miércoles, 8 de diciembre de 2021

El Grupo de La Floresta.


La reciente entrada en este blog sobre lo que fue y significó el Asilo Durán de Barcelona y su 
derivación y generalización a lo que fueron los llamados Centros de Menores en toda España 
en una época de ayer mismo, apoyándonos para ello en la obra gráfica Paracuellos, de Carlos 
Giménez, podría hacer a alguien encorsetar a éste en ese tipo de historietas. Nada más lejos 
de la realidad  aunque sean innegables en su obra de trasfondo social sus firmes convicciones 
ideológicas y, aprovechando que una buena amiga pasó su niñez precisamente en una casa 
de La Floresta, un barrio aún sin urbanizar, casi en plena montaña, y lo recuerda con cierta 
frecuencia, habitualmente ante una humeante taza de café, dedicaremos estas líneas, 
seguramente abusando de vuestra paciencia, a glosar una parte, que ya es historia en todo el 
mundo de la cultura, de la trayectoria profesional de Carlos Giménez: el Grupo de La Floresta.

 
Una muestra de trabajo colectivo (Deta 99) del Grupo.

Grupo de La Floresta
es el nombre por el que se conoce a un grupo de 6 historietistas 
españoles formado por Luis García Mozos, Carlos Giménez Giménez, Esteban Maroto 
Torres, Jesús Manuel (Suso) Peña Rego, ya fallecido, Ramón Torrents y Adolfo Usero 
Abellán, que trabajaron colectivamente a finales de los años 60. El nombre se le ocurrió al 
editor y teórico del cómic Luis Gasca (en puridad, Luis María Francisco Gasca Burges, que 
también dirigió el Festival Internacional de Cine de San Sebastián) por el nombre del barrio de 
de la ciudad barcelonesa de San Cugat del Vallés en el que se hallaba el edificio donde 
instalaron su estudio común, "una torre (chalet en Catalunya) con jardín y en medio del 
bosque prácticamente". El hecho es que a mediados de los 60, varios historietistas (no sólo 
los citados) se habían trasladado a Barcelona desde Madrid en busca de mejores 
oportunidades profesionales, alojándose en pensiones, como la pensión Aneto, situada en una 
travesía de las Ramblas, la calle del Carme, hoy transformada en hotel. Varios de ellos se 
percataron de que si se reunían para trabajar en un mismo estudio podían pagar el alquiler de 
un local más grande, por lo que eligieron un chalet del barrio de la Floresta en San Cugat del 
Vallés próximo a donde residía Josep Toutain1, editor de la agencia Selecciones Ilustradas 
 para la que trabajaban.  
 
5 x Infinito.

En los años sesenta del siglo pasado, La Floresta sería abandonado por la burguesía como 
lugar de veraneo y daría paso a la llegada de los hippies y la contracultura que transformarían 
el barrio en un verdadero “paraíso”. Ante una España aún muy limitada por la postguerra, un 
grupo de personas relacionadas con el mundo artístico y distintos puntos de vista se instalaría 
en “un chalet con jardín en medio del bosque” al que llamarían “El Galeón”, y alrededor de 
Josep Toutain y Josep Maria Berenguer, también editor y vecino de barrio, se formaría el  
Grupo de La Floresta con nombres, hoy consagrados no sólo en el mundo del cómic, que 
compartían una gran inquietud artística y su pasión por el cómic, la ilustración y la pintura. Una 
nueva forma de hacer cómic había estallado; los dibujantes de cómics ya no eran simples 
currantes, ahora eran autores y artistas que ofrecían una perspectiva del cómic adulto diferente 
al conocido hasta ese momento dentro de España. Se iniciaba así una verdadera conciencia 
de la autoría del cómic como ya había ocurrido en Francia, Italia y Estados Unidos. Pero este 
estallido no se quedaría aquí, sino que traspasaría fronteras cosechando grandes éxitos: 
primero por toda Europa y posteriormente en todo el mundo, incluido Estados Unidos. En 
palabras del divulgador y teórico Manuel García Quintana, su estilo de vida "es anárquico, 
informal, desenfadado, abierto a las nuevas corrientes, dispuesto a absorber todo cuanto la 
vida ponía a su alcance," encontrando "tiempo para el trabajo, para la diversión y para charlas 
apasionadas donde se cuestionan los valores de siempre, hasta entonces aceptados sin 
ocasión de rechazo." Como muestra, consta que se intercambian, por ejemplo, libros de 
poesía de León Felipe, Federico García Lorca o Miguel Hernández. Desde el punto de vista 
técnico, en 1967 realizaron con guion de Manuel Yáñez, varios episodios de la serie Alex, 
Khan y Khamar. A continuación, con guion de Jesús Flores Thies (militar, por cierto) primero y 
del histórico y reconocido rojo Víctor Mora después, crean la serie Delta 99. A continuación 
crean 5 x Infinito con guion de Maroto, distribuída en todo el mundo; para esta obra, el trabajo 
se repartía así: Torrents y García hacían las figuras femeninas, Usero y Maroto las masculinas 
y Peña las naves y los fondos. El cuarto episodio es sólo de Usero y Maroto y a partir del 
siguiente Maroto se encarga en solitario de la obra. El Grupo de La Floresta estuvo activo hasta 
principios de los años 70 y posteriormente tres de sus miembros, Usero, Giménez y García, 
continuarían trabajando juntos formando el grupo “Premiá 3”, en un chalet alquilado en Premiá 
de Mar (Barcelona), en 1973.

 
·El Miserere, basado en una Leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer


.

Pero volvamos a Carlos Giménez y su relación con algo tan tétrico como el Asilo Durán. 
Resulta difícil encontrar muchos temas comunes en una obra tan extensa y diversa como la 
suya, que, entre otros temas, recorre la historia de España desde los abismos de la inacabable 
posguerra hasta la actualidad, por no hablar de sus numerosas incursiones en la ciencia-
ficción. Sin embargo, sí se puede encontrar un hilo conductor, que es aquel que vale, tanto 
para el Asilo Durán como para los Hogares de Auxilio Social: Carlos Giménez da voz a 
aquellos que no la tienen. El historietista, el autor más importante de la historieta española de 
los últimos treinta años, cronista de la transición desde su irrenunciable postura de izquierdas 
(“Hay quienes, en una sospechosa pretensión de neutralidad, desean que trate con la misma 
dignidad a los que desencadenaron la guerra y los que la sufrieron, igualando así al asesino 
con la víctima, al que abusa con el que se defiende, al culpable con el inocente, en una 
neutralidad con tufo fascistilla, y no, no soy, no puedo ser, neutral.”), con 80 lúcidos años ahora, 
nació en Madrid (lo que no le impidió estar afiliado al PSUC, Partit Socialista Unificat de 
Catalunya, los comunistas catalanes), la muerte de su padre y la enfermedad de su madre, que 
tuvo que ser internada en un sanatorio, le llevaron a diferentes Auxilios Sociales, lugares 
siniestros destinados a menores de edad sin recursos, que el autor describe como un 
microcosmos de la brutalidad del franquismo. “Fui el primero en el mundo de los tebeos que 
empezó a contar cosas de la época del franquismo. Tenía una colaboración semanal en una 
revista, y no estaba seguro de que me fueran a aceptar esas historias. No me propuse hacer 
ninguna serie, sino simplemente narrar las cosas que yo contaba a mis amigos, las anécdotas 
de mi colegio. Me decían que era una pena que no pudiese llevar eso a mis historietas. Pensé 
que no me lo publicaría nadie. En la revista en la que colaboraba, que se llamaba Mata Ratos, 
me aceptaron la primera porque la llevé el último día a última hora cuando tenía que entrar en 
máquinas. Pusieron una cara de extrañeza porque no entendían muy bien qué era aquello. Era 
una revista de tetas y de risas, la clásica de la apertura de la Transición. La publicaron porque 
no les quedaba más remedio. La segunda, cuando también se la llevé en el último momento, 
me parece que también la publicaron, pero me pidieron que no hiciera más”, recuerda.¿La 
censura, pues? “El sentido del humor es tan importante como que en la historia de la censura 
las cosas que más se han prohibido han sido las cosas del humor, los chistes. Muy pocas 
historietas de aventuras se han prohibido. Pero chistes se han prohibido muchos. Recuerdo un 
libro pequeño que leí, que era un manual de la censura, de las cosas que se podían publicar 
en las revistas juveniles: no podía existir por ejemplo un rey malo, un hijo nunca debía de 
luchar contra su padre… Era la guía de lo que no se podía dibujar en los tebeos. Hasta con El 
capitán Trueno, mi amigo Víctor Mora tuvo problemas con la censura. Su personaje era un 
cruzado, pero le reprocharon que se hablaba poco de religión y poco de Dios. Le llamaron la 
atención y le dijeron que tenía que hacer una historieta en la que estuviese presente la religión. 
Entonces dibujó un tebeo que era una aventura alrededor de alguien que había robado una 
obra de arte muy valiosa, un cáliz. Al ser un cáliz, ya era una cosa religiosa. La censura ha 
estado presente en muchas cosas. Me acuerdo de historias del Oeste en las que no se podía 
matar a nadie. Luego hubo una época en que le dio a Fraga por eliminar las armas. Me acuerdo 
de un número de El guerrero del antifaz en que en la portada aparecían un montón de 
personas lanzándose al ataque, de frente al lector, con las espadas en alto, amenazantes. La 
censura obligó a quitar las espadas y quedó una cosa muy chocante porque lo que veías 
avanzar hacia ti era un montón de gente con el puño levantado. Fue peor el remedio que la 
enfermedad. Además de ridícula y absurda, la censura nunca ha servido para nada. A cambio 
de eso, sí ha conseguido que algunas publicaciones ya no tuvieran razón de ser. Lo malo que 
tiene el fascismo, la censura, es que esconde cosas, truca cosas, cambia, miente. Pero las 
mentiras al final salen a la luz, porque lo que es, es lo que es y más pronto o más tarde te 
enteras ”.

 

Reconocido con el Premio de la Crítica, el Nacional de Bellas Artes, el del Salón del Cómic de 
Barcelona, entre muchos otros, jamás se ha apeado de sus principios: “La gente que podía 
contar todo aquello con sinceridad o con conocimiento se está muriendo o se ha muerto. Ya 
quedamos pocos. Los que lo hemos contado ha habido un momento en que se nos ha 
acabado el rencor porque empiezas a ver las cosas como algo que forma parte del pasado. 
Pero es bueno no olvidarlo, que quede escrito, que esos álbumes míos se hayan publicado y 
estén impresos y queden ahí. Para los que no lo han vivido. Sería una pena que se olvidase: 
la memoria histórica, que es una expresión que me gusta, está muy bien. Recordemos la 
historia: ahora con todo este crecimiento del fascismo y del racismo es como si la gente se 
hubiera olvidado de la Segunda Guerra Mundial, de todo lo que supuso el franquismo, el 
fascismo. No olvidemos que era un lugar horrible para vivir, estos fascistas, profascistas o 
enamorados de la dictadura, los de Vox, hablan así porque no vivieron en la época de Franco. 
Si llegan a vivir el franquismo, no les votaban. Es que eso que estás diciendo, no lo podrías 
decir; es que esta forma de vivir, no podrías tenerla. ¿Tú te has divorciado de tu mujer? ¿Has 
tenido relaciones sexuales libres? ¿Eres homosexual? Eso en el fascismo, en el franquismo, 
no se podía, te arriesgabas a la cárcel, a morir. Por ser homosexual en la dictadura ya eras un 
delincuente”.

 

En cuanto a
Paracuellos, como réplica al Asilo Durán, tal vez el tebeo (denominación 
reivindicada por Giménez en lugar de cómic u otras) más importante de la historia del cómic 
español, fue rechazado en principio por los editores de aquí pero su tremendo éxito en su 
publicación por entregas en la revista francesa Fluide Glacial le hizo ganar su primer premio en 
el prestigioso festival internacional de Angulema y entonces todos los editores españoles 
comenzaron a disputárselo. Dos son los ejes que mueven los recuerdos de Giménez y sus 
amigos: el hambre y la violencia; y estos dos temas son los motores absolutos que mueven 
este libro de 600 páginas, y que de forma cruda retrata una época de nuestra historia reciente. 
Todas las historias del libro empiezan y acaban igual: con unos muros -vistos desde fuera- que 
enmarcan el espacio físico donde se va a desarrollar la historia que, ya de adulto, Carlos 
Giménez obtiene cuando se reúne con compañeros de esos Hogares y al amparo de unas 
cervezas o unas copas empiezan a hablar de sus recuerdos. Aparecen motes e historias que 
se van grabando en cintas de casete, y de los recuerdos así registrados Giménez va 
elaborando sus guiones y dibujos. Las primeras historietas son cortas, de 4 páginas;  
seguramente Giménez se tenía que adaptar al espacio cedido por la revista en la que empezó 
a publicar a finales de los 70, revista que sufrió algún atentado terrorista y colaboradores como 
Giménez más de una amenaza de muerte por parte de la extrema derecha. Y Carlos Giménez 
dice en su prólogo: no quiero dejar sólo testimonio de lo que ocurría en unos hogares 
siniestros (donde también se ejercía la represión, puesto que muchos de estos niños son hijos 
de rojos muertos o encarcelados) sino explicar que lo que ocurría en el Hogar era un reflejo de 
lo que ocurría en todo el país: se pegaba en los colegios, en los trabajos, en las casas, en los 
cuarteles… y en casi todos los sitios había hambre. Inolvidable el día de visita en el Hogar: 
dos domingos de cada mes, los familiares de los niños los veían de 4 a 6 de la tarde. Los más 
afortunados recibían visitas y paquetes con comida. Los que no recibían visitas vagaban entre 
los otros, intentando dar lástima para ver si caía algo. Recibir paquetes con comida está 
prohibido, pero el “instructor del Hogar” hace la vista gorda a cambio de algún dinero que le 
entregan los familiares. Y recibir paquete ha conferido a ese niño un raro poder: los 
desafortunados empezarán a rondarle, y el mundo de los adultos y sus códigos extraños se 
trasladan al mundo de los niños: “Mira, si me das un higo te dejo que me des un puñetazo con 
todas tus fuerzas” “¿En la cara?”, contesta ilusionado el otro niño. Hay niños que deciden 
comerse todo su paquete de golpe para que no le roben la comida. “Algunos de estos, por la 
noche, devolvían. Arrojaban toda la comida casi entera. Y llegamos a la viñeta final de esta 
historieta: “…lo que permitía que otros, como el personaje del niño Pirradas, pudieran, a la 
mañana siguiente, escarbar en los devueltos y reciclar todo lo aprovechable.” Y el niño en 
cuclillas come del suelo y dice “Sabe un poco agrio…”. Los niños son reflejo del mundo de los 
adultos, con sus peleas, sus robos, pero también se recogen en Paracuellos momentos de 
ternura, de sonrisas y juegos, especialmente emocionantes sus las ensoñaciones, imaginando 
su vida fuera del Hogar. El Carlos Giménez del presente todavía recuerda aquello porque el 
hambre no se olvida. “El hambre nunca se termina de quitar del todo. Por ejemplo, tengo un 
aprecio muy sobrevalorado de la comida. Yo no tiro nada de comida. Se me ha quedado un 
trozo de filete y me dicen que lo tire. No. Lo guardo en la nevera, a lo mejor luego a la noche 
me lo tomo como aperitivo. Ese trozo de comida, para mí, mientras no esté podrida, sigue 
siendo comida válida. Mientras valga, soy incapaz de tirar comida. Si pierdo dinero, no sufro 
tanto como si pierdo comida. La comida tiene para mí un valor por encima del dinero que 
cuesta, es el valor de la persona que ha pasado hambre y que lo tiene grabado a fuego”.

 

C
osas de la guerra, de aquella guerra nuestra, interminable porque, en palabras del ya 
desaparecido escritor vasco Ramiro Pinilla, aún no está acabada, con ese premeditado olvido 
de muchas cosas, con una operación omertá sobre el sufrimiento de generaciones de 
ciudadanos, con una necesidad de memoria porque la guerra que existió.
 
------------------------------------------------------- 

1Josep Toutain Vila (1932 - 1997), fue un editor, guionista y dibujante de historietas, figura clave dentro del panorama de la historieta española entre los años 1950 y 1980, debido fundamentalmente a su labor como director de la agencia Selecciones Ilustradas y luego la editorial Toutain que contribuyeron al mantenimiento y renovación del cómic español. Toutain, tras la llamada transición política y gracias a la eliminación de la censura, editaría a nivel estatal cómics de innegable referencia como “1984”, “Creepy”, “Comix Internacional” y “Totem”. El dibujante, convertido desde mediados de los años cincuenta sólo en representante de artistas y editor, propondría un experimento a los autores: una historieta donde cada una de las páginas sería realizada por un autor distinto. Un “ejercicio” creativo muy interesante donde podemos disfrutar cómo la historieta evoluciona y muta gracias al universo particular de cada uno de los dibujantes y a las decisiones que tomaron. Pepe González sería quien dibujaría la primera página y a partir de ahí continuaría Esteban Maroto, Alfonso Font, Josep Mª Beà, Manfred Sommer, Will Eisner, Richard Corben, Víctor de La fuente, Miguelanxo Prado, Max, Gallardo, Víctor Ramos…así hasta 47 páginas con 47 autores distintos. La última, la 47, pese a estar así previsto, no pudo ser dibujada por Neal Adams y sería el propio Toutain quien la realizaría. Poseía una fuerte personalidad y fue retratado irónicamente por Carlos Giménez en la serie de éste Los Profesionales, en la cual Toutain es disfrazado con el nombre del sheriff "Filstrup" (uno de los pseudónimos con que firmaba sus primeros trabajos como dibujante).

 

domingo, 5 de diciembre de 2021

El Asilo Durán de Barcelona, retrato de una época.



En el número de
l pasado octubre de la revista especializada en temas históricos y/o 
costumbristas Sàpiens se puede leer un extenso artículo sobre el antiguo reformatorio 
barcelonés de niños y jóvenes de Wad-Ras, edificio situado donde ahora se halla la prisión de 
mujeres del mismo nombre, con el hilo narrativo de conducción de lectura basado en la 
oportunidad no desaprovechada, ya en los años setenta del pasado siglo, de cambiar en él el 
modelo “educativo” totalmente represivo con el que funcionaba por otro más humano. En el 
artículo se mencionan otros centros por el estilo, curiosamente con una mayoría de femeninos,  
de Barcelona y de algún pueblo cercano, pero nada se dice de uno que SÍ pasó a la histori
por “méritos” propios, hoy olvidado, como  tantas cosas que nos retrotraen a unos años 
plomizos y obscuros: el Asilo Durán1. “Si te portas mal irás al Asilo Durán”, era una amenaza 
recurrente a los hijos díscolos por parte de padres humildes, especialmente después de la 
guerra (in)civil. Ante álbumes (dedicados) con fotografías de la época2, uno empieza a verlas y 
no puede menos que pensar, creer, que nos encontramos ante un centro modélico de 
enseñanza de escolares. Nos fijamos, sin darnos cuenta del todo, que tiene altas vallas lo que 
nos debería hacer pensar un poco en la palabra reforma que llevan los álbumes de fotografias
pero un paseo por las fotos nos muestra a jóvenes de unos 10-15 años correctamente vestidos, 
casi bien vestidos, que en un ambiente de paz aprenden diferentes oficios según nos van 
indicando los pies de foto.  Pero nada de eso es verdad. Las fotografías nos ocultan la realidad 
del centro, son propaganda realizada por un fotógrafo con oficio y mediante una puesta en 
escena planificada. ¿Y cuál es/era la realidad?



U
n poco de historia: Toribi Duran Garrigolas (1814 – 1888), filántropo e industrial, “hizo las  
Américas” y al morir dejó un legado para promover la edificación de un reformatorio para chicos 
en Barcelona, para ayudar a los niños “difíciles”, cuya gestión sería confiada a la congregación 
francesa de religiosos de San Pedro ad Vincula. El Asilo Duran de Barcelona se inauguró en 
1890 e inicialmente estaba ubicado en la calle Tuset, en la demarcación de la parroquia de 
Santa María de Gràcia, pero en 1942 fue trasladado a la Bonanova, en los terrenos de la 
antigua Torre Vilana de Sarrià, (donde desde 1989 existe la Clínica Teknon), hasta que cerró 
en 1977. Los internos podían aprender un oficio y muchos de ellos trabajaban para la Imprenta 
Altés en unos talleres construidos expresamente. Dicho así no suena mal, ¿no? Pero entremos 
en detalles. 

E
n cuanto a su ubicación, la calle Tuset formaba parte del antiguo camino de Barcelona en 
Sant Gervasi de Cassoles (hoy un barrio de Barcelona), era el camino principal para las 
comunicaciones entre la ciudad y la villa desde la edad media hasta principios del siglo XX.   
Por Tuset y su continuación Alfonso XII pasaba el antiguo tranvía de vapor y toda esta zona al 
sur de la actual Travessera formó parte de la villa de Gràcia durante la segunda mitad del siglo 
XIX. El entorno tenía un carácter de suburbio, con huertos, instituciones sociales, almacenes y 
alguna industria pero a partir de los años veinte se urbanizó rápidamente, siguiendo la dinámica 
de la Diagonal. Y aquí se levantó el edificio del reformatorio, diseñado por el arquitecto Enric 
Sagnier y delimitado por las actuales calles La Granada, por donde tenía la puerta principal, 
Travessera de Gràcia, Balmes y la propia Tuset que, urbanísticamente, pasó a ser calle 
desde entonces. Hay que recordar, quizá, que en los años sesenta del pasado siglo esta calle 
vivió un periodo singular al convertirse en el centro de la "Gauche Divine" barcelonesa y se 
abrieron locales emblemáticos como la discoteca Boccaccio o el templo del jazz La Cova del 
Drac, convirtiéndose en la Tuset Street de Sara Montiel, pero eso es otra historia. 



Segunda ubicación: la finca Vilana era una de las grandes fincas del antiguo municipio de 
Sarrià, situada justo en el límite de lo que después fueron los municipios (hoy barrios de 
Barcelona) de Sarrià y de Sant Gervasi. La casa, "Torre Vilana”, estaba situada justo debajo 
de lo que ahora es la calle de los Cuatro Caminos, que antes era el antiguo camino entre 
Sant Gervasi y Sarrià. Tras la guerra, la Congregación de San Pedro ad Vincula compró los 
terrenos donde hoy vemos el Centro Médico Teknon. Era 1942 y necesitaban un nuevo 
espacio para ubicar el Asilo, que había quedado muy dañado durante la guerra. En 1989, los 
propietarios del entonces Centro Médico Teknon compraron estos terrenos para edificar el 
centro hospitalario y en 1991 se inició la construcción del centro médico, que implicó el derribo 
de casi todo el asilo antiguo, ya cerrado; a finales de los años sesenta aún se veía algún chico, 
pero la sensación era ya de abandono del imponente edificio. Había un frontón que daba a la 
calle, siempre vacío, en el que se colaban a jugar a veces algunos niños del barrio. El parque, 
con palmeras y parterres bien ordenados frente a la soleada fachada neoclásica, tenía un 
evocador aire colonial. Se dejaron la emblemática fachada del antiguo reformatorio, una 
escultura de dos peces de piedra, que hay en los jardines de la entrada, y los laterales de un 
espacio que también se conoció como "el pequeño Versalles". El alto standing lleva su propia 
estética, que excluye la retama, el polvo y el Asilo Durán.



S
i hemos de buscar antecedentes, en 1834, en la época que era alcalde Rius y Taulet, se 
fundó por el Ayuntamiento de Barcelona la “casa de la Corrección”, y todo el mundo la llamaba 
casa de la corrupción a causa del trato que se le daban a los niños internados, y más aún, 
como exponente de la tradición de centros residenciales cerrados dedicados a niños y jóvenes 
con problemas de adaptación social, centros con poco control socio-profesional, generalmente, 
en manos de órdenes religiosas menores, con un personal que no tenía el más mínimo grado 
de formación pedagógica y que creía que todo se solucionaba con “tortazos, patadas, correas 
y oraciones”, modelo que ha tenido muchos seguidores en nuestra historia asistencial. El Asilo 
Durán de Barcelona era así heredero de las primeras Casas de Reforma creadas por el 
Ayuntamiento, se organizó como centro de reforma, paterna y penal, para jóvenes, 
aprovechando la ley especial de Casas de Reforma de enero de 1883. Cuando el 16 de 
diciembre de 1888 se puso la primera piedra del edificio de la calle Tuset, para escuela de 
reforma de niños viciosos y vagabundos, el discurso fue leído por Pere Armengol i Cornet, 
jurista impulsor de la cárcel Modelo, la Escola Municipal de Reforma y el propio Asilo Durán. 
Todo un síntoma.



El Asilo Durán,
como se ha dicho, fue uno de los exponentes de la tradición de centros 
residenciales cerrados dedicados a niños y jóvenes con presuntos problemas de adaptación 
social3.  Se creía que los pequeños internos llevaban el mal en su propia naturaleza por ser 
descendientes de republicanos, o simplemente descarriados. En este sentido resulta explícito 
el estremecedor discurso dirigido a los internos de Sor María Eulalia Arqué, superiora de las 
monjas de la Casa de la Caridad, cuando se inauguró el nuevo centro de Vilana, discurso 
reproducido en las páginas del diario La Vanguardia, en esa época La Vanguardia Española
¡Estáis en desgracia permanente y por esta razón habrá que coger el látigo para sacar vuestro 
demonio, que vive en vuestras oscuras almas con tan morbosa satisfacción! ¡Habrá que borrar 
el pasado y de hoy en adelante seréis sometidos a la más estricta obediencia!”. Quien daba 
con sus huesos en el Asilo Durán mordía el polvo de verdad. Su “terapia educativa” se podía 
comparar con la de los campos nazis. Se cuentan casos de sodomía, abusos, corrupción y 
malos tratos de una crueldad poco cristiana que eran impartidas con católica devoción. Las 
historias que se contaban del Asilo Durán eran terroríficas. Más tarde, a pesar de los buenos y 
altruistas deseos de su fundador, se convirtió en lo que siempre fue: un correccional de 
menores que vio crecer a lo más florido de la delincuencia preconstitucional4. Hay una novela 
autobiográfica, por cierto difícil de encontrar en España, Tanguy, de Michel del Castillo (Miguel 
Janicot del Castillo realmente), uno de los novelistas preferidos por la crítica y el público 
francés, en la que el autor narra los cuatro duros años que pasa en el Asilo, que define como 
un hospicio para huérfanos republicanos, hasta que se escapa en 1949; Manuel Vázquez 
Montalbán, que prologó el libro, dice:  Cuando apareció Tanguy no hubo más remedio que 
leerla, con los ojos doloridos, por aquel cuadro de memoria personal desolada que Castillo 
nos ofrecía de la España de la posguerra. Tanguy retrató aquella España real de la represión 
y toda clase de racionamientos, que Castillo había vivido como adolescente recluido en el 
siniestro Asilo Durán, truculenta institución regida por hermanos de una secta católica de ésas, 
dedicada a enderezar a los niños de la guerra. Castillo, hijo de una mujer activista republicana 
que lo abandonó y de un francés que se olvidó de su hijo hasta que pudo escaparse del Asilo 
Durán, era uno de los niños de la guerra que peor infancia vivió: exilios, una repatriación nazi y 
Asilo Durán son los jalones de un camino de pesadilla. Treinta años después he releído 
Tanguy y lamento, entre otras muchas cosas, que la obra no sea de lectura obligatoria en 
todas las enseñanzas que se dan en España. Sería un magnífico ejercicio para el fomento de 
una memoria necesaria, sobre todo para estas nuevas promociones tan alejadas 
biohistóricamente de la guerra civil y sus consecuencias, como nosotros nacimos alejados de 
la guerra de Cuba o de la África, aunque pagando sus consecuencias directas o indirectas. 
Tanguy debería cumplir una función didáctica como la cumplió “Corazón”, de Edmundo  
d´Amicis, fomentando valores de solidaridad y ternura, un tanto pequeñoburgueses, pero a la 
contra de las lecturas pedagógicas corruptoras de la educación sentimental de nuestras 
infancias. En Tanguy la historia se hace carne y la víctima concreta adquiere un valor 
ferozmente representativo, por encima de balances sociohistóricos de cejas altas.



La institución, mixta (medio pública, medio privada), bien podría en sí misma servir como hilo 
conductor de una tétrica historia de los llamados centros de reforma en Barcelona, por su 
continuidad y longevidad. Pero, para ello no hay que olvidar el protagonismo de sus gestores, 
esos que Vázquez Montalbán define como secta católica, la Congregación de San Pedro ad 
Víncula, nombre tomado del santoral católico del día de su fundación en 1839 en Marsella por 
Charles Fissiaux con la voluntad de acoger a los jóvenes con necesidades de protección y 
asistencia social de esta ciudad francesa. A finales del siglo XIX, en 1884, Charles Fissiaux 
llegó a Barcelona llamado por el Ayuntamiento para hacerse cargo de la casa asilo municipa
y en 1889 se le encomendó la gestión del Asilo Durán donde, al contrario de la prisión 
tradicional de entonces, con sólo reclusión y castigo, quería, al menos en teoría, aplicar un 
método combinado de recompensas y sanciones a los internos. A pesar de ese positivismo 
pedagógico (ampliamente desmentido por numerosos testimonios5, cuando menos, sórdidos), 
durante la posguerra en Barcelona y durante el franquismo los “hermanos” de la Congregación 
han sido actores importantes de una forma nefasta de educar.  En el imaginario colectivo y 
popular, el Asilo era ni más ni menos una prisión de jóvenes de forma que entre los altos 
ideales pedagógicos proclamados por los patrocinadores y la realidad cotidiana vivida por los 
internados hay fuerte discrepancia. Parece oportuno acabar este recorrido por lo que nunca 
debió ser con las palabras de Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo del citado libro 
Tanguy”, de Michel del Castillo: “He visto marchar hacia el Asilo Durán varios compañeros de 
la calle, del barrio, de colegio y, algunos, los he visto volver sin identidad, rotos para siempre, 
condenados a una vileza adquirida bajo la sombra corruptora de los hermanos del asilo; más 
tarde encontré delincuentes comunes en prisión que habían iniciado su aprendizaje en el Asilo 
Durán y lo habían continuado en la Legión.”



De todas formas, podría pensarse que el Asilo Durán (o el reformatorio de Wad-Ras) es un 
caso aislado; para rebatir esta idea bienintencionada se puede también aportar la obra gráfica, 
en formato cómic, Paracuellos, del dibujante Carlos Giménez, toda una autoridad reconocida, 
referencia obligada, en el mundo de la historieta española, de donde hemos tomado prestadas 
las ilustraciones que acompañan a estas líneas. Paracuellos es una serie costumbrista que se 
basa en los propios recuerdos infantiles del autor y de otros compañeros; narra la vida de 
unos niños de la posguerra franquista internados en los hogares de Auxilio Social6, donde él 
mismo estuvo tras la muerte de su padre y la enfermedad de su madre. Técnicamente se ha 
señalado que esta es la más precisa y sincera obra de uno de los mejores historietistas 
españoles, resaltándose especialmente la selección del plano, la magia de cómo surge la 
expurgación del instante y la brillantez en la selección de cada miedo concreto (el insulto 
concreto del mando, el abandono concreto de la cuidadora, el despotismo concreto del 
director, la violencia concreta del amigo, la injusticia concreta del Estado, el desprecio concreto 
de la sociedad,...). En este sentido, se ha comparado a Giménez con un mago que, en 
palabras del respetado experto teórico Antonio Lara, nos hipnotiza, al principio, para 
devolvernos, después, nuestro yo acrecentado, para que podamos reencontrarnos en esos 
niños solitarios e ingenuos -con rostro más aniñado, si cabe, que en la vida real- que no 
entienden la vida de esa cárcel disfrazada como tampoco nosotros entendemos la nuestra.



O sea, que el Asilo Durán, con toda su nefasta y tétrica historia a cuestas, no es sino “una 
más” entre las múltiples muestras de una época obscura y difícil que ojalá no vuelva nunca 
aunque algunos se empeñen en lo contrario. En particular durante la dictadura franquista, el 
miedo, el gris y la mediocridad se extiende a todos los aspectos de la vida, pero la infancia y 
la juventud fueron las principales perjudicadas del franquismo porque los adultos ya estaban 
formados, ideológicamente y de carácter, aunque su voz fue silenciada, pero los niños y las 
niñas no tuvieron la oportunidad de elegir nada más que lo que les ofrecían. El sistema de 
“protección” de menores y de beneficencia, mediante el internamiento de niños, niñas y 
jóvenes en centros tutelados, sobre todo, por instituciones religiosas, fue el medio ideal para 
el nuevo Estado franquista para reeducarlos, especialmente si eran hijos o hijas de 
republicanos o, simplemente, de “no afectos al régimen” y para socializar con los nuevos 
valores patrióticos, religiosos y familiares. 

 ---------------------------

1Nada que ver con la institución de igual nombre, residencia para la 3ª edad, en Castellò d’Empúries, Girona, localidad de nacimiento de Toribi Durán-.

2Se pueden encontrar en Asilo Toribio Durán : Escuela de reforma para jóvenes rebeldes, depravados y delincuentes : Breve noticia de su fundación, , organización y resultados, impreso en 1911 (Barcelona : Imprenta Asilo Durán)

3Más información en “La Junta Provincial de Protección a la Infancia de Barcelona, 1908-1985: Aproximación y seguimiento histórico.” (Generalitat de Catalunya. Departament d'Acció Social i Ciutadania. 2009)

4El cineasta José Antonio de la Loma (1924 – 2004) viró desde sus inicios en el spaghetti western hacia un cine de crítica social, en el que quiso reflejar la forma de entender la vida y la muerte de los jóvenes delincuentes surgidos en el seno de una nueva clase urbana, asentada en los barrios marginales de las grandes ciudades como consecuencia de la emigración de los años sesenta y setenta. Fue de este modo como de la Loma inició el género cinematográfico conocido como cine quinqui. En esos títulos tuvieron cabida, como intérpretes no profesionales, adolescentes de baja extracción social que en algunos casos no hacían sino interpretar sus propias vidas. Era el caso de Juan José Moreno Cuenca, el actor de Yo, «el Vaquilla» o Ángel Fernández Franco, protagonista de Perros callejeros, Perros callejeros II: Busca y captura y Los últimos golpes de «el Torete», tres de sus películas más emblemáticas. Lo curioso es que todos ellos estaban internados en el Asilo Durán.

5Uno “suave”, entre muchos, afirma que “Bajo la imagen de escuela de reforma, se esconde uno de los episodios más oscuros de nuestra historia. Con el beneplácito de las autoridades, se autorizaba el abuso y los castigos más severos hacia los alumnos de la institución, [...] amparado por la iglesia católica

6Organización de socorro humanitario que existió en España durante la dictadura franquista, hasta 1976. Surgida en la zona sublevada durante la guerra —originalmente como «Auxilio de Invierno» siguiendo el modelo del Winterhilfswerk de la Alemania nazi—, tuvo un destacado papel en los primeros años del franquismo. El organismo constituyó un importante medio de propaganda política del régimen. Además esta organización falangista facilitó el secuestro de niños de las mujeres republicanas encarceladas, gracias a un decreto de junio de 1940 que le otorgaba la patria potestad de los niños cuyas familias tuvieran «malos antecedentes», y a otro decreto de 1941 que permitía cambiar los apellidos de los niños acogidos en los centros de Auxilio Social, lo que impedía que pudieran ser reclamados por sus verdaderos padres.