En estos tiempos que corren,
asediados como estamos por amenazas y catástrofes de todo pelaje, una buena
noticia hay que releerla, paladearla, saborearla,... aunque sin
perder la objetividad para interpretarla, seguramente sin alharacas
emocionales.
Es lo que pasa ahora con la
excelente noticia, divulgada estos días, de que el legado
del poeta Miguel Hernández, compuesto por unos 6.000 documentos
(manuscritos, folletos varios, prensa histórica, registros sonoros,
etc) y más de 25.000 imágenes, se puede consultar vía Internet
libremente desde cualquier punto del planeta. Esto ha sido posible
tras más de dos años de trabajo de digitalización llevado a cabo
por la Diputación de Jaén, administradora del legado que gestiona
el Instituto de Estudios Giennenses (dependiente de la propia
Diputación) y obedece a la idea de sus responsables de que "el
propósito no era guardarlo en cajas (el
legado) sino hacer posible que llegara a cualquier
sitio en el que haya interés por su obra, lo que es posible gracias
a Internet" de acuerdo con el compromiso
adquirido en su día con la familia de Miguel Hernández.
La digitalización se
presentó en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, y estuvo
presidida por las máximas autoridades de Andalucía, de la Comunidad
Valenciana (de donde era originario el poeta) y por los responsables
de la Diputación.
El legado es mucho más rico
de lo que pueda parecer en un primer vistazo, ya que, aparte de
manuscritos de obras como la Canción del esposo soldado o El
niño yuntero, muestra la vinculación del poeta con Pablo
Neruda, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca o Juan Ramón
Jiménez, particularmente a través de la correspondencia, y contiene
además buen número de elementos personales como su máquina de
escribir Underwood, la maleta con la que viajó a Madrid buscando
integrarse en el mundo literario de lo que después se conocería como
la Generación del 27, el carro de madera que le contruyó en
prisión como un juguete a su hijo Manuel Miguel (Manolillo) -en realidad su segundo hijo ya que el primero había muerto antes de nacer el segundo y antes de cumplir un año de edad-, la
lechera en la que su esposa, Josefina Manresa, le llevaba comida a la
cárcel y en la que sacaba los poemas a escondidas, las cartas a su
esposa, etc.
Pero, ¿por qué Jaén?
La vinculación de Miguel
Hernández con Jaén se inicia en la Guerra Civil, ya que, alistado
en el Ejército de la República, fue nombrado comisario de cultura
del Gobierno y destinado al frente de Jaén para dirigir el periódico
Altavoz del Frente Sur. Curiosamente, su mujer, a la que conoció en
Orihuela, era del pueblo giennense de Quesada1,
hecho que sin duda, facilitó las gestiones para que el legado
acabara en Jaén. Acabada la guerra, Hernández volvió a Orihuela,
donde fue denunciado por sus vecinos a las autoridades por
republicano, y tras una peripecia por cárceles de Sevilla,
Madrid, Palencia y Ocaña (Toledo), terminó en el Reformatorio de
Adultos de Alicante, donde compartió celda con el dramaturgo Antonio
Buero Vallejo (quien le hizo el retrato por el que hoy más se conoce al
poeta).
Fue allí donde enfermó de tifus y luego de la
tuberculosis que le provocó la muerte la madrugada del 28 de marzo
de 1942 con sus "grandes ojos azules abiertos bajo el vacío
ignorante2"
Son los herederos de la familia de Miguel Hernández
los que se encargarán de reunir y conservar el legado del poeta, uno
de los patrimonios más importantes de la Literatura Española del
sigo XX, que durante treinta años estuvo depositado en Elche, donde
Josefina Manresa vivió tras la muerte del poeta, hasta que la
pérdida de la Alcaldía por los socialistas en 2011 provocó que el
nuevo consistorio, del Partido Popular, se negara a renovar el
acuerdo de depósito, con acusaciones de la familia Hernández, en
una demanda presentada contra el Ayuntamiento, de actuar así por
razones exclusivamente ideológicas (es notorio que cuando se produce
un desaguisado de índole cultural en nuestro país, el PP suele
rondar por allí).
El legado quedaba entonces desprotegido al sacarlo los
herederos propietarios del mismo del Archivo Municipal de Elche, y
esa circunstancia dio alas a la Diputación de Jaén, que llegó a un
acuerdo con la familia para que se depositara en el Instituto de
Estudios Giennenses con el objetivo de custodiarlo e inventariarlo,
que es la labor que se ha culminado ahora.
A esta agilización de
trámites no es ajeno el hecho de que la Diputación de Jaén decidió
por unanimidad en octubre de 2012 que uno de los poemas de Miguel
Hernández, "Aceituneros" (o "Andaluces de Jaén", contenido en su libro Viento del pueblo, de 1937, escrito en plena Guerra) , fuera la letra del himno de la
provincia, una decisión que, en boca de responsables de la
Diputación, "acrecentó las relaciones entre los herederos y
la institución". El
interés de la familia era que el legado quedara asegurado en su
unidad e integridad y de ahí surgió una primera propuesta de cesión
de uso a la Diputación; la creación en Quesada de un museo
que vinculara a Hernández y Manresa a la localidad (de ahí que
parte del legado del poeta se
encuentra hoy físicamente en el Museo Miguel Hernández/Josefina
Manresa, inaugurado en marzo de 2015 en Quesada)
y la custodia del conjunto del legado por 20 años hasta
que, finalmente, la
Diputación de Jaén acordó con los herederos la adquisición
definitiva del legado.
Hasta
aquí la noticia, de la que cabe congratularse sin ambages, pero que
merece algunas consideraciones y reflexiones.
La
primera, pudiéramos decir que de carácter técnico sobre la
importancia real del legado, invita a no banalizarlo y a no
considerarlo sólo como un catálogo de legajos personales arrumbados
en una dependencia del edificio de la Diputación y sin más valor
que el puramente sentimental para la familia. Craso error si alguien
lo piensa porque es justo lo contrario: una herramienta que nos
ayudará a entender mejor algunos entresijos de nuestra Literatura
del pasado siglo.
Y
para muestra, un botón; decían los responsables de la Diputación,
con legítimo orgullo que "cuando
adquirimos este tesoro, además del privilegio de conservarlo,
también asumimos la responsabilidad de custodiarlo, exhibirlo y,
sobre todo, difundirlo mundialmente, además de explotarlo en toda su
potencialidad, y creo que hemos dado muestras más que sobradas de
estar cumpliendo nuestro compromiso",
y como prueba de esa
explotación cabe citar la reciente publicación, coeditado por el
Instituto de Estudios Giennenses y la editorial Espasa, del libro 'De
Nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre a Miguel
Hernández y Josefina Manresa',
que recoge en cerca
de 650 páginas 300 cartas
inéditas, que pertenecen al
legado, en las que tiene
cabida la correspondencia que el poeta sevillano3
que más tarde (1977)
obtendría el Premio Nobel de Literatura
remitió durante cerca de 50 años a Miguel Hernández y, más tarde,
a su viuda Josefina Manresa y su hijo Manuel Miguel.
Por estas páginas deambulan, entre otros, los nombres de Dámaso
Alonso, Luis Cernuda, Pablo Neruda, Federico García Lorca, Manuel
Altolaguirre o Gerardo Diego y, sobre todo, son una excelente muestra
de la íntima amistad que unió a estos dos creadores, que Aleixandre
siguió cultivando con Josefina Manresa tras la desaparición del
poeta alicantino.
Más
allá del estéril debate sobre si las cartas
reflejan/esconden/manifiestan la conocida homosexualidad de
Aleixandre, lo cierto es que sitúan y fijan la relación de amigos,
hermanos, confidentes, cómplices y guías literarios entre ambos
poetas. Uno maestro entonces, el otro aprendiz y discípulo. Uno
protector y guía, el otro joven descubridor del mundo. Uno destinado
a ser Nobel de Literatura, el otro a ser amado por el pueblo.
Aleixandre en discreta presencia durante el túnel del franquismo,
Hernández muerto en la cárcel al comienzo de esa oscuridad y
silenciado por ella; y, finalmente, Aleixandre velando para que esa
llama poética no se apagara.
En
palabras de Amaya Aleixandre, sobrina del Nobel español y albacea de
su legado. “La gente, a veces, siente hacia algunas
personas algo superior a lo esperado, un sentimiento que lo
sorprende. Mi tío tuvo en Miguel Hernández un amor muy especial. La
amistad en sí misma la consideraba un valor extraordinario. No creo
que haya sido un sentimiento de homosexualidad. Cuando queremos a
alguien lo queremos sin límite, con naturalidad. Era un amor
paternal con una necesidad de protección hacia un poeta joven y
bueno recién llegado. La categoría de Miguel Hernández le caló
desde el comienzo”.
La
primera carta conservada es de julio de 1935, cuando ya ambos poetas
se conocen; Miguel
se había acercado a Aleixandre (doce años mayor) por la
fascinación que sintió por uno de los grandes libros superrealistas
de Aleixandre,
La destrucción o el amor publicado
en 1934. Sin conocerlo, le envía una carta. Le pregunta si puede
darle un ejemplar. Le escribe "en papel basto y líneas
apretadas, escritas con una letra rodada y enérgica", que firmó
como "Miguel
Hernández / pastor de Orihuela". La carta se perdió, pero no
su sentido en la memoria de Aleixandre.
Luego, cuando -encarcelado Miguel- Vicente escribe a su mujer Josefina, y parece interesarle sobre todo ayudar a la mujer y al hijo de su amigo preso. Se preocupará mucho de ellos, los enviará dinero y hasta hará que otros amigos también hagan lo propio. Se interesa por la salud -deteriorada- de Miguel e intenta que por medio de otros amigos lo trasladen de la enfermería de la cárcel a un sanatorio para tuberculosos. No lo logra.
Muerto Miguel en 1942, Vicente sigue escribiendo a la viuda extendiendo ahora la ayuda monetaria para que permita a Josefina cuidar la obra de Miguel y divulgarla. Las cartas a Josefina nos proporcionan datos literarios y humanos y sobre todo dejen ver el alto concepto aleixandrino de la amistad, que no se eclipsa con la muerte de Miguel. La última carta que le escribe a Josefina es de junio de 1984 (Vicente moriría en diciembre de ese mismo año) y se esfuerza (Por mis ojos, que hoy están menos que medianos, tengo que dictar estas líneas) en ella para darle el pésame por Manuel Miguel (el hijo de Miguel y Josefina), fallecido en mayo de ese año de una embolia pulmonar. Josefina Manresa murió en Elche, con 71, en febrero de 1987.
La
segunda consideración es una simple reflexión acerca del porqué de
la presentación de la digitalización del
legado en
Madrid. ¿Por qué no, por ejemplo, en Jaén? ¿O en Quesada, si de
verdad quieren potenciarla como residencia del nuevo museo? De
paso, en esta última opción, se habría podido
dar
a conocer este pueblo ubicado en la Sierra de Cazorla, Segura y Las
Villas en cuyo término municipal, en la Cañada de las Fuentes, nace
el río Guadalquivir. Por no hablar de sus cuevas con pinturas
rupestres (que no se pueden visitar, por
cierto)
ni de la Villa romana de Bruñel ni de las ruinas del castillo de
Tíscar. En
fin, que turismo y cultura se ve que no van de la mano...
La
tercera consideración se refiere, con sumo respeto, al nuevo himno
de la provincia con la letra del poema "Aceituneros", de
Miguel Hernández. Es bien sabido que existen varias versiones
musicadas del poema, de entre las cuales sean, posiblemente, la que
compuso Paco Ibáñez en 1968,
en los oscuros años de la dictadura, y la que creó el grupo Jarcha
en 1976, en plena transición, las más populares.
El
que suscribe es testigo/partícipe de un reciente recital de Paco
Ibáñez en una ciudad situada
lejos de
Andalucía, y aunque no venga al caso, con el aforo completo. Todas
las canciones iban siendo recibidas y escuchadas en respetuoso
silencio, pero al comenzar "Andaluces de Jaén", una
considerable parte del público se lanzó espontáneamente a corearla
TODA (a diferencia de "A galopar", de Alberti, en las que
el autor invita a corear el estribillo) en un estado
de
temblor y erizado de vello colectivo acabado
con un prolongado y atronador aplauso mientras se veían muchas caras
llorando a moco tendido. Es eso lo que se busca de un himno, ¿no?,
que "llegue".
La
otra versión de las más conocidas es la que incluyó el grupo
Jarcha en su disco Libertad
sin ira,
en 1976, disco que también contenía, mira por dónde, la recitación
dramatizada de la Elegía
de
Miguel Hernández a la muerte de su amigo Ramón Sijé (seudónimo que usaba en sus escritos José Marín), publicada en El rayo que no cesa. La música de
esta versión es más desgarrada, pero más "andaluza" que
la de Paco Ibáñez y, como ésta, se puede afirmar que hoy también
forma parte del imaginario colectivo.
Naturalmente, que nadie piense que estas opiniones son una crítica, ni mucho menos un ataque, al trabajo del compositor Santiago José Báez Cervantes, encargado por la Diputación de musicar el nuevo himno con la letra del poema de Hernández, pero aunque sea una comparación fuera de lugar, cabe recordar,, por ejemplo, que Asturias ha conseguido dignificar como himno oficial y hacer respetar una canción popular con tradición tabernaria, por decirlo de forma elegante. ¿Por qué no aprovechar el tirón emocional de canciones que ya son conocidas? ¿Porque su/s autor/es es/son crítico/s con el poder? Dan escalofríos pensar esa posibilidad. Lo que no hay duda es que la audición del nuevo himno en actos oficiales será acogida con respeto. Identificarse con él, vivirlo, ya es otra cosa.
Naturalmente, que nadie piense que estas opiniones son una crítica, ni mucho menos un ataque, al trabajo del compositor Santiago José Báez Cervantes, encargado por la Diputación de musicar el nuevo himno con la letra del poema de Hernández, pero aunque sea una comparación fuera de lugar, cabe recordar,, por ejemplo, que Asturias ha conseguido dignificar como himno oficial y hacer respetar una canción popular con tradición tabernaria, por decirlo de forma elegante. ¿Por qué no aprovechar el tirón emocional de canciones que ya son conocidas? ¿Porque su/s autor/es es/son crítico/s con el poder? Dan escalofríos pensar esa posibilidad. Lo que no hay duda es que la audición del nuevo himno en actos oficiales será acogida con respeto. Identificarse con él, vivirlo, ya es otra cosa.
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1Josefina
Manresa Marhuenda nació en Quesada, donde estaba destinado su
padre, guardia civil, a quien, siendo Josefina muy pequeña,
trasladaron a Orihuela. Allí conoció, cuando tenía 17 años, a
Miguel, y tres años después, tras algún altibajo sentimental, se casaron. Hay que decir que el padre
de Josefina fue asesinado, cuando iba vestido de paisano, al
parecer, por unos milicianos.
2Lo
dice Vicente Aleixandre en su Elegía
(En la muerte de Miguel Hernández) de su libro
Nacimiento último (1953):
"No lo sé. Fue sin música. / Tus grandes ojos azules /
abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante, / cielo de losa
oscura, / masa total que lenta desciende y te aboveda, / cuerpo tú
sólo, inmenso, / único hoy en la Tierra, / que contigo apretado
por los soles escapa... "
3Aún
no está suficientemente estudiado el alcance en la obra del Nobel
Aleixandre el influjo de su Sevilla natal y su vinculación a Jaén,
como se deduce, entre otros factores, por el siguiente fragmento del
poema Sin nombre, de su libro En un vasto dominio (1962):
"... Lo
mismo se diría del que creciò y fue joven, /
y
joven se quedò. Era claro, muy rubio, / muy azules los ojos. /
Porque naciò de lo que fue colonia / germana. (Ay Olavide, español
de las luces".) / Un pueblo con un nombre / de mujer: La
Carolina, bella, cual muchacha, y muy rubia. / Pero andaluza aldea,
al cabo. Hoy madre de andaluces / con ojos claros y pestaña oscura.
/ Carolina dramática, y al costado la sierra. / Piedra valiente, y
sobre el aire el cielo / solitario. Van nubes / en el aire
invisible...."
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