Hoy, 27 de octubre, es el día en que la Televisión Autonómica Catalana, TV3, ha anunciado
que rodará el spot publicitario de su programa La Marató, a celebrar en diciembre, y destinado
a captar fondos, este año, para la investigación sobre "enfermedades raras" o minoritarias. Por
primera vez, han anunciado que los protagonistas del spot no serán los presentadores de turno
sino personas afectadas o relacionadas con estas enfermedades, para darles visibilidad antes
del evento. Eso me ha provocado unas reflexiones, que comparto, en cuanto a algunos
aspectos de cómo se reciben y se viven "desde dentro" este tipo de enfermedades.
Recientemente, en una página de una Red Social dedicada a que las personas afectadas o
sensibilizadas por esa enfermedad degenerativa poco conocida llamada ataxia puedan
compartir experiencias, vivencias y opiniones, tuve la oportunidad de leer un mensaje escrito
por una persona que se declaraba recién diagnosticada, muy dolida, que, resumido, venía a
decir:Hola grupo, soy “X” y publico ésto porque hay un comentario de una persona que se llama “Y”
que me ha dicho que yo no iba a volver a caminar porque la enfermedad es progresiva. Me
ha hecho sentir mal; para mí esa persona es destructiva…
Nada que decir, juzgar o criticar, desde luego, sólo faltaría, sino sólo intentar comprender que
estas líneas están dictadas seguramente por unos sentimientos que queman, a flor de piel,
fruto del proceso de aceptación de una situación dura, pero su lectura, repito que con toda
seguridad exponiendo cosas nacidas espontáneamente como salida de un sentimiento
especialmente sensibilizado, me ha conducido a reflexionar (una vez más habría que decir)
sobre cómo se afrontan estas situaciones difíciles que la vida, a veces, depara, teniendo en
cuenta, eso sí, que es un tema muy delicado, que la progresión y afectación de la enfermedad
son totalmente variables en cada caso y que cada persona es como es, lo que impide la
posibilidad de acudir a fórmulas mágicas genéricas..Cuando a una persona le diagnostican una enfermedad degenerativa (de las que no afectan
las facultades mentales especialmente) le surgen, de repente, muchas dudas y muchos
miedos que antes, con toda seguridad, no estaban ahí. De un momento a otro se pasa de
“estar” a “ser” enfermo y lo que parece una pequeña diferencia semántica, sencillamente no
lo es. En esas circunstancias, uno se siente anímicamente tan bloqueado y (¿por qué no
decirlo?) asustado que tiende a asociar, sin dudarlo, enfermedad degenerativa con sinónimo
de muerte inminente. La persona recién diagnosticada debe pasar por un proceso
donde se enfrenta a una realidad totalmente diferente a la que hasta ahora estaba
viviendo. Y es que todo tu mundo se tambalea, porque hasta lo que ahora era, o lo parecía,
un camino bajo control, firme y seguro, de repente se vuelve inestable y sin un rumbo claro
y, además, entra en esta batalla el miedo. Una de las primeras reacciones es que se suelen
hacer preguntas sin respuesta y tener pensamientos del tipo “esto no es justo” ó, “justo ahora,
cuando estaba en el mejor momento”, ó “¿por qué a mí?”. Esta actitud de rabia confusa y
enfado se produce por no poder aceptar la pérdida, en este caso, de salud. La salud. Muchas
veces la percibimos como algo continuo, como que gozaremos de salud toda la vida y que
siempre será la misma. Si acaso, sí que somos conscientes de que podemos pasar por
enfermedades, aunque transitorias, o que vayamos perdiendo algo de salud debido a la edad,
lo que solemos oír como “mi cuerpo ya no es el que era”. Pero no somos realmente
conscientes de que podemos perder la salud total o parcialmente “de la noche a la mañana”.
Por eso cuando nos dan un diagnóstico de una enfermedad degenerativa, o por extensión en
este punto cuando nos ocurre algo donde perdemos parte de nuestra salud y calidad de vida
de manera súbita, tenemos esa sensación de que todo nuestro mundo se tambalea. Y a
medida que se va aprendiendo más sobre la enfermedad “que nos ha tocado” y cómo
sobrellevarla y cuidarse, los sentimientos pueden cambiar y el miedo o el impacto iniciales
pueden dar lugar a:- La ira y la irritabilidad porque se tiene la enfermedad.- La tristeza o depresión por la evidencia (que se ha de saber asumir) de que
posiblemente no se pueda vivir de la manera como se solía hacer.- La confusión o el estrés sobre cómo comportarse y cuidarse.- ….
Al tiempo, la imagen de uno mismo puede cambiar y sentir que ya no se es una persona
completa, apenado por la enfermedad pero, con el tiempo, la enfermedad se vuelve (se debe
volver) parte de uno y se tiene una nueva normalidad con la que es imprescindible aprender
a vivir. Es decir, que, con el tiempo, uno se adapta (se debe adaptar) a vivir con su
enfermedad, se sentirá uno mismo otra vez a medida que aprende a ajustar su enfermedad
dentro de su vida hasta el punto de que lo que pudo ser confuso al principio comienza a tener
sentido, en el sentido de que se aprende a interpretarlo de otra forma.Que nadie piense que eso significa que ese proceso sea fácil Al contrario, se necesita mucha
energía y tesón para manejar una enfermedad degenerativa cada día sin caer en la tentación
depresiva de mirar hacia atrás y comparar con el hoy, y, lo que es peor, imaginar esa
diferencia con el previsible mañana pues, posiblemente, lo más duro es que uno es
protagonista y testigo a la vez del propio inevitable deterioro y asiste consciente a la evidencia
de que, poco a poco, va aumentando la dependencia para todo de terceros, y que eso,
además, se traduce inexorablemente en una mayor dedicación y carga para las personas del
entorno familiar. En ocasiones, esto puede afectar a la actitud y al estado de ánimo a veces
(sobre todo, ¡ojo! sin dejarlo traslucir, para evitar que pueda influir negativamente en la actitud
de terceros), por ello, hay la tendencia a sentirse muy solo y se reproducen con fuerza
algunos de los sentimientos que se hicieron presentes al inicio de diagnosticar por primera
vez la enfermedad: - Deprimido por tener la enfermedad sintiendo que, si es exacto lo que dicen los
médicos y los afectados, la vida que conocemos nunca va a estar BIEN otra vez y que la
situación de hoy es la mejor que cabe esperar en el futuro. - Enojado si aún se piensa que es injusto tener la enfermedad. - Temeroso al pensar que uno se vaya a poner mucho peor con el tiempo. -…
Estas clases de pensamientos y sentimientos son normales y es bueno conocerlos, pues el
desconocimiento lleva al estrés y el estrés puede hacer que sea más difícil atender las
particularidades de la enfermedad; es indispensable aprender a hacerle frente al estrés para
ayudar a manejarlo día a día. El miedo y el rechazo no pueden estar instaurados y
acomodados en nuestra mente, formando parte de todos nuestros pensamientos las
veinticuatro horas del día. Con esa actitud correríamos el riesgo de bloquearnos, hundirnos
emocionalmente, lo que podría conducirnos a desarrollar, además, sintomatología depresiva,
ansiosa o de otra índole. Podemos y debemos aprender a manejar toda esa cadena de
pensamientos catastrofistas que hacen que nos sintamos tan mal y que obstaculizan la
consecución de nuestro objetivo, queno es otro que ganar emocionalmente la batalla a
la enfermedad pese a que se intuya el resultado de la batalla físicamente.Desde la experiencia, sin que nadie tome estas líneas como “lecciones” (que no lo son) y
dejando meridianamente claro que no hay recetas – ni médicas ni psicológicas – universales
ni genéricas y que la experiencia de uno sólo vale para uno (cada persona es un mundo), me
tomo la libertad de compartir algunas reflexiones personales sobre aspectos que creo
positivos, aunque, por supuesto, son eso, una opinión personal, y puedo estar equivocado:
Se revela como importante:- Tener el máximo de información fiablede primera mano (evitando las fuentes alarmistas
y/o tendenciosas) de la enfermedad y, por duro que resulte, de su previsible evolución (es
indispensable saber contra qué se han de dirigir los esfuerzos)y construir el futuro sobre, o a
partir de, la realidad. Eso implica aprender a ver desde fuera la enfermedad y que escuchar
una opinión o afirmación incómoda, por ejemplo, sobre las consecuencias estadísticas
(hablar de consecuencias “normales” en este contexto sería de una frivolidad hiriente y de
una falta de sensibilidad fuera de sentido) de la enfermedad no debe tomarse de ninguna
manera como un ataque o agresión personal. - Aceptar la realidad de la enfermedad sin negarla ni huir de ella. Ambas actitudes son
contraproducentes porque postergan la solución que podemos tomar para iniciar el camino a
nuestra mejoría o rehabilitación. Como dice el psicólogo Josep Marc Laporta: “aceptar la
enfermedad es actuar psicológicamente y positivamente para vivirla con victoria, a pesar del
halo de derrota que tenga”. - Luchar con todas nuestras fuerzas, no sólo en contra de la enfermedad, sino, quizás,
contra nuestra manera de verla. La primera reacción es verla como el problema principal, sin
embargo, el problema real se encuentra en el valor que nosotros le damos a los efectos de la
enfermedad o, dicho de otro modo, en cómo la vemos. Por lo tanto, si cambiamos el prisma
desde el que vemos las cosas podremos incluso cambiar los efectos no físicos de la
enfermedad. - Toda enfermedad, máxime si somos conscientes de que es degenerativa, impulsa un
cambio de valores de vida y prioridades. Esta actitud es buena para aceptar la enfermedad y
asimilar ésta como parte de nosotros mismos; a pesar de tener una enfermedad muy grave,
podemos construir una vida madura. Es cosa de trabajar las, seguramente nuevas,
prioridades. - Trabajar para que la familia y el entorno sean parte de la medicina y no de la
enfermedad. No es un tópico recordar que el papel que la familia asume para superar o
sobrellevar una enfermedad es crucial. Por ello, es de vital importancia que la familia tenga
una actitud de ayuda, ánimo y dando esperanza, aún anímica, en cualquier fase de la
enfermedad porque, en un plazo de tiempo variable en cada caso, devienen correa de
transmisión con lo que acaba siendo el “mundo exterior”, que se percibe cada vez más ajeno
y lejano..
- No vivir pasivamente, sino en la medida de las posibilidades de la enfermedad. En
muchas ocasiones lo que creemos es lo que creamos. Vivir de una manera activa hará que
afrontemos y aceptemos la enfermedad. Mantener las relaciones personales y/ o añadir a
nuestra vida pequeñas actividades de ocio, lúdicas y sociales nos ayudará a una buena
recuperación física y psicológica. - Pero, dicho todo lo anterior, no conviene caer en el pensamiento exclusivamente
positivo, creyendo que si siempre pensamos en positivo vamos a salir de la enfermedad. En
muchas ocasiones tener una actitud positiva ante una enfermedad nos hace tener un mejor
pronóstico pero debemos ser conscientes de que no es suficiente para recuperarse de ella
en su caso o sobrellevarla. Se entiende actitud positiva como asumir el proceso, aceptar la
enfermedad como una etapa de autoconocimiento o, incluso ayudar a otras personas en
circunstancias similares. Citamos nuevamente a Laporta: “una actitud positiva por el
positivismo nos llevaría a engañarnos sobre la realidad del proceso que estamos viviendo.
Por ende, una actitud positiva, partiendo de la realidad y actuando en consonancia con los
sucesos, nos permitirá construir un carácter íntegro y maduro”.
En definitiva, la aparición de una enfermedad cruel como ésta (y otras) puede convertirse
cada día de lucha en una lección de vida aunque los principios sean muy duros y hagan
posponer (a veces “ad eternum”) algunos planes. Con ella se entrenan cualidades que,
incluso, antes desconocíamos tener, como la resistencia, la resiliencia y la paciencia
respetando profundamente la tozuda realidad. Así da la fuerza necesaria para afrontar y
vencer todos los contratiempos que van apareciendo. Nadie está preparado a priori para
enfrentarse a algo así. Pero es capital llegar a marcar la enfermedad como una pieza más
de la existencia que forma parte de la vida y luchar por ser feliz a pesar de ella. La verdadera
utopía a perseguir sería lograr ser feliz con ella.
“Estamos en una democracia, donde no se encarcela a nadie por sus ideas”
“No hay aquí presos políticos. Si alguien está encarcelado es por haber incumplido la ley” Frases como éstas, que llevan el camino de convertirse en mantras sin ningún matiz, son
pronunciadas a la ligera en estos últimos tiempo por elementos (hombres y mujeres), algunos
con cargos muy significativos, de nuestra clase política, banalizando así cuestiones que, en
realidad, sólo son muestra de su ineptitud en negociar temas que son, exclusivamente, de
índole política. Son aseveraciones fáciles de contrarrestar y cuyos contraargumentos, alguien
a quien Dios le mantiene la facultad de pensar, puede entender (admitirlo o no ya es harina
de otro costal, condicionados por el juego político).
En un país ficticio, cuyo sistema político es la República Democrática, hay un grupo de
ciudadanos que son monárquicos, lo declaran y no esconden sus ideas; en un momento
determinado proponen a las autoridades correspondientes hacer una pregunta (que se puede
hacer) sobre el deseo de instaurar la monarquía de forma que las autoridades puedan obrar
en consecuencia según el resultado sea que el 10, el 50 o el 90 % de los votantes sean
partidarios de la idea. Siguiendo con la ficción, si no sólo se impide la consulta “porque no es
legal” sino que se encarcela a sus promotores porque se empeñan en efectuarla, ¿De verdad
puede mantenerse que si están en prisión no es por sus ideas? Salvo que se admita
cualquier idea sólo en el plano teórico. Fuera de la ficción, Leopoldo López en Venezuela,
Navalny en Rusia,los opositores de China o Turquía y un (por desgracia) largo etcétera,
considerados presos políticos, están encarcelados todos ellos por haber vulnerado leyes
vigentes en sus países. Si para la mayoría de ellos se apunta como solución revisar las leyes,
¿por qué en otros casos se consideran inmutables las leyes y, consecuentemente, se impide
buscar soluciones?Este ejercicio de ficción nos lleva a otro, no de ficción, de reflexionar sobre cuestiones
básicas que deberían estar fuera de discusión, al menos por alguna clase política para la que
la sensatez se refleja en comulgar sin rechistar con SUS ruedas de molino. Podemos
empezar por cuestiones elementales ponderando en ellas lo que formalmente es, y que cada
quien concluya si se parece a lo que nos dicen que es.La primera frase que hemos citado habla de que estamos en democracia, pero ¿qué es
democracia? ¿votar cada X años y nada más? Pues se podría decir que es algo más:
democracia es una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al
conjunto de la ciudadanía. En sentido estricto, la democracia es una forma de organización
del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante
mecanismos de participación directa o indirecta. En sentido amplio, democracia es una forma
de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se
establecen conforme a mecanismos contractuales. El significado del término ha cambiado
varias veces con el tiempo, y la definición moderna ha evolucionado mucho, sobre todo desde
finales del siglo XVIII, con la sucesiva introducción de sistemas democráticos en muchas
naciones y sobre todo a partir del reconocimiento del sufragio universal y del voto femenino
en el siglo XX. Según nos recuerda el Consejo de Europa, bien entendida, la democracia incluso no debe
ser la “regla de la mayoría”, si eso significa que los intereses de las minorías son ignorados
por completo. La democracia, al menos en teoría, es el gobierno en nombre de todo el pueblo,
de acuerdo con su “voluntad”.
Y, a mayor abundamiento, la Organización de las Naciones Unidas nos dice que la democracia
es un ideal reconocido mundialmente y es uno de los valores básicos y principios de las
Naciones Unidas. La democracia suministra un medio para la protección y el ejercicio
efectivo de los derechos humanos. Esos valores se han incorporado en la “Declaración
Universal de Derechos Humanos” y han sido elaborados aún más en el “Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos” (ambos suscritos por España) que consagra una multitud de
derechos políticos y libertades civiles en los que se basan las democracias significativas.
Como ya dijo el que fue Secretario General de la ONU, Kofi Annan, Nadie nace un buen
ciudadano, ninguna nación ha nacido una democracia. En vez de esto, ambos son
procesos que continúan evolucionando a lo largo de la vida, es decir, que la democracia
está en evolución continua.Otros lugares comunes que se suelen escuchar es que la democracia está representada por
el cumplimiento de la ley (todas, sin analizar ni matizar) y que estamos en un estado de
derecho y que, por tanto, todos estamos obligados por la ley. Maticemos: respecto al primer
aserto, el cumplimiento de la ley así tal como se dice, corresponde a las dictaduras, no a las
democracias, en las que, por principio, las leyes se revisan, actualizan, modifican o derogan.
Lo de imperio de la ley, que tanto gusta decir a algunos, es una expresión que designa el
régimen jurídico en el cual los gobernantes y sus agentes se hallan sometidos, para sus
decisiones particulares, a la observancia de las normas de derecho sentadas por las leyes y
los reglamentos e implica el reconocimiento del principio de legalidad aplicado por el juez de
derecho común (en España el Derecho común viene representado por el propio Código Civil).
El imperio de la ley es, pues, un concepto jurídico-político que generalmente se entiende en el
sentido de la primacía de la ley sobre cualquier otro principio gubernativo.
En cuanto al estado de derecho es, según la ONU,«un principio de gobernanza en el que
todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado,
están sometidas a leyes que se promulgan públicamente, se hacen cumplir por igual y se
aplican con independencia, además de ser compatibles con las normas y los principios
internacionales de derechos humanos. Asimismo, exige que se adopten medidas para
garantizar el respeto de los principios de primacía de la ley, igualdad ante la ley, separación de
poderes, participación en la adopción de decisiones, legalidad, no arbitrariedad, y
transparencia procesal y legal» La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948
también da al estado de derecho un lugar central al afirmar que es “esencial que los derechos
humanos sean protegidos por un régimen de derecho, a fin de que el hombre no se vea
compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión…”Desde un punto de vista analítico y objetivo, sobre el papel (que lo aguanta todo), si en este
escenario se producen situaciones que provocan afirmaciones como la del encabezamiento
de estas reflexiones, el único motivo que queda es que los contenidos de ese estado de
derecho, las leyes, lo permiten y/o alientan. Una ley, en definición generalmente admitida, es
una «norma dictada por una autoridad pública que a todos ordena, prohíbe o
permite, y a la cual todos deben obediencia» y cuyo incumplimiento conlleva una
sanción. Los textos jurídicos hablan de que la ley ha de estar siempre en consonancia con la
justicia pero la justicia es sólo uno de los principios generales del derecho (lo que, en buena
lógica significa que puede haber leyes – de obligado cumplimiento – que están más basadas
en otros principios): a ella debería recurrir el legislador y también el juez al dar solución a las
controversias jurídicas; se dice que dichos actores obran con justicia cuando hacen para
proteger y satisfacer los derechos básicos de los individuos, fundamentando su autoridad en
el ejercicio de sus obligaciones en los mismos derechos. Otro nivel de análisis es entender la
justicia como valor y fin del derecho, al que podemos conceptuar como «aquel conjunto de
valores, bienes o intereses para cuya protección o incremento los hombres recurren a esa
técnica de convivencia a la que llamamos derecho»Llevando al extremo la doctrina jurídica promulgada por la ONU, lo deseable es que todas
las Constituciones o similares de todos los países fueran simplemente un reflejo de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, y sus códigos legislativos la
reglamentación de las actuaciones para su cumplimiento.Obviamente, los códigos legislativos
también deben incluir normas que regulen la convivencia1 entre las personas y normas de
índole política que deberían ser consideradas aparte, pues están supeditadas, en mayor o
menor grado, a la dirección de los vientos que soplan para dirigir el gobierno o el régimen
político de turno, y todas son, como tales leyes, de obligado cumplimiento. Pero de significado
y gestión diferentes.El problema serio para las instituciones (y para la credibilidad) de un país viene cuando una
norma de uno de estos ámbitos, a la que se ha dado (a veces hay que decir que “se le dio”
históricamente) fuerza de ley, invade derechos de otro ámbito, pero, al estar incorporada a los
códigos en vigor, es de obligado cumplimiento (lo que no quiere decir, como parece que
pretendan algunos que sea inmutable), lo que origina auténticos quebraderos de cabeza si se
decide gestionar e incómodas y peligrosas situaciones, con el tufo, digámoslo, de injustas si
arrogantemente o por incapacidad no se quiere gestionar. Hay sobrados ejemplos en todo el
mundo de esta manera de entender la legislación, pero tomemos uno cercano y que, con más
de 300 años a sus espaldas, aún colea.
Es sabido que, tras la muerte sin descendencia de Carlos II de España, se produjo un conflicto,
de dimensión internacional, entre los partidarios (Catalunya entre ellos) de que el sucesor al
trono había de ser de la Casa de Habsburgo austríaca, a la que pertenecía el rey muerto, y los
partidarios de instaurar la francesa Casa de Borbón en el trono de España, conflicto cuyos
últimos rescoldos no se extinguieron hasta 1714 con la capitulación de Barcelona y 1715 con
la capitulación de Mallorca ante las fuerzas del que ya era el rey Felipe V de España. Para la
Monarquía Hispánica, las principales consecuencias de la guerra fueron la pérdida de sus
posesiones europeas y la desaparición del modelo «federal» de monarquía, o «monarquía
compuesta»,de los Habsburgo españoles. Tras ese final el decreto que afectaba a Cataluña se
dictó el 9 de octubre de 1715, despachado por Real Cédula con fecha de 16 de enero de 1716.
y-Abolía las Cortes y el Consejo de Ciento.-Se sustituía al virrey por un capitán general, al igual que en el resto de los reinos de la
Corona de Aragón, y se dividía Cataluña en doce corregidurías, como Castilla y no en las
tradicionales veguerías,-Se prohíben los somatenes (milicias populares armadas de Cataluña y Aragón).-Se estableció el catastro gravando propiedades urbanas y rurales y los beneficios del
trabajo, el comercio y la industria.-Igualmente, el idioma oficial de la Audiencia dejó de ser el latín y se sustituyó por el
castellano.Esta última medida podría interpretarse como que el idioma catalán quedaba fuera de la
represión porque sólo se menciona en ella el latín, si no fuera porque, un año después, 1717,
en la ‘Carta del Rey a los Corregidores’ sobre la aplicación del Decreto de Nueva Planta, se
ordena que “Pondrá el corregidor el mayor cuidado en introducir la lengua castellana, a cuyo
fin dará providencias más templadas y disimuladas para que se note el efecto sin que se note
el cuidado” y que en la Real cédula de Carlos III de 23 de mayo de 1768 se ordena que
“... Para que en todo el Reyno se actúe y enseñe en lengua castellana. ...y a este efecto
derogo y anulo todas qualesquier resoluciones, o estilos, que haya en contrario, y esto mismo
recomendará el mi Consejo a los Ordinarios Diocesanos, para que en sus Curias se actúe en
lengua castellana…. cuidando de su cumplimiento las Audiencias y Justicias respectivas”. O
sea que, a partir de ese momento, quien enseñara en la lengua que había heredado de sus
padres, con la que recibía y transmitía pensamientos y sentimientos, leía, escribía y aprendía,
se comunicaba, amaba o rezaba, fuera o no minoritaria,pasaba a ser un delincuente.
(¿Delincuente? ¿No es, por el contrario, delincuente quien, como muestra de su poder político,
legisla atacando una lengua, que es sagrada sea la que sea, la hable una sola persona o
quinientos millones?), perseguido por la justicia (con minúscula); y para que quedara claro,
periódicamente se apretaban más las clavijas: Isabel II con la prohibición de obras de teatro en
catalán, Alfonso XIII con las amenazas a los enseñantes en los reales decretos de 21 de
noviembre de 1902 y de 11 de junio de 1926,o la instrucción del inspector de enseñanza
Mariano Lampreav de, 20 de febrero de 1939 prohibiendo los libros en catalán, o la orden del
gobernador de Barcelona de 28 de julio de 1940 prohibiendo a los funcionarios hablar catalán,…Pero la lengua, cualquier lengua, capacidad del ser humano para expresar pensamientos y
sentimientos por medio de la palabra, es algo más que trasciende normas. El llamado
nacionalismo catalán se ha ido construyendo con casi los mismos parámetros que los
nacionales de la mayoría de estados –territorio, lengua e identidad–, siendo una de las
características más definitorias, la lengua, de forma que desde diferentes sectores se
considera a la lengua como uno de los elementos constitutivos de la nación catalana. A
pesar de las prohibiciones, con cada vuelta de tuerca crecía el sentimiento de identidad y la
gente ha seguido utilizando la lengua y, como consecuencia, ya a finales del siglo XX, los
diferentes partidos políticos en el Gobierno catalán nunca han querido dos comunidades
lingüísticas –castellana y catalana– separadas, sino una sola, bilingüe (salvo excepciones de
partidos extremistas) con la constante de considerar a la lengua catalana no solo como signo
de identidad, formando parte de la cultura catalana, sino como herramienta de cohesión
social.
Pero, no abandonemos el hilo de nuestras reflexiones. Es cierto que en los tiempos de la
promulgación del Decreto de Nueva Planta y otras normas represivas citadas no existía la
conciencia actual hacia la preservación de los derechos de la persona y la preocupación
acerca de que las leyes los protejan y no los coarten, pero no es menos cierto que hoy
estamos regidos por un sistema que llaman democracia (moderna, puntualizan además) y
que nadie ha movido un dedo para revisar esas muchas leyes arcaicas de nuestro
ordenamiento que directamente atentan contra los Derechos Humanos. Es más,
incompresiblemente “demócratas de toda la vida” de los partidos en el poder no cesan de
presentar propuestas y proyectos conducentes a acabar con las lenguas que no son la suya;
y como eso lo hacen contando con los votos mayoritarios de los suyos, tienen la desfachatez
(y hay quien los cree) de proclamar que son medidas democráticas cuando no son sino
muestras de dictadura de mayorías, que es otra cosa.El número 70 de la Revue internationale d’éducation de Sèvres dedicado a la elección de las
lenguas de enseñanza se hace preguntas como ¿Por que aumenta la enseñanza en vasco
en el país Vasco español de Francia? ¿Aún se habla malayo en Singapur? ¿Quién estudia
francés actualmente en Argelia? ¿El estonio está amenazado en Estonia? ¿Por que Francia
no ha ratificado la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias? ¿Por qué hay
padres en India que deciden escolarizar a sus hijos en inglés?, que demuestran que, por lo
que parece, esta elección es una cuestión eminentemente política que supera ampliamente
el marco de las políticas educativas.Capítulo aparte merece la mención a actitudes vinculadas a leyes, de uno u otro color, como
la de aquellos padres que, únicamente por razones políticas extremas, se niegan a que sus
hijos sean educados en la lengua (minoritaria, de acuerdo) propia del lugar que es SU patria
(llamémoslo así) de ellos, inculcándoles desde pequeños un sentimiento de rechazo a su
entorno natural y obligándolos a crecer en un gueto impuesto voluntariamente (¿y
conscientemente?). En el plano psicológico, quien no entiende que las raíces de cada
persona (hijos incluidos) son las suyas, no las de sus padres o abuelos, y que, máxime si se
trata de alguien de la misma sangre, se han de respetar y no atacarlas por motivos políticos,
tiene un problema serio.
Con todo lo visto hasta ahora, alguen podría pensar que las "anomalías" (por llamarlas de
alguna forma) legales se limitan a los territorios que componen España, y en particular ése
que por tener una lengua, cultura e historia distintas despierta odios y envidias (que dan
votos) a partes iguales. Nada más lejos de la realidad; afecta a todo el cuerpo legal.
Los días 27, 28, 29 y 30 de mayo de 1976 se celebraron en el paraninfo de la Universitat de
Barcelona, y con la cobertura legal de la Associació d'Amics de les Nacions Unides (para que
pudieran celebrarse) las Jornades Catalanes de la Dona, bajo el miedo de su prohibición y de
las represalias de la policía armada, los "grises". Las jornadas tenían como principal objetivo
exponer y protestar por la discriminación por ley de la mujer, reclamar sus derechos y
libertades en un plano de igualdad y denunciar la violencia doméstica a la que estaba
sometida y la inacción institucional ante ella. Huelga decir que el contenido de los debates y
resoluciones se tiñó de otros temas políticos, pero eso queda fuera de estas reflexiones. Lo
que sí resulta llamativo es que los objetivos de las jornadas sigue siendo válidos cuarenta y
tres años después y que sigue habiendo asesinatos domésticos de mujeres por el hecho de
ser mujeres. ¿De verdad alguien piensa que puede reivindicarse un estado de derecho
formado por ese tipo de leyes, injustas y anacrónicas?
Si haciendo un recorrido por nuestra legislación “que a todos obliga” resulta que se
encuentran aún leyes promulgadas con ánimo represivo y que están en contraposición de
los derechos de la persona, en particular leyes de contenido político, normas autoritarias sin
más o leyes adoptadas “en caliente” (que también las hay, y a lo que parece es algo más fácil
de ver desde fuera como se comprueba leyendo editoriales que hablan de nuestro cuerpo
legal en The Guardian. Lliberation o Stern, por citar países distintos) en reacción casi visceral
a situaciones puntuales, queda en entredicho que estemos en un estado de derecho,
caracterizado, no por tener un amplio compendio de leyes, sino por cuáles y de qué tipo son
estas leyes (parece lógico deducir que los legisladores deberían recapacitar sobre el hecho
demostrado de que acciones – políticas - que aquí pueden ser consideradas como delitos
gravísimos, en los ordenamientos jurídicos de países avanzados de nuestro entorno ni tan
siquiera son delitos o sobre la modificación que han hecho los Tribunales de Justicia
europeos de sentencias firmes de nuestro Tribunal Supremo o, directamente, desobedeciendo
dictámenes de instituciones de orden superior que sean de obligado cumplimiento). Eso
desmonta también lo del imperio de la ley tal como ahora se invoca por algunos.¿Qué clase
de leyes conforma ese imperio? Siguiendo ese razonamiento, se concluye en una evidencia:
un sistema político no es una democracia porque el pueblo vote cada determinado número de
años, ni un gobernante es demócrata porque haya sido elegido por votación popular.
Ilustración original de Gerard Sancho.
Claro, que mientras tengamos autodenominados políticos que intentan esconder su ineptitud
en gestionar temas incómodos con el paraguas de "eso es ilegal" sin ser capaces, como es
su deber, de revisar y actualizar las leyes.... Hay un conocido adagio jurídico alrededor de las
leyes y el que dice que quien las hace no siempre tiene la integridad moral de quien procura
cumplirlas.
Repetimos un pequeño fragmento de la doctrina del Consejo de Europa, al que pertenecemos
y debemos obediencia, de quela democracia incluso no debe ser la “regla de la mayoría”, si
eso significa que los intereses de las minorías son ignorados por completo. Muchos “deberes”
y mucha pedagogía por hacer para evitar dislates como los que encabezan estas reflexiones.
Si se llega a la conclusión de que el talón de Aquiles para que "democracia" o "estado de
derecho " sean algo más que plabras o expresiones vacías de significado son precisamente
las leyes, cobra todo el sentido lo que ya dijo el filósofo y jurista francés Charles Louis de
Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, más conocido simplemente como
Motesquiu (1689 - 1755), que algo de eso sabía (autor de la teoría, que algunos pretenden
ignorar y defender que es eso, una teoría alejada de la realidad práctica, de la separación de
poderes), aquello de que "no hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las
leyes y bajo el calor de la justicia".
Nota.- Esta entrada está redactada con anterioridad a la publicación de la Sentencia 459/2019
del Tribunal Supremo sobre la Causa especial núm. 20907/2017 y, por consiguiente, no
influida ni condicionada por ella en las reflexiones que la integran.
1Entendiendo
como tal el concepto que surgió en Francia a finales del siglo XVI
durante las guerras de religión que enfrentaron a católicos y
protestantes y que se refiere a la convivencia como tolerancia con respeto hacia las ideas,
preferencias, formas de pensamiento o comportamientos de las demás
personas. Es inmoral y muy peligroso para el futuro de la sociedad
que se azuce a la pérdida de ese respeto y se ganen votos alentando
la intransigencia, que se “viste” como ruptura de
convivencia, ante quien tiene ideas (políticas, religiosas, de
orientación sexual, deportivas,…) diferentes. Claro, que si hay
quien lo siga... Es esto algo que cualquier persona (salvo algunos de nuestros políticos especializados en crear crispación) lo entiene. En palabras, por ejemplo, del director de cine Alejandro Amenábar sobre el particular, "No es tan difícil asumir que el de al lado no tiene por qué pensar lo mismo que tú. Y en no aceptarlo está el germen de la dictadura".