Pero aunque al hablar de amor solemos pensar por defecto en el amor romántico o el que se da hacia la pareja, también existen otros muchos tipos de amor: una madre que acuna a su hijo, un amigo que está al lado en los malos momentos, una pareja que te hace sentir más vivo que nunca. Todos ellos están unidos por profundos lazos afectivos y pueden agruparse bajo el nombre, precisamente, de afecto. Aunque todos sabemos lo que es el afecto y lo hemos experimentado en alguna ocasión, no resulta tan sencillo como parece darle una definición que sea general y tenga en cuenta las diversas situaciones o circunstancias en las que puede aparecer. Sin, embargo, a nivel general se puede considerar el afecto como aquella disposición que tiene una persona (o animal) hacia otro ser o situación.
En palabras del profesor de psiquiatría suizo en la Universidad de Berna Luc Ciompi, un afecto puede definirse como un estado psicofísico global de calidad, duración y grado de consciencia variables. Un afecto, por lo tanto, puede ser consciente o -lo que es todavía más importante- muy inconsciente. Su duración puede variar entre segundos, minutos o incluso horas o días, o, hasta semanas (como por ejemplo en estados depresivos o maníacos patológicos). Cualquier afecto constituye, además, un fenómeno típicamente psicosomático; generalmente se manifiesta simultáneamente en lo psíquico y (a veces casi de manera exclusiva) en lo corporal. Un afecto hace "latir el corazón", "da escalofríos", "remueve las entrañas". Repercute mucho en la mímica, los gestos, la postura corporal, en resumen, en la psicomotricidad en general. Es importante darse cuenta de que nunca estamos libres de afecto, pues el organismo se halla siempre en un estado global que corresponde a la definición aquí señalada. Incluso la quietud, la tranquilidad, la "neutralidad" o la indiferencia representan, igualmente, estados afectivos en el sentido descrito; siempre tienen efectos significativos sobre todo tipo de pensamiento y de comportamiento.
Frecuentemente el afecto se identifica con la emoción, pero, aunque relacionados, lo cierto es que existe una diferencia: el afecto está dirigido hacia otra persona, ser o cosa y sus niveles pueden oscilar pero suelen ser más permanentes, mientras que las emociones son experimentadas por uno mismo y son temporales. Generalmente el afecto se identifica y asocia con sentimientos de cariño hacia alguien, un sentimiento de unión hacia el otro.
Se trata pues de un elemento de carácter relacional, una interacción entre varias personas o seres (no olvidemos que también podemos sentir afecto por las mascotas o animales, y estas también sienten afecto por nosotros y entre ellas). Así pues no es algo que dependa solo de uno mismo, sino que está ligado a la relación que tenemos con la persona o ser en cuestión.
El afecto es un elemento imprescindible para el ser humano, y su ausencia se vincula a diversas psicopatologías como la depresión o la sociopatía; es también, sin duda, esta ausencia un factor de gran importancia en el surgimiento de trastornos de personalidad. También predispone a la aparición o empeoramiento de enfermedades como a una menor tasa de supervivencia con ellas, como en casos de cáncer o cardiopatías.
El afecto es fluido y variable, dado que puede cambiar según cómo sea la interacción. Se expresa de muy diversas formas, generalmente invirtiendo energía por tal de hacer sentir bien a la otra persona (tanto si es de forma visible como si es imperceptible por los demás). Dichas muestras de afecto a su vez pueden recibir diferentes tipos de respuesta por parte del otro.
Y es que en muchas ocasiones el afecto no es correspondido o no se da en el mismo nivel (podemos sentir cariño por alguien pero no amor romántico, por ejemplo), o incluso puede resultar desagradable e indeseado por el otro sujeto. La capacidad de sentir, dar y recibir afecto es algo en gran medida biológico, mediado por diferentes neurotransmisores como la oxitocina. Sin embargo, serán en gran medida las experiencias vitales las que marquen si sentimos afecto por alguien, por quién y de qué manera expresarlo.
El afecto es consustancial con la vida. Surge durante las primeras etapas de nuestra vida, especialmente cuando empezamos a recibir gratificaciones en forma de atención y las primeras personas hacia los que lo sentimos suelen ser en la mayoría de casos nuestros padres o cuidadores habituales, siendo ellos algunos de los primeros seres que somos capaces de reconocer según nuestro cerebro se va desarrollando y permitiendo identificar a los demás como elementos distintos a uno mismo. Sentir y recibir afecto es algo fundamental para nuestro correcto desarrollo emocional y cognitivo como seres humanos. Como seres gregarios que somos y que formamos parte de una sociedad, necesitamos sentirnos parte del grupo, sentirnos unidos a otras personas.
Recibir afecto influirá en la manera de verse a sí mismo y al mundo, a la vez que nos hace sentir seguros, tranquilos, a salvo y a poder ver las cosas con alegría, entusiasmo y curiosidad. Según vamos creciendo las necesidades afectivas se amplían, empezando a relacionarnos con otras personas y seres más allá de nuestros cuidadores o maestros. Se empiezan a hacer las primeras amistades y vinculaciones con otros semejantes. En la familia, la expresión de afecto y apoyo sigue siendo fundamental, siendo una etapa en la que el niño absorbe no solo el cariño que recibe sino también los valores y los modos de actuar más apropiados.
Llegados a la edad adulta, la necesidad de afecto sigue y va a seguir vigente durante toda la vida. Si bien existen individuos que no disfrutan de la compañía de otras personas, por lo general todos queremos compartir nuestra vida. Las relaciones se vuelven más complejas y somos mucho más conscientes de lo que sentimos, lo que hacemos y lo que provocamos. Las relaciones románticas cobran más importancia, aunque de una forma más serena que en la adolescencia. Familia, amigos, pareja, hijos… todos ellos son más o menos importantes para nosotros y van a despertar diferentes grados de afecto.
Aunque es un aspecto poco cuidado (y casi oculto) por la sociedad actual, la ancianidad es una etapa difícil en que poco a poco vamos perdiendo todos facultades físicas y/o mentales. Además, gran parte de las personas por quienes hemos sentido afecto han muerto ya o están en la recta final de su vida, apareciendo el miedo a perderlos como nexo de unión con momentos pasados y compartidos de una vida. Resulta más fácil en ese contexto perder autonomía y sentirnos más frágiles. Es un momento vital en que el afecto es muy necesario, pero en muchos casos no se da suficientemente, lo que hace que existe una mayor facilidad para enfermar y que aparezcan trastornos tales como la depresión. Y es que una gran cantidad de ancianos se sienten solos, quizá mentalmente solos aunque estén físicamente acompañados/cuidados por su entorno.
Y si se habla de afectos, no podemos olvidar que el afecto auténtico es inmune a la distancia, como lo demuestra la cantidad de relaciones sinceras que podemos observar entre personas que jamás se conocieron, sustentadas, mayoritariamente en una franca y abierta correspondencia que se ha conservado. Pero estamos en la era de la informática (¿aún se le puede llamar así o es ya una expresión antigua?) y en la era de las redes sociales, los vínculos cambian y se hacen más complejos: mientras unos opinan que no se pueden establecer conexiones profundas y significativas con personas a los que nunca hemos visto, otros cuestionan que haya una sola forma de entender la amistad e invitan a repensar el fenómeno. Hasta la aparición de Internet –en la era analógica, podría decirse- estaba más o menos claro quiénes eran los amigos o formaban parte del círculo de relaciones afectivas de una persona, pero las redes integraron a la cotidianeidad de los usuarios otros cientos o miles con los que se establece un vínculo diario o frecuente: los famosos “contactos”.
Los conceptos de afecto y de “amistad” en estos tiempos puede resultar desconcertantes para quienes no piensen los vínculos como algo que también sufre transformaciones en el tiempo. Es que las redes sociales han impuesto una nueva dinámica que, de algún modo, contradice la creencia de que los amigos son, exclusivamente, aquellos con quienes hemos compartido experiencias a través del tiempo. Si bien es discutible que las cientos e incluso miles de personas con las que cada usuario se vincula a través de las distintas redes puedan ser comparados con las relaciones que se han forjado y sostenido a lo largo de los años, no es menos cierto que ese intercambio permanente a través del chat, Twitter o Facebook abre paso a nuevas formas de relacionarse y compartir vivencias, reflexiones o información.
Ciertamente debemos cultivar nuestros afectos, bien sea aquellos que tenemos cerca o aquellos con los que tenemos que conformarnos con una llamada telefónica, un mensaje en redes sociales, una videollamada, o, más a la antigua, una carta… En el caso de la distancia, el cuidado debe ser mayor, para que hilo que nos conecta nunca se rompa, que no queden solo en los recuerdos aquellas vivencias que hicieron crecer la empatía, la afinidad, sino ir formando otro tipo de relación, donde sean otro tipo de experiencias las que alimenten los afectos. La distancia física muchas veces no tiene que ver con la distancia emocional, puedes estar a kilómetros de distancia de otra persona y mantener con ella el sentimiento intacto, mantenerlo presente de muchas maneras, buscar contactos por todas las vías disponibles e inclusive hacer que afectos crezcan y ocupen lugares más importantes que los que originalmente tenían en nuestras vidas.
El hecho comprobado es que una vez que el afecto, representado por la comunión de pensamientos y/o sentimientos dominada por el respeto en grado sumo, adquiere fuertes raíces, el que sea entre personas cercanas físicamente o en la distancia pasa a un segundo plano, ya que, cuando se produce la desaparición de lazos afectivos, al analizar las causas, se ve que la distancia física no mata el afecto, mientras que existen cantidad de cosas que sí hacen que nos desliguemos afectivamente de alguien, sea cual sea la distancia física entre nosotros. Por ejemplo,
- El maltrato en cualquiera de sus formas, por mucho afecto que originalmente se tenga.
- Las mentiras y el engaño: Estas acciones en cualquiera de sus presentaciones rompen la confianza, decepcionan, deterioran la relación y terminan levantando murallas insalvables entre dos personas.
- Los juicios permanentes de nuestras acciones: El tener a alguien, cerca o lejos, que parece dedicarse a cuestionar y juzgar nuestras decisiones y nuestras acciones puede dar como resultado que adoptemos para nosotros la duda, nos preocupemos de más por lo que digan otros o sencillamente nos alejemos, máxime teniendo en cuenta que todos vamos recorriendo caminos y aprendiendo con cada paso, y que cada uno de nosotros tiene libertad (y así se le ha de reconocer) para equivocarse, para volverlo a intentar y crecer en su proceso.
- La comodidad mal entendida: A una persona que siempre busca su comodidad, le interesa poco más allá de ella misma, no es capaz de mover un dedo por alguien más si esto lo hace salir de su estado de confort, tiende a alejar a quienes le rodean.
- La arrogancia: Quienes piensan que hacen todo mejor que los demás (y que por lo general no hacen mucho), que sus métodos son los mejores, que su inteligencia es superior, generalmente tienden a menospreciar a quienes le rodean y quienes, naturalmente, no desean que los infravaloren sistemáticamente, terminarán por retirarse.
- La negatividad: Esas personas que van por la vida buscando el punto negro en la pared blanca, suelen ser personas que pasarán la mayor parte de sus vidas en estado de frustración, juzgando y criticando lo que encuentran a su paso y antes de contagiarse, lo mejor es distanciarse.
Y, lamentablemente, muchas otras actitudes también terminan por hacer alejarse y desear ni girarse para mirar hacia atrás; resultan muy efectivas para hacer desaparecer afectos, aunque éstos sean a distancia y respetando, por supuesto, el derecho de cada quien a depositar sus afectos en quien desee a su libre albedrío, circunstancias aparte.
Para finalizar estas reflexiones sobre el afecto con buen sabor de boca (¿o no?), y a título meramente anecdótico, recordar una circunstancia rompe-afectos que, normalmente, como también pasa con otras, no se asocia a las relaciones a distancia, y en particular, a las Redes Sociales, como es la indiferencia o la falta de interés, cuando sentimos que la otra persona no hace nada para sumar a la relación, para dedicarnos tiempo, cuando vemos que no ocupamos ningún lugar en su lista de prioridades y con las Redes se puede disimular, ¿no?. Todo lo contrario; como es bien conocido, como consecuencia del progreso tecnológico, aplicaciones de relación y comunicación como algunas de correo electrónico, WhatsApp y otras, informan al emisor de un mensaje o mandante de un archivo digital cualquiera del seguimiento y trazabilidad puntual: cuándo se emite, cuándo se recibe, cuándo es abierto,… informando también casualmente al usuario de si el receptor está “en línea” en esos momentos, y si no es así, cuando se registró su ultimo acceso a la Red en cuestión y, lógicamente, informan paralelamente al receptor de que tiene ese mensaje o archivo pendiente de abrir.
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1“Culturilla”
sobre la canción: responde a un encargo de la BBC para ser cantada
en directo en una retransmisión por primera vez de alcance mundial.
Como se trataba de eso, de una retransmisión mundial, se le dio a
la canción un sentido internacional, abriendo con el himno francés
"La Marsellesa", e incluyendo fragmentos de otras
piezas durante la presentación, como ser la segunda parte de la
invención nº 8 en Fa de Johann Sebastian Bach, trasladada a
Sol e interpretada con dos trompetas piccolo y "Greensleeves"
(con cuerdas); "In the Mood", de Glenn Miller, con
saxofón. Además contiene un pequeño fragmento de uno de los
primeros éxitos de The Beatles, "She Loves You",
que es coreado espontáneamente por John Lennon, lo que se puede
apreciar en el vídeo musical, sin embargo suele ser confundido por
coros de Paul McCartney. También se puede escuchar al final la
"Marcha Príncipe de Dinamarca", de Jeremiah
Clarke. "All You Need Is Love" se encuentra en el
puesto 362 dentro de la lista de "Las 500 mejores canciones
de todos los tiempos" según la revista de música Rolling
Stone. Dentro de tantas opiniones, Allmusic también ha descrito la
canción como oportuna para la época en la que había diferentes
ideologías políticas y esta canción calmó las cosas un poco más
volviéndose en "un himno hippie no oficial", haciendo
hincapié en el sentido universal de ver las cosas de John Lennon.