Algunos días satisface
iniciar unas reflexiones en este blog confesando que son fruto de una
buena noticia cercana, independientemente de que al final las
reflexiones se ciñan o no a ella (es más -¿para qué engañarnos?
-, lo habitual es que, por concatenación de ideas, no se ciñan). Y
es el caso de hoy, ya que la hija de un buen amigo, que vive desde su
aún cercana niñez por y para la música, tiene la oportunidad de
darse a conocer con un recital (ella sola – con su guitarra -, ahí
es nada) un día de estos. Huelga decir que todos los que hemos
tenido la suerte de oírla estamos convencidos de que superará este
difícil reto y que le servirá de acicate para continuar con más
fuerza el no siempre grato camino de la interpretación... a la vez
que se acabará el estado de nervios de los padres, más a flor de
piel que los de la propia moza.
Y
ya metidos, aunque sea de manera indirecta, en el tema, ¿vale la
pena pensar en la música?
La
música, nos acompaña siempre, consciente o inconscientemente, a lo
largo de la vida. El escuchar unas notas puede activar nuestra
memoria en un instante para recordar un momento feliz (o
desgraciado), un episodio memorable de nuestra vida,.... La canción
del primer amor, la nana que nos cantaba nuestra madre o la
solemnidad del “Gaudeamus Igitur” el día de la graduación en la
Universidad nos marcan. Como se suele decir, es imposible vivir sin
música. Sí, vale, pero ¿qué
entendemos por música? Admitamos
que el concepto de música es difícil de exponer ya que es la
obra de arte cuyo único factor de desarrollo es el tiempo y, por
tanto, no queda ninguna constancia física de ella (salvado este
escollo modernamente con las grabaciones, que permiten recuperar
sonidos), no es por ejemplo como otras artes que se desarrollan en el
espacio (pintura, escultura, arquitectura, etc.) que son más
tangibles a la hora de poder realizar un acercamiento objetivo, y eso
sin perder de vista que el "hecho sonoro" no sólo
pertenece a nuestro Occidente, sino también a otras culturas muy
distintas de la nuestra. Curiosamente, esta evidencia nos conduce,
para intentar entender el valor cultural de la música, a situarnos
obligatoriamente dentro de un paradigma que nos permita asumir y
comprender otras realidades, pese a que durante la hoy conocida como
época del clasicismo, se expandiera la idea (hoy vista con tintes de centralismo europeísta) de Haydn de que la
música era un lenguaje universal que se entendía en todo el mundo;
hoy, sin embargo, en parte debido a eso que llamamos globalización,
podemos ver que el universalismo de la música no es tal ya que
existen diferentes sistemas musicales que no son compatibles entre
sí, conceptos variados en cuanto a la rítmica y la estructuración
de las piezas musicales, etc. que tampoco se pueden considerar
universales sino ligados a las diferentes culturas.
O
sea, que en el mundo en que nos encontramos conviven formas y
conceptos de música, incluso dentro de la que identificamos como de
clasificación occidental, tan variopinta y diferente que va desde la
música tribal a la música circense, pasando por música infantil,
clásica, improvisadora, etc., a lo que habría que añadir el hecho
de que cada uno, cuando trata de analizar lo que es la música
siempre lo asocia y compara con los propios patrones musicales a la
hora de establecer juicios.
Por tanto, si nos empeñamos en intentar elaborar una definición de
lo que es la música no debemos olvidar que tendremos que tener en
cuenta la distinta consideración estética que ocupan los distintos
elementos que tiene la música en sí (las alturas, afinaciones,
forma de pulsación en los instrumentos y los distintos timbres) y su
diferente uso por cada cultura.
Pero, componente cultural
aparte, de lo que no hay duda en ninguna cultura es de que, sobre
todo, la música es un enorme generador de emociones. Frecuentemente,
la melodía, la letra, la armonía o el ritmo saben arañar en
nuestra fibra sentimientos que guían nuestras acciones. Nos
predisponen a estados emocionales que tienen mucha importancia en
nuestra conducta. La música amansa las fieras, se suele
decir.
Y es por ese factor, por el
de ser potencial generador de emociones, por el que la música se
viene utilizando con múltiples finalidades, y no me refiero al uso
consciente de cada uno, buscando escuchar lo que le apetece en cada
momento, sino al uso intencionado que hace que la música o sus
sucedáneos adquieran presencia (inadvertida a veces) en todos
nuestros actos cotidianos: los centros de trabajo (quien esto
suscribe confiesa que suele estar ante el teclado con música de
fondo previamente seleccionada), las galerías comerciales y tiendas,
las clínicas, los ascensores (esta música ha creado el vocablo
"muzak" para identificarla), las salas de vela de los
sepelios,...por no hablar de los actos públicos de cualquier índole,
deportiva, religiosa,... incluso política. Naturalmente, la música
que se nos hace oír en cada uno de estos lugares está cuidadosamente
seleccionada para "tocar" aquella fibra sensible cuya
reacción se busca.
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Queda fuera del análisis
eso que se conoce como música militar, ceñida
a ese ámbito, y de la que hay numerosos expertos que
considera esta expresión como un oxímoron.
Y algo de eso puede que haya cuando se recuerda la definición que
hizo nada menos que Napoleón Bonaparte de que “La
música es el más bello de los ruidos... pero ruido al fin.”
Y
si antes hemos intentado definir la música, llegados a este punto es
conveniente que nos preguntemos ¿qué
entendemos por ruido?, más
que nada porque veremos que, en ciertas ocasiones, se nos ofrece como
música lo que, efectivamente, no es sino ruido para provocar en
nosotros la reacción sentimental que desean.
Y
convendremos en que ruido es, en general, un sonido no
deseado o que interfiere (intencionadamente o no) con alguna
actividad o con el descanso. Por definición, el negativo del sonido
musical es el ruido. Ruido es una señal sonora indeseable. El ruido
para serlo, no tiene que ser necesariamente muy intenso, porque, por
ejemplo el ruido de las millones de gotas que forman la lluvia es
mucho más intenso que el zumbido de un mosquito junto a la oreja, y
sin embargo es menos molesto y en muchos casos hasta placentero o
sedante.
La gran diferencia entre ruido
y sonido musical es que el primero molesta y es desagradable.
Sin embargo es curioso que no a todas las personas nos parecen
desagradables los mismos sonidos; es decir, que un sonido puede ser
ruido o sonido musical en función del contexto en que se produzca.
Esta frontera sobre lo que es Música y lo que es
Ruido estaría marcada también por cuestiones generacionales; por
ejemplo ante un
grupo de música heavy, una persona de ochenta años posiblemente
opine que eso no
es más que ruido, aunque
también juegan
un papel importante los gustos musicales que tenemos cada uno. Así
lo que para unos será música para otros será despreciado como
ruido, como algo molesto y por tanto todo dependerá del cristal con
que se mire…
De
la milicia y sus “ruidos” a la política. La
relación entre música y política ha tenido numerosos episodios y
tiene varias dimensiones a tener en cuenta. Esa relación incluso
está caricaturizada en la famosa frase del cineasta Woody Allen al
referirse a los gustos musicales de Adolf
Hitler y del Tercer Reich: “cuando
oigo a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia”,
pues, a decir de los expertos.
la utilización
de la música en la política (sobre todo en campaña electoral),
ayuda a la conexión emocional con el ciudadano, a la identificación
de un partido, de un candidato,.. de manera muy efectiva.”.
Desde los sentimientos que puede generar un himno nacional al uso
político de la música, hay un gran espacio para estas relaciones y
se ha comprobado que desde la comunicación política existen
numerosos ejemplos del uso de la música para conseguir convencer y
movilizar al electorado.
Los anuncios electorales han sido uno de los campos en
que la música ha desplegado toda su efectividad. Los anuncios que
han apelado al miedo, han usado notas discordantes,
sintonías que han subido en intensidad buscando la tensión en el
receptor y no han dudado en utilizar sirenas, llantos o gritos. En
las campañas electorales, el uso de esos sonidos lúgubres suelen
conseguir la buscada e inconsciente sensación de miedo y tensión en
el receptor.
Decía Darwin que la música
despierta en nosotros diversas emociones, pero no las más terribles,
sino más bien los sentimientos dulces de ternura y amor., luego
los responsables de comunicación de los partidos saben que la
música también tiene importancia para generar las emociones
adversas a las descritas anteriormente de la ciudadanía ante sus
rivales.. Optimismo, alegría o ilusión le deben
mucho al uso de las melodías.
Por salir de nuestra baqueteada electoralmente España,
en Estados Unidos, spots como los de Ronald Reagan en su campaña de
reelección en 1984, titulados “It’s morning again in
America”(Amanece de nuevo en América), combinaban a
la perfección lenguaje verbal, el uso de imágenes y colores y,
sobretodo, el recurso musical. Las fanfarrias, con toques militares
en este caso (no olvidemos que en los Estados Unidos el Presidente
del gobierno es también el Jefe Supremo de las fuerzas armadas), son
un modo muy eficiente de dar solemnidad e importancia a un mensaje,
especialmente cuando el que lo hace es precisamente el comandante en
jefe. Pero no sólo existe esta relación en los spots, las campañas
electorales norteamericanas suelen tener una canción de campaña
que va más allá de crear una relación emocional, pues también
adquiere un auténtico significado.
Barack
Obama recurrió a los músicos irlandeses U2 para
hacer de su “City of blinding lights” su tema de
campaña. La canción, compuesta en homenaje a la ciudad de Nueva
York tras los atentados del 11 de septiembre, era una auténtica
declaración de intenciones del ahora presidente al elegir una
canción que quería marcar la reconstrucción, el rearme del país
de optimismo para encarar el futuro tras un negro pasado, que
coincidía con lo que él mismo defendía para el país entero tras
los ocho años anteriores de presidencia republicana.
En España, fruto del azar
o del descuido –que en el fondo viene a ser lo mismo en política-,
las casualidades han dado pie en ocasiones a una cierta ironía en el
uso de la música. En una campaña pasada, uno de nuestros partidos
utilizó en uno de los eventos una big band que tocó varios
temas que sirvieron de marco para las apariciones de los primeros
espadas, temas musicales entre los que sorprenden dos: Waterloo
de ABBA para recibir al responsable del programa económico y Mack
the knife para la "plana mayor".Si la primera, la
canción con la que los suecos ganaron Eurovisión y se lanzaron al
estrellato mundial, evoca a la mítica derrota de Napoleón que
supuso el inicio de su final, la segunda habla de las vicisitudes de
un asesino. La derrota, el colapso y la violencia como elementos
referenciales. Pues vaya...
Pero, la verdad es que la música (salvo si se la
considera únicamente herramienta) y el poder no han acabado de
hacer buenas migas nunca. A veces la política se enfrenta con la
música, generalmente por letras activistas que no
les favorecen. Es eso porque algunos cantantes no ocultan lo que
piensan y alzan la voz para señalar lo que está mal con la fuerza
del micrófono y en pleno escenario. Basta recordar nuestra en su día
boyante canción protesta, en la que muchas veces, y pese a la
rìgida censura, los que se conocieron como cantautores se jugaban
literalmente el físico para denunciar con su música situaciones y
hechos incómodos para el poder de los que nadie en otros ámbitos se
atrevía a hablar.
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Como esto es algo que pasa en todas las latitudes
y, además,no se trata de hacer publicidad (seguramente merecida, por
otra parte) de los cantautores aludidos, alguno aún en activo, ni de
criticar o alabar la actitud ni las obras de los artistas por su
perfil ideológico, nos despediremos recordando algún desencuentro conocido,
por una u otra causa, de más allá de nuestras fronteras.
-
Bruce Springsteen vs Ronald Reagan
Born
in the U.S.A
fue la canción utilizada durante la campaña presidencial de Ronald
Reagan,
aunque sin permiso del cantante quien exigió al político que dejara
de utilizarla, pues él
era
votante
demócrata.
-
Beyoncé vs Mike Huckabee
El
gobernador de Arkansas, Mike
Huckabee,
evidentemente,
no es fan
de
los
movimientos de Beyoncé
y
declaró
que los pasos de
baile de
la
cantante
deberían quedarse en la privacidad de la habitación y sus letras
eran “veneno tóxico para la mente” Beyoncé
nunca respondió.
-
Fher Olvera (Maná) vs Cristina Fernández
Las
canciones de Maná
ya
no son las favoritas de Cristina
Fernández
después
de que
Fher
–el cantante
y
líder de la banda- y la presidente
de Argentina
no coincidieran en algunas opiniones. “Creo
que hablé mal de un candidato mexicano
de
izquierda que no es izquierda, definiéndolo
como
un caudillo como lo era Chávez. A ella no le gustó mucho que
hablara así de López Obrador”.
El enfrentamiento ocurrió en 2007 durante una
visita
a la Casa Rosada y Fher afirma que lo echaron del lugar.
-
Pete Seeger vs el Gobierno de EEUU
Las
canciones activistas de
Pete Seeger
siempre resultaron incómodas para el gobierno estadounidense. En
1951 fue condenado a 12 meses de cárcel y 17 meses de censura en los
medios de comunicación
-
Pussy Riot vs Vladímir Putin
Para
protestar contra la reelección de Vladímir
Putin,
tres miembros del grupo de
rock femenino Pussy
Riot,
acudieron a la Catedral
de Cristo Salvador(de
la
Iglesia ortodoxa rusa) en
Moscú. Las chicas hicieron la señal de la cruz y empezaron a
cantar. De inmediato fueron detenidas por la policía. Las imágenes
de lo ocurrido fueron utilizadas para un vídeo presentado en YouTube
por el que las cantantes fueron condenadas
por vandalismo.
-
Víctor Jara vs Augusto Pinochet
Victor
Jara se
caracterizó particularmente
por
sus canciones de protesta social,
lo que lo llevó a ser uno de los más grande exponentes del
movimiento Nueva
Canción Chilena.
Durante la dictadura de Augusto
Pinochet,
Jara fue detenido, torturado y asesinado en el Estadio
de Chile,
ahora conocido como Estadio
Víctor Jara,
en su honor.
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