En el número del pasado octubre de la revista especializada en temas históricos y/o
costumbristas Sàpiens se puede leer un extenso artículo sobre el antiguo reformatorio
barcelonés de niños y jóvenes de Wad-Ras, edificio situado donde ahora se halla la prisión de
mujeres del mismo nombre, con el hilo narrativo de conducción de lectura basado en la
oportunidad no desaprovechada, ya en los años setenta del pasado siglo, de cambiar en él el
modelo “educativo” totalmente represivo con el que funcionaba por otro más humano. En el
artículo se mencionan otros centros por el estilo, curiosamente con una mayoría de femeninos,
de Barcelona y de algún pueblo cercano, pero nada se dice de uno que SÍ pasó a la historia
por “méritos” propios, hoy olvidado, como tantas cosas que nos retrotraen a unos años
plomizos y obscuros: el Asilo Durán1. “Si te portas mal irás al Asilo Durán”, era una amenaza
recurrente a los hijos díscolos por parte de padres humildes, especialmente después de la
guerra (in)civil. Ante álbumes (dedicados) con fotografías de la época2, uno empieza a verlas y
no puede menos que pensar, creer, que nos encontramos ante un centro modélico de
enseñanza de escolares. Nos fijamos, sin darnos cuenta del todo, que tiene altas vallas lo que
nos debería hacer pensar un poco en la palabra reforma que llevan los álbumes de fotografias,
pero un paseo por las fotos nos muestra a jóvenes de unos 10-15 años correctamente vestidos,
casi bien vestidos, que en un ambiente de paz aprenden diferentes oficios según nos van
indicando los pies de foto. Pero nada de eso es verdad. Las fotografías nos ocultan la realidad
del centro, son propaganda realizada por un fotógrafo con oficio y mediante una puesta en
escena planificada. ¿Y cuál es/era la realidad?
Un poco de historia: Toribi Duran Garrigolas (1814 – 1888), filántropo e industrial, “hizo las
Américas” y al morir dejó un legado para promover la edificación de un reformatorio para chicos
en Barcelona, para ayudar a los niños “difíciles”, cuya gestión sería confiada a la congregación
francesa de religiosos de San Pedro ad Vincula. El Asilo Duran de Barcelona se inauguró en
1890 e inicialmente estaba ubicado en la calle Tuset, en la demarcación de la parroquia de
Santa María de Gràcia, pero en 1942 fue trasladado a la Bonanova, en los terrenos de la
antigua Torre Vilana de Sarrià, (donde desde 1989 existe la Clínica Teknon), hasta que cerró
en 1977. Los internos podían aprender un oficio y muchos de ellos trabajaban para la Imprenta
Altés en unos talleres construidos expresamente. Dicho así no suena mal, ¿no? Pero entremos
en detalles.
En cuanto a su ubicación, la calle Tuset formaba parte del antiguo camino de Barcelona en
Sant Gervasi de Cassoles (hoy un barrio de Barcelona), era el camino principal para las
comunicaciones entre la ciudad y la villa desde la edad media hasta principios del siglo XX.
Por Tuset y su continuación Alfonso XII pasaba el antiguo tranvía de vapor y toda esta zona al
sur de la actual Travessera formó parte de la villa de Gràcia durante la segunda mitad del siglo
XIX. El entorno tenía un carácter de suburbio, con huertos, instituciones sociales, almacenes y
alguna industria pero a partir de los años veinte se urbanizó rápidamente, siguiendo la dinámica
de la Diagonal. Y aquí se levantó el edificio del reformatorio, diseñado por el arquitecto Enric
Sagnier y delimitado por las actuales calles La Granada, por donde tenía la puerta principal,
Travessera de Gràcia, Balmes y la propia Tuset que, urbanísticamente, pasó a ser calle
desde entonces. Hay que recordar, quizá, que en los años sesenta del pasado siglo esta calle
vivió un periodo singular al convertirse en el centro de la "Gauche Divine" barcelonesa y se
abrieron locales emblemáticos como la discoteca Boccaccio o el templo del jazz La Cova del
Drac, convirtiéndose en la Tuset Street de Sara Montiel, pero eso es otra historia.
Segunda ubicación: la finca Vilana era una de las grandes fincas del antiguo municipio de
Sarrià, situada justo en el límite de lo que después fueron los municipios (hoy barrios de
Barcelona) de Sarrià y de Sant Gervasi. La casa, "Torre Vilana”, estaba situada justo debajo
de lo que ahora es la calle de los Cuatro Caminos, que antes era el antiguo camino entre
Sant Gervasi y Sarrià. Tras la guerra, la Congregación de San Pedro ad Vincula compró los
terrenos donde hoy vemos el Centro Médico Teknon. Era 1942 y necesitaban un nuevo
espacio para ubicar el Asilo, que había quedado muy dañado durante la guerra. En 1989, los
propietarios del entonces Centro Médico Teknon compraron estos terrenos para edificar el
centro hospitalario y en 1991 se inició la construcción del centro médico, que implicó el derribo
de casi todo el asilo antiguo, ya cerrado; a finales de los años sesenta aún se veía algún chico,
pero la sensación era ya de abandono del imponente edificio. Había un frontón que daba a la
calle, siempre vacío, en el que se colaban a jugar a veces algunos niños del barrio. El parque,
con palmeras y parterres bien ordenados frente a la soleada fachada neoclásica, tenía un
evocador aire colonial. Se dejaron la emblemática fachada del antiguo reformatorio, una
escultura de dos peces de piedra, que hay en los jardines de la entrada, y los laterales de un
espacio que también se conoció como "el pequeño Versalles". El alto standing lleva su propia
estética, que excluye la retama, el polvo y el Asilo Durán.
Si hemos de buscar antecedentes, en 1834, en la época que era alcalde Rius y Taulet, se
fundó por el Ayuntamiento de Barcelona la “casa de la Corrección”, y todo el mundo la llamaba
casa de la corrupción a causa del trato que se le daban a los niños internados, y más aún,
como exponente de la tradición de centros residenciales cerrados dedicados a niños y jóvenes
con problemas de adaptación social, centros con poco control socio-profesional, generalmente,
en manos de órdenes religiosas menores, con un personal que no tenía el más mínimo grado
de formación pedagógica y que creía que todo se solucionaba con “tortazos, patadas, correas
y oraciones”, modelo que ha tenido muchos seguidores en nuestra historia asistencial. El Asilo
Durán de Barcelona era así heredero de las primeras Casas de Reforma creadas por el
Ayuntamiento, se organizó como centro de reforma, paterna y penal, para jóvenes,
aprovechando la ley especial de Casas de Reforma de enero de 1883. Cuando el 16 de
diciembre de 1888 se puso la primera piedra del edificio de la calle Tuset, para escuela de
reforma de niños viciosos y vagabundos, el discurso fue leído por Pere Armengol i Cornet,
jurista impulsor de la cárcel Modelo, la Escola Municipal de Reforma y el propio Asilo Durán.
Todo un síntoma.
El Asilo Durán, como se ha dicho, fue uno de los exponentes de la tradición de centros
residenciales cerrados dedicados a niños y jóvenes con presuntos problemas de adaptación
social3. Se creía que los pequeños internos llevaban el mal en su propia naturaleza por ser
descendientes de republicanos, o simplemente descarriados. En este sentido resulta explícito
el estremecedor discurso dirigido a los internos de Sor María Eulalia Arqué, superiora de las
monjas de la Casa de la Caridad, cuando se inauguró el nuevo centro de Vilana, discurso
reproducido en las páginas del diario La Vanguardia, en esa época La Vanguardia Española:
“¡Estáis en desgracia permanente y por esta razón habrá que coger el látigo para sacar vuestro
demonio, que vive en vuestras oscuras almas con tan morbosa satisfacción! ¡Habrá que borrar
el pasado y de hoy en adelante seréis sometidos a la más estricta obediencia!”. Quien daba
con sus huesos en el Asilo Durán mordía el polvo de verdad. Su “terapia educativa” se podía
comparar con la de los campos nazis. Se cuentan casos de sodomía, abusos, corrupción y
malos tratos de una crueldad poco cristiana que eran impartidas con católica devoción. Las
historias que se contaban del Asilo Durán eran terroríficas. Más tarde, a pesar de los buenos y
altruistas deseos de su fundador, se convirtió en lo que siempre fue: un correccional de
menores que vio crecer a lo más florido de la delincuencia preconstitucional4. Hay una novela
autobiográfica, por cierto difícil de encontrar en España, Tanguy, de Michel del Castillo (Miguel
Janicot del Castillo realmente), uno de los novelistas preferidos por la crítica y el público
francés, en la que el autor narra los cuatro duros años que pasa en el Asilo, que define como
un hospicio para huérfanos republicanos, hasta que se escapa en 1949; Manuel Vázquez
Montalbán, que prologó el libro, dice: Cuando apareció Tanguy no hubo más remedio que
leerla, con los ojos doloridos, por aquel cuadro de memoria personal desolada que Castillo
nos ofrecía de la España de la posguerra. Tanguy retrató aquella España real de la represión
y toda clase de racionamientos, que Castillo había vivido como adolescente recluido en el
siniestro Asilo Durán, truculenta institución regida por hermanos de una secta católica de ésas,
dedicada a enderezar a los niños de la guerra. Castillo, hijo de una mujer activista republicana
que lo abandonó y de un francés que se olvidó de su hijo hasta que pudo escaparse del Asilo
Durán, era uno de los niños de la guerra que peor infancia vivió: exilios, una repatriación nazi y
Asilo Durán son los jalones de un camino de pesadilla. Treinta años después he releído
Tanguy y lamento, entre otras muchas cosas, que la obra no sea de lectura obligatoria en
todas las enseñanzas que se dan en España. Sería un magnífico ejercicio para el fomento de
una memoria necesaria, sobre todo para estas nuevas promociones tan alejadas
biohistóricamente de la guerra civil y sus consecuencias, como nosotros nacimos alejados de
la guerra de Cuba o de la África, aunque pagando sus consecuencias directas o indirectas.
Tanguy debería cumplir una función didáctica como la cumplió “Corazón”, de Edmundo
d´Amicis, fomentando valores de solidaridad y ternura, un tanto pequeñoburgueses, pero a la
contra de las lecturas pedagógicas corruptoras de la educación sentimental de nuestras
infancias. En Tanguy la historia se hace carne y la víctima concreta adquiere un valor
ferozmente representativo, por encima de balances sociohistóricos de cejas altas.
La institución, mixta (medio pública, medio privada), bien podría en sí misma servir como hilo
conductor de una tétrica historia de los llamados centros de reforma en Barcelona, por su
continuidad y longevidad. Pero, para ello no hay que olvidar el protagonismo de sus gestores,
esos que Vázquez Montalbán define como secta católica, la Congregación de San Pedro ad
Víncula, nombre tomado del santoral católico del día de su fundación en 1839 en Marsella por
Charles Fissiaux con la voluntad de acoger a los jóvenes con necesidades de protección y
asistencia social de esta ciudad francesa. A finales del siglo XIX, en 1884, Charles Fissiaux
llegó a Barcelona llamado por el Ayuntamiento para hacerse cargo de la casa asilo municipal
y en 1889 se le encomendó la gestión del Asilo Durán donde, al contrario de la prisión
tradicional de entonces, con sólo reclusión y castigo, quería, al menos en teoría, aplicar un
método combinado de recompensas y sanciones a los internos. A pesar de ese positivismo
pedagógico (ampliamente desmentido por numerosos testimonios5, cuando menos, sórdidos),
durante la posguerra en Barcelona y durante el franquismo los “hermanos” de la Congregación
han sido actores importantes de una forma nefasta de educar. En el imaginario colectivo y
popular, el Asilo era ni más ni menos una prisión de jóvenes de forma que entre los altos
ideales pedagógicos proclamados por los patrocinadores y la realidad cotidiana vivida por los
internados hay fuerte discrepancia. Parece oportuno acabar este recorrido por lo que nunca
debió ser con las palabras de Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo del citado libro
“Tanguy”, de Michel del Castillo: “He visto marchar hacia el Asilo Durán varios compañeros de
la calle, del barrio, de colegio y, algunos, los he visto volver sin identidad, rotos para siempre,
condenados a una vileza adquirida bajo la sombra corruptora de los hermanos del asilo; más
tarde encontré delincuentes comunes en prisión que habían iniciado su aprendizaje en el Asilo
Durán y lo habían continuado en la Legión.”
De todas formas, podría pensarse que el Asilo Durán (o el reformatorio de Wad-Ras) es un
caso aislado; para rebatir esta idea bienintencionada se puede también aportar la obra gráfica,
en formato cómic, Paracuellos, del dibujante Carlos Giménez, toda una autoridad reconocida,
referencia obligada, en el mundo de la historieta española, de donde hemos tomado prestadas
las ilustraciones que acompañan a estas líneas. Paracuellos es una serie costumbrista que se
basa en los propios recuerdos infantiles del autor y de otros compañeros; narra la vida de
unos niños de la posguerra franquista internados en los hogares de Auxilio Social6, donde él
mismo estuvo tras la muerte de su padre y la enfermedad de su madre. Técnicamente se ha
señalado que esta es la más precisa y sincera obra de uno de los mejores historietistas
españoles, resaltándose especialmente la selección del plano, la magia de cómo surge la
expurgación del instante y la brillantez en la selección de cada miedo concreto (el insulto
concreto del mando, el abandono concreto de la cuidadora, el despotismo concreto del
director, la violencia concreta del amigo, la injusticia concreta del Estado, el desprecio concreto
de la sociedad,...). En este sentido, se ha comparado a Giménez con un mago que, en
palabras del respetado experto teórico Antonio Lara, nos hipnotiza, al principio, para
devolvernos, después, nuestro yo acrecentado, para que podamos reencontrarnos en esos
niños solitarios e ingenuos -con rostro más aniñado, si cabe, que en la vida real- que no
entienden la vida de esa cárcel disfrazada como tampoco nosotros entendemos la nuestra.
O sea, que el Asilo Durán, con toda su nefasta y tétrica historia a cuestas, no es sino “una
más” entre las múltiples muestras de una época obscura y difícil que ojalá no vuelva nunca
aunque algunos se empeñen en lo contrario. En particular durante la dictadura franquista, el
miedo, el gris y la mediocridad se extiende a todos los aspectos de la vida, pero la infancia y
la juventud fueron las principales perjudicadas del franquismo porque los adultos ya estaban
formados, ideológicamente y de carácter, aunque su voz fue silenciada, pero los niños y las
niñas no tuvieron la oportunidad de elegir nada más que lo que les ofrecían. El sistema de
“protección” de menores y de beneficencia, mediante el internamiento de niños, niñas y
jóvenes en centros tutelados, sobre todo, por instituciones religiosas, fue el medio ideal para
el nuevo Estado franquista para reeducarlos, especialmente si eran hijos o hijas de
republicanos o, simplemente, de “no afectos al régimen” y para socializar con los nuevos
valores patrióticos, religiosos y familiares.
---------------------------
1Nada que ver con la institución de igual nombre, residencia para la 3ª edad, en Castellò d’Empúries, Girona, localidad de nacimiento de Toribi Durán-.
2Se pueden encontrar en Asilo Toribio Durán : Escuela de reforma para jóvenes rebeldes, depravados y delincuentes : Breve noticia de su fundación, , organización y resultados, impreso en 1911 (Barcelona : Imprenta Asilo Durán)
3Más información en “La Junta Provincial de Protección a la Infancia de Barcelona, 1908-1985: Aproximación y seguimiento histórico.” (Generalitat de Catalunya. Departament d'Acció Social i Ciutadania. 2009)
4El cineasta José Antonio de la Loma (1924 – 2004) viró desde sus inicios en el spaghetti western hacia un cine de crítica social, en el que quiso reflejar la forma de entender la vida y la muerte de los jóvenes delincuentes surgidos en el seno de una nueva clase urbana, asentada en los barrios marginales de las grandes ciudades como consecuencia de la emigración de los años sesenta y setenta. Fue de este modo como de la Loma inició el género cinematográfico conocido como cine quinqui. En esos títulos tuvieron cabida, como intérpretes no profesionales, adolescentes de baja extracción social que en algunos casos no hacían sino interpretar sus propias vidas. Era el caso de Juan José Moreno Cuenca, el actor de Yo, «el Vaquilla» o Ángel Fernández Franco, protagonista de Perros callejeros, Perros callejeros II: Busca y captura y Los últimos golpes de «el Torete», tres de sus películas más emblemáticas. Lo curioso es que todos ellos estaban internados en el Asilo Durán.
5Uno “suave”, entre muchos, afirma que “Bajo la imagen de escuela de reforma, se esconde uno de los episodios más oscuros de nuestra historia. Con el beneplácito de las autoridades, se autorizaba el abuso y los castigos más severos hacia los alumnos de la institución, [...] amparado por la iglesia católica”
6Organización de socorro humanitario que existió en España durante la dictadura franquista, hasta 1976. Surgida en la zona sublevada durante la guerra —originalmente como «Auxilio de Invierno» siguiendo el modelo del Winterhilfswerk de la Alemania nazi—, tuvo un destacado papel en los primeros años del franquismo. El organismo constituyó un importante medio de propaganda política del régimen. Además esta organización falangista facilitó el secuestro de niños de las mujeres republicanas encarceladas, gracias a un decreto de junio de 1940 que le otorgaba la patria potestad de los niños cuyas familias tuvieran «malos antecedentes», y a otro decreto de 1941 que permitía cambiar los apellidos de los niños acogidos en los centros de Auxilio Social, lo que impedía que pudieran ser reclamados por sus verdaderos padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario