domingo, 5 de diciembre de 2021

El Asilo Durán de Barcelona, retrato de una época.



En el número de
l pasado octubre de la revista especializada en temas históricos y/o 
costumbristas Sàpiens se puede leer un extenso artículo sobre el antiguo reformatorio 
barcelonés de niños y jóvenes de Wad-Ras, edificio situado donde ahora se halla la prisión de 
mujeres del mismo nombre, con el hilo narrativo de conducción de lectura basado en la 
oportunidad no desaprovechada, ya en los años setenta del pasado siglo, de cambiar en él el 
modelo “educativo” totalmente represivo con el que funcionaba por otro más humano. En el 
artículo se mencionan otros centros por el estilo, curiosamente con una mayoría de femeninos,  
de Barcelona y de algún pueblo cercano, pero nada se dice de uno que SÍ pasó a la histori
por “méritos” propios, hoy olvidado, como  tantas cosas que nos retrotraen a unos años 
plomizos y obscuros: el Asilo Durán1. “Si te portas mal irás al Asilo Durán”, era una amenaza 
recurrente a los hijos díscolos por parte de padres humildes, especialmente después de la 
guerra (in)civil. Ante álbumes (dedicados) con fotografías de la época2, uno empieza a verlas y 
no puede menos que pensar, creer, que nos encontramos ante un centro modélico de 
enseñanza de escolares. Nos fijamos, sin darnos cuenta del todo, que tiene altas vallas lo que 
nos debería hacer pensar un poco en la palabra reforma que llevan los álbumes de fotografias
pero un paseo por las fotos nos muestra a jóvenes de unos 10-15 años correctamente vestidos, 
casi bien vestidos, que en un ambiente de paz aprenden diferentes oficios según nos van 
indicando los pies de foto.  Pero nada de eso es verdad. Las fotografías nos ocultan la realidad 
del centro, son propaganda realizada por un fotógrafo con oficio y mediante una puesta en 
escena planificada. ¿Y cuál es/era la realidad?



U
n poco de historia: Toribi Duran Garrigolas (1814 – 1888), filántropo e industrial, “hizo las  
Américas” y al morir dejó un legado para promover la edificación de un reformatorio para chicos 
en Barcelona, para ayudar a los niños “difíciles”, cuya gestión sería confiada a la congregación 
francesa de religiosos de San Pedro ad Vincula. El Asilo Duran de Barcelona se inauguró en 
1890 e inicialmente estaba ubicado en la calle Tuset, en la demarcación de la parroquia de 
Santa María de Gràcia, pero en 1942 fue trasladado a la Bonanova, en los terrenos de la 
antigua Torre Vilana de Sarrià, (donde desde 1989 existe la Clínica Teknon), hasta que cerró 
en 1977. Los internos podían aprender un oficio y muchos de ellos trabajaban para la Imprenta 
Altés en unos talleres construidos expresamente. Dicho así no suena mal, ¿no? Pero entremos 
en detalles. 

E
n cuanto a su ubicación, la calle Tuset formaba parte del antiguo camino de Barcelona en 
Sant Gervasi de Cassoles (hoy un barrio de Barcelona), era el camino principal para las 
comunicaciones entre la ciudad y la villa desde la edad media hasta principios del siglo XX.   
Por Tuset y su continuación Alfonso XII pasaba el antiguo tranvía de vapor y toda esta zona al 
sur de la actual Travessera formó parte de la villa de Gràcia durante la segunda mitad del siglo 
XIX. El entorno tenía un carácter de suburbio, con huertos, instituciones sociales, almacenes y 
alguna industria pero a partir de los años veinte se urbanizó rápidamente, siguiendo la dinámica 
de la Diagonal. Y aquí se levantó el edificio del reformatorio, diseñado por el arquitecto Enric 
Sagnier y delimitado por las actuales calles La Granada, por donde tenía la puerta principal, 
Travessera de Gràcia, Balmes y la propia Tuset que, urbanísticamente, pasó a ser calle 
desde entonces. Hay que recordar, quizá, que en los años sesenta del pasado siglo esta calle 
vivió un periodo singular al convertirse en el centro de la "Gauche Divine" barcelonesa y se 
abrieron locales emblemáticos como la discoteca Boccaccio o el templo del jazz La Cova del 
Drac, convirtiéndose en la Tuset Street de Sara Montiel, pero eso es otra historia. 



Segunda ubicación: la finca Vilana era una de las grandes fincas del antiguo municipio de 
Sarrià, situada justo en el límite de lo que después fueron los municipios (hoy barrios de 
Barcelona) de Sarrià y de Sant Gervasi. La casa, "Torre Vilana”, estaba situada justo debajo 
de lo que ahora es la calle de los Cuatro Caminos, que antes era el antiguo camino entre 
Sant Gervasi y Sarrià. Tras la guerra, la Congregación de San Pedro ad Vincula compró los 
terrenos donde hoy vemos el Centro Médico Teknon. Era 1942 y necesitaban un nuevo 
espacio para ubicar el Asilo, que había quedado muy dañado durante la guerra. En 1989, los 
propietarios del entonces Centro Médico Teknon compraron estos terrenos para edificar el 
centro hospitalario y en 1991 se inició la construcción del centro médico, que implicó el derribo 
de casi todo el asilo antiguo, ya cerrado; a finales de los años sesenta aún se veía algún chico, 
pero la sensación era ya de abandono del imponente edificio. Había un frontón que daba a la 
calle, siempre vacío, en el que se colaban a jugar a veces algunos niños del barrio. El parque, 
con palmeras y parterres bien ordenados frente a la soleada fachada neoclásica, tenía un 
evocador aire colonial. Se dejaron la emblemática fachada del antiguo reformatorio, una 
escultura de dos peces de piedra, que hay en los jardines de la entrada, y los laterales de un 
espacio que también se conoció como "el pequeño Versalles". El alto standing lleva su propia 
estética, que excluye la retama, el polvo y el Asilo Durán.



S
i hemos de buscar antecedentes, en 1834, en la época que era alcalde Rius y Taulet, se 
fundó por el Ayuntamiento de Barcelona la “casa de la Corrección”, y todo el mundo la llamaba 
casa de la corrupción a causa del trato que se le daban a los niños internados, y más aún, 
como exponente de la tradición de centros residenciales cerrados dedicados a niños y jóvenes 
con problemas de adaptación social, centros con poco control socio-profesional, generalmente, 
en manos de órdenes religiosas menores, con un personal que no tenía el más mínimo grado 
de formación pedagógica y que creía que todo se solucionaba con “tortazos, patadas, correas 
y oraciones”, modelo que ha tenido muchos seguidores en nuestra historia asistencial. El Asilo 
Durán de Barcelona era así heredero de las primeras Casas de Reforma creadas por el 
Ayuntamiento, se organizó como centro de reforma, paterna y penal, para jóvenes, 
aprovechando la ley especial de Casas de Reforma de enero de 1883. Cuando el 16 de 
diciembre de 1888 se puso la primera piedra del edificio de la calle Tuset, para escuela de 
reforma de niños viciosos y vagabundos, el discurso fue leído por Pere Armengol i Cornet, 
jurista impulsor de la cárcel Modelo, la Escola Municipal de Reforma y el propio Asilo Durán. 
Todo un síntoma.



El Asilo Durán,
como se ha dicho, fue uno de los exponentes de la tradición de centros 
residenciales cerrados dedicados a niños y jóvenes con presuntos problemas de adaptación 
social3.  Se creía que los pequeños internos llevaban el mal en su propia naturaleza por ser 
descendientes de republicanos, o simplemente descarriados. En este sentido resulta explícito 
el estremecedor discurso dirigido a los internos de Sor María Eulalia Arqué, superiora de las 
monjas de la Casa de la Caridad, cuando se inauguró el nuevo centro de Vilana, discurso 
reproducido en las páginas del diario La Vanguardia, en esa época La Vanguardia Española
¡Estáis en desgracia permanente y por esta razón habrá que coger el látigo para sacar vuestro 
demonio, que vive en vuestras oscuras almas con tan morbosa satisfacción! ¡Habrá que borrar 
el pasado y de hoy en adelante seréis sometidos a la más estricta obediencia!”. Quien daba 
con sus huesos en el Asilo Durán mordía el polvo de verdad. Su “terapia educativa” se podía 
comparar con la de los campos nazis. Se cuentan casos de sodomía, abusos, corrupción y 
malos tratos de una crueldad poco cristiana que eran impartidas con católica devoción. Las 
historias que se contaban del Asilo Durán eran terroríficas. Más tarde, a pesar de los buenos y 
altruistas deseos de su fundador, se convirtió en lo que siempre fue: un correccional de 
menores que vio crecer a lo más florido de la delincuencia preconstitucional4. Hay una novela 
autobiográfica, por cierto difícil de encontrar en España, Tanguy, de Michel del Castillo (Miguel 
Janicot del Castillo realmente), uno de los novelistas preferidos por la crítica y el público 
francés, en la que el autor narra los cuatro duros años que pasa en el Asilo, que define como 
un hospicio para huérfanos republicanos, hasta que se escapa en 1949; Manuel Vázquez 
Montalbán, que prologó el libro, dice:  Cuando apareció Tanguy no hubo más remedio que 
leerla, con los ojos doloridos, por aquel cuadro de memoria personal desolada que Castillo 
nos ofrecía de la España de la posguerra. Tanguy retrató aquella España real de la represión 
y toda clase de racionamientos, que Castillo había vivido como adolescente recluido en el 
siniestro Asilo Durán, truculenta institución regida por hermanos de una secta católica de ésas, 
dedicada a enderezar a los niños de la guerra. Castillo, hijo de una mujer activista republicana 
que lo abandonó y de un francés que se olvidó de su hijo hasta que pudo escaparse del Asilo 
Durán, era uno de los niños de la guerra que peor infancia vivió: exilios, una repatriación nazi y 
Asilo Durán son los jalones de un camino de pesadilla. Treinta años después he releído 
Tanguy y lamento, entre otras muchas cosas, que la obra no sea de lectura obligatoria en 
todas las enseñanzas que se dan en España. Sería un magnífico ejercicio para el fomento de 
una memoria necesaria, sobre todo para estas nuevas promociones tan alejadas 
biohistóricamente de la guerra civil y sus consecuencias, como nosotros nacimos alejados de 
la guerra de Cuba o de la África, aunque pagando sus consecuencias directas o indirectas. 
Tanguy debería cumplir una función didáctica como la cumplió “Corazón”, de Edmundo  
d´Amicis, fomentando valores de solidaridad y ternura, un tanto pequeñoburgueses, pero a la 
contra de las lecturas pedagógicas corruptoras de la educación sentimental de nuestras 
infancias. En Tanguy la historia se hace carne y la víctima concreta adquiere un valor 
ferozmente representativo, por encima de balances sociohistóricos de cejas altas.



La institución, mixta (medio pública, medio privada), bien podría en sí misma servir como hilo 
conductor de una tétrica historia de los llamados centros de reforma en Barcelona, por su 
continuidad y longevidad. Pero, para ello no hay que olvidar el protagonismo de sus gestores, 
esos que Vázquez Montalbán define como secta católica, la Congregación de San Pedro ad 
Víncula, nombre tomado del santoral católico del día de su fundación en 1839 en Marsella por 
Charles Fissiaux con la voluntad de acoger a los jóvenes con necesidades de protección y 
asistencia social de esta ciudad francesa. A finales del siglo XIX, en 1884, Charles Fissiaux 
llegó a Barcelona llamado por el Ayuntamiento para hacerse cargo de la casa asilo municipa
y en 1889 se le encomendó la gestión del Asilo Durán donde, al contrario de la prisión 
tradicional de entonces, con sólo reclusión y castigo, quería, al menos en teoría, aplicar un 
método combinado de recompensas y sanciones a los internos. A pesar de ese positivismo 
pedagógico (ampliamente desmentido por numerosos testimonios5, cuando menos, sórdidos), 
durante la posguerra en Barcelona y durante el franquismo los “hermanos” de la Congregación 
han sido actores importantes de una forma nefasta de educar.  En el imaginario colectivo y 
popular, el Asilo era ni más ni menos una prisión de jóvenes de forma que entre los altos 
ideales pedagógicos proclamados por los patrocinadores y la realidad cotidiana vivida por los 
internados hay fuerte discrepancia. Parece oportuno acabar este recorrido por lo que nunca 
debió ser con las palabras de Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo del citado libro 
Tanguy”, de Michel del Castillo: “He visto marchar hacia el Asilo Durán varios compañeros de 
la calle, del barrio, de colegio y, algunos, los he visto volver sin identidad, rotos para siempre, 
condenados a una vileza adquirida bajo la sombra corruptora de los hermanos del asilo; más 
tarde encontré delincuentes comunes en prisión que habían iniciado su aprendizaje en el Asilo 
Durán y lo habían continuado en la Legión.”



De todas formas, podría pensarse que el Asilo Durán (o el reformatorio de Wad-Ras) es un 
caso aislado; para rebatir esta idea bienintencionada se puede también aportar la obra gráfica, 
en formato cómic, Paracuellos, del dibujante Carlos Giménez, toda una autoridad reconocida, 
referencia obligada, en el mundo de la historieta española, de donde hemos tomado prestadas 
las ilustraciones que acompañan a estas líneas. Paracuellos es una serie costumbrista que se 
basa en los propios recuerdos infantiles del autor y de otros compañeros; narra la vida de 
unos niños de la posguerra franquista internados en los hogares de Auxilio Social6, donde él 
mismo estuvo tras la muerte de su padre y la enfermedad de su madre. Técnicamente se ha 
señalado que esta es la más precisa y sincera obra de uno de los mejores historietistas 
españoles, resaltándose especialmente la selección del plano, la magia de cómo surge la 
expurgación del instante y la brillantez en la selección de cada miedo concreto (el insulto 
concreto del mando, el abandono concreto de la cuidadora, el despotismo concreto del 
director, la violencia concreta del amigo, la injusticia concreta del Estado, el desprecio concreto 
de la sociedad,...). En este sentido, se ha comparado a Giménez con un mago que, en 
palabras del respetado experto teórico Antonio Lara, nos hipnotiza, al principio, para 
devolvernos, después, nuestro yo acrecentado, para que podamos reencontrarnos en esos 
niños solitarios e ingenuos -con rostro más aniñado, si cabe, que en la vida real- que no 
entienden la vida de esa cárcel disfrazada como tampoco nosotros entendemos la nuestra.



O sea, que el Asilo Durán, con toda su nefasta y tétrica historia a cuestas, no es sino “una 
más” entre las múltiples muestras de una época obscura y difícil que ojalá no vuelva nunca 
aunque algunos se empeñen en lo contrario. En particular durante la dictadura franquista, el 
miedo, el gris y la mediocridad se extiende a todos los aspectos de la vida, pero la infancia y 
la juventud fueron las principales perjudicadas del franquismo porque los adultos ya estaban 
formados, ideológicamente y de carácter, aunque su voz fue silenciada, pero los niños y las 
niñas no tuvieron la oportunidad de elegir nada más que lo que les ofrecían. El sistema de 
“protección” de menores y de beneficencia, mediante el internamiento de niños, niñas y 
jóvenes en centros tutelados, sobre todo, por instituciones religiosas, fue el medio ideal para 
el nuevo Estado franquista para reeducarlos, especialmente si eran hijos o hijas de 
republicanos o, simplemente, de “no afectos al régimen” y para socializar con los nuevos 
valores patrióticos, religiosos y familiares. 

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1Nada que ver con la institución de igual nombre, residencia para la 3ª edad, en Castellò d’Empúries, Girona, localidad de nacimiento de Toribi Durán-.

2Se pueden encontrar en Asilo Toribio Durán : Escuela de reforma para jóvenes rebeldes, depravados y delincuentes : Breve noticia de su fundación, , organización y resultados, impreso en 1911 (Barcelona : Imprenta Asilo Durán)

3Más información en “La Junta Provincial de Protección a la Infancia de Barcelona, 1908-1985: Aproximación y seguimiento histórico.” (Generalitat de Catalunya. Departament d'Acció Social i Ciutadania. 2009)

4El cineasta José Antonio de la Loma (1924 – 2004) viró desde sus inicios en el spaghetti western hacia un cine de crítica social, en el que quiso reflejar la forma de entender la vida y la muerte de los jóvenes delincuentes surgidos en el seno de una nueva clase urbana, asentada en los barrios marginales de las grandes ciudades como consecuencia de la emigración de los años sesenta y setenta. Fue de este modo como de la Loma inició el género cinematográfico conocido como cine quinqui. En esos títulos tuvieron cabida, como intérpretes no profesionales, adolescentes de baja extracción social que en algunos casos no hacían sino interpretar sus propias vidas. Era el caso de Juan José Moreno Cuenca, el actor de Yo, «el Vaquilla» o Ángel Fernández Franco, protagonista de Perros callejeros, Perros callejeros II: Busca y captura y Los últimos golpes de «el Torete», tres de sus películas más emblemáticas. Lo curioso es que todos ellos estaban internados en el Asilo Durán.

5Uno “suave”, entre muchos, afirma que “Bajo la imagen de escuela de reforma, se esconde uno de los episodios más oscuros de nuestra historia. Con el beneplácito de las autoridades, se autorizaba el abuso y los castigos más severos hacia los alumnos de la institución, [...] amparado por la iglesia católica

6Organización de socorro humanitario que existió en España durante la dictadura franquista, hasta 1976. Surgida en la zona sublevada durante la guerra —originalmente como «Auxilio de Invierno» siguiendo el modelo del Winterhilfswerk de la Alemania nazi—, tuvo un destacado papel en los primeros años del franquismo. El organismo constituyó un importante medio de propaganda política del régimen. Además esta organización falangista facilitó el secuestro de niños de las mujeres republicanas encarceladas, gracias a un decreto de junio de 1940 que le otorgaba la patria potestad de los niños cuyas familias tuvieran «malos antecedentes», y a otro decreto de 1941 que permitía cambiar los apellidos de los niños acogidos en los centros de Auxilio Social, lo que impedía que pudieran ser reclamados por sus verdaderos padres.

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