viernes, 28 de junio de 2024

Pero, ¿la tocó o no?



«
As Time Goes By» (en castellano se conoce este tema con el nombre «A medida que pasa el tiempo») es una canción destacada de los años 40 del pasado siglo, compuesta por Herman Hupfeld para la obra de Broadway «Everybody’s Welcome», aunque se hizo sumamente popular gracias a la película «Casablanca» (1942, Michael Curtiz), en la que es interpretada por Dooley Wilson. Y es no sólo la escena más relevante de la película, sino uno de los momentos icónicos en la historia del cine. En una mítica secuencia de la no menos mítica película en la que Dooley Wilson (Sam), a instancias de Ingrid Bergman (Ilsa Lund), interpreta al piano (doblado por Elliot Carpenter) “As Time Goes By” –al tiempo que canta “Debes recordar esto / un beso es solo un beso, un suspiro es solo un suspiro. / Las cosas fundamentales suceden / mientras pasa el tiempo”– hasta que son interrumpidos por Humphrey Bogart (Rick Blaine), lanzó a la fama internacionalmente esta hermosa canción que, no obstante, ya llevaba unos cuantos años estrenada, que en su momento no pasó desapercibida y que aparece en algunas de las películas más importantes de la Warner Bros para escenas en las que se deja en evidencia el amor de una pareja. De este modo, ha sido usada para representar los estrechos lazos de algunas parejas significativas de nuestra cultura; tales como «Superman y Lois Lane», «Pedro Picapiedra y Vilma Picapiedra» y «Gwen Tennyson y Kevin Levin», por mencionar tan sólo algunas de ellas. Numerosos músicos instrumentistas y cantantes de todos los géneros la han incorporado a su repertorio y grabado desde entonces, incluyendo a Billie Holiday, Petula Clark, Bing Crosby, Perry Como, Frank Sinatra, Louis Armstrong, Carly Simon, Tony Bennett, Arielle Dombasle, Julie London, Rod Stewart, Chet Baker, Gal Costa, Andy Williams, Barbra Streisand y un largo etcétera. El 1 de abril de 1944, Billie Holiday grabó “As Time Goes By” reescribiendo la melodía como solamente ella sabía hacerlo y la canción pasó de ser un tema popular para convertirse en uno de jazz. Hablemos un poco de la película: más que una película podemos considerarla un mito de la cultura popular, una de las cintas que mejor representan el cine clásico de Hollywood; quizá por ello es la película que más veces se ha emitido en televisión e incluso los que no la han visto nunca saben cosas de ella: conocen a sus personajes, algunos de sus famosos diálogos y, desde luego, identifican al instante su famoso tema musical, “As time goes by”, una canción que es el eje central en torno al cual gira toda su banda sonora, pero el desconcierto en el plató fue monumental, al punto de que el director – que ya llevaba rodadas bastantes escenas – desconocía cuál iba a ser el final de la película y si Ilsa (Ingrid Berman) iba a quedarse con su marido, Victor (Paul Henreid) o a elegir al hombre del que estaba enamorada, Rick (Humphrey Bogart). Cuando parecía que la película no iba llegar a un buen fin, se puso un poco de orden en el desbarajuste y el film pudo terminarse. Cuando lo visionó el productor no quedó muy satisfecho del final y fue él quien añadió la frase: “Creo que este es el principio de una buena amistad”. En la autobiografía de Ingrid Bergman, titulada My Story podemos leer: “El guion cambiaba en cada momento y rodábamos a diario como si partiésemos de cero. Nos entregaban los diálogos y los estudiábamos para ver si les encontrábamos algún sentido. No sabíamos cuál iba a ser el final, ni siquiera dónde estábamos y todo ello no ayudaba a dar verosimilitud a nuestros respectivos personajes. Yo le preguntaba al director de quién estaba realmente enamorada y me mandaba a paseo diciéndome que me olvidara y que actuase”. Curiosamente Casablanca se estrenó en Los Ángeles el 23 de enero de 1943, el mismo día en que Roosevelt, Stalin y Churchill celebraban una histórica reunión para planear la invasión de Europa. Y ¿dónde tuvo lugar la cumbre? Pues en la en la ciudad marroquí de Casablanca. La banda sonora de la película no estuvo tampoco en absoluto exenta de problemas. Cuando la Warner Bros compró los derechos, en ellos estaba incluida la canción “As Time Goes Byy cuando el productor la escuchó por primera vez se quedó enamorado de ella y decidió en ese instante que se convertiría en el hilo conductor musical de la película. En el ranking elaborado por The American Film Institute, sobre todas las películas rodadas en el siglo XX, la primera que aparece es Ciudadano Kane (1941) seguida por Casablanca (1942). El mismo “Instituto”, y en un especial de la televisión CBS en 2004, eligió las 100 mejores canciones que, según su criterio, formaron parte de las bandas sonoras de las películas rodadas en el siglo XX. “As time goes by” consiguió un más que honroso segundo puesto. Solo le ganó Over the rainbow de la película El Mago de Oz (1939). Lo que Sam le canta a Ilsa viene a decir lo siguiente:


Debes recordar esto

Un beso es sencillamente un beso

Un suspiro es sencillamente un suspiro

Mientras el tiempo pasa

Y cuando dos amantes se cortejan

Siguen diciendo “te quiero”

Puedes estar seguro de eso

No importa lo que traiga el futuro

Mientras el tiempo pasa

La luz de la luna y las canciones de amor

Nunca pasan de moda

Corazones que están llenos de pasión

Celos y odio

La mujer necesita al hombre y el hombre debe tener su pareja

Nadie lo puede negar

Sigue siendo la vieja historia de siempre

Una lucha entre el amor y la gloria

Un caso de vida o muerte

El mundo siempre dará la bienvenida a los amantes


Un Ave María.



Hace algunos años, a muchos de nosotros (y nosotras) nos tocó avanzar muy orondos por la nave central de la iglesia, del brazo de nuestra pareja para toda la vida. Caminábamos a paso lento, dichosos, al compás de una melodía muy hermosa que se conoce con el nombre de Ave María de Schubert, uno de los tantos Ave María compuestos por diversos autores en el transcurso de muchos años. Es el más popular, desde luego, y de ahí que con toda seguridad haya sido el que escuchamos en la oportunidad referida, saludando a nuestro paso a amigos y familiares con nuestra mejor sonrisa, porque éramos felices. Pero hay un autor que compuso la mitad de un Ave María sin proponérselo. Para ser justos, compuso bastante más que la mitad: era el año 1722 y Juan Sebastián Bach comenzaba a escribir su máxima obra pedagógica y sistemática para clave: El clave bien temperado, que consta de 24 preludios y fugas, para las doce tonalidades mayores y las doce menores. La obra, de enorme trascendencia, contribuyó a imponer ni más ni menos que la división de la octava en doce medios tonos cromáticos iguales, lo cual permitió desarrollar hasta el límite el mecanismo de las modulaciones, es decir, el paso comedido de una tonalidad a otra, en la misma pieza. Pues bien, por la década de 1850, el autor de, entre otras, de la ópera Fausto, el respetado compositor francés Charles François Gounod (1818-1893), encontrábase disfrutando de su propia interpretación del primer preludio impresionado por la belleza de la música de Bach cuando repentinamente la musa le golpeó con delicadeza un hombro y le enseñó una melodía que él denominó al instante "Meditación sobre el Preludio N° 1 de Bach" y, al poco rato, se le ocurrió que la antiquísima oración en latín llamada precisamente Ave María, le venía a su bella melodía como anillo al dedo. Es lo que hoy conocemos como el Ave María de Bach-Gounod, algo menos popular que el de Schubert, pero tanto o más hermoso, de forma que, junto a él, el Ave María de Bach-Gounod se ha convertido en un fijo en las misas de bodas, funerales y fiestas de quince años. La versión resultante del Ave Maria de Gounod ha sido interpretada por innumerables violinistas y voces a lo largo de los años, convirtiéndose en un verdadero clásico de la música académica. El violín es el instrumento perfecto para interpretarlo porque su tono cálido y expresivo se adapta maravillosamente a la melodía melódica y emotiva de la pieza. Los violinistas pueden aprovechar al máximo las dinámicas y los matices de la composición, creando así una interpretación única y conmovedora. En general, la interpretación del Ave Maria de Gounod en el violín es un desafío que vale la pena para cualquier músico apasionado.



... y los sueños, sueños son.



Para Bob Dylan,
Everly Brothers (Isaac Donald “Don” y Phillip “Phil”) fueron «el principio de todo», Los Beatles comenzaron copiando sus armonías vocales, el primer tour importante de los Rolling Stones en Estados Unidos fue como teloneros de los Everly Brothers y Keith Richards aseguró que en aquel bus de gira aprendió unos cuantos trucos de guitarra. Unos quinceañeros llamados Tom & Jerry que se dedicaban a imitar a los Everly y que luego fueron Simon & Garfunkel, Paul Simon reconoció que si los hermanos no hubieran existido, él no se habría metido en este negocio. Graham Nash, cuando entró en los Hollies, lo que quería era que la gente sintiera la emoción que él experimentó cuando escuchó por primera vez «Bye Bye Love». Para Chuck Berry eran mejores que Elvis, primero, y que los Beatles, después. En fin, algo tenían, pero, su carrera «llena de éxitos» no fue tan fácil. Tras el triunfo inicial en los cincuenta todo lo que vino después fue cuesta arriba. Estuvieron más tiempo desubicados, incomprendidos y experimentando que en lo alto de las listas. El público general no les ha otorgado la dimensión de un Elvis, un Chuck Berry o un Little Richard, pero en muchos aspectos puede que incluso volaran más alto que los popes del rock. En su caso, eran músicos de los que ya no nacen. Descendientes de mineros, a su padre lo sacó del tajo la guitarra y todo lo que aprendió se lo llevó de vuelta al campo, donde quiso que crecieran sus hijos, nacidos en los estertores de la Gran Depresión. No fue fácil; dando un salto en el tiempo, los dos hermanos no se podían ni ver, hacían las giras durmiendo en hoteles separados y también se negaban a compartir camerino: si se habían hecho famosos cantando a los lados del mismo micrófono, ahora tenían cada uno el suyo para no tener que estar ni un momento cara a cara sobre el escenario. Volvamos atrás. A mediados de los años cincuenta se estaba cociendo algo en Estados Unidos, no se sabía muy bien qué. En cada punto cardinal existía un perfil de «niño raro» amarrado a una guitarra. Los Everly en Nashville. Buddy Holly en Texas. Gene Vincent en Philadelphia. Cada uno con sus propias influencias y personalidad, hasta que llegó un tal Elvis Presley a echar la puerta debajo de una patada. Así, con tanta tontería, nació oficialmente el rock. El DJ Moondog les metió con Lavern Bakes, Chuck Berry y Fats Domino. Los Everly y su batería, Teddy Randazzo, eran los únicos blancos del cartel, pero gracias a esa experiencia en las interminables jornadas en el autobús de gira, donde iban todos los músicos juntos, aprendieron infinidad de secretos de la música negra. A la vez, en Nueva York, Buddy Holly les enseñó lo que era la buena vida fuera del escenario. A la Gran Manzana los Everly habían llegado con pantalones anchos de campesino y sin saber que existían zapatos sin cordones. Aprendieron a ser rock stars, pero antes de que los tupés se convirtieran en flequillos, los Everly Brothers institucionalizaron el concepto de «balada rock». Tenían un repertorio demasiado rápido y para no encasillarse le pidieron a los compositores, el matrimonio Bryant, un tema lento y el matrimonio les dio la que es la canción lenta por antonomasia del rock and roll: «All I have to do is dream». El single fue su primer número uno. Pero el mercado siempre quiere más y se les siguió presionando, y un médico les prescribió anfetaminas por vía intravenosa y aprendieron a inyectárselas ellos mismos: colocados, trabajarían más, pero sin precisión. Con ese ritmo de vida desbocado, Don sufrió una sobredosis. Pararon forzosamente. Los tratamientos de desintoxicación fueron otra pesadilla pues en las clínicas de entonces no le trataban como a un enfermo, sino como a un loco. Mientras tanto, su popularidad había empezado a descender y notaban que los DJ ya no les pinchaban como antes. Con la llegada del hard rock ya tiraron la toalla definitivamente. Decidieron centrarse en girar y dejar la música de estudio solo para experimentar a ver si inventaban algo que llegase alto. Y qué decir de estos años. Es su etapa menos conocida, pero quizá la más brillante escuchada hoy en día. Finalmente, la reunión de los dos hermanos se produjo en el Albert Hall de Londres en 1983. Tras la muerte de su padre en 1975 por un problema pulmonar relacionado con su trabajo en la mina y en una fábrica de amianto, entendieron que él desearía que sus hijos volvieran a llevarse bien y tocasen juntos de nuevo. Eligieron Londres porque en Inglaterra nunca pasaron de moda, y porque en ese mismo escenario cantaron con su padre diez años atrás. Ese concierto es maravilloso. La química con el público, llegado de todo el continente, incluso de Estados Unidos, les lleva en volandas. Un buen punto de partida para el neófito. Sus discos The Everly Brothers Sing y Roots son verdaderos tesoros, en la línea de los trabajos de otros músicos de su generación que en esa época tampoco podían competir con una juventud de creatividad efervescente, pero que lanzaron unos discos de madurez inigualables como los I´m back and proud, If you could only see me today y The day the world turned blue de un Gene Vincent cojo y alcoholizado. O los Home and Away y The Further Adventures of Charles Westover de un Del Shannon también, vaya, depresivo y alcoholizado.



Rubik.

 


Este año de aniversarios, se cumplen 50 del cubo de Rubik y 80 de su creador, el arquitecto y profesor de Arquitectura de la Universidad de Budapest Erno Rubik, hijo de un ingeniero aeronáutico a quien admiraba enormemente y del que dijo haber aprendido mucho sobre el trabajo en el sentido de que es un proceso precisamente de creación que tiene un objetivo y un resultado positivo también. ¿Alguien no conoce el cubo de Rubik? Hay muy pocas cosas en el mundo que resulten universales y comunes para ciudadanos de distintos países. Una de ellas es sin duda el Cubo de Rubik, conocido por ser el juguete más vendido del mundo. Este artefacto, del que disfrutan tanto niños como mayores, posee unos atributos que hacen de él un objeto de recreo muy curioso y poderoso: su extrema simpleza y funcionalidad. ¿Acaso alguna vez alguien te ha enseñado el juego? Realmente no, pues nada más tenerlo entre tus manos sabes cuál es el objetivo: rellenar todas las caras de un mismo color. Este cubo de colores es uno de los juegos que ha puesto y que aún pone a prueba las mentes de miles de jugadores en todo el mundo, un objeto con el que, sobre todo quienes ya peinan canas, han pasado horas y horas de diversión... o de desesperación. Con más de cuarenta y tres trillones de configuraciones posibles (este impresionante número representa la cantidad de combinaciones posibles que se pueden lograr al manipular las distintas capas del cubo, agregando un componente infinitamente variable a un juego que, a primera vista, podría parecer estático), el cubo de Rubik, también conocido al principio como el "cubo mágico", es el rompecabezas más famoso de todos los tiempos. Así, no es de extrañar que todos aquellos que intentan resolverlo (muchos mientras hacen ejercicio; otros incluso con los pies y en un tiempo récord) se sientan plenamente satisfechos cuando consiguen dejar cada una de sus caras de un mismo color, que es como debe ser el resultado final.


Uno de los pasatiempos preferidos del joven Erno era construir modelos geométricos. Fue gracias a ello que siendo profesor de Arquitectura en la Facultad de Artes Aplicadas de Budapest, en 1974, ideó un cubo hecho con veintisiete bloques de madera para enseñar a sus alumnos algunos conceptos de espacio y geometría tridimensional, una manera sencilla de modelar el movimiento tridimensional para sus estudiantes. Para construir su cubo, Rubik unió unos bloques de madera a unas gomas elásticas para que aquellos pudieran moverse sin que la estructura entera acabara desmoronándose. Finalmente las gomas se rompieron y Rubik se dio cuenta de las combinaciones que había podido realizar. El paso siguiente fue colocar papel adhesivo de distintos colores en cada uno de los seis lados del cubo y lo volvió a girar. Rubik estaba encantado con la gran variedad de combinaciones de colores que se había llegado a producir, pero también vio que nunca se podía volver al diseño original (uno de los mayores atractivos del juego reside en su número casi ilimitado de posibles soluciones; esta es una de sus cualidades más misteriosas: el final se convierte siempre en nuevos comienzos. En un inicio, Rubik debió pensar que su cubo había sido creado para atraer a un público muy específico y aglutinar así a diferentes personas con conocimientos y experiencia en la matemáticas o la ingeniería, pero contra todo pronóstico descubrió que estaba llegando a gente que no tenía nada que ver con estas disciplinas. Aunque el procedimiento del juego es muy sencillo, los senderos por los que te pueden llevar sus colores son casi infinitos: hasta más de 43 trillones de variaciones posibles. ¿Cómo algo tan simple puede reunir en sí mismo tantas formas de resolverse?). Este acto aparentemente simple desencadenó una búsqueda épica que llevó a Rubik y su equipo universitario un mes completo para resolverlo. En ese momento inicial, ni siquiera estaban seguros de que un ser humano pudiera resolver el enigma que habían creado. Sin embargo, lo que surgió como una herramienta educativa se convirtió rápidamente en un fenómeno que desafiaría y cautivaría al mundo entero. El invento, que con el paso del tiempo terminó llamándose Cubo de Rubik se convertiría en un rompecabezas de tres dimensiones con miles de aspirantes para resolverlo repartidos en todas las partes del mundo. Tras solicitar una patente para su invento, Rubik llevó su idea a una pequeña cooperativa de Budapest dedicada a la fabricación de juguetes. De este modo, el cubo se empezó a fabricar a pequeña escala. La denominación húngara "Bűvös Kocka" (“Cubo mágico”) añadía un toque de misterio a este rompecabezas que rápidamente se ganó el corazón de aquellos que buscaban desafíos intelectuales y momentos de diversión intrigante. Al final la fortuna se aliaría con Rubik cuando conoció a Tibor Laczi, un húngaro expatriado que trabajaba como vendedor de una compañía de ordenadores austríaca que llevó en 1979 el cubo de Rubik a la Feria del Juguete de Núremberg, en Alemania, donde conoció al experto juguetero y agente comercial estadounidense de mucha influencia, de origen británico Tom Kremer. Kremer también se sintió fascinado por el cubo, y él y Laczi lograron un acuerdo con la empresa estadounidense Ideal Toy Company para la compra y distribución de un millón de cubos de Rubik. A partir de aquí el cubo fue exhibido en ferias de juguetes de Europa y Nueva York, y se convirtió en poco tiempo en todo un éxito mundial. Entre los años 1980 y 1981 llegó a ganar el premio al Mejor Juego del Año en la categoría de mejor rompecabezas en Reino Unido.


El cubo de Rubik fue portada de la prestigiosa revista norteamericana Scientific American, donde se aseguraba que el cubo era una de las cosas más asombrosas jamás inventadas para enseñar ideas matemáticas porque cualquier giro de cualquier cara, ya sea de 90 o 180 grados en el sentido de las agujas del reloj (o viceversa) es un elemento de un grupo, y también lo son las secuencias arbitrarias de dichos giros. Por otro lado, no todo el mundo estaba tan entusiasmado con el invento: The New York Times lo calificó de "moda pasajera" pero la comunidad científica, cada vez más fascinada con el cubo, salió en su defensa y declaró: "El cubo es muy perdurable, como eterno, tiene una estructura demasiado asombrosa como para que la gente pierda el interés por él de la noche a la mañana. Es un objeto milagroso, un invento prodigioso y hermoso". A tal punto llegó que en 1983 se convirtió en el protagonista estrella de la serie de dibujos animados 'Rubik, the Amazing Cube'.


El cubo de Rubik ha sido sometido a diversos análisis matemáticos. En el año 2019 un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de California logró crear un algoritmo capaz de resolver por sí mismo el cubo en el menor número de movimientos posible
pero sólo en el 60% de las ocasiones. De hecho, una de las grandes incógnitas del cubo, y que ha mantenido en vilo a los matemáticos durante décadas, es cuál es la cantidad mínima de movimientos necesaria para lograr resolverlo. Esta cifra se conoce como el Número de Dios. Según cuenta la web cube20.org, los movimientos necesarios para poder resolverlo serían veinte(entre estas posiciones existe una conocida como superflip en la cual las esquinas del cubo están en su posición correcta, aunque sus aristas estén orientadas incorrectamente). Desde que apareció, se estima que ya han sido vendidas más de 450 millones de unidades por todo el globo (aunque 50 millones de ellas fueron simples imitaciones no autorizadas); asimismo han proliferado las publicaciones en las que se describe la mejor forma de lograr resolver el "cubo mágico". También han aparecido en el mercado muchas variantes del cubo original, incluida una que se conoce como "Cuboku", un híbrido entre el cubo de Rubik y el sudoku.


El cubo inspiró numerosas obras de arte y películas (
a recordar aquella claustrofóbica y metafísica película llamada 'Cube', de 1997) y también dio a luz a un nuevo y exigente deporte mental llamado 'speedcubing' que actualmente llena los estadios de todo el mundo de gente que compite para ser el primero en completar este rompecabezas en el menor tiempo posible: el hecho de que se haya convertido en un deporte oficial lo merece, es un objeto milagroso, un invento prodigioso y hermoso. Este deporte mental despegó en 1982 con el primer Campeonato del Mundo celebrado, lógicamente, en Budapest. Minh Thai, representante de Estados Unidos, emergió como el pionero, estableciendo un récord con una velocidad de 22,95 segundos para resolver el Cubo de Rubik. Desde entonces, las competiciones de Speedcubing se han multiplicado en todo el mundo, organizadas y reguladas por la World Cubing Association desde 2004. Esta asociación, con representantes en 70 países, ha convertido a este Cubo en el epicentro de desafíos que van más allá de la velocidad estándar. El récord actual del Cubo de Rubik lo consiguió en Junio de 2023 el speedcuber Max Park con un tiempo de 3,13 sg. Ahora, se publica un nuevo libro en el que se trata de entender su gran popularidad y cómo se hizo un hueco no solo en las manos de todos nosotros, sino también en nuestras cabezas, al tratarse de un juego material muy mental. 'Cubed: The Puzzle of Us All', escrito por su propio inventor, explica cuáles fueron los cálculos matemáticos y el procedimiento para llegar a diseñar un juguete con tanto carisma. En internet podemos encontrar libros, tutoriales y vídeos en los que se nos explican trucos para resolverlo en el menor tiempo posible. Por no hablar de las personas prodigio que parecen haber aprendido a jugar nada más nacer y son capaces de resolverlo en apenas unos segundos o echándole un rápido vistazo para después lograrlo con los ojos cerrados. Para aquellos que buscan maestría en la resolución del Cubo de Rubik, el método Fridrich (CFOP) se alza como la técnica más popular. Este enfoque, que combina práctica intensiva, trucos manuales y la memorización de una serie considerable de algoritmos, ha sido adoptado con entusiasmo por la comunidad de speedcubers. Este método, concebido por la campeona mundial Jessica Fridrich, se ha convertido en el estándar de oro para aquellos que buscan no solo resolver el Cubo, sino hacerlo con velocidad y eficiencia sorprendentes. Y así es como después de medio siglo de existencia, el Cubo de Rubik con su capacidad para desafiar mentes, inspirar competiciones y generar comunidad ha elevado este modesto rompecabezas a un estatus que va más allá del mero entretenimiento

lunes, 24 de junio de 2024

Hoy, sólo poesía.



UN ESPAÑOL HABLA DE SU TIERRA


Las playas, parameras
al rubio sol durmiendo,
los oteros, las vegas
en paz, a solas, lejos;

Los castillos, ermitas,
cortijos y conventos.
 La vida con la historia,
tan dulces al recuerdo,

Ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
de todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.

Una mano divina
tu tierra alzó en mi cuerpo
y allí la voz dispuso
que hablase tu silencio.

Contigo solo estaba,
en ti sola creyendo;
pensar tu nombre ahora
envenena mis sueños.

Amargos son los días
de la vida, viviendo
sólo una larga espera
a fuerza de recuerdos.

Un día, tú ya libre
de la mentira de ellos,
me buscarás. Entonces
¿qué ha de decir un muerto?


Este poema pertenece a la obra “Las nubes” del poeta de la Generación del 27 Luis Cernuda Bidou (1902-1963), escrito durante su primer exilio británico, parece que en 1943, aunque otras fuentes lo fechan en 1938. El exilio y la entrada a la madurez fueron factores que influyeron al poeta a la hora de hacer los poemas. Respecto al argumento del poema, al principio Cernuda habla de España, de sus lugares y del amor que siente hacia su tierra, pero después de la guerra (in)civil se tiene que marchar al exilio. Fuera de España el recuerdo que tiene sobre ella le inunda de una tristeza que claramente se refleja en el poema. Refleja el dolor que siente un exiliado. Todo el poema se dirige a España a pesar de que no la nombra. Primero la describe, después le reprocha sus malos hechos, cuando los vencedores, los “caínes sempiternos” que todo lo arrancaron, le dejaron tan sólo el recuerdo de un nombre que envenena sus sueños. Los últimos versos resumen la amargura de la ausencia, el dolorido sentir del maltratado por el destierro. Este poema es uno de los más emotivos que Cernuda escribió sobre el tema de la patria, y que concentra su tristeza y decepción por la caída de la República. En él vuelve Cernuda a una estrofa popular, la copla (en este caso, en versos heptasílabos). Cernuda utiliza una estrofa con apariencia de canción para hablarnos de su melancolía por la patria perdida; las dos primeras estrofas sirven de descripción idealizada de España, centrada la primera en el entorno natural (las playas, las vegas, los oteros, que hacen pensar en paisajes costeros y castellanos), y la segunda en los monumentos (castillos, conventos, ermitas), que remiten al rico pasado histórico. Frente a esta visión sublimada de su país, Cernuda introduce en la tercera estrofa el contraste violento que supone la victoria del Bando Nacional; los vencedores de la guerra son "Caínes sempiternos" (la figura de Caín tiene una larga tradición en la literatura española, especialmente en el primer tercio del siglo XX: piénsese en el uso que Miguel de Unamuno o Antonio Machado hacen del personaje bíblico). Y en el contexto de la Guerra está claro que la lucha fraticida entre hermanos simboliza el enfrentamiento entre los dos bandos. Aquellos que han ganado la guerra le han arrebatado todo a Cernuda, condenándolo al destierro; un destierro que Cernuda desconocía en aquel momento que sería para toda la vida. La sexta estrofa describe el angustioso presente de Cernuda, que se sostiene en una larga espera (el sueño de que la situación en España cambie y se restaure el orden democrático) mientras se consuela viviendo de los recuerdos del pasado. La estrofa final es premonitoria, pues en ella el poeta intuye que no vivirá ese momento. Cuando llegue el fin del dominio militar ("un día, ya tú libre / de la mentira de ellos") la patria lo buscará a él, pero no lo encontrará porque para entonces ya habrá muerto ("¿Qué ha de decir un muerto?"). La pregunta retórica final introduce el tono patético y elegíaco (de clara influencia romántica, los ecos de Bécquer son evidentes) que cuadra muy bien con el sentimiento de añoranza de la patria perdida.

¡Y era improvisada...!



La leyenda de '
Entre dos aguas', tema improvisado, a la manera de los músicos de jazz, cumple 50 años. Apenas hace falta presentación para esta rumba que agitó el flamenco, pero, como todo icono, cuenta con su propia leyenda. Nació realmente en 1973 como ese verso que falta componer un poema, una pieza pensada para ser insignificante. El vinilo 'Fuente y caudal', en el que Paco de Lucía (Francisco Sánchez Gómez, 1947-2014)) llevaba meses trabajando, necesitaba unos minutos de grabación y no merecía esperar más. El compositor algecireño, que entonces tenía 26 años, improvisó sin saber que estaba a punto de crear una obra maestra y que eso tan insignificante cambiaría el curso de su vida. En lugar de palmas habituales de las rumbas, prefirió el bongo, el bajo y una segunda guitarra. Paco empezó a rasguear también su guitarra y lo que empezó como un garabato enseguida fue tomando cuerpo. En la base estaba una rumba que aún tenía verde y según iba avanzando añadía soniquetes que le venían a la cabeza. Aquí la interpretación de la crítica es de lo más variopinta, si bien parece que hay coincidencia en el influjo de la canción 'Te estoy amando locamente', de Las Grecas, y de Los Marismeños con su rumba 'Caramba, carambita', que también se aprecia; hay quien ve algunos de los acordes de 'Fly me to the moon', de Frank Sinatra, pero con punteado doble. No se sabe si fue antes el huevo o la gallina. Pero esto demuestra que Paco de Lucía estuvo abierto a todo para reconvertirlo al flamenco. Por eso aquella rumba hecha por casualidad batió récords. Se mostró como lo que era, un artista en estado puro. Al ver el resultado final, una rumba flamenca instrumental de seis minutos, el periodista Jesús Quintero, su manager en aquella época, fue el primero en vaticinar que rompería los récords de ventas. Pero el éxito se hizo esperar. 'Fuente y caudal' fue un disco que se estrenó sin pena ni gloria. No vendió más de 300 copias y enseguida quedó descatalogado. El loco de la colina sabía que estaba en lo cierto con su pronóstico y decidió que 'Entre dos aguas' debía tomar vida propia por lo que, al cabo de unos meses, en 1974, se editó como single superando cualquier expectativa: ese mismo año se vendieron 300.000 copias y estuvo en los primeros puestos de ventas durante 22 semanas. En 1976, fue single de oro. Aquella mezcla de sonidos -contrabajo eléctrico, bongos y tumbadoras- rompía los esquemas del flamenco y pudo interpretarse después como un anticipo de la fusión con el jazz que vendría después. Se aprecian también notas de blues y bossa nova. El mestizaje musical era algo que empezaba a popularizarse en Europa y en América Latina con el rock y algunos ritmos latinos y caribeños. A estos solían unirse sonidos africanos, tablas hindúes e instrumentos australianos. Está considerada una obra cumbre del flamenco y fue su tema más popular, el que le aupó al podio de la música y le permitió honores reservados a muy poquitos músicos, como actuar en el Teatro Real, en 1975. Era el primer flamenco que pisaba este escenario. Hoy Paco de Lucía está reconocido como una de las grandes figuras del género y a él le debe la guitarra que tomase su propio protagonismo, separándola del cante. 'Entre dos aguas' es todo un símbolo y en su tierra suena casi permanentemente. Es también la música escogida por los publicistas cuando quieren hacer celebrar la vida con sus productos: perfumes, cerveza, agua… La propia Junta de Andalucía ha querido que sea su banda sonora en algunas de sus campañas.

Un joven Arriaga.



Juan Crisostomo Jacobo Antonio de Arriaga y Balzola (Bilbao 1806 – París 1826), un compositor cuya vida fue tan corta como largo su nombre, fue una de las grandes esperanzas frustradas de la música de principios del siglo XIX. Nacido en el que habría sido el quincuagésimo cumpleaños de Mozart, fue apodado «el Mozart español» (curiosamente, el nombre completo de Mozart era Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart) en base a su similar precocidad. Pero él estaba destinado a morir aún más joven, antes de que las compuertas de su inspiración se abriesen completamente. Pero si su producción fue mucho más escasa, la calidad fue selecta: una sinfonía, tres cuartetos de cuerda, una ópera seria en un acto y un poco de música sacra. Sin embargo, los logros de Arriaga, a su pequeño modo, fueron también algo especial. Animado (como Mozart) por su padre, que le promocionó como violinista, comenzó a componer a los sonce años. A los quince años se trasladó a París, porque en Bilbao ya no se encontraban los profesores que requería, donde se convirtió en un alumno de François Joseph Fétis, el distinguido pedagogo belga, y fue respaldado por Cherubini. La primera obra importante que escribe en París será una fuga a ocho voces llamada Et vitam venturi, obra de concurso que fue premiada y que se perdió tras la muerte de Arriaga. A ésta siguió una serie de Tres cuartetos acerca de los cuales afirmaba Fétis que “... es imposible imaginar nada más original, más elegante, ni escrito con mayor pureza que estos cuartetos...” Finalmente, en los últimos dos años de su vida, compondrá una obertura pastoral para su ópera Los esclavos felices, una Sinfonía grande orquesta en cuatro tiempos, una Misa en cuatro voces, un Salve Regina y un Stabat mater para coro y orquesta, además de varias arias, duos, cantatas y quintetos. Su sinfonía y sus cuartetos estaban llenos de promesa schubertiana, sus ideas eras abundantes, su estructura, potente, su técnica, pulida a la perfección. ¿Quién podría dejar de reconocerlas como obras de un genio precoz?. Pero a los diecinueve años, murió de tuberculosis. Su obertura de Los Esclavos Felices muestra inclinaciones rossinianas, con el encanto de una lenta introducción conduciendo al más ingenioso de los allegros, lleno del picante parloteo del viento y la madera e incluso, al final, un crescendo de Rossini, pero la música prologa una ópera tan seria en su intención como la descripción «ópera seria» hace suponer. La historia trata de un aristócrata español y su esposa que son capturados por los moros y amenazados de muerte antes de ser liberados por el magnánimo Rey de Argelia. Pero la obertura -al modo de las oberturas de Schubert en estilo italiano (que Arriaga nunca pudo conocer)- nos exhorta a no tomarnos la ópera demasiado en serio. Después de la potencial tragedia, según parece, puede seguir la comedia. Juan Crisóstomo de Arriaga es considerado como uno de los compositores más destacados en la historia de la música española, más allá de la inevitable simpatía romántica que despierta su temprana muerte. El inesperado y prematuro fallecimiento del compositor fue la causa de que la obra de Arriaga permaneciera desconocida hasta mediados de la década de los ochenta del siglo XIX, momento en el que un descendiente de la familia recupera algunas piezas, en especial cuartetos, que entrega a la sociedad de cuartetos de Bilbao, quien se hace eco de ellos representándolos en sus actuaciones en los distintos salones de la capital vasca. En numerosas ocasiones los críticos españoles han exagerado la falta de preparación académica de Arriaga para, de este modo, hacer hincapié en sus extraordinarias cualidades naturales; pero esta imagen en la actualidad tiende a matizarse resaltando la importancia de la formación musical recibida tanto en sus primeros años en España como en su posterior estancia en Francia. Si de alguna forma se ha de concluir esta breve biografía, no puede ser otra que señalando el hecho de que la temprana muerte y la posterior pérdida de los escritos del compositor, ocasionaron que la obra, pese a su importancia, no pudiese ejercer ninguna influencia en la música española de las décadas posteriores, circunstancia que contrasta grandemente con la valoración altamente positiva que a lo largo del siglo XX han realizado sobre la misma los críticos e historiadores musicales.


La más bella del baile.



El universo yeyé giró en torno a dos astros: Françoise Hardy, muy recientemente fallecida, y Sylvie Vartan. Complementarias más que contrapuestas, Françoise era etérea hasta la sublimación. Una y otra aún eran púberes cuando, entre ambas, fueron el Big Bang de ese universo yeyé. Alcanzaron la gloria antes que la juventud. Françoise rezumaba toda esa timidez de las chicas recién salidas de un colegio de monjas, en su caso un internado; Sylvie era una cosa radicalmente opuesta: la más bella del baile, tal rezaba el título de uno de sus grandes éxitos,
La plus belle pour aller dancer, que hoy recordamos, escrito por Charles Aznavour y George Garvarentz. ¡Sí que lo fue! Frente a los embriagadores pucheros de Françoise, al verse sola entre todos los chicos y chicas de su edad; Sylvie era la pícara. Interpretaron varias piezas juntas pero cuando cantaron Il y a 2 filles en moi, un tema de Sylvie del 66, aquel dueto supuso la máxima expresión del universo yeyé, última manifestación del París que fuera capital cultural del mundo entero. En mayo del 68, cuando sucumbió aquel pequeño cosmos de inocencia y juventud, la capital francesa dejó de inspirar al resto del planeta, lo que venía haciendo, como poco, desde la Belle Époque. Yeyés propiamente dicho sólo hubo en Italia, Francia y España, amén de los mods ingleses, y algún que otro filoyeyé que se vio en la Checoeslovaquia anterior a la invasión soviética según las películas de Milos Forman y algún otro realizador de la nueva ola checa. Pero Sylvie gustaba en todas partes, hubiera o no yeyés. En Japón, sin ir más lejos, desde 1965 contó con una comunidad de fanáticos que destacaba entre el resto de las de los músicos e intérpretes occidentales, si bien no deja de ser curioso que, en Estados Unidos, haya gustado tanto desde el primer momento. Máxime considerando que la mayor parte de su repertorio lo componían los éxitos del twist, el madison y el rock & roll estadounidenses cantados en francés. Su primer elepé, titulado con su nombre, se puso a la venta en 1962. En el 64, compartió durante varias semanas el escenario del Olympia de París con The Beatles y Trini López. A partir de ahí, siempre transcendiendo el universo yeyé, pese a que mientras existió siempre fue uno de sus astros, todo fue la gloria y los aplausos, hasta esas actuaciones, que la llevaron a los escenarios de Las Vegas en fechas aún recientes. Paradójicamente, la chica que habría de ser una de las más genuinas representantes del encanto de las francesas, la encarnación por excelencia de lo parisién en los 60, nació en Sofía (Bulgaria) en 1944, este año hace 90. Huyendo del comunismo que sojuzgaba su país, se instaló en la Ciudad de la luz junto a su familia en el 52. Y fue su hermano, Eddie, un amante del rock & roll empleado en la industria musical, quien la introdujo en la profesión como la réplica femenina de Johnny Hallyday (1943-2017), el rey del rock & roll francés, con quien se acabó casando en 1965. Johnny Hallyday y Sylvie Vartan fueron la «pareja de moda» de su generación en Francia, atrayendo constantemente la atención de la prensa rosa hasta que se divorciaron en 1980. En 2009, Johnny y Sylvie, al interpretar el Himno al amor, de Edith Piaf, a dúo, durante su última actuación juntos, pusieron a la audiencia del Olympia en pie. En 2018, tras la muerte de Hallyday, Sylvie Vartan editó un álbum-homenaje a su gran amor. En Francia sigue siendo la gran artista femenina de su generación. Pero la Sylvie que cuenta a este lado de los Pirineos es la mítica, la más bella del baile, la novia que le hubiera gustado tener a cualquier chico yeyé. Ni su historia con Johnny Hallyday hizo que los yeyés dejasen de suspirar por Sylvie. Su amor constituye uno de los capítulos más entrañables de la historia de la revolución yeyé, el rock & roll francés (tercero en el podio, tras el estadounidense y el inglés) y la cultura juvenil del pasado siglo.


viernes, 21 de junio de 2024

Esos castillos..

 


Castillo (del latín castellum, diminutivo de castrum) es, según la definición del Diccionario de la RAE, un "lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones". Existe todo un conjunto de edificaciones militares que guardan analogías con el castillo, como el alcázar, la torre, el torreón, la atalaya, el fuerte, el palacio fortificado, la ciudadela o la alcazaba, lo que el castillo encierra es un patio de armas1, en torno del cual se sitúan una serie de dependencias y que dispone por lo menos de una torre habitable. Desde el Neolítico (entre 8500 a. C. y 2500 a. C.), la población construyó castros y fortificaciones en colinas para defenderse. Muchas de ellas, construidas de barro (tapial) han llegado hasta nuestros días, junto con la evidencia del uso de empalizadas y fosos. Posteriormente se fueron construyendo en piedra o en ladrillos de barro o adobe según la disponibilidad de materiales o las necesidades defensivas. Los romanos encontraron enemigos que se defendían en colinas fortificadas que llamaron oppidum. Aunque primitivas, eran efectivas y requerían del uso de armas y otras técnicas de asedio para superar las defensas, como por ejemplo en la batalla de Alesia2. Las propias fortificaciones romanas, los castrum, iban de simples obras provisionales levantadas sobre el terreno por los ejércitos en campaña, hasta construcciones permanentes en piedra, como el Muro de Adriano en Inglaterra o los Limes en Alemania. Los fuertes romanos se construían con planta rectangular y torreones con esquinas redondeadas. El arquitecto romano Marco Vitrubio fue el primero en señalar la triple ventaja de las torres redondas: más eficiente uso de la piedra, una mejor defensa contra los arietes (al trabajar la muralla a compresión) y mejor campo de tiro. Hasta el siglo XIII estas ventajas no se redescubrieron en la Europa del norte, llevadas desde la España musulmana, que mantuvo la tradición desde mucho antes.


Si bien los primeros castillos datan del siglo IX, su origen es más antiguo y tienen precedentes en la arquitectura militar de la Grecia clásica. En la Alta Edad Media, se utilizaba como cerco defensivo una mera empalizada de madera, pero la evolución del armamento y de las técnicas militares hicieron inservible este procedimiento; más adelante, se confió en la solidez de las construcciones en piedra y en la altura de los muros que con este material podía alcanzarse. Aunque los castillos feudales proliferaron durante la Edad Media, el castillo no solo cumplía funciones puramente castrenses, sino que servía también de residencia a los señores de la nobleza y a los propios reyes, llegando con el tiempo a ser un auténtico palacio fortificado. Poco conciliador pero eficaz en la sucesión de acciones, entre los siglos IX y mediados del XV los castillos fueron los grandes protagonistas de la guerra. El ejército atacante procedía en primer lugar a saquear y arrasar las cosechas y los bienes que los lugareños hubieran dejado atrás al refugiarse en el castillo y, mientras tanto, la fortaleza procedía a cerrar sus puertas y levantar el puente levadizo (de tenerlo), las tropas añadían apresuradamente estructuras de madera llamadas garitas, galerías y cadalsos que facilitarían la defensa de los muros y apuntalaban estos. Si bien podía estar enclavado en los núcleos urbanos, lo común es que se situase en lugares estratégicos, normalmente en puntos elevados y próximos a un curso de agua para su abastecimiento, desde donde pudiera organizarse la propia defensa y la de las villas que de él dependían. Si en la Edad Media las catedrales representaban al poder religioso, los castillos eran el símbolo del poder laico. Rivalizaban con ellas en altura y ostentación, aunque se distinguían por su particular vínculo con el paisaje en el que se fundían. Pero ante todo fueron impresionantes fortalezas para la guerra, escenario de batallas e interminables asedios en los que cada nueva arma o táctica de asalto era respondida con una nueva contramedida. El rey, señor feudal o ricahembra3 que lo regentaba tenían sus aposentos en lo alto de la torre del homenaje, la construcción más importante y mejor protegida del conjunto castral que se llamaba así porque «homenaje» era el nombre de la ceremonia de adhesión del vasallo a su señor, que se celebraba allí; era también el lugar donde se guardaban los víveres, se rezaba en su iglesia y ocasionalmente se organizaban banquetes, bailes y representaciones teatrales. Otros entretenimientos con los que contaban eran los torneos, la caza y los amoríos, reales o imaginarios. Decía una criada en Tirant lo Blanc4: «es cosa acostumbrada y tenida a mucha gloria que las doncellas que están en la corte sean amadas y cortejadas, y que tengan tres clases de amor: virtuoso, provechoso y vicioso».


Mientras tanto, el vulgo vivía ajeno a todo ello en la plaza de armas, donde se amontonaban soldados, artesanos, criados y en caso de asedio, también los campesinos; vivían a menudo en barracones de madera junto a los talleres y establos. Sus jornadas buscaban aprovechar la luz solar y a menudo distribuían el tiempo de acuerdo a las horas canónicas de los monasterios: prima (amanecer), tercia (media mañana) sexta (cuando el sol está en el punto más alto) y nona (al anochecer). Su alimentación no era muy variada y se centraba en el pan, que raramente era de harina de trigo sino de centeno. El auge en la construcción y el diseño de los castillos que tuvo lugar durante Edad Media responde a diversas causas. En algunos casos, los frecuentes ataques enemigos impulsaron la construcción de murallas en torno a los núcleos de población, pero acababan resultando tan extensas que su defensa se volvía poco eficaz, por lo que la solución óptima parecía ser, entonces, construir una fortificación en la que encerrarse únicamente cuando se aproximara el enemigo, de forma que no fuera la vivienda habitual pero sirviera de alojamiento durante todo el tiempo que pudiese durar un asedio; para ello lo idóneo era emplazarlo en un terrero elevado y de difícil acceso, lo que facilitaría la vigilancia y la defensa, lo que le proporcionó en muchos casos ese atractivo aspecto de unión con la montaña y de integración en el paisaje. En algunos casos las murallas están construidas sobre las rocas de un peñasco de tal manera que casi no se sabe dónde empieza una y termina la otra: son los llamados castillos roqueros, como por ejemplo el Alcázar de Segovia. En el caso de la Península Ibérica la amenaza vino de la secular guerra contra los musulmanes. En varios casos, de hecho, la construcción original resultó ser de ellos, con añadidos posteriores cristianos tras ser conquistados. Aquellos que por un motivo u otro tienen esa influencia musulmana se denominan castillos mudéjares, como el de Coca, Malpica o Escalona. Esta frontera en permanente disputa entre las dos religiones dio lugar a que el patrimonio de nuestro país acabase resultando sencillamente excepcional, con más de 2500 fortificaciones catalogadas en la actualidad.


La edad media fue una época fascinante. Eso es incuestionable. Y lo es porque debió de ser terriblemente insoportable. Durante los algo más de 1.000 años que se alargó en la Península -se inicia en el año 476 d.C. con la caída del imperio romano y concluye en 1492 con el descubrimiento América-, nadie estuvo a salvo. Las batallas formaban parte del día a día y los ataques del enemigo se podían producir en cualquier momento y por todos los flancos posibles. Al principio, un ejército podía arrasar tu poblado sin contemplaciones y no tenías ninguna posibilidad de sobrevivir. No había donde esconderse. Hasta que se inventaron los castillos. Fue una solución muy eficaz. No se trataba de tu vivienda habitual, pero te avisaban de que se acercaba un adversario cargado de malas intenciones y así podías correr a protegerte tras sus robustos muros.


Lo ideal era construirlas en un terreno elevado y al que fuera complicado acceder, lo que mejoraba su vigilancia y defensa. A partir del siglo XVI, con el ocaso del feudalismo y la consolidación de las monarquías absolutistas, la nobleza propietaria de los castillos los fue abandonando a cambio de mansiones palaciegas en la corte. Ya a finales del siglo XV los muros tuvieron que construirse más bajos y gruesos —de hasta 13 metros de ancho— y nada volvió a ser igual pues a partir del siglo XV comenzó a utilizarse la pólvora de forma habitual; los primeros cañones pronto mejoraron sus prestaciones y esto supuso que los castillos pasaron a mostrar gran debilidad ante los ataques externos, siendo entonces cuando empezó la pérdida de su función militar y la transformación en residencias palaciegas para reyes y nobles. Acabó toda una era y con ella unas construcciones que desde entonces pasarían a ocupar el terreno de la imaginación, inspirándonos en forma de leyendas y en toda clase de narraciones. Por este motivo, porque quedaron obsoletos en su función militar y por el posterior abandono por la administración durante los siglos posteriores, los castillos perdieron todo interés y decayeron hasta la actual ruina de la mayor parte de todos ellos. El paisaje español pasó a caracterizarse desde entonces por las ruinas de castillos aquí y allá o, según las definía Machado, «harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra». Aprovechemos entonces para visitar cualquiera de los muchos que hay en cada provincia española y evocar ese mundo romántico y fascinante de princesas enamoradas, fastuosos banquetes y enemigos dando alaridos al caerles encima aceite hirviendo. En cierto modo a los castillos los sustituyen los monasterios; en ambos casos hay detrás un señorío y una población tributaria y, por tanto, dependiente, pero sin olvidar que las aldeas ya disponen de formas de poder activas, ya no son un conglomerado amorfo de familias campesinas unicamente preocupadas de llevar alimento al plato, unas comunidades de economías mixtas, que trabajaban distintos cultivos e impulsaban la ganadería, lo que era una forma de minimizar riesgos.

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1El término tiene varios significados, pero generalmente se refiere a un área amplia diseñada como un punto de reunión para los soldados. Constituye un espacio central que en algunos casos recuerda los claustros monásticos en torno al que se distribuyen determinadas estancias, como la capilla (cuando la hay), la sala de recepciones, las naves para acuartelamiento de la tropa, la armería, etc. La entrada al castillo se produce a través del patio de armas; desde él se accede al resto de las dependencias como pasillos de acceso a las mazmorras o incluso a pasadizos secretos de huida, que suelen estar reservados al señor. Se utiliza para la instrucción militar de la guarnición.

2La batalla de Alesia o el sitio de Alesia fue un enfrentamiento militar librado en el año 52 a. C., en la capital de la tribu gala de los mandubios, en la que se enfrentaron las legiones de la República romana dirigidas por Julio César con una confederación de tribus galas liderada por Vercingétorix, jefe de los arvernos. Fue una batalla decisiva que aseguró la victoria final de los romanos en la larga guerra de las Galias, luno de las grandes éxitos militares de César e incluso en la actualidad es utilizado como un ejemplo clásico de sitio.

3Se llamaba así a una mujer (hembra) considerada rica o el femenino de ricohombre. También se usa el arcaísmo ricafembra.

4Novela caballeresca escrita en torno a 1460-1464 por Joanot Martorell, y que se suponía concluida por Martí Joan de Galba. Es uno de los libros más importantes de la literatura universal y obra cumbre de la literatura en catalán. Se considera una novela caballeresca muy moderna en comparación a lo que se escribía en aquella época, pues incorpora humor, amor, reflexión sobre la muerte y la guerra, Miguel de Cervantes se refiere a ella "como el mejor libro del mundo" en el episodio en el que se queman los libros de caballerías que tanto tormento le han causado a Don Quijote, de entre los que salva Tirant; Cervantes debió de conocer la obra a través de la traducción castellana anónima publicada en Valladolid, 1511, sin nombre de autor, pese a que el libro debía de ser por entonces muy raro, y de autor desconocido.

miércoles, 19 de junio de 2024

La vida fuera de registro.



El ser humano, tan inteligente para algunas cosas, demuestra una aparente memoria de pez para otras; llevamos años hablando (y sólo hablando) de lo perjudicial que es la especie humana para el planeta, y eso nos lleva a recorda Koyaanisqatsi, pelicula documental excelente para mostrar como la humanidad "eclipsó" o modificó la naturaleza a su gusto, destruyendo gran parte de su esencia, construyendo grandes ciudades habitadas por millones de personas que se transportan de una ciudad a otra, y al final, como estas, segun una profecía judeocristiana, todas seran destruidas a fuego y hechas cenizas (similar al castigo a la Babilonia). Toda estas escenas junto a la musica hipnotizadora del genio Philip Glass, quien con sus composiciones nos guiara en cada escena. Pelicula totalmente realizada entre los años 1975 y 1982 y producida por Francis Ford Coppola, es la primera parte de lo que sería luego una trilogía formada por la propia Koyaanisqatsi, la que ha "calado" más, Powaqqatsi (la vida en transformación) y Naqoyqatsi (la vida en guerra), singular documental que refleja la colisión entre dos mundos obligados a convivir: por un lado la vida de los hombres en la sociedad moderna, la vida urbana y occidental, llena de tecnología, ciencia y consumismo. Por otro la naturaleza y el medio ambiente del planeta Tierra. Sin voz humana, tan sólo con el poder de las imágenes y la banda sonora minimalista de Philip Glass, Godfrey Reggio, su director, presentó este documental ante 5000 personas el 4 de Octubre de 1982 en el Radio City Hall de Nueva York, convirtiéndose al instante en un documental de culto (¡hace más de cuarenta años!).


Koyaanisqatsi, difícil de pronunciar al primer intento, es un viejo vocablo de los indios Hopi1 para expresar la idea de “vida fuera del equilibrio”. Se inspira en las profecías Hopi que “excavar las riquezas de la tierra es cortejar el desastre”, que “al acercarse el día de la purificación se tejerán telas de araña de un extremo al otro del planeta” y finalmente que “podría ser que algún día sea arrojado del cielo un receptáculo de cenizas que queme la tierra y evapore los océanos”. Con estas tres ideas la película trama un escenario narrativo que se apoya en una técnica cinematográfica singular, la de acelerar las imágenes hasta crear un verdadero efecto de vértigo al espectador. Aunque quizás no será la Abuela Araña la que teja los hilos, sino el hombre moderno, que levantará sus torres, sus arañas de hierro, tendiendo cables entre torre y torre. El viaje fílmico está lleno de grandiosidad. Parajes como el Gran Cañon del Colorado con sus inhóspitos y escarpados relieves se convierten en el vientre de la Madre Tierra, que como las vellosidades de nuestro estómago, permiten por su fondo diluir los líquidos vitales que vierte el cielo. Un cielo con interminables ejércitos de nubes que lo atraviesan sin detenerse a la velocidad de vértigo. Y sin embargo, uno tiene la sensación de volar sin más. Pero el verdadero corazón de esta película lo constituyen las incesantes riadas humanas deambulando por las calles, con rostros perdidos en el infinito, subiendo escaleras mecánicas como si la tierra nos vomitara. Miradas esquizofrénicas entre basura y miseria, entre máquinas de guerra y aviones que parecen mezclarse con las inacabables procesiones de coches en autopistas anchas como campos de fútbol. Edificios que desafían al cielo, donde sus cristales reflejan un cielo ajeno a sus moradores. Conteos de billetes por máquinas automáticas. Cadenas de montaje de máquinas de alimentos, todo circulando como si nunca nada se detuviera. Circuitos que se funden con la vista de pájaro de la trama urbana. Gente que camina apresurada, personas esclavas en oficinas que no apagan nunca sus luces jamás, brazos robot y gente adicta a los videojuegos que sujetan a sus bebés en brazos, gente tomando el sol en la playa con el fondo de una central nuclear. Estamos ante una película provocadora, arte en bruto que reclama nuestra atención, imágenes a las que la audiencia le entran de forma violenta como sacudidas por un terremoto, aunque también nos aporta relajo, espacios para respirar y de esta forma podamos simplemente gritar: ¡basta!. Pero para entonces, todo nuestro mundo se dinamita y bloques de viviendas enteras se vienen abajo como si de la coreografía de un ballet clásico se tratara para finalmente alcanzar la clímax con la conquista del espacio exterior. Una metáfora bestial para advertir que de nada nos sirve salir al exterior pues nuestra mirada sigue en tierra, rodeada de desequilibrio y con una naturaleza que todavía nos ama aunque nosotros la despreciemos. La música que acompaña como la luz al alba es cristalina y fluye como los reflejos de una aurora boreal. Las transiciones entre los temas parecen no tener ni principio ni fin. La instrumentación permite apreciar a cada elemento muscial con claridad, con su color y registro, las cuerdas y el viento con cada son particular. Si uno toma tan sólo la banda sonora le permitirá revivir cada escena. Para los seguidores de Philip Glass, en Koyaanisqatsi tenemos una obra deliciosa, una de las mejores del autor; el estilo musical personal de Philip Glass, que trabajó durante más de tres años para la película, calificado de modular se distingue por su estructura repetitiva pero con una lograda musicalidad que se adapta perfectamente a la narración. Uno no sabe si las imágenes siguen a la música o al revés.


Ésta es una película que rompe con todos los esquemas tradicionales, sin diálogos ni estructura narrativa, pone lo que tradicionalmente se consideran elementos de trasfondo tales como paisajes, ciudades y multitudes al frente con el fin de producir una intenso viaje a través de nuestro planeta en lo que se considera un poema visual extraordinario. Un magnífico trabajo que invita a reflexionar sobre el impacto de la huella que está dejando el hombre sobre la Tierra y sus consecuencias. La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos consideró a Koyaanisqatsi "culturalmente significativa" y ahora se conserva en el Registro Nacional de Cine.

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1Hopi, forma abreviada de Hopituh Shi-nu-mu ("pueblo pacífico"), tradicionalmente ocuparon el área de "Cuatro Esquinas" (Confluencia de los actuales estados de Arizona, Utah, Colorado y Nuevo México en Estados Unidos). En la actualidad viven en pequeños grupos de poblados autónomos ubicados en tres mesetas en el noreste de Arizona. Las tribus hopi son descendientes directos de los Anasazi, profundamente espirituales, con conceptos morales y éticos muy arraigados que implican respeto por todos los seres vivos y la naturaleza en su conjunto, para ellos la vida es sagrada. Fueron cazadores-recolectores organizados en pequeñas bandas hasta cuando iniciaron la explotación agrícola y las bandas comenzaron a unirse para establecerse en aldeas. En el siglo XVI, la cultura Hopi estaba altamente desarrollada con un elaborado ciclo ceremonial, una organización social compleja y un sistema agrícola avanzado. Participaban de la red comercial que se extendía por el suroeste americano y México. La sociedad hopi era matrilineal, las mujeres determinaban la herencia y la pertenencia a los clanes y los matrimonios no pueden realizarse entre miembros del mismo clan, los hijos de la relación son miembros del clan de la esposa. Después que el niño es presentado al Sol, las mujeres del clan paterno se reúnen y nombran al niño en honor al clan del padre. Los niños pueden recibir más de cuarenta nombres. Los miembros del pueblo deciden el nombre común.

domingo, 16 de junio de 2024

Una canción del desierto.



A horse with no name’ (Un caballo sin nombre), que recordamos hoy y que inicialmente fue titulada como ‘Desert song’ (Canción del desierto), significó el debut de America (grupo con el nombre inicial de Daze of London, pero optaron por América, que erróneamente se atribuye a la nación de la que provenían los padres de dos de ellos cuando realmente hacía referencia a una máquina de discos de aquella época) en 1972. El trío británico, sí, británico, aunque su música siempre fue muy estadounidense, comparable a la de Kansas o Eagles, gracias a su estilo depurado basado en guitarras acústicas que recuerdan mucho a Crosby, Stills, Nash & Young, lo bordó con esta composición de corte acústico, épica y cargada de trabajadas armonías vocales que ha pasado a la historia del rock and roll. Su lanzamiento en Europa pasó casi desapercibido pero, por contra, al otro lado del Atlántico, pese a que fue vetada por algunas emisoras de radio por sus supuestas referencias al consumo de drogas, esta canción llegó al número uno y obtuvo el disco de platino al ser el single más vendido de 1972. ‘A horse with no name’ nos narra un viaje al desierto para hallar orígenes, pasado y raíces, todo un ritual místico-surrealista para describir el vuelco hacia nosotros mismos que en alguna ocasión todos nos hemos visto obligados a realizar cuando nos sentimos un caballo sin nombre que no sabe hacia donde caminar. Nadie nos comprende en esos momentos y somos nosotros mismos los que tenemos que encontrar el camino pese a que nos sintamos solos en el mundo. Metafóricamente hace alusión al éxodo del pueblo comanche y realmente podría ser también una introducción en el ácido. Al parecer la inspiración llegó de un viaje que Dewey Bunnell, uno de los componentes del grupo, realizó para visitar a sus familiares de Arizona, donde el mismo desierto que cabalgó John Wayne le dejó maravillado. Ambiente bucólico y hechizante, y voces puras sumaron el mayor logro de la historia del conjunto, jamás superado por otras obras futuras, también de gran calidad pero carentes de la magia de ‘A horse with no name’. Al oírla todos cabalgamos sin rumbo determinado, buscando la felicidad perdida. Sus siguientes trabajos, pese a no reducir la calidad, ya no alcanzaron la fama del primer disco. En 1977 se convirtieron en un dúo tras el abandono de otro componente, Dan Peek, para abrazar la fe cristiana e intentaron abordar nuevos sonidos, pero sólo lo consiguieron parcialmente aunque no por ello han dejado de actuar en giras por todo el mundo donde ofrecer sus canciones de siempre. La letra de la canción ha sido interpretada por unos como una descripción descarnada de la vida como una sucesión situaciones sin sentido que conducen a la muerte, pero en el desierto puedes estar seguro ya que allí puedes recordar tu nombre porque no hay nadie que te vaya a hacer daño; mientras que otros hablan de las paranoias que le sobrevienen a una persona enganchada al caballo sin nombre (la heroína). La música arranca con unas notas de guitarras acústicas sobre la que escuchamos la voz aguda y monótona del cantante que es acompañado primero por el bajo, después por la percusión y más tarde las perfectas armonías vocales del grupo, creando así una obra de gran impacto.



¿Perdura la película o la música?



Nella Fantasia
no debería haber sido un aria porque la melodía fue originalmente el tema de la película La Misión. A veces ocurre que una banda sonora es más popular o perdura más en el tiempo que la misma película a la que pertenece. No me atrevería a afirmarlo rotundamente, pero creo que en el caso que nos ocupa, casi se cumple. Es cierto que la película La misión de Roland Joffé es ya un clásico, pero también lo es que la banda sonora de Ennio Morricone (1928-2020, compositor y director de orquesta italiano, conocido por haber compuesto la banda sonora de más de quinientas películas y series de televisión; recibió un Óscar honorífico en 2006 y ganó el Óscar a la mejor banda sonora en 2016, su obra se extendió a multitud de géneros de composición, convirtiéndolo así en uno de los compositores más versátiles de la historia del cine y también de los más influyentes del siglo XX. Sus composiciones son catalogadas como auténticas obras maestras. Una de sus principales obras fue una Misa creada con motivo del bicentenario de la restauración de la Compañía de Jesús terminada en el año 2014 y estrenada en la Iglesia del Gesù el 10 de junio de 2015 en honor del Papa Francisco. Morricone falleció a los noventa y un años, a consecuencia de las complicaciones producidas por una fractura de fémur tras sufrir una caída en su casa varios días antes) es inconfundible y las múltiples grabaciones que hay de fragmentos de la misma, han hecho que se siga recordando la película. El tema «El oboe de Gabriel», que ya figura en todas las antologías de música clásica, es el más popular y conocido de toda la banda sonora y a él le dedicamos este espacio. La misión es una película británica de 1986 dirigida por Roland Joffé e interpretada por Robert De Niro, Jeremy Irons, Ray McAnally y Aidan Quinn en los papeles principales, ganadora de varios premios cinematográficos internacionales. El largometraje tiene como telón de fondo el Tratado de Madrid entre España y Portugal, por el que se dirimió momentáneamente la disputa por la Colonia del Sacramento —en la desembocadura de Río de la Plata— y la lucha entre las monarquías absolutas europeas y el poder detentado por la Iglesia hasta la época centrado en la Compañía de Jesús. El personaje del Padre Gabriel estaría inspirado en el sacerdote jesuita y compositor de música barroca, Domenico Zipoli, quien vino a evangelizar en las misiones jesuitas de Córdoba, Argentina en el Siglo XVIII. En la película, el tema de El oboe de Gabriel se usa de manera más prominente cuando el protagonista, el padre jesuita Gabriel, camina hacia una cascada y comienza a tocar su oboe, con el objetivo de hacerse amigo de los nativos con su música para poder llevar a cabo su trabajo misionero en el Nuevo Mundo . Los miembros de la tribu guaraní , que lo han estado acechando desde la distancia, se acercan a Gabriel por primera vez, desconcertados por los sonidos del instrumento desconocido. El jefe de la tribu, sin embargo, está disgustado por esto y rompe el oboe de Gabriel. Esto marca el inicio de la relación entre el padre Gabriel y los indígenas guaraníes. «Edén» es uno de los discos más exquisitos de Sarah Brightman; y dentro de esta producción viene incluído este maravilloso tema. A grandes rasgos -y para los que no entienden mucho el inglés- comparto más o menos lo que Sarah Brightman comenta en la introducción previa que ella hace en el video de este concierto, antes de interpretar este tema: «Mi siguiente canción fue originalmente instrumentada y compuesta por Ennio Morricone para el film: «La Misión». Hace como 3 años, yo le escribí al Sr. Morricone para preguntarle si podía darme permiso para convertir tan espectacular pieza en una canción. Pensé que él lo rechazaría… Pero dos meses después, recibí el «Sí» en una carta de respuesta en la que decía que él pensaba que sería un gran éxito al cedérmela… Y yo me siento muy complacida de que él lo haya hecho, porque pienso que es una belleza de canción». Qué hermosa historia ¿no?. Sarah Brightman la canta divinamente y nos eriza la piel con tan sólo escuchar los primeros acordes. La verdad es que Sarah Brightman se enamoró de la melodía después de ver la película y escribió al compositor para obtener permiso para convertir Gabriel’s Oboe en una pieza lírica, Morricone se negó rotundamente y Brightman procedió a enviar otra carta suplicando al compositor italiano cada dos meses. Tardó tres años, pero finalmente Morricone cedió y le permitió cantarla. Nella Fantasia es, pues, hoy, una canción cantada en italiano con música de Ennio Morricone y letra de Chiara Ferrau, muy popular entre los cantantes clásicos, y que fue lanzada originalmente en 1998 por Sarah Brightman.