domingo, 29 de diciembre de 2019

Difama, que algo queda…

Coincidiendo con estas fechas de fin de año, en las que se suelen poner en valor los buenos 
propósitos para el año venidero, ha llegado a mis manos un documento (no sé en realidad si 
llamarlo así) de arqueología de un medio de comunicación de hace algún tiempo en el que el 
autor, un historiador y articulista para mí desconocido (lo cual no quiere decir nada, por 
supuesto), se desahoga acusando de expoliador al geólogo francés Georges Servajean por 
su prospección arqueológica en el oppidum (así se conoce el lugar elevado, colina o meseta, 
cuyas defensas naturales se han visto reforzadas por la intervención del hombre) ibérico de 
Giribaile, en la provincia de Jaén, hace 50 años, en la que tuve el privilegio de participar. 
Pasado el primer momento de estupor (por la parte que me toca) por la lectura, y sin el 
objetivo de pretender convencer a nadie (sus razones tendrá quien lanza esas acusaciones 
a quien, además, no puede defenderse), puedo afirmar que mi experiencia con Servajean es 
muy otra, y en los recuerdos activados me viene a la memoria como una persona abierta, 
educada, atenta, desprendida, colaboradora, buen profesional,… lo que no cuadra con los 
calificativos leídos. Obviamente, esto no pasa de ser opiniones personales sobre una persona, 
mientras que el artículo de marras califica hechos. Pues vamos con ellos. Haciendo un poco 
de memoria de esa época…  
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Giribaile, situada en el término del municipio jiennense de Vilches, más concretamente en la 
confluencia de los ríos Guadalimar y Guadalén, muy cercano a la aldea de Miralrío, no es 
sólo un viejo asentamiento de los iberos. De hecho, lo primero que sorprende al visitante 
cuando se llega allí por primera vez es la sucesión de cuevas horadadas1 en el farallón sobre 
el que se asienta la meseta. Antiguo refugio de eremitas, sus primeros ocupantes se 
remontan a la Edad Media y los últimos todavía viven. Estas covachas, conectadas entre sí 
por estrechos laberintos, fueron últimamente hogar provisional de temporeros cuando tocaba 
recoger la aceituna. Algunas se han desmoronado, porque el terreno arcilloso está siempre a 
punto de estrecharse sobre ellas. También hay unas cuantas míseras casas, la mayoría en 
ruinas. Resulta difícil imaginar las condiciones de vida en este ambiente opresivo, rodeado 
de paredes de piedra húmeda y da un cierto rubor, la verdad, ahora que hacemos un drama 
cuando se nos estropea un par de días el microondas.

Se sube (en fila india) a la meseta donde estuvo asentada la ciudad por una serpenteante, 
tosca y estrecha escalinata tallada en la roca sobre cuyos peldaños se han elucubrado hasta 
significados esotéricos. Hay también, claro está, una empinada cuesta bordeando el talud 
por donde se supone que accedían a la ciudad los carruajes. Al margen de sus connotaciones, 
la verdad es que todo ello merecería adornar el castillo de un hobbit. Al llegar arriba, lo 
primero que hay que hacer es darse la vuelta para disfrutar del paisaje, realmente 
espectacular, de interminables hileras de olivos, de los tres embalses circundantes 
(contruidos con posterioridad a las excavaciones de Servajean y que conceden al pueblo de 
Vilches el timbre de notoriedad de ser el municipio con más costa interior de España), de los 
perfiles de las lomas que se pierden en el horizonte. Desde luego, estos iberos sabían lo 
que se hacían. El enclave es inmejorable, dominador, estratégico, casi inexpugnable. Y 
extenso, muy extenso, tanto como 15 campos de fútbol, de los que sólo se ha excavado una 
cantidad ínfima, una carencia arqueológica que otorga un valor añadido: el oppidum de 
Giribaile se conserva prácticamente como lo dejaron sus últimos moradores. 
 
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Y unos apuntes históricos. La primera ocupación humana de la meseta, con carácter más o 
menos permanente y en forma, posiblemente, de poblado de cabañas, según los vestigios 
estudiados, corresponde, grosso modo, a los siglos VIII-VII A.C.; la siguiente fase 
corresponde a inicios del siglo IV A.C., momento en el que se funda el oppidum de Giribaile, 
que llegó a alcanzar, como se ha apuntado, unas 15 hectáreas de meseta fortificada, 
configurándose entonces como una de las grandes ciudades del Alto Guadalquivir. Giribaile 
representa un buen ejemplo del modo en el que se llevó a cabo el proceso de romanización 
en la península después de finalizar la Segunda Guerra Púnica (se considera que los 
habitantes de la ciudad eran ya cartagineses, evolucionados de los primitivos iberos). La 
ocupación de Giribaile continúa, aparentemente, hasta finales del siglo II - inicios del I A.C., 
momento en el que se documenta una destrucción violenta, hecho que, muy probablemente, 
corresponde a una acción militar de castigo encabezada por el cónsul Tito Didio (no confundir 
con Tito Livio), que tenía a su cargo un destacamento que hibernaba en la vecina ciudad de 
Cástulo2, capital de la Oretania, con la finalidad de controlar los centros metalúrgicos. El 
excepcional buen estado de conservación arqueológica del conjunto se debe al abandono 
repentino del mismo por un incendio generalizado (¿la operación militar de castigo?) 
documentado, además de en la campaña de excavación arqueológica del año 2014, en la 
campaña anterior de Servajean, en 1968 y 1969. Este incendio calcinó las estructuras de 
soporte vegetal cuya composición, gracias a los pertinentes estudios, ha podido ser 
identificada: se empleó el pino para la estructura de sustento y madroño y adelfas para cubrir 
las luces dejadas por las vigas del pino. Debido al incendio se produjo el desplome sobre el 
suelo de ocupación y los recipientes anfóricos del material de construcción que formaba parte 
de los muros de cierre de habitación y suelos.

Tras la destrucción se produce un abandono de la meseta y una disgregación de población 
que empieza a establecerse en el valle. Para momentos posteriores de época romana, en la 
meseta sólo se documentan algunos fragmentos de terra sigillata («cerámica sellada» o que 
ha recibido estampilla o sello) hispánica, fruto de una ocupación puntual de tipo rural de 
época posterior. Los restos de la muralla que fortificaba la ciudad, por ejemplo, son ahora 
apenas una sucesión de montículos. La Naturaleza, tarde o temprano, se cobra su venganza. 
Y eso pese a que, en sus mejores tiempos, la muralla tuvo casi 250 metros de longitud y diez 
de alto en algunos puntos.  
 
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En la alta Edad Media, los visigodos mantuvieron una población importante aunque dispersa 
en núcleos rurales basados en una economía agraria y ganadera; de esta época datan los 
eremitorios cristianos de las cuevas. A partir de la invasión musulmana, en el siglo VIII, los 
árabes levantaron una fortaleza en el extremo noreste del cerro/meseta aprovechando 
elementos defensivos conservados del oppidum ibérico, de la que todavía hoy se pueden 
observar la planta irregular, algunas torres, el aljibe y lienzos del recinto murado. La fortaleza 
fue reconquistada por las huestes de Fernando III El Santo en su campaña para la 
Reconquista del Reino musulmán de Jaén, y cuenta la leyenda3 que el señor del castillo, Gil 
Bayle de Cabrera, hizo fijar un letrero que era todo un desafío al destino. “De río a río todo 
es mio. Esta tierra es de Gil Bayle, que no morirá ni de sed ni de hambre”. Pero se cuenta 
que en el transcurso de una cacería, el señor Gil Bayle cayó con su caballo a una sima. Allí 
lo encontraron pasado un tiempo sin vida, muriendo paradójicamente de sed y de hambre.

En este contexto, Georges Servajean, geólogo que a la sazón trabajaba como topógrafo para 
la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya-España (compañía minera de capital 
francés con sede en Madrid que explotaba los yacimientos mineros de la zona) en las oficinas 
de La Carolina, recibió información, o puede que ya la tuviera, de todos esos asentamientos 
humanos en la cercana loma que ahora era un terreno yermo y lleno de hierbajos y, con el 
apoyo financiero de la Compañía a la que prestaba sus servicios profesionales, la 
comunicación previa de la decisión a la Diputación y la entusiasta colaboración de un grupo 
de jóvenes, en general robándole tiempo a los estudios o a otras obligaciones, organizó unas 
prospecciones arqueológicas que pronto dieron sus frutos en forma de descubrimientos de 
muros y pavimentos, vasijas de cerámica4 y utensilios de metal. Ahora, las piedras que 
señalan esas primitivas casas con zócalos de piedras y paredes de adobe están comidas 
otra vez por la hierba, pero aún se puede apreciar el patio en torno al cual se repartían las 
habitaciones. Las hechuras de la ciudad debían ser imponentes, lo que avala la idea de que 
no existe en toda España una ciudad ibera de estas dimensiones que se conserve intacta. 
Vale la pena citar como anécdota que, siguiendo los estándares sociales de la época, del 
grupo citado de jóvenes, los chicos se encargaban de la excavación y el trabajo de campo, y 
las chicas de la limpieza, restauración en su caso, y clasificación de los hallazgos en el 
piso-local facilitado al efecto por la Compañía. 
 
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Las excavaciones finalizaron de forma repentina porque la intervención (pese a haber sido 
comunicada legalmente y no costar ni un céntimo al erario) se desarrolló sin la autorización 
pertinente de la Administración, imprescindible por relacionarse con el Patrimonio y se 
prohibió continuar con ella.. Se habían abierto 19 cortes en los 256 metros cuadrados de 
superficie excavada, menos del 0,20% del oppidum. Frente a la acusación de expolio, 
vertida con ignorante ligereza, la opinión de los expertos es muy diferente: “La actividad 
arqueológica realizada en la zona central del poblado en las campañas de excavación 
dirigidas en 1968-1969 por el geólogo francés Georges Servajean apoyado por el Grupo 
Arqueológico Carolinense permitió obtener una documentación muy interesante para la 
comprensión del proceso histórico en este oppidum de época ibérica”5. ”Gracias a las 
campañas de excavación desarrolladas durante los años 1968 y 1969 se pudo identificar la 
zona lindante a las escalinatas de piedra como un barrio residencial y de producción artesanal, 
ya que se documentaron estructuras de menores dimensiones  que las de otras áreas, así 
como una mayor compartimentación interna y diferentes funciones artesanales que indican 
una diferencia funcional entre ambas áreas”6. 
 
 
Documento original ciclostilado de una de las catas "clandestinas" de los trabajos de Servajean.
 
Quizá no se ha investigado suficientemente que el auténtico expolio se produjo cuando 
Servajean y su equipo tuvieron que abandonar los trabajos (atendiendo a órdenes legales no 
relacionadas con la conveniencia y calidad de las catas sino con absurdas discrepancias 
– que aún se arrastran en muchos aspectos – en competencias burocráticas) habiéndose ya 
divulgado en los medios la calidad y cantidad de los hallazgos arqueológicos en un terreno 
ahora identificado y abierto a los “buscadores de tesoros”, y de eso, si hay algún culpable, 
no es Servajean precisamente, sino una Administración celosa, inmóvil y con las prioridades 
confusas, primando la legalidad (siempre cambiante por definición) por encima de la eficacia, 
la conveniencia y el sentido común. Todos (repito, todos) los objetos recuperados en las 
excavaciones, custodiados en principio por el desaparecido Grupo Arqueológico Carolinense, 
creado ad hoc en 1969, se exponen hoy en el Museo Arqueológico Provincial de Jaén o en el 
Museo de La Carolina, o sea que de expolio, nada de nada, y acusar de tal cosa a Servajean 
y su altruista equipo es maledicencia o ignorancia (o ambas).

Acabemos bien este año dando al César lo que es del César….
 
 
Posible urna cineraria con inscripciones hallada en Giribaile. (De un documento-informe de las prospecciones de Servajean)
 
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1El arqueólogo almeriense de la Universidad de Granada Manuel de Góngora Martínez describió por primera vez, en 1860, las Cuevas de Giribaile.“Llámase hoy Cuevas de Mari-Algar (Ma-Al-garb; esto es, Fuente del Ocaso) la que aparece en la lámina. Otras cuevas hay a la izquierda del que lo mira y fueron defensas, según las escaleras interiores y troneras, abiertas a pico, que observa allí el curioso viajero. En la meseta de sitio tan excelente, se alzó, a mi parecer, sin duda alguna, la Giri de Plutarco”, una identificación luego discutida por otros expertos.

2Históricamente, el misterio rodea el lugar; a falta de inscripciones que corroborasen la identificación, se sustentaba en la semejanza de los topónimos modernos con su contrapartida antigua y así se relacionaba la ciudad de Giri, mencionada por Plutarco (Sertorio III, 5-10) en sus Vidas paralelas, Eumenes-Sertorio, con el cerro de Giribaile. Sin embargo, no existe consenso entre los filólogos sobre que Girienses sea el gentilicio recogido en el mencionado pasaje. En cualquier caso, tampoco la evidencia arqueológica sustenta dicha identificación puesto que el episodio de la vida de Sertorio narrado por Plutarco se corresponde con la toma de una ciudad a principios del siglo I A.C., y los materiales documentados en el interior de la ciudad ibérica no llegan hasta ese momento, con la sola excepción de un pequeño conjunto de cerámicas en el flanco sureste de la plataforma norte. Además, la existencia del topónimo actual no ha podido ser documentada en momentos anteriores al siglo XVIII. Por todo ello se puede desechar, pese a la convicción expresada por Manuel de Góngora, la correlación entre Giri y Giribaile debido a la fragilidad de la propia evidencia literaria y, sobre todo, a la información procedente del registro arqueológico.

3Así se puede leer en la hace muchos años desaparecida publicación cultural carolinense “Cabria”. Hay otras versiones de la leyenda, una de las más conocidas, aparte de la citada, relacionada con la venganza contra el señor Gil Bayle, que había ejercido el "derecho de pernada" con la hija del molinero.

4Una auténtica joya es lo que parece ser una urna de cerámica decorada para depositar las cenizas de los difuntos en la que hay una inscripción que, según los estudiosos, emparenta el lenguaje en el que está hecha con el actual euskera más que con las lenguas propias de la zona. Por cierto, ¿cómo se pudo estudiar esta vasija si la pieza está expoliada?

5Luis María Gutiérrez Soler et altri, Las cuevas de Giribaile: nuevas aportaciones para el estudio del poblamiento eremítico en Andalucía Oriental, Revista AyTM, 2005.

6 En la zona excavada del poblado hay dos calles principales entre las que discurre un muro medianero que es utilizado como pared maestra de las viviendas. El lugar ha sido objeto de tres excavaciones arqueológicas oficiales, en 1968-1969, 1995 y 2014 (aunque, en puridad, la del 1968-1969 conste como “No autorizada”) y muy numerosas ilegales, especialmente acusadas en las dos necrópolis del oppidum. Las pocas viviendas excavadas oficialmente, presentan una forma cuadrangular en las que aparecieron restos de cenizas, consecuencia de un incendio devastador.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Esos villancicos...

  

Es la época. Como cada año por estas fechas, está claro por el calendario (y por el 
bombardeo televisivo de anuncios de regalos) que ya se acerca, que ya está aquí, la Navidad, 
de lo que seguramente uno de los indicativos más claros es cuando vas a visitar un centro 
comercial o, en general, a una tienda, y de repente te das cuenta que lo que estás tarareando 
mecánicamente es el villancico que está sonando en los martilleantes altavoces. El villancico,
año tras año, está presente y aunque la mayoría de las personas lo terminan aborreciendo, es 
un hecho casi seguro que sin ellos, la Navidad no sería lo mismo. Es un elemento esencial. El 
villancico es la canción que nos acompaña durante toda la festividad de la Navidad. 
 
 
 
En la actualidad, los villancicos cumplen varias funciones. Por una parte ambientan y 
complementan ese ambiente navideño (en casa, en las calles, en las tiendas…), sirven como 
herramienta para una de las costumbres típicas: el aguinaldo (regalo que cada vez más una 
costumbre relegada a los niños) y se suele asociar al consumo de productos típicos en estas 
fechas (es típico ver un anuncio de turrón con un villancico de fondo).

Sin embargo, no solemos pararnos a pensar por qué esas canciones de letra tan sencilla y 
ritmos tan pegadizos están tan presentes como símbolo en estas fechas tan señaladas, ¿de 
dónde surgen los villancicos?, ¿cuándo aparecen por primera vez?, ¿por qué están asociados 
a la Navidad? Porque los villancicos no solo tienen, pues, un lugar en la historia; lo cierto es 
que también encierran las tradiciones y aunque cada país y cada familia celebre la Navidad 
de forma diferente, a quienes recuerden el nacimiento del niño Dios en diciembre, escuchar 
estos temas musicales los llena de sentimientos. A los adultos, los reencuentra con su niñez, 
a los niños los invade la alegría de que se aproxima Nochebuena y los Reyes Magos y podrán 
abrir muchos regalos, pero sobre todo, estas canciones invitan a grandes y pequeños a vivir 
intensamente estas fiestas.

Etimológicamente, la palabra “villancico” proviene del vocablo castellano “villano”, 
denominación que se le daba a los habitantes de una villa (pueblo) con el objeto de 
diferenciarlos de los nobles, es decir que probablemente su origen es que se trata de 
composiciones de naturaleza popular, cantadas por los villanos o habitantes de las villas, 
generalmente campesinos u otros habitantes del medio rural. Eran cantados en fiestas 
populares, originariamente sin temática específicamente religiosa, y los principales temas eran 
los acontecimientos recientes del pueblo o la región con la finalidad de parodiar a los 
personajes célebres del momento y contar historias de amor o anécdotas de los pueblos. El 
género se amplió posteriormente hasta incluir temas diversos y se cantaban en cualquier 
época del año. 
 
 
 
Según la tradición cristiana, los primeros villancicos navideños fueron cantados por los 
ángeles para celebrar el nacimiento del niño Jesús. Históricamente, las composiciones 
basadas en la Navidad tienen un origen muy antiguo (siglo IV). Esas composiciones son sin 
rima y tienen un carácter doctrinal más que tiernamente humanos. Transmiten la redención 
de los pecados por el misterio de la Encarnación y el milagro del Nacimiento virginal, 
obviando el lado humano y poético del nacimiento de Belén. Las primeras manifestaciones 
de villancicos aparecen en las cancioncillas mozárabes del siglo XI (de hecho, uno de los 
más conocidos villancicos populares, aquel que se centra sobre todo en la historia de la 
Virgen María y sus quehaceres diarios tras el nacimiento del niño Jesús, Los peces en el río
si bien su origen es desconocido, tiene claras influencias árabes). Con algunos precedentes 
aislados, el primer villancico escrito puede fecharse hacia 1158 y las primeras composiciones 
que pueden denominarse con este nombre surgieron hacia la segunda mitad del siglo XV, 
durante el Renacimiento, como una evolución de formas musicales populares mucho más 
antiguas. En este tipo de cancioncilla reconocen los críticos estudiosos el núcleo de la lírica 
peninsular. Algunos aseguran que el compositor de los primeros villancicos fue el Marqués 
de Santillana, conocido como el primer poeta del siglo XV, por haber creado una serie de 
canciones para celebrar con sus tres hijos el misterio de la Navidad.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI las autoridades eclesiásticas comenzaron a 
promover como una medida evangelizadora el uso de música en lengua vernácula en los 
oficios religiosos, especialmente durante las fiestas del calendario religioso, sobre todo en 
Navidad y el Corpus Christi; en síntesis, que la Iglesia católica incluyó los villancicos en la 
liturgia de la misa navideña para enseñar al pueblo de manera sencilla el nacimiento de 
Jesús y el significado de la Navidad. Estas piezas se cantaban en la misa de mañana de 
estas festividades. Las catedrales e iglesias de importancia se dotaron de un cuerpo de 
músicos y un maestro de capilla encargado de componer especialmente para estas 
ocasiones. Desde ahí empezaron a cobrar fama y a difundirse por todo el mundo y, con el 
pasar de los años, adquirieron una estructura más alegre y juguetona que empalmó mejor 
con la fiesta navideña. Por ello, avanzamos, hoy día los cantamos y escuchamos desde que 
inicia diciembre. 
 
 
En el siglo XVII el villancico es un género sumamente popular, y para entonces constituirá la 
mayor parte de la producción musical española de la época. Se componen multitud de 
villancicos devocionales para las distintas festividades religiosas tales como la Asunción, la 
Inmaculada Concepción o festividades de santos, además del Corpus Christi o la Navidad. 
La evolución del villancico de temática religiosa mantuvo la costumbre cristiana de 
celebración de la fiesta de Navidad del Señor. De hecho, el villancico religioso representa la 
evolución de la poesía lírica a lo largo de la historia. 

En el siglo XVIII, la última época en la que el villancico se cantaba todavía en las 
celebraciones religiosas, fue quedando relegado a la celebración de festividades navideñas, 
por lo que quedó en la memoria popular como un género de canción específica de la Navidad, 
pasando a denominar por extensión a toda canción de temática navideña hasta llegar a hoy, 
en que el villancico es el “fondo musical” que intensifica eso que se ha dado en llamar “el 
espíritu navideño”. 

Paralelamente, la reforma protestante trajo como consecuencia un gran florecimiento de la 
composición musical religiosa. Los villancicos ganaron en popularidad tras la reforma en los 
países donde las iglesias protestantes tenían protagonismo (como es bien sabido, el propio 
Martín Lutero fue autor de villancicos y promocionó su uso en el culto). Por otra parte hubo 
una fuerte oposición inicial por parte de algunas formas protestantes encabezadas por el 
calvinismo, que rechazaba cualquier forma superficial de culto, llegándose a prohibir toda 
celebración de la Navidad. Pero otras ramas del protestantismo favorecían el uso de la 
música en las celebraciones religiosas en detrimento de otras formas de devoción usadas 
por la Iglesia católica, favoreciendo así la popularización de las canciones navideñas.  
 
 
Por esto, en la actualidad se denomina villancico a un canto de Navidad, de cualquier clase 
de extensión, métrica y rima tanto en castellano1 como en otras lenguas: en los países 
ingleses, se cantan los Christmas carols, en Valonia los heyes, en Rusia los koliadki a las 
puertas de las casas, en Rumanía las colinde, en Polonia las kolęda, en Bulgaria las koleda, 
en Italia los canti Natalizi o las pastorali o laudi, en Alemania las Weihnachtslieder, en los 
Países Bajos meridionales del siglo XVII los cantiones natalitiæ, …  

Algunos de los villancicos populares más conocidos entre nosotros y que persisten son:

- Hacia Belén va una burra

- Los Peces en el río

- Campana sobre campana

- La Marimorena

-...

Dejando, pues, a un lado las magníficas y sensibles páginas de música seria que han 
propiciado (Adeste Fideles, Jesus bleibet meine Freude, O Tannebaum, Stille Nacht, heilige 
Nacht, y un largo etcétera) y ciñéndonos a los villancicos populares, esos que se asocian a 
la chiquillería, es evidente (y así se asume sin estridencias) que conservan casi intacto, 
como atractivo identitario, su espíritu paródico y crítico, flirteando incluso con una cierta 
irreverencia pero sin perder frescura y espontaneidad ¿infantiles?. Y si no, que se lo digan a 
esa muestra de “caridad cristiana” que dice “Dame el aguinaldo / carita de rosa / que no 
tienes cara / de ser tan roñosa. / La campana grande de la Catedral / se te caiga encima si 
no me lo das / ...” 
 
O ese modelo de comportamiento social ante lo que se pregona como un motivo de feliz 
celebración: Esta noche es Nochebuena / y mañana, Navidad; / saca la bota, María, / que 
me quiero emborrachar / ... 

O ese otra muestra de sensibilidad, respeto y tacto representado por el coro de tiernos 
infantes que, plantados ante una recreación del Pesebre con sus figuras cantan a voz en grito 
ante el mismísimo San José “Dime, Niño, ¿de quién eres? /…./ Soy de la Virgen María2 / y del 
Espíritu Santo /...”, o sea que José no se sabe muy bien, según eso, qué pinta allí.

O, para acabar, ese de “Esta noche nace el Niño / y es mentira, que no nace, / que esto es 
una ceremonia / que todos los años se hace / ...” 
 
 
Quizás lo más curioso de todo esto es la transformación, o no, que estas canciones ha 
sufrido con el paso de los siglos y aunque a veces nos resulten repetitivos, simples e incluso 
aburridos, la verdad es que son parte de nuestra historia y no debemos dejar que pasen al 
olvido. Otra cosa es su uso en la vorágine comercial de estas fechas...
 
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1En catalán existen también numerosos villancicos, llamados allí nadales:
A Betlem me'n vull anar, en castellano A Belén me quiero ir.
El Cant dels Ocells, El canto de los pájaros.
El noi de la mare, El Chico de la Madre.
Fum, Fum, Fum, Humo, humo, humo, también conocido como 25 de diciembre.
El desembre congelat, El diciembre congelado.
...
Todos ellos tradicionales y de autor desconocido. Con letra de Jacinto Verdaguer es Cançó del Rossinyol, Canción del ruiseñor.

2El dogma de la virginidad de la madre de Jesús, recogido de los Evangelios, tiene antecedentes, no sólo en las mitologías griega y romana, sino, particularmente, en la deidad hindú Krishna, nacido en prisión, en una celda, teniendo lugar también su concepción virginal de una mujer mortal, Devaki, que fue “fecundada” por Vishnu al descender el dios hasta su vientre y “nacer” como su hijo Krishna.

domingo, 15 de diciembre de 2019

¿Qué es el éxito?

A veces, casi siempre por motivos físicos o de simple edad, se cumple a rajatabla esa 
premisa filosófica de que para estudiar (que no, ya, programar) el futuro, la única forma y el 
único motivo de satisfacción es mirar hacia atrás y ver lo que se ha hecho, lo que se ha sido, 
de manera que cuando se presenta la oportunidad y el momento en que por fin se deja de 
correr, uno se para y se encuentra consigo mismo, con una sensación de paz que va 
creciendo en el interior y sintiéndose desnudo, sin adornos, vacío de prejuicios y abierto al 
sentimiento, aceptándose tal y como se es y, a poco que el ejercicio muestre que hay más 
puntos positivos que negativos (que siempre los hay), una paz inunda la vida, una alegría 
sincera que requiere de nada más que de uno mismo.
 
 
Resultado de imagen de Bronnie Ware

Ese ejercicio (difícil, no nos engañemos) de ser capaz de autoanalizarse lo llevó al extremo 
Bronnie Ware, escritora, compositora y conferenciante australiana, en sus escritos sobre lo 
que escuchó durante su tiempo como enfermera/cuidadora paliativa, publicados en 2009 en 
su blog (y volcado en 2012 en libro) como "Regrets of the Dying" (Arrepentimientos de los 
moribundos), y es que, a diferencia de Edith Piaf, que decía en su famosa canción Je ne 
regrette rien que ella no se arrepentía de nada, mucha gente, cuando mira para atrás, parece 
que sí. La autora, sobre la base de que “Todo lo que hacemos en nuestra vida, bueno o malo, 
nos ayuda a aprender algo”, lo que la conduce a la conclusión de que “La gente no parece 
arrepentirse de algo que  hizo; por eso es más común arrepentirse de algo que NO se hizo”, 
lo resume en:

 - “Ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los 
otros esperaban que hiciera”.
 - “Ojalá no hubiera trabajado tanto” porque eso hace perder el equilibrio emocional y 
como resultado se pierden muchas cosas en la vida.
 - “Hubiera deseado tener el coraje de expresar lo que realmente sentía” o de hablar y 
decir que no gustaban determinadas cosas, o de hablar con personas y decirles lo que 
realmente se sentía por ellas
 - “Habría querido volver a tener contacto con mis amigos”, volver a ver a alguien para 
recordar momentos compartidos de su vida, pero no se había hecho el esfuerzo de encontrarlo 
y eso porque los amigos son muy importantes ya que a menudo los familiares soportan su 
propia carga.
 - “Me hubiera gustado ser más feliz”.

La principal conclusión de la autora después de su experiencia es "Pienso que como seres 
humanos debemos aprender a perdonarnos más a nosotros mismos y no ser tan duros por 
no haber hecho algo en el pasado. Y esto se aplica principalmente cuando una persona está 
enferma y no tiene ya libertad de hacer cosas porque no tiene salud".  
 
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Fijémonos en que uno de los pilares del resumen de la obra de Bronnie Ware gira en torno al 
lamento por haber descuidado las relaciones personales de amistad, lo que coincide con lo 
que opinan los expertos de que más que una infancia feliz, una infancia en la que se formaron 
lazos emocionales parece ser más claro predictor de una larga y disfrutable vida. En este 
sentido, en 1938 se inició en la Universidad de Harvard el estudio más completo sobre el 
bienestar y el desarrollo de hombres adultos. En 1966, un entonces joven psiquiatra George 
Eman Vaillant, tomó las riendas de lo que se conoce como el Grant Study, y que consiste 
básicamente en dar seguimiento a la vida de 764 personas que estudiaron en Harvard y 
determinar qué factores predicen en ellas el bienestar. Recientemente Vaillant publicó las 
conclusiones a décadas de entrevistas, investigación y viajes para visitar a los sujetos de 
estudio en el libro "Triumphs of Experience", donde sugiere que el común denominador del 
bienestar son las relaciones personales. Al parecer la esencia de nuestra existencia en este 
mundo es el ser/estar-con, y la otra variante es la llama física de la vida que permite vivir 
más y mejor. 

Con anterioridad al estudio, los investigadores, según los prejuicios de la época, 
consideraban que los factores más importantes a seguirse tenían que ver con la fisonomía 
de un hombre: su estatura, su tipo de cuerpo "masculino" (la gran mayoría eran hombres), 
etc., pero a raíz de él no se puede aseverar que el cuerpo sea decisivo para la felicidad; en 
cambio las características más decisivas tienen que ver con el aspecto cualtitativo de las 
relaciones. Vaillant demostró estadísticamente que quienes que venían de un entorno 
familiar cálido tuvieron una mayor ascendencia sobre su entorno que aquellos que crecieron 
en hogares más fríos y con relaciones parentales menos amorosas. El cuerpo, el físico, 
resultó inútil para predecir cómo le iría a un hombre en la vida.  Tampoco su afiliación política 
o incluso su clase social, pero tener un alto coeficiente de cariño en la infancia fue un 
predictor muy alto de bienestar. Curiosamente, en hombres, aquellos que mostraron tener un 
mejor vínculo emocional con su padre lograron vivir más tiempo y encontrar mayor bienestar, 
según el índice de Vaillant. 
 
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Aunque este estudio podría parecer como una tesis meramente freudiana, Vaillant notó que 
algunas personas lograron cambiar/mejorar ya en la madurez, incluso a los 80 y 90 años 
aprendiendo nuevos trucos, abriendo su corazón a la expresividad y a la vinculación 
emocional. Algunos hombres lograron "florecer" entre los 60 y 70 años, abriendo una brecha 
de esperanza en el viejo saco de los huesos. El critico del New York Times David Brooks 
escribió sobre el estudio de Vaillant: "Los hombres sujeto del estudio frecuentemente se 
volvieron más conscientes de sus emociones al envejecer, más aptos a reconocer y expresar 
emociones. Parte de esta explicación es biológica. Las personas, especialmente los hombres, 
se vuelven más alerta de sus emociones al envejecer[...] Parte de esto es probablemente 
histórico. En los últimos 50 años, la cultura ha descubierto el poder de las relaciones".

Quizás estemos atravesando un periodo de reconocimiento del valor emocional, una 
preponderancia sobre lo racional y material que anticipa un cambio de paradigma  --algo 
quizás relacionado con un gradual giro de una sociedad de dominio masculino a una mayor 
igualdad y a una mayor admisión de las cualidades relacionadas históricamente con lo 
femenino -. Sabemos científicamente que el contacto humano (físico y psicológico) tiene 
efectos positivos en la salud; sabemos que la forma principal en la que se encuentra este 
contacto humano, esta intimidad, es a través de la apertura emocional, fundamentalmente del 
desarrollo de capacidades empáticas y su correlación con un índice de felicidad. 

Esto cuadra pero algo falla; si hemos supuesto que, al mirar hacia atrás, uno se para y se 
encuentra consigo mismo, y el resultado es la expresión de las conclusiones que recogía 
Bronnie Ware, habrá que pensar fríamente que el modelo de vida que se ha seguido no es 
emocionalmente el adecuado. Si el éxito no aparece entre las prioridades personales, ¿por 
qué lo buscamos? ¿Y por qué hay tanta gente empeñada en hacernos creer que la 
competitividad y el éxito son tan importantes? Repasemos. Aún se suele admitir que las 
personas exitosas se miden por sus posesiones, o sea, casas, coches, joyas, dinero en el 
banco, etc., y esto suele ser la definición tradicional del éxito en la vida y modelo a seguir. El 
tiempo (y la crisis, no sólo económica, no lo olvidemos) ha propiciado cambios, sobre todo en 
las nuevas generaciones; las personas “sin futuro” que nacieron a partir de 1980, los llamados 
«milennials», actualmente tienen, en general, otra visión de lo que significa el éxito, y no se 
trata de un asunto de principios o un aspecto religioso del que hayan aprendido que lo 
espiritual o emocional es más importante que lo material, sino simplemente se funda en la 
propia cultura que ellos han construido, mayormente basada en sus experiencias y gustos 
personales: las experiencias de vivir en un mundo en que el espacio cada vez es más caro, en 
el que las horas cuestan mucho más, o el impacto ambiental de la industria es mayor, han 
hecho que esta generación sea diferente a las anteriores. 
 
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Los jóvenes de hoy tienen una percepción de éxito muy distinta a la de sus padres, para los 
que el tener casa propia cuanto antes, era sinónimo de éxito (aunque fuera a costa de 
adquirir paralelamente una gran deuda). Lo mismo pasaba con los jóvenes de antes, que se 
consideraban exitosos al comprar un coche ... o más de uno. Hoy en día, tener casa propia o 
tener coche propio no es sinónimo de éxito, al menos no bajo la cultura de estos milennials. 
Este nuevo concepto no considera la adquisición de bienes, sino más bien la capacidad de 
vivir experiencias por las cuales estar orgulloso. En vez de comprar un coche, quizás es más 
eficiente y sano andar en bicicleta e invertir en la creación de un negocio que surja rápido o 
que sea sustentable en el tiempo. En lugar de comprarse una casa, es más bien visto irse de 
viaje a estudiar un Máster, o simplemente ir de vacaciones, sumergirse en alguna cultura 
nueva o aprender un idioma. Ahora, las competencias pesan más que las cosas. Cabe 
señalar que, según muchos estudiosos del tema, no es que exista desinterés en adquirir 
cosas materiales, sino que el abanico de posibilidades para gastar recursos y demostrar éxito
se ha ampliado, dejando un poco de lado lo que es material. En el fondo, destinar recursos 
económicos en vivencias interesantes, o en estudios o viajes, se ha transformado en la 
opción prioritaria. Al ver las cosas desde esta perspectiva, hallamos sentido en que las cosas 
no traen más placer, ni más éxito, ni más felicidad que las experiencias vividas. Además, la 
mayoría de los bienes materiales se desvalorizan en el tiempo, mientras que haber 
aprovechado el tiempo será una ventaja de riqueza considerable en una evaluación futura. 
Como dice el afamado cardiólogo Valentín Fuster como toque de atención, "La sociedad 
actual, que vive por y para la competitividad y el consumismo, es la responsable de la mayor 
parte de las enfermedades cardiovasculares y cognitivas de los españoles". 

"El verdadero éxito de la competición son los amigos que haces por el camino. Las medallas 
se oxidan, pero los amigos de verdad no acumulan polvo". Jesse Owens, atleta 
estadounidense de color que en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 ganó fama internacional 
al conquistar cuatro medallas de oro ante Hitler. 
 

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Tal vez todo se resuma en redefinir el concepto de éxito. SI lo definimos simplemente como 
la consecución de un objetivo, puede significar infinidad de cosas diferentes. El problema es 
que, en muchos casos, el éxito viene definido por otros y no por uno mismo, de forma que es 
usual identificar cinco asociaciones, cuando menos, bastante arbitrarias: 

 - con el dinero. No está mal trabajar y esforzarse, por supuesto, querer ganar dinero 
para que no falte nada, el problema viene cuando nos obsesionamos con el tema, tomándolo 
como único objetivo, descuidamos no solo nuestra salud sino nuestros vínculos, que son lo 
más valioso que tenemos.

 - con la fama. En el estudio de la Universidad de Harvard mencionado líneas arriba, el 
50% de los adolescentes encuestados respondieron que creían que ser famosos les daría la 
felicidad pero al final del seguimiento y el estudio, no fue el dinero ni la fama lo que los hizo 
felices ya en la edad adulta. Lo más valorado en ella y en la vejez fueron las relaciones 
interpersonales, las de buena calidad y convivencia (no, por las fechas del estudio, las 
virtuales). Se encontró que las personas solitarias enfermaron y murieron infelices y las que 
tuvieron buenos vínculos vivieron con más satisfacción. 

 - con la apariencia física. De manera análoga que con la asociación con el dinero, no 
está mal cuidarse y querer verse bien, el problema es cuando esto se vuelve una obsesión y 
marca la vida de la persona y la termina enfermando. 

 - con la competitividad. Ganar, ganar, siempre ganar y ser mejor que otro. Competir 
contra el otro en vez de trabajar junto al otro, en vez de compartir con el otro. En una 
sociedad individualista y competitiva como la nuestra, se nos inculca la convicción de que 
sólo el ganador es quien tiene éxito, que sólo el que cumplió la meta siente satisfacción. 
Pues no es así, también hay satisfacción y plenitud en los procesos. La propia vida es 
camino. A veces no se gana pero igual se logra. No es necesario competir todo el tiempo, lo 
que es necesario es sentir que uno está haciendo lo que sea lo mejor que puede, pero por 
uno mismo, no por el hecho de ganar a otro.

 - con el no equivocarse. Esta última asociación es lapidaria: no está permitido fracasar, 
no debes equivocarte. Nada más lejos de la realidad. Somos seres humanos, y nos vamos a 
equivocar de todas maneras. De los errores también se aprende, el error también favorece 
el aprendizaje.

Lo más curioso de todas estas asociaciones es que sabemos que no son reales, adecuadas, 
objetivas, pero igual muchas veces las seguimos automáticamente, sin detenernos a evaluar 
lo que estamos haciendo de nuestras vidas. Dejamos poco espacio para los vínculos reales, 
para conversar, para tocar el mundo de las emociones y los sentimientos. 
 
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Para finalizar estas reflexiones, y sin entrar en asuntos de religión ni de apostolado, parece 
oportuno recordar que, en el marco de su reciente visita al Japón, el Papa Francisco 
cuestionó la cultura del éxito a cualquier precio, y advirtió el riesgo de “aislamiento social” 
que se da en países desarrollados debido al “consumismo”, “la competitividad” y “la 
búsqueda frenética de la productividad”