sábado, 16 de julio de 2011

Boletin nº 4 - La formación en tiempos de crisis

LA REALIDAD SIMULADA

Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad, que diría el castizo. Lo que ayer parecía inmutable se revela hoy como efímero, o, peor aún, como imposible de imaginar. Y puestos a imaginar, cuesta asumir que, no hace muchos años, eso de los derechos de los autores de obras de arte (música, libros, etc.), que ahora está tan de moda por razones diversas, era algo que no se discutía porque conseguir una copia de algo era más complicado que comprar el original y, además, no traspasaba el ámbito privado, sin posibilidad de comerciar con ella. Ha sido después, con  los adelantos informáticos, cuando la mezcla de conceptos como copia privada, copia comercializada, copia libre, copia gratuita, … ha producido la confusión que ahora nos invade.
En este contexto, también ha variado la labor del artista, de suerte que, con contadas excepciones en forma de homenaje, tributo o similar, no está bien visto aprovecharse en beneficio propio de la creatividad ajena sin más. Y eso sí que ha pasado entre nosotros. Sin ir más lejos, en la machadiana España de charanga y pandereta, florecieron “artistas” cuyo único mérito era impostar obras ajenas para pasarlas por un tamiz único que las deformaba con gran regocijo de unos cuantos. Quizá el más peculiar de estos artistas de la apropiación de ideas ajenas, en una época particularmente casposa, fuera el conocido por Emilio el Moro. Personaje curioso de unos tiempos cambiantes, se llamó así (en una expresión que hoy sería de difícil uso porque cae dentro de lo que se considera políticamente incorrecto) por haber nacido en una ciudad española del Norte de África; murió a finales del pasado siglo como consecuencia de las quemaduras sufridas durante el incendio de su domicilio, provocado por un cigarrillo mal apagado. Mucho antes de su muerte, el mercado ya le había dado la espalda porque se cansó de ver siempre la misma obra con diferentes envoltorios ya que su popularidad se cimentó en la deformación, con un discutible sentido del humor, de canciones en boga en esa época, de manera que, al final, todas eran una misma canción, con independencia de que el mercado se mostraba dinámico en sus demandas; que un chotis, una muñeira, una jota o un pasodoble parezcan el mismo fandango (como era el caso) una vez y otra, acaban por descubrir el vacío creativo y el desconocimiento del mercado. Por otra parte, el éxito de la parodia era directamente proporcional a la calidad y poder de convocatoria de la canción imitada, lo que enaltecía el valor del original a la vez que ponía de manifiesto la falta de creatividad del personaje que ni tan siquiera intentó ofrecer obra propia y desapareció de la escena cuando el mercado comprobó que, sin el apoyo de la creación original, su aportación era nula.   


La formación en tiempos de crisis

La actual situación, cuya duración ha cogido a contrapié a todos los agentes sociales, ha permitido, con independencia de su gravedad, reflexionar sobre la validez (o no) de un modelo de formación que se ha extendido durante años (concretamente todos los largos años de bonanza) sin que se cuestionase su eficacia real para los destinatarios ni su razonable retorno de inversión para sus empresas. Tal parecía que era necesario tener un “catálogo de acciones formativas” dentro del que se elegía una acción, frecuentemente sin profundizar en si era la más adecuada para el objetivo perseguido, cual si de la moda pret-a-porter se tratara, es decir, se primaba la variedad de catálogo por encima incluso de la necesidad y, sobre todo, por encima de las previsiones en base a estrategias de futuro. Y, lo que es peor, minimizando la importancia troncal de la formación y negando el necesario acomodo entre lo fundamental y lo accesorio.
Permitidme apoyarme en una vivencia personal ilustrativa de la filosofía que imperaba no hace tantos años: en una reunión de trabajo de diferentes consultores-formadores especializados en el mundo de las entidades financieras y de las finanzas en general a la que tuve la oportunidad de asistir, el que parecía manejar el cotarro, expresando su particular visión de futuro, planteó una pregunta en público argumentando la necesidad de cambio en el nombre las acciones ofrecidas en catálogo: “¿os imagináis que sigamos dentro de diez años impartiendo formación sobre riesgo crediticio?”
No recuerdo cómo acabó la reunión, pero sí sigo teniendo presente mi reacción interna ante tamaño dislate: por una parte el tal líder exhibía un preocupante desconocimiento de las permanentes necesidades fundamentales de sus partners y, por otra, declaraba implícitamente que su visión era monolítica y ajena a los matices. Ciertamente es de aplicación aquella máxima de que si quieres obtener resultados distintos no puedes seguir haciendo lo mismo, pero, por otra parte, debe reconocerse el núcleo del negocio para saber orbitar para atenderlo de acuerdo con las fluctuaciones normativas y/o internas de cada organización.
Veamos. ¿Cuál es la esencia del negocio de las entidades financieras? Como todos sabemos, captar dinero de los ahorradores para prestarlo a los demandantes, y con esa intermediación obtiene sus beneficios. Simple, ¿no? Ciertamente, alrededor de esa base fundamental nace una panoplia de servicios y productos paralelos cada vez más vistosa. Pero, para gestionar adecuadamente el núcleo de su negocio, es indispensable que sus empleados estén permanentemente formados en el análisis del riesgo crediticio (entre otras muchas materias, naturalmente).

Es, en una comparación libre, como si se cuestionara el hecho de seguir enseñando “dentro de diez años” normas gramaticales; pues sí, teniendo en cuenta que una persona necesitará profundizar en el conocimiento de la sintaxis, otro en la retórica, otro en la semántica… en función de necesidades individuales (se confirma cada vez con más contundencia que se ha de abandonar el “café para todos” a partir de unos mínimos comunes).

Lo que sí es cierto es que la forma de adquirir los conocimientos evoluciona paralelamente, de forma particular, a los avances tecnológicos y así, los conocimientos que antes se adquirían, por ejemplo, de forma presencial, ahora se convierten en blended, con unas herramientas de autoaprendizaje diferentes; además, siguiendo con el ejemplo de los riesgos, una formación de hace diez años era necesariamente distinta de una actual sobre la misma materia; sólo cabe recordar la influencia de toda la normativa (Circulares, planes de contabilidad, Ley concursal, la evolución del mercado hipotecario, Basilea I, II y III, nuevos productos más complejos, los cambios en el perfil del cliente, etc.). Es decir, que “dentro de diez años” y, seguramente dentro de cincuenta más seguirá siendo necesario formar en riesgos a los empleados de entidades financieras, solo que de forma diferente y con contenidos adaptados. Es imprescindible conocer, entender y dominar la esencia del negocio con cuyo desarrollo se pretende colaborar Aunque ciertamente, el matiz está en que si el líder citado se refería a que “dentro de diez años” seguirá vigente el mismo curso de riesgos que ahora, ahí sí que tiene razón, pero ese planteamiento adolece para quien lo expresa sin matices una cierta cortedad de miras y la declaración de una cierta incapacidad de adaptación al progreso citado.


Los formatos y los contenidos

En unos momentos en los que las entidades han aprendido (sólo las que lo habían olvidado, para ser exactos) que la optimización de recursos es algo más que una teoría que se aplica en el examen de la rentabilidad de los clientes cuando se analiza la admisión o no de una operación de activo que solicita, el siguiente concepto que queda por asumir (por el mismo segmento de entidades citadas) es cómo conseguir la racionalización del gasto. Y se mantiene la referencia a gasto y no a inversión como correspondería porque a la hora de establecer los planes formativos que cubren las necesidades afloradas, los responsables de los departamentos de gestión de recursos humanos, desarrollo de personas y negocio, formación o similar, se ven obligados a hacer encajes de bolillos para ajustar los números y justificar lo que contablemente es un gasto de un presupuesto asignado.

Posiblemente la racionalización referida pase por la definición de dos premisas fundamentales: los contenidos formativos necesarios y la forma en que se diseñe su acceso al público objetivo, dando por descontado que, previamente, con el concurso de otros departamentos afectados, se ha dado respuesta a dos cuestiones previas ineludibles: qué estrategia de negocio se pretende desarrollar y qué perfil profesional se ve afectado.

Ha pasado el momento en que todo valía, que la formación era poco menos que una forma de “cubrir el expediente” para contentar a todos y es hora de optimizar. En cualquier segmento de negocio, conocer la estrategia permite trazar las líneas maestras de las necesidades formativa globales; ciñéndose a una entidad financiera, no es necesario insistir en la evidencia de que si la estrategia es crecer en número de clientes, en volumen de activo, en tamaño geográfico, en pasivo gestionado, en mayor penetración de los servicios vinculados, o en cualquier otro parámetro, esta estrategia particular condiciona la formación a impartir/desarrollar de forma  inmediata y a medio plazo.
No se concibe el cumplimiento de una estrategia sin el concurso de las personas que la han de llevar a la práctica, luego el siguiente paso (anterior, como se ha apuntado, a la definición de contenidos y formatos) es identificar las personas que han de liderar el proyecto y, subsecuentemente, el equipo que se aglutinará a su alrededor. Es entonces, tras el análisis de la situación de estrategia y personas, cuando podrá abordarse el estudio de qué contenidos necesitan perfeccionar y con qué formato lo harán.
Hay un paso previo a la decisión final que implica un adecuado conocimiento de las personas que conforman, no el departamento de gestión de los Recursos Humanos, sino el “brazo armado” del mismo, en particular cuando se habla de temas de formación; son, claramente, la plantilla de formadores internos. Más allá de la dedicación que prestan a ayudar a formar a sus compañeros, más allá de la exhibición que han de mostrar de cualidades didácticas y de conocimiento de la materia objeto de formación, y más allá de otros muchos aspectos que, frecuentemente quedan relegados al olvido o a la falta de consideración, ciñéndose a componentes técnicos de la formación, es indispensable conocer si las acciones a desarrollar una vez se ha evaluado la necesidad de que se trate se harán con o sin la participación de formadores internos. No es un tema ni baladí, ni de rentabilidad del coste de la formación, ni siquiera de eficacia final: cuando se diseña una formación (particularmente cuando se diseña el formato en que se hará llegar a los usuarios finales), el hecho de contar o no con formadores internos condiciona en gran manera la decisión. De la misma forma que, por ejemplo, cuando se diseña un marco formativo relativo al estudio de los aspectos jurídicos de operaciones bancarias, pongamos por caso, se percibe la necesidad de que la Asesoría Jurídica participe y opine sobre tratamiento práctico de determinados contenidos a desarrollar, no parece que haya que cuestionar la necesidad de verificar que las personas llamadas a actuar como formadores tienen unos conocimientos y una actitud plenamente alineados con los requerimientos de la formación que han de ayudar a impartir. No sería la primera vez que vicios adquiridos en la gestión de la operativa diaria (y que, en la práctica, no se perciben como tales vicios) perjudica y dificulta la exposición y la convicción necesaria en la comunicación como formadores. Un ejemplo con un tema suficientemente manido: si se plantea una acción formativa sobre descuento comercial y rentabilidad y, hablando de la descontabilidad de documentos, se enfatiza en que un pagaré “no a la orden” no es descontable, algún formador que, en su día a día identifique la gestión de estos documentos con el descuento (similar, realmente) puede tener problemas en transmitir con la suficiente contundencia este detalle, fundamental por otra parte para salvaguardar los derechos a las acciones ejecutivas, en su caso, que corresponden a la entidad.

Mención aparte merece, para finalizar esta reflexión de acercamiento al tema, la correlación que el destinatario de la formación ha de percibir entre el esfuerzo que se le exige en cuanto a tiempo y dedicación y el impacto que la realización de la formación tenga en su devenir profesional e, incluso, futuro personal. Es por ello que los planes de formación, sin que sean equivalentes (ni siquiera supeditados) a los panes de carrera, han de formar parte del diseño de futuro. En nuestra experiencia, es pernicioso ligar la realización de determinada formación con el ascenso profesional, pese a que debe transmitirse que forma parte de las posibilidades de tal ascenso. Pero entre eso y el efectuar convocatorias de acciones formativas “porque ahora tocan”, hay un amplio abanico de alternativas que los departamentos de gestión de los recursos humanos deben identificar y comunicar adecuadamente; su tratamiento es una de las formas de evitar el desencanto que se instala cuando se percibe que la formación ha perdido su halo histórico de equivalencia con el crecimiento vertical  y puede ser perfectamente asimilable al crecimiento horizontal.

lunes, 11 de julio de 2011

Un nuevo liderazgo

Coincidí en un acto social con E., directora de cuentas de una importante empresa de comunicación, y me expresaba su preocupación acerca, no ya de la situación actual sino, en concreto, de cómo se aplicarán las necesarias recetas por las personas encargadas de hacerlo. Saltar de ahí al concepto de liderazgo, es, casi , casi. pura inercia.
De entrada hemos de definir qué se entiende  por liderazgo, (y qué queremos que sea) y eso en unos tiempos en los que las virtudes del líder se han manipulado hasta la saciedad. Tenemos demasiados ejemplos cercanos, ocurridos cuando todo valía, de "líderes" que, con suerte, no pasaban de jefes, directivos o, a lo sumo, expertos, que, cuando se avecinaron  nubarrones, no sólo no supieron calibrar el impacto del golpe, sino que fueron incapaces de reaccionar asumiendo las decisiones correctas. Es lamentable, pero más de uno de los negocios devorados por la crisis, se mantendrían hoy en pie, incluso en situación de poder afrontar lo que aún queda de crisis con una cierta gallardía.

Pero no vale lamentarse, sino mirar adelante. ¿Qué líder se precisa hoy? No hay (no puede haber) recetas universales, pero sí que hay rasgos comunes: sentido de la anticipación, conocimiento profundo de las capas concéntricas que van desde su entorno inmediato, esto es, el equipo humano, hasta los confines del mercado que pueden influir en la validez de sus decisiones, valentía, capacidad de "sacudir" los hábitos de la organización si es necesario, personalidad, ...
Pero también conviene no olvidar el eterno dilema: ¿líder o jefe? ¿líder o experto?. Para llegar a conclusiones válidas debe tenerse en cuenta alguna evidencia: el líder ha de tener la facultad de tomar sin miedo decisiones polémicas, y el líder ha de conocer lo suficiente de los entrresijos del proyecto como para tomar esas decisiones, aunque no los domine todos en profundidad .

Vale aquí el ejemplo de la orquesta bien dirigida: el director, que ha de conseguir la participación eficaz de todas las secciones para alcanzar la plena armonía en la ejecución, no tiene por qué ser un virtuoso de todos los instrumentos, pero ha de conocerlos y ha de saber modular en cada uno el tempo, el ritmo, la intensidad, al objetivo final, y eso lo ha de conseguir de cada uno de los virtuosos, que son más expertos que él mismo en cada instrumento;  tampoco debe de dar órdenes directas (salvo que se desmanden, en ejemplo de decisiones polémicas) a todos y cada uno de los violinistas, tarea que queda encomendada al primer violín.

Y no debe olvidarse la función del equipo: no basta el entusiasmo personal, en su caso, del líder; hace falta que el equipo le reconozca la facultad de liderar, siendo la clave del liderazgo ese reconcimiento.
Seguiremos debatiendo estos aspectos.

jueves, 7 de julio de 2011

La historia se repite... una y otra vez

Participaba hace unos días en un coloquio acerca de la previsibilidad o no de la actual crisis y, dando por sentado que las circunstancias específicas de todas las crisis económicas y sociales que hemos sufrido no permiten generalizar, tampoco acaba de ser del todo cierto que muchas de ellas (incluso la actual) no hubieran podido evitarse o, cuando menos, limitar su alcance.
Que en los últimos años se instaló en todos la sensación de que todo valía y que el crecimiento se antojaba imparable y eterno, es un hecho doloroso en el que no vale la pena ahondar. Que el "reparto de cromos" de la responsabilidad ha derivado hasta el punto de que el responsable de la situación sea el ciudadano de a pie, mas doloroso. Pero, aunque no sea más que un recordatorio histórico y hasta cierto punto exótico, vale la pena desempolvar las viejas palabras de Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, que, en una carta al Secretario del Tesoro, Robert Gallatin, en 1802:
“Pienso que las entidades bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que todos los ejércitos listos para el combate. Si el pueblo estadounidense permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos privados, y todas las entidades que florecerán en torno a ellos, privarán a los ciudadanos de lo que les pertenece, primero con la inflación y más tarde con la recesión, hasta que sus hijos se despierten, sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron.” (para los puristas de los matices de la traducción, aquí va el original en inglés: “I believe that banking institutions are more dangerous to our liberties than standing armies. If the American people ever allow private banks to control the issues of their currency, first by inflation, then by deflation, the banks and corporations that will grow up around the banks will deprive the people of all property until their children wake-up homeless on the continent their fathers conquered.”)

¿Alguien cree que esa impresión de Jefferson es extrapolable, aún parcialmente a situaciones posteriores?
Pero la Historia nos enseña aún más; en 1863, también en Estados Unidos, el Secretario del Tesoro Hugh McCulloch, consideró conveniente divulgar unas "Recomendaciones" a aquellos que pretendían desempeñar el noble oficio de banquero. Este documento, incorporado con frecuencia en los manuales de riesgos dice así:
"Recomendaciones a los Banqueros":
"No conceda créditos que no estén asegurados más allá de toda contingencia razonable. No haga nada para animar o promover la especulación. Facilite solamente las transacciones que sean legítimas y prudentes. Que sus descuentos sean por un plazo tan corto como le permita el negocio de sus clientes, e insista en que el pago de todo el papel se realice al vencimiento, tanto si Vd. necesita el dinero como si no. No renueve nunca una operación o una factura simplemente porque no conozca donde colocar el dinero con la misma rentabilidad, en caso de realizarse el pago. De ningún otro modo puede Vd. controlar adecuadamente su línea de descuento, o hacerla permanentemente segura."
"Distribuya sus créditos en lugar de concentrarlos en unas pocas manos. Los créditos elevados concedidos a una sociedad o individuos únicos, aunque en ocasiones pueden ser lícitos y necesarios, son generalmente poco juiciosos y frecuentemente inseguros. Los acreedores importantes pueden tener posibilidad de controlar el Banco: y si se produce esta relación entre un Banco y su cliente, no es difícil saber quien sufrirá finalmente las consecuencias. Cada dólar que una Banco presta por encima de su capital y reservas, lo debe, y sus gestores tiene por consiguiente la obligación más estricta hacia sus acreedores, así como a sus accionistas, de mantener sus líneas de descuento permanentemente controladas."
"Trate a sus clientes con desprendimiento, no olvidando nunca que un Banco prospera si sus clientes prosperan, pero nunca les permita que le dicten su política."
"Si duda de la conveniencia de un descuento, déle al Banco el beneficio de la duda y rechácelo. No descuente nunca si duda de su conveniencia. Si tiene razones para desconfiar de la integridad de un cliente, ciérrele su cuenta. No trate nunca con un bribón en la creencia de que Vd. puede impedir que le engañe. El riesgo en este caso es mayor que los beneficios."
"Pague a sus empleados salarios que les permitan vivir con holgura y respetabilidad sin tener que robar: y exíjales la totalidad de su tiempo. Si un empleado vive por encima de sus ingresos, despídalo. Incluso si su exceso de gastos se puede explicar en forma consistente con su integridad, aún así despídalo. la extravagancia, aunque no sea un crimen, conduce inadvertidamente al crimen. No puede ser empleado de confianza de un Banco quien gasta más de lo que gana."
"El capital de un Banco debe ser una realidad, no una ficción. Y debe estar en las manos de quienes tienen dinero que prestar, y no de los necesitados de él. El interventor tratará de evitar, por todos los medios a su alcance, la creación de un capital ficticio por parte de los Bancos nacionales, mediante el uso de su propia circulación fiduciaria, o de cualesquiera otros medios artificiales; y en sus esfuerzos para conseguirlo confía poder contar con la cooperación de todos los Bancos bien dirigidos."
"Persiga un negocio bancario directo, honesto y legítimo. No deje que la perspectiva de grandes beneficios le tiente a hacer nada que no este permitido por la Ley de Moneda Nacional. Los esplendidos financieros, en el mundo de la Banca, son generalmente o farsantes o truhanes."


Sin comentarios. Sólo un apunte final: en más de un curso que he tenido la oportunidad de impartir sobre la gestión de riesgo en la banca, cuando ocasionalmente se presentaba la oportunidad de debatir el contenido de las Recomendaciones, la impresión general es que se trataba de un texto anticuado, arcaico y que no tenía razón de ser actualmente,
Ya se ve, por desgracia, que la historia se repite.

martes, 5 de julio de 2011

La inclusión financiera, el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo

El GAFI ha publicado una guía de orientación para ayudar a los países y a las instituciones financieras que trabajan en la inclusión financiera[1] en el diseño de sistemas y medidas contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo (BC/FT) de forma que esos países continúen ejecutando  los proyectos de inclusión financiera, sin poner en peligro la lucha contra la delincuencia organizada.
Es evidente que la promoción de sistemas y servicios financieros bien ordenados es fundamental para prevenir el blanqueo de capitales o la financiación del terrorismo; sin embargo, la aplicación de un enfoque excesivamente prudencial puede conducir a excluir negocios legítimos y a los consumidores del sistema financiero.
Este documento de orientación se centra en asegurar que los controles contra el BC/FT no dificulten el acceso a servicios financieros bien regulados de los grupos económicamente marginados y desatendidos, incluidos los de bajos ingresos, el sector rural y determinados grupos de "sin papeles".
La guía detalla iniciativas para hacer frente a la inclusión financiera, desde la óptica del BC/FT, adoptadas en los países en desarrollo, donde el desafío es mayor, pero no descuida incluir también ejemplos de medidas adoptadas en los países desarrollados.



La practicidad del documento estriba en la inclusión de revisiones de las diferentes obligaciones de los sujetos obligados (debida diligencia del cliente, requisitos para conservar registros y documentos, comunicación de operaciones indiciarias, los controles internos, ...), y para cada uno de ellos presenta cómo las normas pueden ser leídas e interpretados para apoyar a la inclusión financiera.
El proyecto se ha llevado a cabo en colaboración con el Banco Mundial y el Grupo Asia / Pacífico filial del GAFI (APG, por sus siglas en inglés) tras un periodo de consultas con diferentes instituciones financieras.



[1] Las políticas de inclusión financiera, promovidas por el G20 y documentadas en la reunión de julio 2010 en Toronto, tienen por objetivo facilitar el acceso a servicios financieros a capas cada vez más amplias de la población en los países emergentes, para desencadenar un círculo virtuoso entre desarrollo económico y desarrollo financiero. La actual crisis, generada en los países desarrollados y ante la que las economías emergentes han reaccionado con notable capacidad de resistencia, ha puesto el énfasis en los objetivos de estabilidad financiera, lo que ha desencadenado una oleada de reformas regulatorias cuyo negativo impacto reducirá, posiblemente, el acceso y profundidad del sistema financiero.

lunes, 4 de julio de 2011

¿Y si Grecia estuviera en Estados Unidos?

No, no es ningún sofisma ni un acertijo para estudiantes de geografía.
La reflexión viene a cuento porque ya se oyen sin la sordina con que se susurraban no hace mucho tiempo los avisos, por un lado de las agencias de calificación de riesgos y por otro del propio FMI, acerca de la delicada situación que atraviesa la economía del motor mundial representado por los Estados Unidos de América.
Como es costumbre, ante el hecho de que el Gobierno Federal esté llegando al límite legal de su endeudamiento, los posicionamientos son diversos, desde quienes quitan hierro al asunto desviando la solución únicamente al plano político en tanto las consecuencias (para ellos) serían solamente una modesta desaceleración económica) hasta los augures que vaticinan una vuelta sin remedio a los peores momentos de la crisis, en 2008/2009.
Hay que confiar en que las medidas que está tratando de aplicar la Administración Obama (gracias a o a pesar de, según se mire en cada medida, la colaboración del Partido Republicano) tengan la eficacia que se espera de ellas, ya que, sería un desastre mundial que se produjera descrédito de la economía USA. Y vamos al titular. Ya se ha aireado suficientemente que Grecia, que ya tuvo problemas en su incorporación al euro (por cierto, ¿nadie dice nada de Goldman Sachs y su "estuche de maquillaje"? ¿nadie opina sobre las "autoridades económicas" que, o admitieron un claro gol en aras al establecimiento de la moneda única o pecaron de timoratas en su día?), ha perdido casi toda su credibilidad y, por diversas razones, atraviesa momentos realmente dramáticos a merced de las instrucciones que va recibiendo de "los mercados".
Pero, ¿y si son los Estados Unidos los que toman el relevo de Grecia?
Quizá no sería descabellado estudiar cuáles son los pasos a seguir en un modelo de rescate económico buscando un modelo de validez universal, en la era de la globalización, porque, de acuerdo, los problemas de Europa mejoran (pese a que algún país empeora a ojos vista), pero el mundo no soportaría la extrapolación de situaciones similares a economías/motor del mundo. Los avisos se están prodigando.