Un regalo intangible pero valiosísimo a pedir a los Reyes Magos en estas fechas es el de que
concedieran el poder acceder al secreto que supone entender las razones de fondo de que
se esté produciendo a los ojos de todos y en todo el mundo un claro proceso de involución
social que hace que gobernantes como Duterte en Filipinas, Erdogan en Turquía, Orban en
Hungría, Putín en Rusia, Maduro en Venezuela, Rajoy en España o Trump en los Estados
Unidos entre otros alcancen el poder tras una votación, sin que nadie piense que se
comparan personajes o países. Un denominador común, sin embargo, de todos los casos aludidos es o bien que la actuación
de todos estos gobernantes, una vez en el poder, no suele ser la que prometían en sus
programas, y la diferencia de actitud la suelen justificar con eso que ahora se llama fake
news y que antes eran simplemente mentiras o relatos ficticios, convenientemente
amplificados por sus medios, o bien no es descartable que hagan lo mismo, lo de aplicar los
fakes, precisamente para aplicar a rajatabla y sin oposición las medidas excéntricas y
negativas de su programa.
No es habitual, por lo peligroso (profesional e incluso físicamente), que se publiquen con
entera libertad dentro de cada país críticas a estas actuaciones, por lo que es muy de
agradecer que haya sitios donde sí es posible. Muy recientemente se ha publicado en España
(Navona / Roca Editorial) el libro de Bob Woodward sobre el gobierno en Estados Unidos de
Donald Trump Miedo. Trump en la Casa Blanca (en catalán, también editado, Por. Trump a la
Casa Blanca) que da pistas, eso sí, a toro pasado, de la verdadera personalidad de un
personaje que ya antes de la votación en la que fue elegido levantaba serias dudas y no
pocos resquemores por lo que de él se sabía y al que, dicho sea de paso, ya se le han
dedicado varias entradas en este blog. Ya hace unos meses se publicó Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Trump, de Michael
Wolf, libro que causó un terremoto político, y paralelamente una fuente anónima (una
“garganta profunda”) había escrito en 'The New York Times' la tribuna titulada “Soy parte de la
resistencia dentro de la Administración Trump”, en la que aseguraba que existe un grupo de
funcionarios que trabaja para desactivar a un presidente que consideran dañino para el Estado.
A falta de nombres, el presidente arremetió contra el periódico al que le acusó de “traición”. Lo
peor para un paranoico que cree que le persiguen es que le persigan de verdad y Trump ha
iniciado la caza de brujas; también apoyó al congresista republicano que agredió hace meses a
un periodista del 'The Guardian'. Este señor es el votado presidente de Estados Unidos. El no menos explosivo y actual Miedo, de Woodward, describe una Casa Blanca más próxima
a un manicomio fuera de control en el que los funcionarios le esconden documentos a Trump
para evitar una crisis local e internacional1.que al centro de mando de la nación más poderosa
e importante del mundo. Además Woodward no es Michael Wolf. Woodward es un periodista
de investigación de enorme prestigio. Recordemos que él y Carl Bernstein tumbaron al
presidente Richard Nixon por el caso Watergate, un precedente que está grabado en la mente
de Trump pues teme acabar igual.
Bob Woodward y Donald Trump |
El título del libro está inspirado en las propias palabras del presidente de los Estados Unidos,
ya que consta que hace un par de años Trump le confesó a Woodward que el auténtico motor
del poder es el miedo, la capacidad de infundir miedo y el control de un relato basado en esta
tensión. El poderoso, según esta teoría, intimida y mantiene la sangre fría mientras los
súbditos/subalternos/colaboradores se destrozan. Algunos lo llamarían sadismo y otros,
simplemente, política. - Un inciso histórico: esto de emplear el miedo no es ninguna novedad;
está profusamente estudiado y documentado que a España le cabe el dudoso y triste "honor"
de ser donde, durante y después de la guerra (in)civil, de ser el primer régimen político en la
historia en aplicar legalmente la estrategia del terror contra la población civil (con aplicados
discípulos posteriores, todo sea dicho), con el objetivo, no de derrotar al enemigo militar, sino
el de anular la ideología contraria mediante la aniquilación de todos los que la profesan o
pueden profesarla -. El presidente y su claque mediática se ha movilizado para desactivar la bomba Woodward, al
que llamó “desprestigiado” despellejándolo. Cuando se publicó en los Estados Unidos, Trump
calificó el libro de estafa a los lectores y de fraude lleno de invenciones. Su reacción habitual
fue la de dirigirse a la América que se ha instalado en una realidad paralela presidida por un
presidente cada vez más peligroso del que los que lo conocen dicen que es una persona con
una necesidad extrema de reconocimiento, que cree que puede gobernar el país como si fuera
una de sus empresas, con poder de suprimir lo que le molesta, incluidas las leyes. El libro recoge algunos testimonios demoledores2. El jefe de gabinete de Trump, general John
Kelly, le considera un idiota, y su compañero de armas, general James Mattis, jefe del
Pentágono, dijo a su equipo tras una reunión sobre Corea del Norte que Trump tenía la
capacidad de compresión de un niño de diez u once años. Woodward ha realizado decenas de
entrevistas y comprobaciones antes de adjudicar a Kelly y a Mattis esas citas. O para escribir
que el presidente llamó retrasado mental a Jeff Sessions, el fiscal general al que considera
responsable de sus problemas con el fiscal especial de la pista rusa, Robert Mueller, que
también le investiga por obstrucción a la justicia. El insulto está en consonancia con lo que
tuitea contra Sessions. Trump está obsesionado con Mueller. Le despediría con gusto si eso no le pudiera costar la
presidencia, pues sería un escándalo. El presidente ve enemigos y traidores en todas partes,
personas capaces de dar información al fiscal especial a cambio de inmunidad, como ya ha
pasado con su abogado personal, Michael Cohn. Se siente sitiado dentro de la Casa Blanca.
Ya no es un enemigo exterior, la prensa del 'fake news' o los demócratas, sino una quinta
columna interna que trabaja para derrocarle. La tribuna de opinión da de lleno en sus peores
pesadillas. Pese a todo, el panorama dibujado por Woodward no es una novedad. El libro muestra un
presidente tóxico, al que le encanta enfrentar a sus colaborados, propenso al improperio y al
maltrato psicológico, un tipo narcisista que apenas se prepara las reuniones con jefes de
Estado extranjeros porque solo obedece a su instinto. Woodward dibuja con datos en su libro un presidente inepto, mentiroso compulsivo y
peligroso, con todo lo que eso representa para todo el orbe. No se trata de destripar el contenido del libro con estas líneas; al contrario, es recomendable
leerlo y que cada cual saque sus propias conclusiones sobre el personaje, sobre cómo es
que ha llegado al poder por votación popular y calibrar hasta qué punto el análisis es
extrapolable a otros casos de poderosos. Aún así, es difícil resistir la tentación de citar
algunos puntos jugosos de la obra: - en cuanto a la conocida como trama rusa, la investigación que desde mayo de 2017
lleva a cabo el fiscal especial Robert Mueller sobre la injerencia de Moscú en las elecciones
de 2016 y los supuestos vínculos de Rusia con la campaña de Trump, han provocado gran
ansiedad en el mandatario. Y Woodward no lo deja pasar. Así, señala que el presidente
ensayó con su entonces abogado, John Dowd, cómo sería un posible interrogatorio cuyo
ensayo estuvo lleno de “tropiezos, contradicciones y mentiras”, hasta que Trump se exasperó
y dijo: “Esta (la investigación) es un maldito fraude”, “realmente no quiero testificar”. El libro
también da muestra de las conversaciones entre Mueller y los involucrados en la investigación
sobre la trama rusa. Dowd le dijo al fiscal especial que Trump no tenía tiempo para la
investigación mientras lidiaba con las responsabilidades de su trabajo. Mueller, en otra ocasión,
le aseguró al abogado de Trump que podría obtener una citación de un gran jurado, algo que
Dowd interpretó como una amenaza. “No estoy tratando de amenazarte” dijo Mueller. “Estoy
pensando en las posibilidades que hay”.
- por lo que se refiere al avispero de Irán, una de las promesas de campaña de Trump
fue retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, que se firmó en 2015. Sin embargo,
al comienzo de su mandato señaló que estaba “atrapado en él”. Pero luego le pidió al
entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, que “presentara un argumento para terminar el
acuerdo”, pese a que el propio Tillerson le había dicho a Trump que Irán no estaba violando el
pacto. - desde el segundo capítulo del libro, Woodward describe la falta de interés de Trump en
distintos temas. “¿Cuándo vamos a empezar a ganar algunas guerras?, dijo el mandatario en
una reunión con funcionarios del Pentágono, que intentaban explicarle el conflicto en
Afganistán. En enero de este año 2018, en una reunión del Consejo de Seguridad, Trump
preguntó por qué su país gastaba tanto en la Península Coreana. Mattis le dijo que estaban
evitando la Tercera Guerra Mundial. “Parece claro que muchos de los altos asesores del Presidente, especialmente aquellos de
seguridad nacional, están preocupados por su naturaleza errática, su relativa ignorancia, su
incapacidad para leer y lo que ellos consideran su peligrosos puntos de vista”, señala un
documento de una reunión en julio de 2017, citado en el libro. Woodward describe que en la
Casa Blanca los altos funcionarios realizan una suerte de “golpe” para bloquear los peligrosos
impulsos de Trump, aunque eso sí, raramente en estos intentos se menciona al vicepresidente,
Mike Pence. Esto, porque su actitud en general es de no hacer nada que lleve al mandatario
a tuitear sobre él y decir que es un idiota. “Como siempre (el vicepresidente Pence) está
fuera del camino”, escribió Woodward. - en otro pasaje y al discutir mediáticos casos de acoso sexual en Estados Unidos, el
mandatario aconsejó a un cercano que estaba siendo acusado de evitar a toda costa
declararse culpable. “Tienes que negar, negar, negar y hacer retroceder a esas mujeres”.
Para agregar: “Si admites haber hecho lo que sea o cualquier culpabilidad, entonces estás
muerto. Tienes que ser agresivo. Tienes que empujar en la dirección contraria con firmeza.
Tienes que negar todo”.
Y hay mucho más. No se han cumplido dos años de mandato y los medios de comunicación
que tanto ha atacado Trump, llegando a llamarles también “los enemigos del pueblo”, están
haciendo su trabajo (a ver si cunde el ejemplo): vigilar al poder, desde las moquetas a las
cloacas, bajo una premisa que es la base de la democracia pero que sólo se utiliza cuando
beneficia al poderoso: nadie está por encima de la ley. Por cierto, la velocidad a la que se
mueve la política (?) de Trump hace que personas que aparecen en el libro como
pertenecientes al gobierno o a la Casa Blanca ya no estén, dimitidos o cesados por disentir
de Trump en decisiones, cuando menos, discutibles como los ataques al FBI, la CIA o la
Reserva Federal, la peligrosa identifcación de "refugiado" o, incluso de "inmigrante"
(sólo si es pobre, claro) con "terrorista", o la retirada unilateral de Siria o Afganistán.
Y a personajes así les votan.
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1Es
revelador en este punto la escena narrada al principio del libro,
que tiene lugar en el despacho oval de la Casa Blanca la mañana de
un día de primeros de septiembre de 2017. Trump, que no soporta que
Corea del Sur tenga un superávit comercial de 18.000 millones de
dólares y que, encima, los Estados Unidos se tengan que encargar de
su seguridad y protección, iba a liquidar el tratado de libre
comercio con ellos. De nada sirve que los Secretarios de Estado, de
Defensa y del Tesoro intentaran explicarle en una reunión previa en
el Pentágono la conexión entre una alianza económica y una
estratégica, y que mantener la colaboración con la inteligencia
surcoreana es vital para la seguridad de los Estados Unidos toda vez
que su vecina Corea del Norte dispone de los misiles atómicos
necesarios, por ejemplo, para arrasar Los Ángeles en media hora.
Ante tal situación, los colaboradores de Trump (identificados con
nombre y apellidos en el libro) sacaron la carta de la carpeta de
firmas y la guardaron. El presidente, ni la firmó ni recordó que
tenía que firmarla, ni en ese día ni en posteriores; había
olvidado el tema y nadie de su entorno volvió a recordárselo.
2Es
significativo que el vicepresidente Mike Pence y el secretario de
Estado Mike Pompeo, entre otros, se hayan apresurado en negar que
fueran la nueva garganta profunda. La celeridad retrata el clima de
terror en que se vive dentro de la Casa Blanca. También Kelly y
Mattis se han apresurado a señalar que no son ciertas las
incendiarias aseveraciones contra Trump que se les atribuyen.
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