John
Ray (o Wray, variante del apellido que él mismo usó al principio de su carrera) fue un naturalista y pensador inglés de finales del siglo XVII,
perfectamente conocido por los estudiosos de la botánica (no en vano se le conoce como el padre de la botánica moderna); fue el primero que usó el concepto "especie" que después popularizaría Charles Darwin en sus estudios, inspirados en parte en la obra de Ray, cuyas citas
filosóficas, por otra parte, están incorporadas en nuestra cotidianidad aunque
la mayoría de las veces, ciertamente, sin que se le atribuya el reconocimiento
de su paternidad. Algunas de ellas están teñidas de un acendrado puritanismo religioso que le hacía creer, por ejemplo (contrariamente a lo que desarrolló Darwin con posterioridad), que el número de especies vegetales y animales estaba fijo desde la creación
del mundo y nunca concibió la posibilidad de una cierta evolución, como expondría en The Wisdom of God Manifested in the Works of the Creation (La sabiduría de Dios manifestada en la obra de la Creación).
Una
de sus citas, profusamente utilizada en manuales de autoayuda, es la de
“Aquellos que quisieran ser jóvenes cuando son viejos han de haber sido viejos
cuando eran jóvenes”. No es mi ánimo contradecir ni cuestionar a Ray, pero creo
que, en el mejor de los casos, la cita peca de ligera y debe matizarse.
Aleksandr Pushkin, escritor ruso de principios del siglo XIX, descendiente de un esclavo etíope a quien el zar Pedro el Grande concedió la libertad, fue un poeta, dramaturgo y novelista, considerado el fundador de la literatura rusa, pues fue pionero en el uso de la lengua vernácula en sus obras, ya que, en aquella época, el francés era el idioma culto en Rusia, creando un
estilo narrativo —mezcla de drama, romance y sátira— que fue desde
entonces asociado a la literatura rusa, encuadrándose su obra en el conocido como movimiento romántico. A él se debe la cita que parece
más apropiada que la de Ray, similar fonéticamente, aunque radicalmente diferente de la del naturalista: “Feliz aquel que fue
joven en su juventud, feliz aquel que supo madurar a tiempo”.
La
vida es una eterna búsqueda de la felicidad, con la particularidad de que es
una búsqueda siempre orientada hacia adelante pero de aquello que nos marcó en un pasado que ahora descubrimos inaprensible, de manera que, queramos o no, la memoria es el soporte de
referencia para esa búsqueda; no cabe duda que la memoria es inconscientemente
selectiva y que, por un mero mecanismo de autodefensa, tendemos a olvidar todo
lo que nos es molesto, incómodo o desagradable, pero resulta indiscutible que la memoria hace inconscientemente el ejercicio de asociar los hechos con el tiempo en que sucedieron (sería mas apropiado expresar "con el tiempo en que NOS sucedieron") .
Y
así sucede que, cuando volvemos la vista atrás, es conveniente reinterpretar lo
que decimos, y cuando acudimos al tan socorrido “cuando yo era como tú, todo esto era campo…”,
lo que en realidad queremos decir es “cuando yo tenía tu edad, todas estas
naves industriales no existían y por lo tanto yo, junto con mis amigos de entonces,
correteaba feliz por estos campos, escondiéndonos entre los espesos cañaverales
que ocultaban la fuente del manantial del Bullidor, con su agua siempre fresca…Y comíamos
de los frutos que nos ofrecían los árboles del camino, sin sulfatar y sin
necesidad de certificado de origen…”
No es igual, claro. Sin darnos cuenta, nos hemos dejado dominar por el "cualquiera tiempo pasado fue mejor" de Jorge Manrique, y, también sin darnos cuenta, transmitimos ese poso de nostalgia personal. Y es porque, en esa eterna búsqueda de la pasada niñez, uno no sabe a ciencia cierta si realmente añora más el paisaje, como resume, que a los amigos perdidos en el tiempo y la distancia, pero lo que parece evidente es que la afirmación de Ray resulta excesiva porque, con toda seguridad, el tiempo añorado no fue vivido como viejos, sino justamente como lo contrario, como niños que, sin saberlo, no tenían el objetivo de crecer y sí el de disfrutar. Porque hoy, con otro paisaje, con otros amigos, nuestros hijos y nietos tambìén irán atesorando vivencias, seguramente distintas de las que queremos redescubrir nosotros PARA NOSOTROS ahora, pero igual de válidas para que ELLOS diseñen SU vida. Y su "cuando todo esto era campo..." (cuando llegue) tendrá en ellos la misma motivación que el nuestro ahora.
En definitiva, como dijo Pushkin, “Feliz aquel que fue joven en su juventud, feliz aquel que supo madurar a tiempo”.