¿Feliz 2018 o feroz 2018?
La verdad es que, pasados, o en camino de hacerlo, los efectos de la
inducida fiebre sensiblera de cada año por las fechas navideñas,
casi por inercia mental, uno cae en la tentación sensata de evaluar
(nada científico, por supuesto, sólo intuitivo) las posibilidades
de que los ñoños deseos genéricos expresados estos días de paz
mundial y prosperidad vayan más allá de ser palabras huecas y se
haga algo para tomarlos en serio.
Y descubre, sin ningún asombro por otra parte, que, transcurridos
escasos diez días del inicio de ese refulgente año nuevo, hay
suficientes indicadores para constatar que aquella Ley de Murphy (de
quien McGregor afirmaba, como sabéis, que era un optimista) de que
"si algo puede ir peor, irá peor" se cumple a rajatabla.
Veamos; en el paso de estos escasos días en los que aún resuenan
los ecos de los "buenos deseos" escuchados como una
cantinela, ya ha habido
1) un salto masivo en las vallas de la frontera de Melilla,
2) una primera "remesa" de decenas de ahogados en el
Mediterráneo de esos refugiados que huyen de la muerte en sus
países ante la indiferencia burocrática y culpable de los países
civilizados y ricos a cuyas puertas llaman para que se les
permita, simplemente, vivir,
3) una muestra más de la política torpe y errática de la UE, que
apoya las manifestaciones críticas contra los gobiernos como
ejercicio de la libertad de expresión,... siempre que esos
gobiernos sean de países que están lejos,
4)...
Por no hablar de lo que ha pasado en nuestro país en pocos días con
"el primer problema de España", demostrando que si no
existiera Catalunya habría que inventarla, porque su existencia da
carta blanca (y los medios lo aplauden) a ocultar otros problemas,
esta vez no políticos, de la ciudadanía y a difundir los mayores
dislates (post verdades lo llaman ahora) rodeados de ignorancia e
ineptitud voluntarias en su gestión; basta escuchar los mensajes de
fin de año de políticos cuya primera carencia exhibida, de entre
muchas, es no saber distinguir democracia de dictadura de
mayorías. Con estos mimbres
parece claro que la diferencia entre que sea un 2018 feliz o feroz
estriba en asegurarse de que el compromiso que se suele adquirir en
estas fechas para el nuevo año sea enfocado a trabajar por
un cambio a mejor, y esto
implica tener nítido y reconocer el punto real de
partida. Y ya se ve que este es el primer
gran escollo para nuestra clase política en general, aunque sin
generalizar. En este
propósito de no generalizar, y admitiendo una prolija gama de
grises, algunas formaciones establecen y difunden (y los medios
aplauden) puntos de partida para
ese cambio que
son auténticos mundos para-lelos alejados de la realidad, creados
para arengar a su parroquia; otras
formaciones están en, llamémoslo así, en constante evolución y
sus puntos de partida son reales... o no, según convenga a SUS
intereses1.
En definitiva, si no se
demuestra capacidad para marcar objetivos duraderos negociados entre
todos, ¡qué menos que desear que no se/nos engañen con
trabajar por pseudo cambios que
sólo benefician a quienes los diseñan!
Viene como anillo al dedo
aquí, con eso de los cambios, recordar la anécdota, ya citada de
forma tangencial en este blog, del torero Belmonte. Un inciso
necesario: Juan Belmonte García (1892 – 1962), que ese era su
nombre, llamado el Pasmo de Triana, está considerado como el
«fundador del toreo moderno» y es, probablemente, el torero más
popular de la historia de eso que se sigue llamando la Fiesta
Nacional, pese a que aún hay quien no quiera ver que se trata hoy de
una actividad anclada en el pasado y tendente a su desaparición como
la conocemos2.
La carrera profesional de Belmonte se desarrolló entre 1913 y 1936,
año en el que se retiró y, durante ella, además de sus
innnovaciones estilísticas, cambió la imagen tradicional de los
toreros, renunciando a la coleta clásica.
Sin estudios apenas pero
lector empedernido (se cuenta que en sus viajes llevaba maletas
llenas de libros), su inteligencia y extraordinaria personalidad le
permitieron relacionarse con los miembros de la cultura y de la alta
sociedad. Llegaron a organizarle un homenaje, en el que Valle-Inclán
pronunció un encendido discurso en su favor, aunque la verdad es que
el resto de la Generación del 98 veía en los toros (ya entonces) un
síntoma del atraso hispano. Pese a ello, ningún torero ha tenido
antes ni después tanto apoyo entre intelectuales del máximo nivel;
incluso un destacado representante de la Generación del 27, Gerardo
Diego, le dedicó la «Oda a Belmonte» y consta que el torero fue
amigo también del escritor estadounidense Ernest Hemingway,
apareciendo de forma destacada en dos de las novelas de éste: Muerte
en la tarde y Fiesta. Pero hay que reconocer que lo que
acabó de forjar el mito belmontino fue la biografía que le escribió
el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, titulada Juan
Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazañas3,
redactada en forma de autobiografía a partir de las numerosas
conversaciones que mantuvo con el diestro.
A punto de cumplir 70 años,
Juan Belmonte se suicidó de un disparo en su cortijo y, lo que son
las cosas, a pesar de ser un suicida, en aquellos años oscuros de
nacional-catolicismo, se le permitió ser enterrado en el Cementerio
católico de San Fernando de Sevilla
La anécdota a que nos
referimos es que su banderillero Joaquín Miranda ocupó, después de
la guerra civil, el cargo de gobernador civil de Huelva y como tal le
tocó presidir un festival taurino benéfico al que también asistía
Juan Belmonte, ya retirado, con un amigo no muy versado en cuestiones
de tauromaquia. Se ve que este amigo había oído campanas acerca de
la biografía del gobernador banderillero, pero no estaba seguro y,
viéndolo en el palco presidencial, le preguntó a su amigo Belmonte:
«Don Juan, ¿es verdad que este señor gobernador había sido
banderillero suyo?». Belmonte le respondió con su conocido
laconismo conceptista: «Sí». Y el otro insistió: «Don Juan, ¿y
cómo se puede llegar de banderillero de Belmonte a gobernador?». Y
Juan respondió: «¿Po' cómo va a sé? Degenerando…».
Esta explicación
belmontina, asaz definitoria, no puede reducirse en nuestros días,
por desgracia, a la clase política (y a los medios que aplauden). Si
echamos un vistazo rápido a nuestro mundo hoy y vemos que Trump en
Estados Unidos, Erdogan en Turquía, Duterte en Filipinas, Kurz en
Austria, nuestro Rajoy y un largo etcétera (sin comparar entre
ellos, ojo) están en el poder gracias al voto popular, la definición de
Belmonte tiene un mayor alcance social, unos efectos ya ahora
devastadores y un futuro MUY preocupante.
¿Feliz o feroz 2018?
Parece oportuno acabar estas
reflexiones escuchando una canción de Joaquín Sabina, "De
purísima y oro" en la que resulta más trascendente lo que
sugiere que lo que dice la letra y que viene a cuento por la
presencia del mundo del toreo en estas líneas. Curiosamente, de una
primera audición, puede interpretarse que la canción es un recuerdo
al torero Manolete pero, escuchando atentamente, se llega a la
conclusión de que el toreo es una mera excusa para ofrecer el cuadro
descarnado de una época reciente en la que nada es lo que parece,
empezando por el guiño del autor en el título de la canción
(Sabina, taurino confeso, sabe perfectamente que el color del traje
de luces que vestía Manolete la tarde de su cogida en Linares no era
de purísima -azul celeste- y oro, sino de palo rosa y oro),
siguiendo por los paseíllos en la plaza de toros madrileña
de Las Ventas, que no eran de las cuadrillas de toreros, sino los
causados por los pelotones de fusilamiento, pasando por algo que aún
se mantiene en los herederos de los vencedores en esa guerra
(in)civil, cual es la de definir a las "personas formales"
como las pasivas, calladas y sumisas. Y el bar de Perico Chicote, y
El Alazán, y El Riscal,... Y (José Mª) Pemán, y Celia (Gámez)... Y referencias únicamente taurinas, como
la que hace al "manso de Saltillo", o sea, a Islero, el
bello y temible toro de la ganadería de la viuda de Saltillo que
corneó a Manolete, o la mención a Lupe Sino, nombre artístico de
Antonia Bronchalo Lopesino, que fue la novia de Manolete y de la que
se cuenta que cuando Islero derribó al torero en la plaza, Lupe voló
al lado de su hombre, que agonizaba en el hospital al que lo habían
llevado de urgencia y quería casarse con ella antes de morir aunque
la madre de Manolete, y otros a los que también perjudicaría que
cumpliera su deseo, se lo impidieron. Ni siquiera los dejaron verse
por última vez.
Es innegable el valor
sociológico de la canción y que admite diversos niveles de lectura;
permite asociar sin esfuerzo los símbolos de una época con el
toreo, pero, por ese mismo motivo, se convierte en un canto de cisne
sobre el futuro de la tauromaquia, sin referencias en el devenir de
la sociedad actual. Y malo si lo que se pretende es volver atrás,
aunque sólo fuera para volver a poner de moda alguna de esas
miserias que recoge.
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1Un
ejemplo de rabiosa actualidad que, además, demuestra un apreciable
grado de desvergüenza y, de que, pese a las bochornosas
hemerotecas, se admite (y los medios aplauden) una impunidad total y
una ausencia de responsabilidad en quien corresponda: estos días ha
habido una copiosa nevada en el centro de la península de génesis
y efectos similares a otra ocurrida en el año 2009. Pues bien, en
2009, el partido de la oposición hizo una crítica feroz de los
hechos (y los medios aplaudían) culpando DE TODO al gobierno de
entonces y exigiendo dimisiones; estos días, con el partido
entonces en la oposición hoy en el gobierno, se aduce (y los medios
aplauden) que la Naturaleza es la que es y que el gobierno es, por
tanto, inmune a críticas por su actuación.
2La
tozudez oficial de considerar "arte" y "cultura"
(subvencionadas, por tanto) a las actividades ligadas a un
espectáculo basado en la exhibición pública de la muerte de un
animal en contra de la evolucion de la sensibilidad de una gran
parte de la sociedad, sólo se mantiene por criterios estrictamente
de manipulación políttica, como lo demuestra el hecho de que la
Comunidad Autónoma de Canarias prohibiera las corridas en su
territorio en 1991 sin que nadie reaccionara mientras que cuando lo
hizo Catalunya en 2010 se consideró un ataque a la línea de
flotación de una rancia españolidad y una muestra de separatismo y
se impugnó, claro. Ya digo que, si no existiera Catalunya, habría que inventarla para justificar "contra ella" la imposición de acciones en todo el país de un calado democrático, cuando menos, cuestionable.
3Conviene
hacer un alto en el camino sobre el escritor. En las jornadas
'Chaves Nogales, una tragedia española', celebradas en
Sevilla hace un par de meses, a la pregunta de “¿Estaríamos
hablando hoy de Juan Belmonte si el periodista Chaves Nogales no
hubiera escrito su biografía?” la respuesta unánime de los
asistentes fue que no, llegando a la conclusión de que, salvando
las distancias, Chaves fue para Belmonte como San Pablo para el
cristianismo., y se sucedieron los comentarios: “Belmonte debe su
trascendencia a Chaves”; “Al torero le tocó la lotería”; “El
libro es maravilloso y está por encima de los cánones de la
literatura taurina tradicional” porque “No es solo la historia
de un torero, es la biografía de una época, de una ciudad
(Sevilla), del mundo de los toros, del alma humana…, y esa es su
grandeza”.
Todos coinciden en que,
curiosamente, el escritor no era especialmente taurino, y que
“Chaves Nogales descubrió en Juan Belmonte que la inteligencia no
se refugia solo ni siempre en los intelectuales”. Chaves era un
liberal antifranquista, partidario de la república, pero, sobre
todo, de la razón, y condena a Lenin, Stalin, Hitler y Mussolini
antes que nadie. Como periodista, en aquellos años, es incómodo
para los dos bandos porque cuenta la verdad -las miserias- de ambos.
Por eso, tuvo que exiliarse; primero, en París, y, después, en
Londres, donde, apartado de su familia, falleció de una
peritorinitis en mayo de 1944. Sus restos mortales descansan en el
cementerio de Fulham, cerca de la capital inglesa. Una semana
después de su muerte, el Tribunal para la Represión de la
Masonería y el Comunismo lo condenó a doce años de cárcel, y a
la inhabilitación absoluta y perpetua. Sus trabajos fueron
olvidados, y su figura laminada y, como se afirmó en las jornadas,
“A Chaves Nogales lo fusilaron con el olvido” pese a que hoy se
pueda afirmar que “Su obra no ha envejecido, pues parece que está
escrita ayer mismo, y esa frescura es la que convierte a Chaves
Nogales en un escritor clásico”.
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