martes, 30 de enero de 2018

Utilidad -o no- de la Historia.

Tengo un amigo historiador, con el que, por cierto, no nos podemos ver con la frecuencia que a ambos nos gustaría, y pese a que tenemos fuertes discrepancias en muchos aspectos, estas divergencias de opinión no influyen en absoluto en nuestra consolidada relación de amistad, basada en el respeto y el afecto, pese a lo que pregonan algunos politicastros, a los que el calificativo más suave que los define es el de "espernible", que pregonan que el manifestar ideas diferentes a las suyas es augurio de división, enfrentamiento, ataque a la convivencia, caos y no sé cuántas catástrofes más anticipando un seguro apocalipsis, todo ello por conseguir unos votos basados en sentimientos manipulados (lo triste es que hay multitud de personas bienintencionadas que los creen y les votan, pero eso es otra historia).

En nuestras charlas distinguimos la figura del historiador, profesional que estudia y analiza desde todos los puntos de vista posibles, incluyendo su relación/influencia con otros, los llamados hechos históricos en su realidad, alejada de la utilización política de los mismos, del concepto historia, mucho más sutil y sibilino. En este blog hemos mantenido la idea (ver sobre todo las entradas del 08/05/16 y siguientes) de que lo que nos imbuyen como historia, particularmente la referida a un país o territorio, es, simplemente, la narración, más o menos novelada, de unos hechos (con gran relevancia de las victorias bélicas en la narración) de tal manera que justifican la situación socio/política del presente. Por eso resulta pernicioso lo que suelen hacer muchas instancias cuando surge el tema, como es el relacionar/supeditar el futuro de las personas, e incluso de las comunidades, al pasado de los Estados, en particular si lo único que se resalta de ese pasado son las victorias bélicas (en las que, lógicamente, no se sabe en general si los antepasados de quien hoy dilucida su futuro fueron del bando de los vencedores o de los acallados) y no otros aspectos.

Lo que resultaría ridículo y una clara muestra de ignorancia si no fuera tan dramático en su demostración de inmovilismo arrogante es ese empeño, hasta de las más altas esferas políticas, en pretender que todo cambio es malo e implanteable porque la Historia nos dice hasta hoy que las cosas están como están.¿Seguro que, por eso, no pueden cambiar, en su caso, a mejor?
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Como nos dicen los psicólogos, la metatesiofobia, término académico con el que se denomina el miedo al cambio, es algo muy común en la sociedad actual ya que desde que somos pequeños nos inculcan que nuestros objetivos en la vida deben ser, por ejemplo, buscar una pareja estable, un trabajo estable y tener un hogar (domicilio) estable dentro de una zona geográfica determinada, con unos límites definidos a la que llaman NUESTRO país con una organización y una forma social que también nos inculcan como nuestras. Nos han hecho creer que la felicidad y esa estabilidad que, a la postre, pretenden que se convierta en nuestra indiscutible y natural zona de confort, van de la mano. Sin embargo, cada vez es más evidente que los seres humanos necesitamos adaptarnos a los cambios. Sin ir más lejos, hasta hace bien poco en términos de tiempo históricos nuestra especie era nómada y se veía obligada a gestionar su día a día en función de las condiciones y los recursos que tuviesen en cada momento y en cada lugar. Es más, el cambio es inevitable en nuestras vidas. Estemos conscientes o no, queramos aceptarlo o no, las cosas y la gente cambian, si bien la sociedad y la tradición ejercen una poderosa influencia sobre cada uno de nosotros, lo que se traduce en que, cualquier cambio nos exige modificar nuestra conducta o forma de pensar ante una nueva situación porque nuestra forma "normal" de reaccionar (a la que estamos acostumbrados) ya no nos es útil, y no, como recuerdan los psicólogos, cuando tendemos a ridiculizar e incluso oponernos fieramente a procesos orientados a cambiar nuestra mentalidad, es decir, al sistema de creencias con el que hemos creado nuestro, posiblemente, falso concepto de identidad..Al obedecer las directrices determinadas por la mayoría, hacemos todo lo posible para no salirnos del camino trillado, rechazando sistemáticamente ideas nuevas, diferentes y desconocidas. No nos gusta cambiar porque a menudo lo solemos asociar con la frustración y la vergüenza que conlleva sentir que nos hemos equivocado. O peor aún: que hemos fracasado. De ahí las tan pronunciadas sentencias: “¡Yo soy así, tengo la razón (o el poder) y no pienso cambiar!” “¡Los que tienen que cambiar son los demás!.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de cambio al que tememos? y ¿qué tiene que ver con la Historia?

Partamos de la premisa, cuando hablamos de los seres vivos, de que admitimos que nacen, crecen, se reproducen (o no) y mueren, es decir, que registran un cambio constante, como ya dedujo el filósofo griego Heráclito hace veinticinco siglos. Pero ¿estas características sólo pueden atribuirse a los seres vivos? Pues parece que no, que realmente pueden aplicarse sin menoscabo a todos los aspectos relacionados con el hecho de vivir: culturas, lenguas, leyes, países, religiones, etc. El conocido sociólogo y politólogo Wallerstein1 lo define asi: "El cambio es eterno. Nada cambia jamás. Los dos tópicos son "ciertos". Las estructuras son los arrecifes de coral de las relaciones humanas, que tienen una existencia estable durante un período relativamente largo de tiempo. Pero las estructuras también nacen, se desarrollan y mueren".
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En efecto, simplemente mirando atrás en el tiempo, podemos corroborar que esto es cierto, y que lo que hacen algunos de apelar a la Historia para justificar su inmovilismo arrogante, por ejemplo al mantener que a las leyes actuales (sean las que sean) se las ha de considerar eternas, es un error teñido de ignorancia, porque, precisamente la Historia nos enseña que los cambios son constantes y afectan a conceptos tan sagrados e inamovibles como lengua, territorio, religión y todos en general.

Miremos algunos para comprobarlo: sin entrar (hoy no toca) en algunos de los motivos de su desaparición, nadie duda que muchas lenguas y culturas otrora florecientes ya han muerto, en algunos casos tras un crecimiento previo importante. Si nos fijamos en los países/territorios, basta echarle un vistazo a un atlas de hace sólo cincuenta años para advertir los cambios (pausados o rápidos, civilizados o traumáticos) habidos en el mapa político de nuestro mundo. Por cierto, ya que hemos citado a Wallerstein, quizá no esté de más volverlo a recordar en este punto, ya que sostiene que el Estado-Nación es un concepto del pasado, pese a que algunas elites crean que,en función de este concepto, tienen el poder casi por derecho divino. Respecto a nuestra Europa, opina que nos encontramos en un interregno como el que hubo entre la Edad Media y el Renacimiento; puede durar 50, 70 años, hasta que seamos capaces de ver qué es pasado y futuro en nuestro presente.

La Ley.... ¿qué decir cuando el Poder no es capaz de ver, a su conveniencia, que no hay ninguna ley que sea eterna? Si se informaran un poco en esa Historia en la que se escudan, verían que a lo largo del tiempo todas las leyes evolucionan de acuerdo con la cambiante realidad social (y malo cuando no cambian como la sharia islámica, a la que ellos son los primeros en criticar -con razón- por su crueldad, insensibilidad y anacronismo). Aplicando sus teorías aún sería vigente el Código de Hammurabi o, entre nosotros, el Fuero Juzgo. Sin comentarios.

Incluso a temas que se sitúan por encima del bien y del mal (y nunca mejor dicho) como la religión también se les puede aplicar la evidencia histórica de que nacen y mueren, si no, no se entendería que, sin ir más lejos, hoy no haya ninguna adoración a Zeus y su corte, en un momento todopoderosos e inspiradores de toda una cultura y forma de vida universales (a la medida del universo conocido entonces, claro), y hoy convertidos de dioses en meros personajes objeto de estudio de una época histórica para los expertos, o nos parezcan sólo una rémora exótica nombres como Thor, Odín, Manitú y tantos otros que en su día concitaban temerosa devoción.

En definitiva, que la Historia puede ser una poderosa herramienta política de manipulación interesada a la vez que un magnífico instrumento de análisis del pasado para seleccionar de él aquello que interese para mejorar un futuro deseable e imprevisible, teniendo en cuenta, eso sí, que el presente en el que efectuamos el análisis está en permanente evolución, seamos o no conscientes de ello. Y más vale que lo seamos.

Acabamos con música, con el poema de Gabriel Celaya (Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta de nombre competo, que fue un poeta español de la generación literaria de posguerra, uno de los más destacados representantes de la que se denominó «poesía comprometida» o poesía social) España en marcha, al que puso música en 1967 Paco Ibáñez, del que lo recordamos en su actuación en el Teatro Olympia, de París, el 2 de diciembre de 1969. Es interesante saber hoy que el concierto fue grabado en directo, y es todo un referente no sólo poético o musical, sino también ideológico y político, de la generación, también en nuestro país, marcada por los acontecimientos de mayo de 1968 en París.




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1Immanuel Wallerstein es un sociólogo, politólogo y científico social histórico estadounidense. Principal teórico del análisis de sistema-mundo, también conocido como economía-mundo, o teoría, enfoque o acercamiento analítico de los sistemas-mundo (expresión original en inglés World-systems approach), que es un desarrollo de la crítica postmarxista que intenta explicar el funcionamiento de las relaciones sociales, políticas y económicas a lo largo de la historia en el planeta Tierra. Es una teoría historiográfica, geopolítica y geoeconómica con gran vigencia y aplicación en las relaciones internacionales.

viernes, 19 de enero de 2018

De "persona" a "Recurso Humano" (I)

Hay cosas en nuestro día a día que nunca acabaremos de entender aunque nos resulten tan comunes y cotidianas que nos pasan casi desapercibidas; eso de la comunicación y las relaciones a través de las Redes Sociales (algo tan extendido hoy día) es una de ellas. Y uno llega a la conclusión de que en este campo, como en otros también, naturalmente, las expresiones tácitas, las medias palabras, los mensajes sugeridos, las ideas apenas hilvanadas, etc., confieren al final una amalgama que le va dando forma, todo junto, a la comunicación.

Otra cosa es la forma en la que se desarrolla esta comunicación, básicamente en público o en privado en las mismas Redes, que nos suele dar más información que el simple contenido del comunicado (por relevante que sea) el hecho de elegir una forma u otra. Por cierto, prescindimos de analizar en estas líneas también el "estilo" de algunos comunicantes, cuyo único argumento es la injuria (siempre en formato público), para no descender a su nivel. Veámoslo con un caso real.

Como los pacientes (y valientes) seguidores de este blog, seguramente, recordarán, en fechas cercanas a la pasada Navidad, se plasmaron unas reflexiones sobre ciertas (y, cuando menos, cuestionables) prácticas en la gestión de los Recursos Humanos, desde perceptibles incoherencias en el reclutamiento a sonoras contradicciones entre las tareas exigidas y el perfil profesional del trabajador, por no hablar de la obligación, en algunos casos, para los empleados, de gestionar con los clientes, sin información previa, productos/servicios claramente perjudiciales para ellos. Pues bien, aunque en estos casos , es normal recibir comentarios elogiosos o críticos (todos son de agradecer) por diferentes vías, en el que nos ocupa TODAS las comunicaciones han sido por canal privado, y con un denominador común: todas dicen que lo que se expone en el blog se queda corto, y todas eligen ese canal en evitación (por pánico, realmente) de posibles represalias ya que los comunicantes son personas, algunas conocidas, que están o han estado muy vinculadas a la gestión de personas y relacionadas con organizaciones que, formalmente, son de aquellas que pasan por ser polos de atracción del talento, y en las que ingentes cantidades de candidatos suspiran por trabajar.
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Estas comunicaciones, su contenido y su formato, conducen sin duda a nuevas reflexiones (limitadas en esta entrada a las paradojas en la selección/reclutamiento), enfocadas a intentar entender por qué se producen estas atrocidades1. En principio cabe partir de la base de que todas estas organizaciones disponen de Departamentos (a menudo potentes y prestigiados) de Recursos Humanos que, de manera genérica (es usual que todas la definan, más o menos, así) dicen tener como misión la de atraer, retener y motivar al personal idóneo para la organización definiendo, lógicamente, quién es el personal idóneo para ella y pensando, por tanto, en todas las características que tienen las personas, sexo, edad, formación, experiencia, estilo de personalidad, habilidades, conocimientos, competencias (palabra muy usada pero de una ambigüedad clamorosa) y ver cuáles de ellas son relevantes en cada caso.

La teoría es clara. ¿Dónde está el desfase de la práctica? ¿O es que la teoría no está tan clara? ¿De qué hablamos en los procesos de selección, de personas o de recursos humanos? Porque no es lo mismo pese a que el uso no inocente del inocente lenguaje nos haga considerar que es igual gestionar personas en su puesto de trabajo que gestionar el departamento de recursos humanos de una empresa... A ver, una empresa tiene necesidad, para desarrollar su actividad, de recursos técnicos, de recursos logísticos, de recursos financieros,... de recursos humanos,..., como se ve, con significado puramente contable, siendo estos últimos, desde el punto de vista empresarial, independientes de quienes y cómo son las personas que los integran.  Por eso consideramos normal que se hable del coste de los recursos humanos (criterio contable) a la vez que de la motivación (relacionada con la voluntad y los sentimientos) de las personas/los empleados.

Hasta tal punto llega la confusión conceptual que la mismísima Aedipe2 ha publicado uno de sus últimos boletines con el revelador título de "Las personas no son lo más importante en una organización" basándose en las experiencia (en empresas, de las que asume el punto de vista) del autor, que lo lleva a concluir que es el talento lo más importante en una organización no las personas (en general). Son importantes esas personas que aportan valor en su día a día, que suman, que se equivocan, que piden disculpas, que ofrecen su mejor versión, que se evalúan, que quieren mejorar, que son flexibles, que son exigentes con ellas mismas y con los demás.

Por el contrario, existe otro tipo de figuras (antitalento) que no quieren hacer las cosas bien, que disfrutan (o eso creen) con el conflicto y con un entorno enrarecido, que cuchichean, que tergiversan las cosas, que marean y desenfocan… Estas personas, no son lo más importante de la organización, porque hace mucho tiempo que sus objetivos no están alineados con los de la compañía, ni con los del equipo, compañeros, etc. Sin embargo, a pesar de tomar la óptica de empresa en su análisis,el autor admite que en muchas ocasiones el problema se encuentra en las partes altas del organigrama, que, digo yo, parecen haber olvidado las misiones publicadas, asignadas al departamento de recursos humanos de su rol para cuidar de que no se produzcan esas desviaciones, perniciosas para la empresa pero también para la persona.

No, nadie dice que sea fácil armonizar el lícito objetivo económico de la empresa con la aspiraciones,inquietudes y expectativas de las personas que han de conseguirlo; por eso es claramente función de la dirección de Recursos Humanos de la empresa y del resto de puestos directivos de ella colaborar en la creación de un grupo de personas que, lejos de quemarse a las primeras de cambio (burn-out, en el argot fino), sean capaces de generar un entono de trabajo que sea saludable, productivo y que genere emociones positivas. Y eso empieza antes de la incorporación al puesto de trabajo, considerando que no se trata de buscar un tapón para tapar un agujero (que eso, y perdonad, parece a veces la búsqueda (?) para cubrir una vacante); eso comienza por algo tan razonable, aunque tan desconocido en la práctica, particularmente en departamentos internos de Recursos Humanos más que en empresas externas de selección, como es analizar el puesto de trabajo que está vacante, ya que a partir del cual se derivarán el resto de funciones y, por tanto, el perfil profesional buscado.
Unas precisiones, que nunca están de más. Básicamente, por Puesto de Trabajo se entiende el conjunto de objetivos particulares, actividades y áreas de responsabilidad que debe asumir la persona que lo ocupe para contribuir a la consecución de los objetivos de la empresa en los plazos fijados. 

Así, a partir de esta definición, se puede afirmar que conocer el contenido y contexto de los puestos de trabajo que existen en la empresa es un proceso clave para el desarrollo de las actividades del departamento de recursos humanos, ya que es el punto de partida de gran parte de sus actividades profesionales. De ahí la importancia de que se conozcan las técnicas relacionadas con su estudio.
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Es por ello, que el análisis debe realizarse de un modo planificado y estructurado, definiendo previamente qué información es la que se quiere obtener, para así, identificar, comprender, definir y describir los aspectos relevantes de un determinado puesto de trabajo, esto es, tanto su contenido como el entorno en el que se desarrolla, para entre otros aspectos, reflejar la importancia que su correcto desempeño tiene para la consecución de los objetivos marcados por la empresa. Sin embargo, el puesto de trabajo se compone además de una serie de exigencias que debe reunir la persona que lo desempeñe, las cuales determinarán los conocimientos, habilidades, actitudes y aptitudes necesarias, dando lugar a lo que se conoce en el ámbito de la gestión de personas (no de Recursos Humanos) como competencias, las cuales se entiende como lo que permite a la persona desarrollar su puesto de trabajo de forma eficiente, eficaz y segura, y relajada para su perfil personal.

Sólo una vez que se obtiene y analiza la información acerca de los aspectos del puesto de trabajo, se puede proceder a la selección y reclutamiento de personal teniendo muy en cuenta ya desde ese momento que el análisis de las exigencias de los puestos es el punto de partida para determinar las acciones formativas coherentes y efectivas en función de las necesidades detectadas, incluyendo, en su caso, el diseño y ejecución de Planes de Carrera (un plan de carrera debe estar basado en el conocimiento de las exigencias presentes y futuras que plantean a sus ocupantes los distintos puestos de trabajo de la organización).

Otras cosas ligadas al puesto de trabajo que deben conocerse antes de la incorporación son minucias tales como los criterios para la evaluación del desempeño en el mismo, la valoración diferencial de puestos, qué planes de Seguridad y Salud existen, cómo se enfoca la conciliación, etc.

La pregunta del millón (y no es retórica) es que si los departamentos internos de las empresa destinados a gestionar personas (se llamen como se llamen) conocen estos principios, ¿por qué hay tanto profesional del ramo (que prefiere el anonimato, lo que, globalmente, es inquietante) convencido de que no los suelen aplicar?

Acabamos nuevamente con música de Joaquín Sabina, con una canción que describe los reveses de la Fortuna, en los que un currículo brillante no es la lámpara de Aladino. Nos puede pasar a cualquiera, de acuerdo. Lo que es lamentable es que determinadas prácticas empresariales lo alienten. 



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1No es una expresión excesiva o exagerada. El Premio Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman, habla sin ambages en uno de sus libros (¡Acabad ya con esta crisis! - Ed. Crítica, Barcelona, 2012) de vidas arruinadas por la diferencia, casi siempre en contra del trabajador, entre su perfil profesional y la realidad de las exigencias laborales que encuentra, lo que, según Krugman, puede afectar a toda su vida laboral, especialmente en épocas como la actual, caracterizada por empleo escaso y precario.

2La Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas (AEDIPE) es una asociación privada, sin ánimo de lucro, independiente de cualquier entidad u organismo político o sindical, constituida en el año 1965. A día de hoy, según declaran en su web, forman parte de ella 3.000 profesionales que se dedican a actividades relacionadas con la Gestión de Personas/ Recursos Humanos vinculados a más de 2.000 empresas o instituciones.

martes, 9 de enero de 2018

Año nuevo 2018. ¿Degenerando...?

¿Feliz 2018 o feroz 2018? 

La verdad es que, pasados, o en camino de hacerlo, los efectos de la inducida fiebre sensiblera de cada año por las fechas navideñas, casi por inercia mental, uno cae en la tentación sensata de evaluar (nada científico, por supuesto, sólo intuitivo) las posibilidades de que los ñoños deseos genéricos expresados estos días de paz mundial y prosperidad vayan más allá de ser palabras huecas y se haga algo para tomarlos en serio.

Y descubre, sin ningún asombro por otra parte, que, transcurridos escasos diez días del inicio de ese refulgente año nuevo, hay suficientes indicadores para constatar que aquella Ley de Murphy (de quien McGregor afirmaba, como sabéis, que era un optimista) de que "si algo puede ir peor, irá peor" se cumple a rajatabla.

Veamos; en el paso de estos escasos días en los que aún resuenan los ecos de los "buenos deseos" escuchados como una cantinela, ya ha habido

1) un salto masivo en las vallas de la frontera de Melilla,
2) una primera "remesa" de decenas de ahogados en el Mediterráneo de esos refugiados que huyen de la muerte en sus países ante la indiferencia burocrática y culpable de los países civilizados y ricos a cuyas puertas llaman para que se les permita, simplemente, vivir,
3) una muestra más de la política torpe y errática de la UE, que apoya las manifestaciones críticas contra los gobiernos como ejercicio de la libertad de expresión,... siempre que esos gobiernos sean de países que están lejos,
4)...
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Por no hablar de lo que ha pasado en nuestro país en pocos días con "el primer problema de España", demostrando que si no existiera Catalunya habría que inventarla, porque su existencia da carta blanca (y los medios lo aplauden) a ocultar otros problemas, esta vez no políticos, de la ciudadanía y a difundir los mayores dislates (post verdades lo llaman ahora) rodeados de ignorancia e ineptitud voluntarias en su gestión; basta escuchar los mensajes de fin de año de políticos cuya primera carencia exhibida, de entre muchas, es no saber distinguir democracia de dictadura de mayorías. Con estos mimbres parece claro que la diferencia entre que sea un 2018 feliz o feroz estriba en asegurarse de que el compromiso que se suele adquirir en estas fechas para el nuevo año sea enfocado a trabajar por un cambio a mejor, y esto implica tener nítido y reconocer el punto real de partida. Y ya se ve que este es el primer gran escollo para nuestra clase política en general, aunque sin generalizar. En este propósito de no generalizar, y admitiendo una prolija gama de grises, algunas formaciones establecen y difunden (y los medios aplauden) puntos de partida para ese cambio que son auténticos mundos para-lelos alejados de la realidad, creados para arengar a su parroquia; otras formaciones están en, llamémoslo así, en constante evolución y sus puntos de partida son reales... o no, según convenga a SUS intereses1. En definitiva, si no se demuestra capacidad para marcar objetivos duraderos negociados entre todos, ¡qué menos que desear que no se/nos engañen con trabajar por pseudo cambios que sólo benefician a quienes los diseñan!

Viene como anillo al dedo aquí, con eso de los cambios, recordar la anécdota, ya citada de forma tangencial en este blog, del torero Belmonte. Un inciso necesario: Juan Belmonte García (1892 – 1962), que ese era su nombre, llamado el Pasmo de Triana, está considerado como el «fundador del toreo moderno» y es, probablemente, el torero más popular de la historia de eso que se sigue llamando la Fiesta Nacional, pese a que aún hay quien no quiera ver que se trata hoy de una actividad anclada en el pasado y tendente a su desaparición como la conocemos2. La carrera profesional de Belmonte se desarrolló entre 1913 y 1936, año en el que se retiró y, durante ella, además de sus innnovaciones estilísticas, cambió la imagen tradicional de los toreros, renunciando a la coleta clásica.

Sin estudios apenas pero lector empedernido (se cuenta que en sus viajes llevaba maletas llenas de libros), su inteligencia y extraordinaria personalidad le permitieron relacionarse con los miembros de la cultura y de la alta sociedad. Llegaron a organizarle un homenaje, en el que Valle-Inclán pronunció un encendido discurso en su favor, aunque la verdad es que el resto de la Generación del 98 veía en los toros (ya entonces) un síntoma del atraso hispano. Pese a ello, ningún torero ha tenido antes ni después tanto apoyo entre intelectuales del máximo nivel; incluso un destacado representante de la Generación del 27, Gerardo Diego, le dedicó la «Oda a Belmonte» y consta que el torero fue amigo también del escritor estadounidense Ernest Hemingway, apareciendo de forma destacada en dos de las novelas de éste: Muerte en la tarde y Fiesta. Pero hay que reconocer que lo que acabó de forjar el mito belmontino fue la biografía que le escribió el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, titulada Juan Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazañas3, redactada en forma de autobiografía a partir de las numerosas conversaciones que mantuvo con el diestro.
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A punto de cumplir 70 años, Juan Belmonte se suicidó de un disparo en su cortijo y, lo que son las cosas, a pesar de ser un suicida, en aquellos años oscuros de nacional-catolicismo, se le permitió ser enterrado en el Cementerio católico de San Fernando de Sevilla

La anécdota a que nos referimos es que su banderillero Joaquín Miranda ocupó, después de la guerra civil, el cargo de gobernador civil de Huelva y como tal le tocó presidir un festival taurino benéfico al que también asistía Juan Belmonte, ya retirado, con un amigo no muy versado en cuestiones de tauromaquia. Se ve que este amigo había oído campanas acerca de la biografía del gobernador banderillero, pero no estaba seguro y, viéndolo en el palco presidencial, le preguntó a su amigo Belmonte: «Don Juan, ¿es verdad que este señor gobernador había sido banderillero suyo?». Belmonte le respondió con su conocido laconismo conceptista: «Sí». Y el otro insistió: «Don Juan, ¿y cómo se puede llegar de banderillero de Belmonte a gobernador?». Y Juan respondió: «¿Po' cómo va a sé? Degenerando…».

Esta explicación belmontina, asaz definitoria, no puede reducirse en nuestros días, por desgracia, a la clase política (y a los medios que aplauden). Si echamos un vistazo rápido a nuestro mundo hoy y vemos que Trump en Estados Unidos, Erdogan en Turquía, Duterte en Filipinas, Kurz en Austria, nuestro Rajoy y un largo etcétera (sin comparar entre ellos, ojo) están en el poder gracias al voto popular, la definición de Belmonte tiene un mayor alcance social, unos efectos ya ahora devastadores y un futuro MUY preocupante.

¿Feliz o feroz 2018?

Parece oportuno acabar estas reflexiones escuchando una canción de Joaquín Sabina, "De purísima y oro" en la que resulta más trascendente lo que sugiere que lo que dice la letra y que viene a cuento por la presencia del mundo del toreo en estas líneas. Curiosamente, de una primera audición, puede interpretarse que la canción es un recuerdo al torero Manolete pero, escuchando atentamente, se llega a la conclusión de que el toreo es una mera excusa para ofrecer el cuadro descarnado de una época reciente en la que nada es lo que parece, empezando por el guiño del autor en el título de la canción (Sabina, taurino confeso, sabe perfectamente que el color del traje de luces que vestía Manolete la tarde de su cogida en Linares no era de purísima -azul celeste- y oro, sino de palo rosa y oro), siguiendo por los paseíllos en la plaza de toros madrileña de Las Ventas, que no eran de las cuadrillas de toreros, sino los causados por los pelotones de fusilamiento, pasando por algo que aún se mantiene en los herederos de los vencedores en esa guerra (in)civil, cual es la de definir a las "personas formales" como las pasivas, calladas y sumisas. Y el bar de Perico Chicote, y El Alazán, y El Riscal,... Y (José Mª) Pemán, y Celia (Gámez)... Y referencias únicamente taurinas, como la que hace al "manso de Saltillo", o sea, a Islero, el bello y temible toro de la ganadería de la viuda de Saltillo que corneó a Manolete, o la mención a Lupe Sino, nombre artístico de Antonia Bronchalo Lopesino, que fue la novia de Manolete y de la que se cuenta que cuando Islero derribó al torero en la plaza, Lupe voló al lado de su hombre, que agonizaba en el hospital al que lo habían llevado de urgencia y quería casarse con ella antes de morir aunque la madre de Manolete, y otros a los que también perjudicaría que cumpliera su deseo, se lo impidieron. Ni siquiera los dejaron verse por última vez.
Es innegable el valor sociológico de la canción y que admite diversos niveles de lectura; permite asociar sin esfuerzo los símbolos de una época con el toreo, pero, por ese mismo motivo, se convierte en un canto de cisne sobre el futuro de la tauromaquia, sin referencias en el devenir de la sociedad actual. Y malo si lo que se pretende es volver atrás, aunque sólo fuera para volver a poner de moda alguna de esas miserias que recoge.


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1Un ejemplo de rabiosa actualidad que, además, demuestra un apreciable grado de desvergüenza y, de que, pese a las bochornosas hemerotecas, se admite (y los medios aplauden) una impunidad total y una ausencia de responsabilidad en quien corresponda: estos días ha habido una copiosa nevada en el centro de la península de génesis y efectos similares a otra ocurrida en el año 2009. Pues bien, en 2009, el partido de la oposición hizo una crítica feroz de los hechos (y los medios aplaudían) culpando DE TODO al gobierno de entonces y exigiendo dimisiones; estos días, con el partido entonces en la oposición hoy en el gobierno, se aduce (y los medios aplauden) que la Naturaleza es la que es y que el gobierno es, por tanto, inmune a críticas por su actuación.

2La tozudez oficial de considerar "arte" y "cultura" (subvencionadas, por tanto) a las actividades ligadas a un espectáculo basado en la exhibición pública de la muerte de un animal en contra de la evolucion de la sensibilidad de una gran parte de la sociedad, sólo se mantiene por criterios estrictamente de manipulación políttica, como lo demuestra el hecho de que la Comunidad Autónoma de Canarias prohibiera las corridas en su territorio en 1991 sin que nadie reaccionara mientras que cuando lo hizo Catalunya en 2010 se consideró un ataque a la línea de flotación de una rancia españolidad y una muestra de separatismo y se impugnó, claro. Ya digo que, si no existiera Catalunya, habría que inventarla para justificar "contra ella" la imposición de acciones en todo el país de un calado democrático, cuando menos, cuestionable.

3Conviene hacer un alto en el camino sobre el escritor. En las jornadas 'Chaves Nogales, una tragedia española', celebradas en Sevilla hace un par de meses, a la pregunta de “¿Estaríamos hablando hoy de Juan Belmonte si el periodista Chaves Nogales no hubiera escrito su biografía?” la respuesta unánime de los asistentes fue que no, llegando a la conclusión de que, salvando las distancias, Chaves fue para Belmonte como San Pablo para el cristianismo., y se sucedieron los comentarios: “Belmonte debe su trascendencia a Chaves”; “Al torero le tocó la lotería”; “El libro es maravilloso y está por encima de los cánones de la literatura taurina tradicional” porque “No es solo la historia de un torero, es la biografía de una época, de una ciudad (Sevilla), del mundo de los toros, del alma humana…, y esa es su grandeza”.
Todos coinciden en que, curiosamente, el escritor no era especialmente taurino, y que “Chaves Nogales descubrió en Juan Belmonte que la inteligencia no se refugia solo ni siempre en los intelectuales”. Chaves era un liberal antifranquista, partidario de la república, pero, sobre todo, de la razón, y condena a Lenin, Stalin, Hitler y Mussolini antes que nadie. Como periodista, en aquellos años, es incómodo para los dos bandos porque cuenta la verdad -las miserias- de ambos. Por eso, tuvo que exiliarse; primero, en París, y, después, en Londres, donde, apartado de su familia, falleció de una peritorinitis en mayo de 1944. Sus restos mortales descansan en el cementerio de Fulham, cerca de la capital inglesa. Una semana después de su muerte, el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo lo condenó a doce años de cárcel, y a la inhabilitación absoluta y perpetua. Sus trabajos fueron olvidados, y su figura laminada y, como se afirmó en las jornadas, “A Chaves Nogales lo fusilaron con el olvido” pese a que hoy se pueda afirmar que “Su obra no ha envejecido, pues parece que está escrita ayer mismo, y esa frescura es la que convierte a Chaves Nogales en un escritor clásico”.