El blanqueo de dinero de procedencia delictiva (dinero negro) mediante la compra de boletos de lotería premiados por los que se pagaba un precio que solía ser de un diez, veinte e incluso un treinta por ciento superior al premio conseguido, a cambio de lo cual se aseguraba la certificación de que ese dinero tenía una procedencia lícita, ha sido un sistema burdo pero eficaz y muy extendido
para aflorar de forma repentina importantes volúmenes de capitales. La
situación llegó incluso a ser hiriente al conocerse que algunos impresentables figurones (generalmente políticos, presidentes de clubes de fútbol y otros de similar pelaje) incluso con
causas judiciales abiertas declaraban haber sido agraciados de forma repetida por
la diosa fortuna.
En España, la asociación de técnicos del
Ministerio de Hacienda (Gestha) venía alertando desde antiguo de las consecuencias para el agraciado real que puede acarrear la venta de billetes premiados, particularmente en sorteos especialmente golosos como el de la Lotería de Navidad a posibles defraudadores interesados en blanquear dinero negro.
Los técnicos de Hacienda advierten de que esta operación es un auténtico engaño para
los agraciados, ya que difícilmente podrán acreditar el origen de esos
fondos ante una inspección tributaria, por lo que pueden terminar con un
acta de inspección que supere, entre la deuda y la sanción, más de la
mitad del importe ganado, de forma que, en un ejemplo publicado por los propios técnicos, un contribuyente con unos ingresos brutos anuales de 30.000 euros que
resulte agraciado con un premio de 400.000 euros y que opte por vender su billete a un defraudador a cambio de 450.000 euros, podría verse obligado a pagar más de 200.000 euros si se descubre la ganancia patrimonial no justificada mientras que el adquiriente se "lava las manos",
acreditando el carácter exento de sus fondos, ya que según la
legislación anterior los agraciados por los premios de la lotería de
Navidad no debían abonar impuesto alguno a Hacienda al recibir esos
premios.
Así, el defraudador se limitaba a pagar el sobreprecio de su compra en lugar de hacer frente a la tributación del 43% que
probablemente le correspondería, con lo que conseguiría lavar un dinero
negro que en ocasiones procede de tramas relacionadas con el
narcotráfico y la prostitución, entre otros delitos.
Esto es así porque en España, los premios de la lotería se percibían netos, sin retenciones
ni impuestos sobre la cuantía que se recibía por el premio, pero en 2013 se introdujo un nuevo
impuesto del 20% sobre los premios superiores a 2.500 euros, por lo que se calcula que esta forma de blanquear dinero en España se reduzca en gran medida ya que este "sobrecoste" fiscal del
20% para el blanqueador se suma a las comisiones que
debe pagar a intermediarios y propietarios del billete premiado.
Hay que alegrarse de que uno de los caminos del delito se controle; veremos qué otras alternativas lo reemplazan, porque lo harán, seguro.
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