Como era de esperar, el año nuevo comienza con el cumplimiento de las amenazas, previas a las vacaciones navideñas, proferidas por las todopoderosas agencias de calificación en virtud de las cuales, la mayor parte de los países de la eurozona se han visto obsequiados con una rebaja en su rating de solvencia.
No vamos a hacernos eco en estas lineas de la soberana irritación en algunos mandatarios por tales medidas; tampoco de la fiabilidad de los estudios en que se basan los ratings (recordemos los clamorosos fallos en que han incurrido las agencias que, dicho sea de paso, no han mermado su situación de privilegio para "los mercados"). Hay aspectos mucho más preocupantes a nuestro juicio, que quedan reflejados en un comentario suelto escuchado hoy mismo: alguien argumentaba que estaba bien que existieran las agencias tal como están, sin control ni supervisión para facilitar las decisiones de los inversores.
Detengámonos un momento: eso es, ni más ni menos que dar por buena la lógica perversa de que los mercados han de mandar sobre las decisiones soberanas de los estados. Y, dentro de los múltiples ejemplos que se podrían poner para rebatir tal aberración, sólo uno: supongamos que un estado (el que sea, a estos efectos no tiene importancia definir uno u otro) ha acometido reformas económico/financiero/fiscales que le permiten ir capeando el temporal sin menoscabar demasiado el bienestar social y el futuro de su población . Si esas reformas acarrean, pongamos por caso, una prórroga de los vencimientos de su deuda, automáticamente su rating cae al nivel del betún. Luego entonces, los estados (y su población) tienen dificultades financieras que pueden repercutir en el mantenimiento de la paz social en su territorio y en el nivel de servicios prestados a la comunidad.
Y es pertinente, pues, la pregunta que se hace el sociólogo José Luis Pardo: ¿Hasta qué punto puede un estado ceder su soberanía a terceros sin dejar de ser un estado soberano? Porque eso es lo que están haciendo los estados, cediendo sus decisiones soberanas a "los mercados".
Y las decisiones no pueden ser de los inversores, cuyo único objetivo es el crecimiento de sus beneficios sin más. Tampoco está de más, por lo tanto recordar, desde el punto de vista médico, que un cáncer es el crecimiento desmesurado de una célula u organismo hasta que destruye el resto de células.
¿Crecimiento desmesurado de beneficios = cáncer de la sociedad? Pensemos...
pensando me has dejado..como de costumbre. Y es que no hay nada mejor para un lunes, que empezar con sabias palabras de un pensador al que admiro. Que razón tiene usted, señor mío, que razón!!!!!
ResponderEliminarPetons i abraçades
Agradezco los elogios que son un estímulo para continuar en esta línea de análisis. No debe ir muy desencaminada, por cierto, cuando hoy mismo Sarkozy proclama algo parecido y Draghi intenta relativizar los dictámenes de las agencias.
EliminarPor desgracia, en claro contraste con las declaraciones de un dirigente que reclamaba en la oposición una actitud que inspirara una credibilidad, al parecer, inexistente hacia nuestro país: "Puedo afirmar que, tras la subida de impuestos, nuestra intención es no volver a subirlos... aunque nunca se sabe". Obviamente marxista, sector Groucho.