“Alea jacta est” (La suerte está echada) es una frase atribuida a Julio César en el momento
en que éste cruzara con sus legiones el río Rubicón en el norte de Italia, límite entre Italia y la
Galia Cisalpina, provincia que le había asignado el Senado romano, para rebelarse contra la
autoridad del Senado y dar comienzo a la larga guerra civil contra Pompeyo y los llamados
optimates (facción aristocrática de la República romana tardía que, entre otras cosas,
buscaba limitar el poder de las asambleas populares favoreciendo a las familias nobles y
oponiéndose a la ascensión de los «hombres nuevos» -plebeyos, sin ancestros ilustres- y
otros objetivos como la limitación del acceso a la ciudadanía romana).
Aunque no sea una analogía, sino lo contrario en cuanto a objetivos con los que perseguía
Julio César (se percibe cada vez más que los que serían los actuales optimates están
plenamente consolidados y exhiben poder creciente), la convocatoria de nuevas elecciones,
cuyos motivos no analizaremos por una mezcla de pudor y de salud mental, representa un
cierto paso el Rubicón, en el sentido de la incertidumbre del resultado, con dos apuntes para
la reflexión: la influencia en el votante de las encuestas que publican unos y otros, y la
previsión de que sea cual sea el resultado, todos proclaman que son ganadores.
En el fondo, todas las empresas que se dedican a esa oscura y apasionante ciencia llamada
demoscopia, consistente, en este caso, en estudiar las orientaciones y la opinión pública
sobre a qué formación política votar en las próximas elecciones y reflejarlo en las conocidas
encuestas (“cocinadas” o no) con vistosos gráficos de colorines, se darían con un canto en los
dientes si sus proyecciones se cumplieran, si funcionaran éstas como si fueran profecías,
como si esto fuera la panacea. Pero no.
Michel de Nôtre-Dame (1503 - 1566), más conocido entre nosotros como Nostradamus
(latinizó su nombre para investirse con la autoridad de los autores clásicos), fue un médico
francés y adivino, popular sobre todo por su libro, publicado por primera vez en 1555, Les
Propheties (Las Profecías), una colección de 942 cuartetas poéticas que supuestamente
predicen eventos futuros. La mayoría de las fuentes académicas serias actuales rechazan la
idea de que Nostradamus tenía realmente habilidades proféticas sobrenaturales y sostienen
que las asociaciones entre los eventos mundiales y sus cuartetas “proféticas” no son sino el
resultado de malas interpretaciones o malas traducciones (con frecuencia deliberadamente
mal traducidas para hacer que las “profecías” encajen en cualquier evento que el traductor
creyó se suponía que habían predicho). La mayoría de las cuartetas tratan sobre desastres de
varios tipos, que incluyen epidemias, terremotos, guerras, inundaciones, asesinatos, sequías,
batallas y otros temas parecidos. Algunas “profecías” son genéricas, sin precisar lugares y
fechas; otras parecen tratarse de un personaje o de un pequeño grupo de personas. Algunas
se refieren a un solo pueblo o ciudad y otras enumeran poblaciones diferentes.
Especialistas en su obra demuestran cómo gran parte de su obra profética son paráfrasis de
colecciones de antiguas profecías apocalípticas (principalmente basadas en la Biblia),
complementadas con referencias a los acontecimientos históricos y las antologías de
presagios, y luego las proyecta en el futuro, en parte con la ayuda de la comparativa del
horóscopo. Sus fuentes históricas incluyen pasajes fácilmente identificables de historiadores
clásicos, así como de los cronistas medievales. Una de sus principales fuentes proféticas era
el Mirabilis Liber de 1522, que contenía una serie de profecías con un Prefacio que contiene
24 citas bíblicas.
Los críticos sostienen que su reputación como profeta ha sido construida por intérpretes de
nuestros tiempos, que meten con calzador sus palabras (o cómo las interpretan) con eventos
que ya se han verificado o que son tan cercanos que pueden ser considerados como
inevitables, un proceso conocido científicamente como «precognición retroactiva». Hay
quienes sostienen, incluso, que ninguna cuarteta de Nostradamus ha sido interpretada antes
de que un determinado acontecimiento “previsto” por ella se haya cumplido, o son de
significado muy genérico (por ejemplo: "en algún lugar de Occidente habrá un incendio, en
Oriente comenzará una guerra espantosa")
Hay biografías de Nostradamus que afirman que todo consiste en que temía ser perseguido
acusado de herejía por la Inquisición, ya que muchos otros, que habían publicado ideas
polémicas en aquellos tiempos, habían sido llevados a juicio, por lo que algunos creen que no
escribía como profeta sino que comentaba eventos que pertenecían a sus tiempos, pero
―para evitar persecuciones― lo hacía de manera elusiva, oscura y premeditadamente
confusa, y utilizando un lenguaje críptico y metafórico abierto a interpretaciones. El resultado
es un conjunto de “profecías” de muy difícil comprensión que abarcarían hasta el fin del mundo,
que Nostradamus tuvo a bien indicarnos que sería en el año 3797. Las interpretaciones son
múltiples y las hay para todos los gustos, incluso se pronostica una tercera guerra mundial y
la llegada del Anticristo.
Esta libérrima interpretación de las cuartetas ha permitido demostrar que Nostradamus
profetizara sin ningún género de duda, por ejemplo, el asesinato de John F. Kennedy, el
ascenso de Adolf Hitler al poder, las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, el
atentado contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 y lo que se nos ocurra,
manteniéndose los seguidores de Nostradamus inasequibles al desaliento. Incluso ante
evidencias que desmontan la profecía (como pasa con las encuestas políticas).
Un ejemplo entre muchos: cuando tuvieron lugar los atentados contra las Torres Gemelas de
Nueva York el 11 de septiembre de 2001, toda una legión de “expertos” se abalanzó sobre
Las Profecías, para verificar indudablemente que Nostradamus ya lo había anunciado y
encontraron la cuarteta 87 de la primera centuria donde dice, en traducción aproximada del
original en un francés arcaico y esotérico:
“En el nosogeo fuego del centro de la tierra,
Hará templar alrededores de ciudad nueva
Dos grandes rocas largo tiempo harán guerra,
Luego Aretusa enrojecerá nuevo río.”
donde, equiparando la “ciudad nueva” a Nueva York en tanto “centro de la tierra” se aplica a
World Trade Center y las “dos grandes rocas” a las Torres Gemelas, todo cuadra más o
menos, aunque nadie explique qué pinta aquí Aretusa (¿la ninfa?) pero todo ello en su
conjunto da pie a asegurar la eficacia y fiabilidad del profeta. El problema técnico, que no
desanima a los crédulos, es que esa cuarteta 87 ya estaba “asignada” a la erupción del
volcán Vesubio de 1906 y “confirmada” por las erupciones posteriores en 1929 y 1944 que
alcanzaron Nápoles (Nea Polis en su fundación = ciudad nueva) y, aquí sí, Aretusa tiene un
papel el de hacer el río de lava enrojecido.
Vamos, que las analogías con lo que rodea las elecciones están servidas (dejando aparte las
fake news, vulgo mentiras, y las burdas manipulaciones tendenciosas): las profecías
(promesas) ininteligibles en su expresión y que igual valen para un roto que para un
descosido y la evidencia de que, con los resultados en la mano, el abanico de interpretaciones
sobre ellos suele ser amplísimo y permite que una misma tendencia porcentual en cualquier
sentido sea leída favorablemente por unos y por otros usando argumentos claramente
opuestos. Y no cejamos en el empeño. Sólo queda desear muy sinceramente en este nuevo
paso del Rubicón (y van…) que sepamos identificar a los Nostradamus de turno y sus
“profecías” (que después las cumplan o no en la parte relativa a su responsabilidad ya es otra
historia) y obremos sensatamente en conciencia, aprendiendo de situaciones similares y sus
consecuencias en el pasado.
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