Cuando
uno se reconoce cinéfilo (degustado el cine en esos sitios tendentes a la desaparición que eran salas oscuras, con butacas no siempre confortables, con los dos clásicos -y clasistas- niveles, de platea y gallinero y SIN palomitas) y amante a la vez de los entresijos de eso que llaman Historia, está declarando la
propensión a saber que deberá sufrir una cierta esquizofrenia en tanto, frecuentemente, ha de
decidir entre la veracidad y la espectacularidad.
Y
es que hay directores de películas que se toman cada licencia….
No
hablamos ya de clásicos desapercibidos como los típicos peplums en los que el
aguerrido gladiador (Steve Reeves, sin ir más lejos), a lomos de un brioso
corcel iba persiguiendo a los bandidos taloneando furiosamente su montura con los pies en los estribos. ¡Qué
bonito! ¡Cómo fluye la adrenalina en el espectador! Que el estribo sea un
invento de unos cuantos siglos después no desmerece la escena, claro. O cuando
Mesalina trincha, delicadamente recostada en un triclinio, un trozo de vianda con un tenedor ¿quién para mientes en que el artilugio en cuestión
es de muchos siglos más tarde?
Sin
embargo, estos ejemplos de patadón a los libros de Historia son pecata minuta frente
al aparente empeño de algunos directores de dar fe de que la época del rodaje
es una y la que muestra la acción es otra, y que quieren certificarlo con lo que se ve en pantalla. Van algunos ejemplos de, por otro lado, reputados
directores:
- La avioneta sobrevolando la playa durante la batalla final entre musulmanes y cristianos en la película El Cid, rodada, como es sabido, en Peñíscola (Castellón).
- El ostentoso reloj de pulsera (hay que hacer en este punto un homenaje indisimulado al Peter Sellers de El Guateque y a su personaje de extra en la película que ruedan dentro de la película) que luce uno de los protagonistas de Ben-Hur. Curiosamente también aparece un avión en esta película, en la escena de la carrera de cuádrigas.
- La furgoneta blanca en la primera batalla de Braveheart
- El personaje con tejanos y walkie-talkie en la batalla de Germania de la película Gladiator. En esta misma película, los discursos de Máximo en Roma se ubican en la Piazza San Marco, obra de renacentista Bernini, ligeramente posterior a la época que glosa la película
- La muestra de amor a las ruinas. ¿O no es eso lo que se deduce de la impartición de enseñanzas por Aristóteles a Alejandro en la película homónima? ¿No podían dar las clases bajo techado?
- ….
Precursor de los vuelos low-cost |
Otro día habrá que recordar la dentera que produce el comprobar algunos desfases que se observan, no ya en el atrezzo o en gazapos estéticos, sino directamente en los hechos que se narran como verídicos al (en este caso, sí) sufrido espectador.
Y
sin embargo, nos sigue gustando el cine.
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