Coincidí en un acto social con E., directora de cuentas de una importante empresa de comunicación, y me expresaba su preocupación acerca, no ya de la situación actual sino, en concreto, de cómo se aplicarán las necesarias recetas por las personas encargadas de hacerlo. Saltar de ahí al concepto de liderazgo, es, casi , casi. pura inercia.
De entrada hemos de definir qué se entiende por liderazgo, (y qué queremos que sea) y eso en unos tiempos en los que las virtudes del líder se han manipulado hasta la saciedad. Tenemos demasiados ejemplos cercanos, ocurridos cuando todo valía, de "líderes" que, con suerte, no pasaban de jefes, directivos o, a lo sumo, expertos, que, cuando se avecinaron nubarrones, no sólo no supieron calibrar el impacto del golpe, sino que fueron incapaces de reaccionar asumiendo las decisiones correctas. Es lamentable, pero más de uno de los negocios devorados por la crisis, se mantendrían hoy en pie, incluso en situación de poder afrontar lo que aún queda de crisis con una cierta gallardía.
Pero no vale lamentarse, sino mirar adelante. ¿Qué líder se precisa hoy? No hay (no puede haber) recetas universales, pero sí que hay rasgos comunes: sentido de la anticipación, conocimiento profundo de las capas concéntricas que van desde su entorno inmediato, esto es, el equipo humano, hasta los confines del mercado que pueden influir en la validez de sus decisiones, valentía, capacidad de "sacudir" los hábitos de la organización si es necesario, personalidad, ...
Pero también conviene no olvidar el eterno dilema: ¿líder o jefe? ¿líder o experto?. Para llegar a conclusiones válidas debe tenerse en cuenta alguna evidencia: el líder ha de tener la facultad de tomar sin miedo decisiones polémicas, y el líder ha de conocer lo suficiente de los entrresijos del proyecto como para tomar esas decisiones, aunque no los domine todos en profundidad .
Vale aquí el ejemplo de la orquesta bien dirigida: el director, que ha de conseguir la participación eficaz de todas las secciones para alcanzar la plena armonía en la ejecución, no tiene por qué ser un virtuoso de todos los instrumentos, pero ha de conocerlos y ha de saber modular en cada uno el tempo, el ritmo, la intensidad, al objetivo final, y eso lo ha de conseguir de cada uno de los virtuosos, que son más expertos que él mismo en cada instrumento; tampoco debe de dar órdenes directas (salvo que se desmanden, en ejemplo de decisiones polémicas) a todos y cada uno de los violinistas, tarea que queda encomendada al primer violín.
Y no debe olvidarse la función del equipo: no basta el entusiasmo personal, en su caso, del líder; hace falta que el equipo le reconozca la facultad de liderar, siendo la clave del liderazgo ese reconcimiento.
Seguiremos debatiendo estos aspectos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario