lo que tienen o lo que representan.
EliminarPor eso se trata de evitar su contacto criminalizandolo para perpetuar el mantra de nuestra sociedad "tanto tienes ,tanto vales". Así nos va.
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