miércoles, 11 de septiembre de 2019

Pequeñas historias de la música en el 11 de septiembre.

Hay fechas del calendario que parece que tuvieran como una suerte de imán y concentran en 
ellas hechos, repartidos por el mundo y no siempre divertidos pero, que de una u otra forma, 
dejan huella; es lo que pasa con el 11 de septiembre, fecha en la que, entre otras cosas y por 
orden cronológico de cuándo ocurrieron los hechos que se recuerdan, se celebra la Diada 
Nacional de Catalunya (en conmemoración – que no celebración – de la toma de Barcelona 
por las tropas del pretendiente borbónico a la corona de España en 1714, la pérdida de leyes 
propias, derechos y libertades de Catalunya y el subsiguiente crecimiento – perceptible ya 
desde el período del movimiento cultural de la Renaixença, la segunda mitad del siglo XIX - 
del sentimiento de identidad nacional), se conmemora el golpe de estado de Pinochet en Chile 
en 1973 (digna de estudio la relación entre Chile y el día 11 de septiembre: destrucción de la 
ciudad de Santiago en 1541, el terremoto de 1552,  el golpe de estado de 1973 o la 
aprobación de la nueva Constitución en 1980 para “blanquear” el golpe y perpetuar a 
Pinochet) y se recuerda el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001. 
 
 
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Como contrapeso a tanta tragedia (que al final también lo es), aunque sea de un ámbito 
emocional más íntimo y restringido, también un 11 de septiembre, el de 1959  (hace 60 años 
justos), publicaba Jacques Brel1 en su cuarto disco La Valse à mille temps la canción que 
está considerada por muchos, según una encuesta publicada en 1999 (ajena, por tanto, a las 
nuevas generaciones, que lo pueden confirmar o no), como la mejor canción de amor (de 
desamor diría yo) de todos los tiempos: Ne me quitte pas (No me dejes). Quizá con decir que 
fue escrita tras la separación de Brel y su amante Zizou (aunque fue él quien la dejó), que en 
1961 Brel grabó una versión en flamenco titulada Laat me niet alleen, como un guiño a sus 
orígenes, y que trece años después, el 20 de junio de 1972, grabó una nueva versión para el 
álbum, casualmente, del mismo nombre, Ne me quitte pas, ya estaría cumplido el trámite, 
pero, aprovechando el aniversario redondo, recordaremos algunos matices de la intrahistoria 
de la canción, por la contraposición entre el personaje/artista público y la persona privada. 
Técnicamente, Ne me quitte pas es una sentida balada con una sencilla estructura melódica 
y una poderosa letra inspirada en la ruptura amorosa con Suzanne Gabriello "Zizou". 
Contrariamente a lo que dice la letra, fue Brel quien abandonó a su amante embarazada 
mientras ella suplicaba.

Todo comenzó en el verano del 1955, en que Brel traslada a su familia a París, ya que su 
esposa Miche y sus hijos seguían aún viviendo en Bruselas. Jacques Brel conoce en el club 
Bobino a una maravillosa mujer, una actriz cómica llamada Suzanne Gabriello, a la que 
conocen en todos los medios artísticos, como 'Zizou', sensual e inteligente, morena, con una 
pequeña nariz fascinante y una risa maravillosa que podría volver loco a cualquier hombre. 
Pocos días después, Suzanne también cae en los brazos de la comedia de Brel y se 
convierten en amantes. 'Zizou' será la responsable de la sensacional puesta en escena de 
Brel en el Olimpia de París, el punto de inflexión de la carrera del belga y su consagración 
como compositor, como cantante esencial, eterno. Pero el enamoramiento se convertirá en 
un drama arisco, imperfecto y detestable. Casi se convirtió en una especie de tragedia. 

Jacques Brel vivirá,amará y se entregará vehemente a ella durante todo un lustro. Cinco 
años repletos de intrigas, de encuentros y desencuentros con Suzanne. Un amor prohibido, 
loco, apasionado, extraño, entre la intelectualidad triunfante de los últimos años 50 en París. 
Maravillosos años con la 'bonheur' de la bohemia inteligente de la capital gala. El amor poco 
racional y físico de la pareja no es como la pasión desenfrenada y el suicidio como un 
'souflee' de su relación anterior, con la otra famosa amante, Catherine Sauvage. Esta vez, la 
historia melodramática va en serio. A los dos años de la relación intensa y apasionada, ante 
la presión de 'Zizou' y las mentiras continuas, mete a Miche y a sus hijos en un coche y los 
hace regresar a Bruselas, mientras que él alquila la "habitación del amor" con Zizou ,en un 
apartamento de la Plaza Clichy.

Días de giras, de breves encuentros, suplicios de fiebre sexual y amorosa con 'Zizou', que 
acaban con el impacto del embarazo de ella. El destino final de una relación mentirosa y 
cautiva. Al final, se trata de una pésima relación en que ambos han jugado el papel de 
amantes patéticos. En fin, un mundo de loco sufrimiento con el destino fatal de una canción. 
El problema fue que Brel acabó como un cobarde. Al final, se comportó como muchos 
hombres melindrosos y poco fiables que se agarran al decimonónico estado de presumir de 
esposa y querida'. Es decir, preservar a la comprensiva Miche, Therese Michielsen, con la 
que tiene tres hijos.

Jacques se esconde de 'Zizou', de su gran amor, se mete debajo de las piedras, soporta un 
gran altercado con ella y, finalmente, le dice que se niega a reconocer que es el padre, el 
verdadero responsable del embarazo de Suzanne. Loca de ira, de frustración, 'Zizou' le 
amenaza con demandarle ante los tribunales y a la opinión pública. Brel, entonces,se refugia 
en su Miche. La historia acaba mal, pero Brel incluso se aprovecha de ello para crear la más 
terrible canción de amor de la historia, 'Ne me quitte pas'. Un "no me dejes" que tenía 
absolutamente perdido por su comportamiento con 'Zizou'. Musicalmente, aunque lo negara, 
Brel se aprovecha de un fragmento de los acordes y la postura melódica de la 'Rapsodia 
Húngara número 6' de Franz Liszt. 
 
 
'Ne me quitte pas' sufre varias transformaciones antes de que Brel la grabara definitivamente 
y el 11 de septiembre de 1959, cuando hacía meses que había perdido a 'Zizou' y a su 
posible hijo, Jacques Brel graba su versión definitiva de la canción que ni mucho menos fue 
un gran éxito en su arranque discográfico, dicen algunas fuentes que ya pensando en lo 
poderoso de su interpretación/dramatización en directo. “Ne me quitte pas" es una canción 
desesperada, de ruptura trágica, de la desesperanza , del abatimiento de un hombre cobarde. 
Una especie de agonía mental que precede a una muerte sentimental. Los acordes musicales 
son bellos, maravillosos. Marc Robin, un escritor francés que ha desentrañado muchas de las 
historias de la propia canción, sostiene que hay frases que sugieren al "perro" de Dostoievski 
("haz de mí tu cosa, tu perro"), pero también sugiere que hay retazos de García Lorca, con las 
ideas del tesoro perdido, del agua de la realeza y, por supuesto, la imagen servil de un Brel 
como un perro.

Edith Piaf habló muy mal de Brel a propósito de la canción, porque conocía bien los entresijos 
de la historia de 'amour fou', y definía la canción como "un himno a la cobardía de los hombres" 
pero sugería que Brel no se debía haber humillado tanto en la letra. Decía que 'Ne me quitte 
pas' era una muestra de cómo se venden los hombres por el amor y hasta dónde pueden 
humillarse por el amor a una mujer. Comprendía también perfectamente cómo las mujeres 
se identificaban sentimentalmente con 'Ne me quitte pas', ya que se traduce como una oda a 
la humillación masculina y machista. En realidad, es el purgatorio o el infierno que paga Brel 
por haber hecho lo que había hecho con 'Zizou'. De alguna manera, Brel siempre odió la 
canción, porque era la palpable definición de su infierno de su propia penitencia por el dolor 
causado a Suzanne. Brel siempre la consideró como la catarsis de sus pecados con la gran 
amante de su vida. 'Ne me quitte pas' siempre le ha perseguido como una mujer ofendida, 
como una mujer irritada que triunfa sobre un hombre humillado y después de la muerte de 
Brel, muchas mujeres reclamaron el triste honor de haber inspirado la canción. 

Pero más allá de la historia personal, lo cierto es que esta canción ha alcanzado una 
dimensión universal. Como a menudo en casi todas sus canciones, Brel usa un proceso de 
creación de un climax partiendo de una propuesta, en general banal:

… Oublier le temps
Des malentendus
Et le temps perdu…
(...Olvidar el tiempo de los malentendidos y el tiempo perdido...)

Y luego pasa a promesas vacías, poco realistas y patéticas:

… Moi je t'offrirai
Des perles de pluie
Venues de pays
Où il ne pleut pas...Je ferai un domaine
Où l'amour sera roi
Où l'amour sera loi
Où tu seras ma reine…
(… yo te ofreceré unas perlas de lluvia venidas de países donde no llueve… haré un dominio 
donde el amor será rey, donde el amor será ley donde tu serás mi reina….)

Finalmente, renunciando a todas las promesas de amor, afecto o simplemente ternura, 
termina implorando solo el derecho a permanecer presente. Ni siquiera como un objeto, 
como una sombra:Je ne vais plus pleurer
Je ne vais plus parler
Je me cacherai là
A te regarder
Danser et sourire
Et à t'écouter
Chanter et puis rire
Laisse-moi devenir
L'ombre de ton ombre
L'ombre de ta main
L'ombre de ton chien
Ne me quitte pas…
(… no lloraré más, no hablaré más, me esconderé aquí viéndote bailar y sonreír y a 
escucharte cantar y después reír; déjame volverme la sombra de tu sombra, la sombra de tu 
mano, la sombra de tu perro. No me dejes …)

Cuando Brel la cantó en directo, el director del teatro observó que la canción era muy 
hermosa pero que se apartaba de su repertorio y propuso, con la conformidad de Brel, que 
el cantante Sacha Distel la interpretara, a lo que Distel repuso: "Pero Jacques Brel está loco ...  
cantada por él, esta canción será eterna, mientras que por mí; será rápidamente olvidada. " 
 
 
 Nota.- La larga semblanza que sigue de Jacques Brel, modelo, junto con Georges Brassens 
principalmente, del movimiento musical Els setze jutges, embrión  de la Nova cançó, es sólo
como indicativo de lo abultado de su perfil público frente a su actividad privada.
 
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1Nacido en Schaerbeek, cerca de Bruselas, en la comunidad flamenca, el 8 de abril de 1929, en vísperas de la Gran Depresión, y bautizado como Jacques Romain Georges Brel, estudió en un colegio católico, fue boy-scout y a los dieciséis años creó un grupo de teatro con amigos, para el que escribió algunas funciones. Conoció la Segunda Guerra mundial y la invasión alemana de Bélgica, la lucha por la independencia argelina y la radicalización de los años 1960.
A partir de 1952 compone algunas canciones, un año más tarde se decide a probar suerte en los cabarets, canta en público en Bruselas y saca un disco de 78 r.p.m. Va a París justo cuando nace su segunda hija y los comienzos fueron duros, para Brel como para casi todos los artistas. En 1954 conoce a Juliette Greco quien le pide la canción “Ça va (le diable)” para el concierto que va a dar en la mítica sala Olympia.
En 1955 traslada a su familia a las afueras de París, y graba su primer álbum, un vinilo en 33 revoluciones, mientras actúa para organizaciones cristianas. En 1957 recibe el Gran Premio de la Academia belga Charles-Cros por el álbum “Quand on a que l’amour”, el primero de sus éxitos que después ya vendrían encadenados. Un año más tarde, en un segundo concierto en el Olympia como telonero, el público le aplaude en pie al terminar la actuación. Es el comienzo del enorme éxito que conseguiría en los años siguientes. Publica el álbum “La valse à mille temps”, deja en el camerino la guitarra que más que acompañarle parecía servirle de muleta y desde entonces canta “a pelo”, convirtiendo cada interpretación en un espectáculo escénico. El “Grand Jacques”, que en cada una de sus actuaciones gesticulaba y sudaba a chorros inflamando al público, abandonó su carrera en 1966, justamente cuando por fin había alcanzado el cénit de la gloria.
1968 es el año de «El hombre de la Mancha», obra de Broadway que pone en escena en Bruselas como premiere en francés, hasta que en mayo de 1969, agotado por más de 150 representaciones consecutivas, Jacques Brel pone fin a su participación en el musical y nadie le sustituye. Para entonces, Jacques Brel sabe que está irremediablemente enfermo, hace testamento y nombra a su mujer heredera universal. y en noviembre de 1972 le operan en Bruselas de un cáncer muy avanzado, en el pulmón izquierdo. Sabe que le queda poco tiempo y asegura que quiere moir solo. Jacques Brel y su compañera Madly se instalan en la isla de Hiva-Oa, en las Marquesas (Polinesia francesa). Deja de fumar y se compra un avión, acondicionándolo como «taxi» para ayudar a desplazarse a los habitantes de las islas cercanas.
En julio de 1978 le descubren un nuevo tumor canceroso, pasa seis semanas en el hospital y el resto del verano en el sur de Francia. El 7 de octubre le trasladan de urgencia al hospital de Bobigny, donde muere el día 9 de una embolia pulmonar. Sus restos llegan a Hiva-Oa el 12 de octubre. Jacques Brel, un personaje singular que tuvo una vida de novela y ha dejado una obra excepcional, está enterrado en el cementerio de Atuona, muy cerca de la tumba del pintor Paul Gauguin.
Hoy, cuarenta años después, las canciones de Brel siguen en nuestras memorias transmitiendo emociones con la misma fuerza;. Inclasificable, Brel, muerto lo mismo que vivo, sigue siendo el tipo políticamente incorrecto que llegó de Bruselas a París con una guitarra bajo el brazo, el idealista, el individualista que en sus canciones oscila del anarquismo al humanismo. Universales, sus mensajes tocan la sensibilidad del intelectual como la del público en general, porque repiten lo que forma parte del inconsciente colectivo. En su álbum de 1959 figura su canción más célebre, “Ne me quitte pas”, que después ha sido cantada en quince lenguas y de la que se han grabado cerca de 300 versiones en todo el mundo (algunas horrorosas, todo hay que decirlo): un amante que no quiere que le abandonen, implora aunque sabe que no le escuchan, canta haciendo promesas y acaba llorando; nada que nos sea ajeno, el pequeño drama personal común a millones de personas como él.
Decir Brel es decir canción francesa pero es también recordar la imagen de un artista que vivía sus personajes, que en el escenario convertía las canciones en piezas teatrales, marcando una época y dejando su huella para las siguientes. Exuberante y siempre púdico, se ganó el afecto de un público que durante mucho tiempo se mofó de su manera de gesticular en el escenario. Nadie más ha cantado como él a las mujeres, los viejos, los burgueses, los simples y los malvados, los soñadores y marineros, quienes se aman y los que ya no se aman...

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