Es la época. Como cada año por estas fechas, está claro por el calendario (y por el
bombardeo televisivo de anuncios de regalos) que ya se acerca, que ya está aquí, la Navidad,
de lo que seguramente uno de los indicativos más claros es cuando vas a visitar un centro
comercial o, en general, a una tienda, y de repente te das cuenta que lo que estás tarareando
mecánicamente es el villancico que está sonando en los martilleantes altavoces. El villancico,
año tras año, está presente y aunque la mayoría de las personas lo terminan aborreciendo, es
un hecho casi seguro que sin ellos, la Navidad no sería lo mismo. Es un elemento esencial. El
villancico es la canción que nos acompaña durante toda la festividad de la Navidad.
En la actualidad, los villancicos cumplen varias funciones. Por una parte ambientan y
complementan ese ambiente navideño (en casa, en las calles, en las tiendas…), sirven como
herramienta para una de las costumbres típicas: el aguinaldo (regalo que cada vez más una
costumbre relegada a los niños) y se suele asociar al consumo de productos típicos en estas
fechas (es típico ver un anuncio de turrón con un villancico de fondo). Sin embargo, no solemos pararnos a pensar por qué esas canciones de letra tan sencilla y
ritmos tan pegadizos están tan presentes como símbolo en estas fechas tan señaladas, ¿de
dónde surgen los villancicos?, ¿cuándo aparecen por primera vez?, ¿por qué están asociados
a la Navidad? Porque los villancicos no solo tienen, pues, un lugar en la historia; lo cierto es
que también encierran las tradiciones y aunque cada país y cada familia celebre la Navidad
de forma diferente, a quienes recuerden el nacimiento del niño Dios en diciembre, escuchar
estos temas musicales los llena de sentimientos. A los adultos, los reencuentra con su niñez,
a los niños los invade la alegría de que se aproxima Nochebuena y los Reyes Magos y podrán
abrir muchos regalos, pero sobre todo, estas canciones invitan a grandes y pequeños a vivir
intensamente estas fiestas. Etimológicamente, la palabra “villancico” proviene del vocablo castellano “villano”,
denominación que se le daba a los habitantes de una villa (pueblo) con el objeto de
diferenciarlos de los nobles, es decir que probablemente su origen es que se trata de
composiciones de naturaleza popular, cantadas por los villanos o habitantes de las villas,
generalmente campesinos u otros habitantes del medio rural. Eran cantados en fiestas
populares, originariamente sin temática específicamente religiosa, y los principales temas eran
los acontecimientos recientes del pueblo o la región con la finalidad de parodiar a los
personajes célebres del momento y contar historias de amor o anécdotas de los pueblos. El
género se amplió posteriormente hasta incluir temas diversos y se cantaban en cualquier
época del año.
Según la tradición cristiana, los primeros villancicos navideños fueron cantados por los
ángeles para celebrar el nacimiento del niño Jesús. Históricamente, las composiciones
basadas en la Navidad tienen un origen muy antiguo (siglo IV). Esas composiciones son sin
rima y tienen un carácter doctrinal más que tiernamente humanos. Transmiten la redención
de los pecados por el misterio de la Encarnación y el milagro del Nacimiento virginal,
obviando el lado humano y poético del nacimiento de Belén. Las primeras manifestaciones
de villancicos aparecen en las cancioncillas mozárabes del siglo XI (de hecho, uno de los
más conocidos villancicos populares, aquel que se centra sobre todo en la historia de la
Virgen María y sus quehaceres diarios tras el nacimiento del niño Jesús, Los peces en el río,
si bien su origen es desconocido, tiene claras influencias árabes). Con algunos precedentes
aislados, el primer villancico escrito puede fecharse hacia 1158 y las primeras composiciones
que pueden denominarse con este nombre surgieron hacia la segunda mitad del siglo XV,
durante el Renacimiento, como una evolución de formas musicales populares mucho más
antiguas. En este tipo de cancioncilla reconocen los críticos estudiosos el núcleo de la lírica
peninsular. Algunos aseguran que el compositor de los primeros villancicos fue el Marqués
de Santillana, conocido como el primer poeta del siglo XV, por haber creado una serie de
canciones para celebrar con sus tres hijos el misterio de la Navidad. A partir de la segunda mitad del siglo XVI las autoridades eclesiásticas comenzaron a
promover como una medida evangelizadora el uso de música en lengua vernácula en los
oficios religiosos, especialmente durante las fiestas del calendario religioso, sobre todo en
Navidad y el Corpus Christi; en síntesis, que la Iglesia católica incluyó los villancicos en la
liturgia de la misa navideña para enseñar al pueblo de manera sencilla el nacimiento de
Jesús y el significado de la Navidad. Estas piezas se cantaban en la misa de mañana de
estas festividades. Las catedrales e iglesias de importancia se dotaron de un cuerpo de
músicos y un maestro de capilla encargado de componer especialmente para estas
ocasiones. Desde ahí empezaron a cobrar fama y a difundirse por todo el mundo y, con el
pasar de los años, adquirieron una estructura más alegre y juguetona que empalmó mejor
con la fiesta navideña. Por ello, avanzamos, hoy día los cantamos y escuchamos desde que
inicia diciembre.
En el siglo XVII el villancico es un género sumamente popular, y para entonces constituirá la
mayor parte de la producción musical española de la época. Se componen multitud de
villancicos devocionales para las distintas festividades religiosas tales como la Asunción, la
Inmaculada Concepción o festividades de santos, además del Corpus Christi o la Navidad.
La evolución del villancico de temática religiosa mantuvo la costumbre cristiana de
celebración de la fiesta de Navidad del Señor. De hecho, el villancico religioso representa la
evolución de la poesía lírica a lo largo de la historia. En el siglo XVIII, la última época en la que el villancico se cantaba todavía en las
celebraciones religiosas, fue quedando relegado a la celebración de festividades navideñas,
por lo que quedó en la memoria popular como un género de canción específica de la Navidad,
pasando a denominar por extensión a toda canción de temática navideña hasta llegar a hoy,
en que el villancico es el “fondo musical” que intensifica eso que se ha dado en llamar “el
espíritu navideño”. Paralelamente, la reforma protestante trajo como consecuencia un gran florecimiento de la
composición musical religiosa. Los villancicos ganaron en popularidad tras la reforma en los
países donde las iglesias protestantes tenían protagonismo (como es bien sabido, el propio
Martín Lutero fue autor de villancicos y promocionó su uso en el culto). Por otra parte hubo
una fuerte oposición inicial por parte de algunas formas protestantes encabezadas por el
calvinismo, que rechazaba cualquier forma superficial de culto, llegándose a prohibir toda
celebración de la Navidad. Pero otras ramas del protestantismo favorecían el uso de la
música en las celebraciones religiosas en detrimento de otras formas de devoción usadas
por la Iglesia católica, favoreciendo así la popularización de las canciones navideñas.
Por esto, en la actualidad se denomina villancico a un canto de Navidad, de cualquier clase
de extensión, métrica y rima tanto en castellano1 como en otras lenguas: en los países
ingleses, se cantan los Christmas carols, en Valonia los heyes, en Rusia los koliadki a las
puertas de las casas, en Rumanía las colinde, en Polonia las kolęda, en Bulgaria las koleda,
en Italia los canti Natalizi o las pastorali o laudi, en Alemania las Weihnachtslieder, en los
Países Bajos meridionales del siglo XVII los cantiones natalitiæ, … Algunos de los villancicos populares más conocidos entre nosotros y que persisten son: - Hacia Belén va una burra - Los Peces en el río - Campana sobre campana - La Marimorena -... Dejando, pues, a un lado las magníficas y sensibles páginas de música seria que han
propiciado (Adeste Fideles, Jesus bleibet meine Freude, O Tannebaum, Stille Nacht, heilige
Nacht, y un largo etcétera) y ciñéndonos a los villancicos populares, esos que se asocian a
la chiquillería, es evidente (y así se asume sin estridencias) que conservan casi intacto,
como atractivo identitario, su espíritu paródico y crítico, flirteando incluso con una cierta
irreverencia pero sin perder frescura y espontaneidad ¿infantiles?. Y si no, que se lo digan a
esa muestra de “caridad cristiana” que dice “Dame el aguinaldo / carita de rosa / que no
tienes cara / de ser tan roñosa. / La campana grande de la Catedral / se te caiga encima si
no me lo das / ...”
O ese modelo de comportamiento social ante lo que se pregona como un motivo de feliz
celebración: Esta noche es Nochebuena / y mañana, Navidad; / saca la bota, María, / que
me quiero emborrachar / ... O ese otra muestra de sensibilidad, respeto y tacto representado por el coro de tiernos
infantes que, plantados ante una recreación del Pesebre con sus figuras cantan a voz en grito
ante el mismísimo San José “Dime, Niño, ¿de quién eres? /…./ Soy de la Virgen María2 / y del
Espíritu Santo /...”, o sea que José no se sabe muy bien, según eso, qué pinta allí. O, para acabar, ese de “Esta noche nace el Niño / y es mentira, que no nace, / que esto es
una ceremonia / que todos los años se hace / ...”
Quizás lo más curioso de todo esto es la transformación, o no, que estas canciones ha
sufrido con el paso de los siglos y aunque a veces nos resulten repetitivos, simples e incluso
aburridos, la verdad es que son parte de nuestra historia y no debemos dejar que pasen al
olvido. Otra cosa es su uso en la vorágine comercial de estas fechas...
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1En
catalán existen también numerosos villancicos, llamados allí
nadales:
A Betlem me'n vull anar, en
castellano A Belén me quiero ir.
El Cant dels Ocells,
El canto de los pájaros.
El noi de la mare, El
Chico de la Madre.
Fum, Fum, Fum, Humo,
humo, humo, también conocido como 25 de diciembre.
El desembre congelat, El diciembre congelado.
...
Todos ellos tradicionales y de autor
desconocido. Con letra de Jacinto Verdaguer es Cançó del
Rossinyol, Canción del ruiseñor.
2El
dogma de la virginidad de la madre de Jesús, recogido de los
Evangelios, tiene antecedentes, no sólo en las mitologías griega y
romana, sino, particularmente, en la deidad hindú Krishna, nacido
en prisión, en una celda, teniendo lugar también su concepción
virginal de una mujer mortal, Devaki, que fue “fecundada” por
Vishnu al descender el dios hasta su vientre y “nacer” como su
hijo Krishna.
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