Hace algunos años, a muchos de nosotros (y nosotras) nos tocó avanzar muy orondos por la nave central de la iglesia, del brazo de nuestra pareja para toda la vida. Caminábamos a paso lento, dichosos, al compás de una melodía muy hermosa que se conoce con el nombre de Ave María de Schubert, uno de los tantos Ave María compuestos por diversos autores en el transcurso de muchos años. Es el más popular, desde luego, y de ahí que con toda seguridad haya sido el que escuchamos en la oportunidad referida, saludando a nuestro paso a amigos y familiares con nuestra mejor sonrisa, porque éramos felices. Pero hay un autor que compuso la mitad de un Ave María sin proponérselo. Para ser justos, compuso bastante más que la mitad: era el año 1722 y Juan Sebastián Bach comenzaba a escribir su máxima obra pedagógica y sistemática para clave: El clave bien temperado, que consta de 24 preludios y fugas, para las doce tonalidades mayores y las doce menores. La obra, de enorme trascendencia, contribuyó a imponer ni más ni menos que la división de la octava en doce medios tonos cromáticos iguales, lo cual permitió desarrollar hasta el límite el mecanismo de las modulaciones, es decir, el paso comedido de una tonalidad a otra, en la misma pieza. Pues bien, por la década de 1850, el autor de, entre otras, de la ópera Fausto, el respetado compositor francés Charles François Gounod (1818-1893), encontrábase disfrutando de su propia interpretación del primer preludio impresionado por la belleza de la música de Bach cuando repentinamente la musa le golpeó con delicadeza un hombro y le enseñó una melodía que él denominó al instante "Meditación sobre el Preludio N° 1 de Bach" y, al poco rato, se le ocurrió que la antiquísima oración en latín llamada precisamente Ave María, le venía a su bella melodía como anillo al dedo. Es lo que hoy conocemos como el Ave María de Bach-Gounod, algo menos popular que el de Schubert, pero tanto o más hermoso, de forma que, junto a él, el Ave María de Bach-Gounod se ha convertido en un fijo en las misas de bodas, funerales y fiestas de quince años. La versión resultante del Ave Maria de Gounod ha sido interpretada por innumerables violinistas y voces a lo largo de los años, convirtiéndose en un verdadero clásico de la música académica. El violín es el instrumento perfecto para interpretarlo porque su tono cálido y expresivo se adapta maravillosamente a la melodía melódica y emotiva de la pieza. Los violinistas pueden aprovechar al máximo las dinámicas y los matices de la composición, creando así una interpretación única y conmovedora. En general, la interpretación del Ave Maria de Gounod en el violín es un desafío que vale la pena para cualquier músico apasionado.
Muchas gracias!!!!
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