No es nuevo, no. De hecho,
hace tiempo que se llama la atención, tanto por grupos cristianos de
base como, curiosamente, por asociaciones nacionalistas (de Alemania,
Austria, República Checa, España, etc.), de que la Navidad, como
fecha que nos ha marcado a muchos (incluso dejando aparte las
creencias), va perdiendo paulatinamente sus esencias y se va
convirtiendo en una bacanal de consumo orquestada por las empresas y
la sociedad estadounidense, usando, eso sí, los resortes
sentimentales, tradicionalmente propios de estas fechas, para dar
carta de naturaleza a lo que a la postre no es sino presión
comercial inducida.
La última llamada (nos
tememos que desatendida) a la cordura la ha lanzado el Papa Francisco
en la homilía de la Misa del Gallo, en el Vaticano, en la que ha
declarado sin tapujos que la Navidad ha sido "tomada como rehén"
por un deslumbrante materialismo que deja en penumbra el sentimiento.
Vale la pena, aprovechando
el momento, recordar algunas cosas de la homilía que ha dicho
Francisco, de quien es sabido que, con independencia de lo que haga
después la Curia, no se suele morder la lengua en sus mensajes:
"José y María
encontraron las puertas (de la posada)1
cerradas y pusieron a Jesús en un pesebre, «porque no tenían sitio
para ellos en la posada»: Jesús nace rechazado por algunos y en la
indiferencia de la mayoría. También hoy puede darse la misma
indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas
somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio
arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos afanamos por los
regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado.
Este materialismo ha
tomado a la Navidad como rehén. Necesita ser liberada. Si queremos
celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez
frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la
ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios"
Pero ¿cómo se ha producido
ese sutil e imparable cambio? ¿es por su origen en los regalos a los
niños, por una simple diferencia cultural entre los Reyes Magos y
Papá Noel? Veamos las tradiciones.
De entrada hay que decir que
todas las culturas beben de antiguos mitos, en este caso del mito
solar del solsticio de invierno, de forma que, por ejemplo, en la
antigua Roma precristiana se celebraban fiestas – a mediados de
diciembre- en honor a Saturno (Cronos para los griegos), al final de
las cuales los niños recibían obsequios de todos los mayores. Este
viene a ser también el origen de tradiciones paganas muy nuestras de
estas fechas como el Olentzero vasco, el Tió catalán o el Apalpador
gallego (en vías de recuperación) entre otras. Es sabido que el
cristianismo transformaba para sí los ritos paganos y éste lo
sincretizó con la figura del obispo cristiano de origen griego
llamado Nicolás (posteriormente conocido como "de Bari")
cuya relación con los niños nace en una de las historias que indica
que alguien acuchilló a varios niños, el santo rezó por ellos y
obtuvo su curación casi inmediata, y su mítica fama de repartidor de
obsequios se basa en otra historia, que cuenta que un empobrecido
hombre padre de tres hijas no podía casarlas por no tener la dote
necesaria. Al carecer las muchachas de la dote, parecían condenadas
a ser "solteronas". Enterado de esto, Nicolás le entregó,
al obtener la edad de casarse, una bolsa llena de monedas de oro a
cada una de ellas. Se cuenta que todo esto fue hecho en secreto por
el sacerdote, quien entraba por una ventana y ponía la bolsa de
oro dentro de los calcetines de las niñas, que colgaban sobre la
chimenea para secarlos. (¿os suena?) El camino de este original
San Nicolás al actual Papá Noel o Santa Claus, es divertido:
Cuando los inmigrantes
holandeses fundaron la actual Nueva York, obviamente llevaban con
ellos sus costumbres y mitos, entre ellos el de Sinterklaas (san
Nicolás), su patrono, nombre que se deformó en Santa Claus en
pronunciación angloparlante, y se convierte en duende que regala
juguetes a los niños en víspera de Navidad (la festividad de San
Nicolás era a primeros de diciembre) y que se transporta en un
trineo tirado por renos, en el último cuarto del sigo XIX adquirió
la actual fisonomía de gordo barbudo bonachón con la que más se le
conoce.Igualmente a fines del siglo XIX se crearía, a partir de un
anuncio estadounidense, la tradición de que Papá Noel procedería
del Polo Norte, y se popularizarían completamente los renos
navideños como medio de transporte de Santa Claus. Posteriormente, el
Santa Claus estadounidense pasó a Inglaterra y de allí a Francia,
donde se fundió con Bonhomme Noël, el origen de nuestro Papá Noel.
Y ya en el siglo XX, en
1931, la empresa Coca-Cola (se puede decir el nombre,¿no?) encargó
la remodelación de la figura de Santa Claus/Papá Noel para hacerlo
más humano y creíble aunque hay que aclarar que es solo una leyenda
la creencia de que el color rojo y blanco del actual Santa Claus
tenga su origen en los anuncios de Coca-Cola, pero es cierto que
contribuyeron a la popularización de estos colores y del mito mismo,
por lo que se considera que la campaña masiva de Coca-Cola fue una
de las principales razones por las cuales Santa Claus terminó
vestido de color rojo y blanco y se encargaba de hacer regalos a
los niños antes de Navidad y, en resumen, el mito actual cuenta
que Santa Claus viviría en las proximidades del Polo Norte junto
a una gran cantidad de Duendes navideños, que le ayudan en la
fabricación de los juguetes y otros regalos que le piden los niños
a través de cartas. Para saber qué niños merecen regalos, Santa
Claus dispone de un telescopio capaz de ver a todos los
niños del mundo, además de la ayuda de otros seres mágicos que
vigilarían el comportamiento de los niños. Así, si un niño se ha
portado mal, se dice que quien lo vendría a visitar le
regalaría solo carbón.
Con respecto a la tradición
de los Reyes Magos, lo primero que hay que hacer notar es que si el
cristianismo hizo coincidir el nacimiento de Jesús, por su
relevancia, con los rituales del solsticio, necesariamente los
regalos al niño habían de ser después de nacido (detalle
nada trivial en la evolución comercial de la tradición).
Centrados ya en los
personajes que traen los regalos a Jesús y, por extensión a todos
los niños, los Evangelios solo hablan de «magos», en ninguna parte
se indican sus nombres, ni que fuesen reyes, ni que fueran tres
(número que posiblemente se deba a la cantidad de obsequios
ofrecidos). Estas creencias fueron agregadas varios siglos después y
se han mantenido en la tradición popular y según la creencia
católica, estos magos eran representantes de religiones «paganas»
de pueblos vecinos2,
que los Evangelios ven como las primicias de las naciones que
aceptarán la religión católica. La figura católica de los Reyes
Magos tiene, pues, su origen en los relatos del nacimiento de Jesús,
de los que algunos fueron integrados de los evangelios canónicos que
hoy conforman el Nuevo testamento de la Biblia. Concretamente el
Evangelio de Mateo es la única fuente bíblica que menciona a unos
magos (aunque no especifica los nombres, el número ni el título de
reyes) quienes, tras seguir una supuesta estrella, buscan al rey
de los judíos que ha nacido en Jerusalén, guiándoles dicha
estrella hasta Jesús nacido en Belén, y a quien presentan ofrendas
de oro, incienso y mirra.
Los ya identificados como
Reyes Magos, por tradiciones de algunos países, forman parte del
pesebre junto a José, el niño Jesús y María, existiendo la
tradición (normalmente en territorios hispanohablantes) de
representarlos trayendo los regalos que los niños les han pedido en
sus cartas durante la noche anterior a la Epifanía (entrega de los
regalos a Jesús Niño).
Está claro que, visto el
entrañable fondo de ambas tradiciones, parece que la discordia entre
ellas resulte excesiva, si bien en ambos casos es comprensible la
actitud de denuncia del Papa, ya que ambas se prestan a manipular
sentimientos para disfrazar con ello la consecución de determinados
fines, ajenos realmente al altruismo que predican. Tal vez la
diferencia entre ellas se deba, en principio, a razones técnicas que
van ensanchando la brecha; en efecto, los regalos de los Reyes tienen
lugar días después del solsticio, amparados en la Epifanía,
es decir, con un trasfondo netamente religioso, mientras que la
actuación de Santa Claus, coincidente con el solsticio (con más
tiempo por delante, por lo tanto, para el disfrute de los regalos),
se ha convertido en una fiesta totalmente pagana, como lo demuestra
el hecho de que está implantada también en sociedades no
cristianas. Así incluso los"regalos" excesivos y estrambóticos tienen cabida con Santa Claus y no con los Reyes: ¿alguien vería normal regalar a los tiernos infantes un viaje de placer al convulso Oriente de hoy, de donde vienen los Reyes? Pues a la "casa de Santa Claus" en Laponia, sí (Ojo, no confundir con los viajes culturales/religiosos a lugares sagrados de todas las religiones, que son otra cosa totalmente ajena a la fiebre de estos días). En este aspecto, los Reyes tienen las de perder por
goleada.
Otra cosa muy diferente es
la base de la denuncia del Papa. Ciertamente, con los Reyes también
campa a sus anchas el materialismo, pero permanecen vivos unos
sentimientos de unión, solidaridad, afecto,... que en el caso de
Santa Claus han volado, si no fuera por el recordatorio machacón de
que no deben olvidarse (no sea que baje el porcentaje de la venta de
artículos de regalo relacionados, que ya no se limitan a los niños)
para seguir la sensiblería impuesta por los agentes económicos y
amplificada, en particular, por cientos de películas a lo largo del
tiempo que se encargan de alimentar esa forma especial de "espíritu
navideño".
Estudios serios apuntan que
esta forma de entender la Navidad responde a un plan comercial anual
perfectamente diseñado y que empieza por Halloween, sigue con el
entorno del Día de Acción de Gracias, el Black Friday (en el que
ese "black" significa que, con las ventas masivas con descuento
de ese día, las cuentas de resultados de los comercios pasan de
estar en rojo al negro de los beneficios), el Ciber Monday y,
finalmente, la orgía consumista navideña, todo ello en Estados
Unidos, pero que con eso de la globalización...
En cualquier caso, tiene
toda la razón Su Santidad en su denuncia, que nos debería hacer
reflexionar en el plano individual y colectivo: El
materialismo ha tomado a la Navidad como rehén. Necesita ser
liberada. Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos
este signo: la sencillez frágil de un niño recién nacido, la
dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales que lo cubren.
Nos tememos que estas palabras queden como "una rareza"
(una más) "de las que nos tiene acostumbrados este Papa".
Y de los refugiados... ¿ha dicho algo? Pues eso.
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1Bien
es verdad que el Papa se extendió, mencionándolo expresamente, con
el drama de los refugiados y el tratamiento que reciben de la oronda
e insensible Europa, pero basta esta frase de la homilía para que
quede clara la analogía: no hay sitio en la posada/Europa para los
que vienen huyendo y se ven obligados a vivir en un pesebre ante la
indiferencia general. Dicho sea de paso, es sangrante que esto lo
afirme el jefe de una Iglesia cuyos representantes en países como
Hungría o Polonia (patria, por cierto, de un reciente Papa católico
de discutido, y en ocasiones incómodo, legado) aplauden con
entusiasmo las decisiones de sus gobiernos de NO aceptar refugiados,
contraviniendo impunemente las directrices de la UE.
2¿Y
si los Reyes Magos fueran andaluces? No es broma; las tradiciones
antiguas no recogidas en la Biblia ―como por ejemplo el llamado
Evangelio del Pseudo Tomás (o Evangelio de la infancia) del siglo
II― son más ricas en detalles que los Evangelios "oficiales"
como el llamar a los Magos por un nombre. En el evangelio apócrifo citado se
dice que tenían algún vínculo familiar, y también que llegaron
con tres legiones de soldados: una de Persia, otra de Babilonia y
otra de Asia. Pero en el último libro escrito por el papa Benedicto
XVI (Papa Ratzinger) sobre Jesús de Nazaret, «La infancia de
Jesús», se menciona de tal modo a los Reyes Magos que algunos han
sostenido que probablemente no venían de Oriente, sino de
Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz
y Sevilla (Andalucía, España). El texto dice: «La promesa
contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres
hasta el extremo Occidente (Tarsis, Tartessos, en España), pero la
tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la
universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos
como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia
y Europa» y, al mencionar a Tartessos, Benedicto XVI se
refiere a este límite geográfico que tenía el mundo en el siglo I
a. C.