Hubo un tiempo, no tan lejano, en que la máxima distracción en los hogares era la radio, oída con atención, esfuerzo, cierta veneración,... e interferencias en el vetusto aparato Telefunken, esa época en la que Internet todavía no había condicionado nuestras vidas y, por lo tanto, no había archivos musicales que pudieran “viajar” de un sitio a otro de forma prácticamente instantánea, de forma que, si una composición musical se escuchaba a través de la radio era porque había un disco de pizarra o vinilo que la contenía y se ponía en ese momento, y aquellos que tengan la suerte de haber vivido muchos años sin que la memoria les haya jugado una mala pasada, recordarán un programa habitual en esa radio, en todas las emisoras, que se llamaba precisamente “Discos dedicados” cuyo formato era muy sencillo; los oyentes llamaban por teléfono (quien tenía tal avance, muy caro) y accedían en directo o, mejor, escribían con la debida antelación una postal indicando que, preferiblemente en tal fecha, querían dedicar tal o cual canción que ya se había emitido antes, luego, “sonaba”, a un amigo, familiar o pariente… El motivo de la dedicatoria también respondía a la variopinta voluntad del “dedicante”; así, se podían dedicar discos con motivo de un cumpleaños, santo, próximo enlace, aniversario, etc., y la emisora daba satisfacción a estos oyentes poniendo en antena las canciones solicitadas.
Y, ¿por qué cuento todo esto? Simplemente por concatenación de ideas con algo que absolutamente nada tiene que ver (el cerebro, a veces, es caprichoso y te lleva por vericuetos impensables), y es que, después de repetir la conversación “filosofal” mantenida hace tres años por el francés Bernard Henry-Levy y el ruso Aleksandr Dugin (o Duguin, como aparece citado a veces), recogida por Infobae y reproducida aquí, no han sido pocos los mensajes recibidos interesándose por saber algo más de este último, y como en los viejos discos dedicados, aquí va para ellos y ellas. En el plano personal, este “filósofo”, usualmente de imagen desaliñada y con barba a lo Dostoievski, de 60 años, en su juventud, era disidente y anticomunista, y trabajó como periodista antes de involucrarse en la política justo antes de la caída del comunismo. Participó en el levantamiento popular que condujo al derrocamiento de Yeltsin. En 1988, él y su amigo, el activista islámico, filósofo y politólogo Heydar Jemal, se unieron al grupo nacionalista Pámyat, que más tarde daría lugar al ascenso del fascismo ruso con lo que, más tarde, fue el principal organizador del Partido Nacional Bolchevique, del Frente Nacional Bolchevique y del declaradamente neofascista Partido Eurasia, teorizando sobre la fundación de un "imperio euroasiático capaz de luchar contra el mundo occidental dirigido por Estados Unidos”1. Se dice que actualmente mantiene estrechos vínculos con el Kremlin y el ejército ruso y, concretamente con Vladimir Putin. Su frase de 2007, en unos momentos en los que Putin hacía juegos de manos (eso sí, “legales”, mediante la promulgación de nuevas leyes o incluso con reformas constitucionales, certificando así, por si alguien lo dudaba, que eso del “imperio de la ley” es meramente un instrumento retórico y clara señal de identidad de dictaduras y totalitarismos, aunque se llamen democracias) para perpetuarse en el poder, conseguido ahora hasta ¡2036!, «No hay más opositores al rumbo de Putin y, si los hay, son enfermos mentales y hay que enviarlos a un examen clínico. Putin está en todas partes, Putin lo es todo, Putin es absoluto, y Putin es indispensable»2 lo dice todo.
Con respecto al actual conflicto bélico, Dugin, que representa el «partido de la guerra» en el Kremlin, una división dentro de la dirección, es autor de la iniciativa de Putin para la anexión de Crimea a Rusia y considera que la guerra entre Rusia y Ucrania es inevitable y hace un llamamiento para que Putin empiece a intervenir en la Guerra del Donbás. En su día dijo que el renacimiento ruso sólo puede ser detenido por Kiev y durante las protestas prorrusas en Ucrania de 2014, Dugin estuvo en contacto regular con los insurgentes separatistas prorrusos; un video de YouTube lo mostraba dando instrucciones a los separatistas del sur y el este de Ucrania. Antes de que estallara la guerra entre Rusia y Georgia en 2008, visitó Osetia del Sur y predijo: "Nuestras tropas ocuparán la capital georgiana, Tiflis, todo el país, y quizás incluso Ucrania y la península de Crimea, que históricamente forma parte de Rusia". Después dijo que Rusia "no debería detenerse en la liberación de Osetia del Sur, sino que debería ir más allá", y "tenemos que hacer algo similar en Ucrania". En 2008 afirmó que Rusia debería repetir el escenario de Georgia en Ucrania, es decir, atacarla. En agosto de 2014, Dugin pidió un "genocidio" de ucranianos y mantiene que los Estados Unidos elevaron a los neonazis rusófobos al poder con el propósito de esta guerra (Rusia-Ucrania). Rusia es la principal fuerza impulsora de los actuales acontecimientos en Ucrania sólo porque Rusia insiste en su soberanía, su libertad, responde a los desafíos que se le lanzan, Rusia intenta integrar el espacio postsoviético…
En cuanto a sus “amistades”, Dugin entró en contacto con la extrema derecha francesa y belga, invitó a Rusia a algunas de las figuras europeas de extrema derecha que había conocido y también se reunió con Steve Bannon (asesor “estrella” de Donald Trump) en Roma en 2018 para discutir las relaciones geopolíticas de Rusia con Estados Unidos y China, así como la filosofía tradicionalista. Dugin también desarrolló vínculos con partidos políticos de extrema derecha en la Unión Europea, como la ultranacionalista Unión Nacional Ataque en Bulgaria, el nacionalista húngaro Jobbik, el Partido de la Libertad de Austria, Amanecer Dorado en Grecia, Vox en España y el Frente Nacional de Francia, aparte de multitud de formaciones extra parlamentarias, para influir en la política de la UE sobre Rusia. Para Putin, Dugin y los suyos subyace la idea de abrazar el soberanismo ruso imperial y, en un escenario multipolar, combatir el liberalismo y a los globalistas (para Putin es clave asentarse sobre su identidad y sus tradiciones religiosas –necesarias para justificar su superioridad moral sobre Occidente–, de modo que Rusia sea portadora de una civilización, capaz de ejercer su soberanía y de proyectarse sobre Eurasia, partiendo de la Rusia de Kiev); por eso Putin se entiende mejor con el endogámico Trump que con el demócrata liberal Biden pues, al no ser globalista, Trump no es enemigo de Rusia. Tampoco es casual la atracción de Putin sobre el italiano Salvini y la francesa Le Pen, soberanistas europeos, ni que el español Vox beba de algunos postulados de Dugin en su lucha contra las “élites globalistas”. Pero, como ya sucedió cuando estalló el conflicto en 2014 en las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y de Lugansk en la región del Donbás de Ucrania, los grupos y partidos políticos de extrema derecha de todo el mundo, especialmente en Europa y en Rusia, se encontraron frente a un gran dilema. Es el caso también de España y de partidos como Vox, la principal formación ultraderechista de España, o grupúsculos neofascistas como Hogar Social Madrid. Un dilema que vuelve con la invasión militar de Rusia a Ucrania aunque hay quienes apoyan el imperialismo euroasiático de Vladimir Putin inspirado, precisamente, en la corriente ultraderechista de Dugin (que ha estado, al menos, dos veces en Madrid, impartiendo conferencias).
La relación de Vox con la Rusia de Putin siempre ha sido un tanto ambigua, puesto que, aunque se encuentra en el grupo parlamentario europeo más atlantista (es decir, más cercano a Estados Unidos y la OTAN), el de los Reformistas y Conservadores Europeos (ECR), la formación liderada por Santiago Abascal mantiene buenas relaciones con los aliados de Rusia, como el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. Además, una investigación publicada en 2019 por OpenDemocracy señaló que la junta directiva de CitizenGo, la organización internacional del grupo ultracatólico Hazte Oír que ha estado ligado históricamente a Vox, tiene de socio a un «oligarca ortodoxo» que ha sido objeto de sanciones por parte de Estados Unidos y Europa por haber supuestamente apoyado a las autoproclamadas repúblicas del Donbás. Por otro lado, hay que señalar que no existen pruebas ni evidencias de relaciones directas y cercanas entre Vox y el Kremlin, más allá de compartir alianzas e ideas. De hecho, Rusia no parece tener especial interés en España en lo que respecta a su política exterior; es más, recientemente, la postura oficial del partido es la condena a Putin y a su agresión a Ucrania, y en sus discursos trata de establecer una relación entre Putin, el comunismo y la izquierda. Vox también mantiene relaciones con enemigos de Moscú, como Ley y Justicia, el partido político de ultraderecha que gobierna en Polonia. No es de extrañar, por lo tanto, que la posición de Vox haya sido relativamente ambigua en los últimos meses. De hecho, es muy probable que el partido contenga elementos rusófilos entre sus filas, bastante trufadas de corrientes ideológicas un tanto heterogéneas, y que el hecho de que Rusia ataque Ucrania haya forzado al partido a posicionarse y a virar su discurso. De hecho, la extrema derecha europea más institucional está haciendo un revisionismo profundo de su discurso para oponerse en mayor o menor medida a la agresión rusa y así no perder apoyo popular, de modo que también Salvini ha borrado tuits donde llevaba una camiseta con la cara de Putin; o el equipo de campaña de Le Pen ha decidido tirar a la basura un millón de folletos electorales porque en ellos aparecía la líder ultraderechista junto al mandatario ruso. En el actual conflicto, no parece haber en la ultraderecha, parlamentaria o extra parlamentaria, simpatizante o no de Dugin, un consenso general sobre cuál es el relato dominante, por lo que todos los grupos de extrema derecha han difundido en esa ceremonia de confusión una gran cantidad de información sobre problemas internos de España, como personas migrantes saltando esos días la valla de la frontera de Melilla, o bien han coincidido en rechazar al gobierno (por enviar armas a Ucrania, por ejemplo) o en apoyar el acogimiento de refugiados ucranianos (y no otros al considerar a los primeros de la misma «raza») y, por supuesto, no ha faltado quien ha tachado al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, de sionista por ser judío.
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1 La ideología eurasiática de Dugin pretende la unificación de todos los pueblos de habla rusa en un solo país mediante el desmembramiento territorial forzoso de las antiguas repúblicas de lo que fue la Unión Soviética. Esta “Rusia renacida” es, según Charles Clover del Financial Times, una versión ligeramente rehecha de la Unión Soviética con ecos del 1984 de George Orwell, donde Eurasia era uno de los tres superestados de tamaño continental, siendo a Asia Oriental y Oceanía los otros dos, y participaba en una guerra interminable entre ellos. En la esfera del discurso público de Eurasia, la política comunista totalitaria desplegada por varios grupos internacionales que forman parte del movimiento, es una versión de reintegración del espacio postsoviético en una esfera de influencia "euroasiática" para Rusia.
2La frase fue votada como la número dos en halago y adulación por los lectores del diario ruso de política y economía Kommersant. Cabe preguntarse, por otra parte, cómo seria la número uno.
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