Parece fuera de discusión que esta manipulación tiene bastante que ver con el hecho de que hay quien canaliza sus (bajos) instintos a través del deporte o, al menos, con esa excusa, les da rienda suelta.
Pero es responsabilidad de todos (empezando por los poderes públicos, naturalmente) el trabajar para poner las cosas en su sitio, no crear artificialmente vinculaciones donde no debe de haber, y erradicar ciertos comportamientos que, de una forma o de otra. se repiten con variantes cada día en sus protagonistas y que ensucian el nombre del deporte y ¡ojo! de sus seguidores que, a la postre, somos todos.
Hace años tuve el "privilegio" de asistir a un lamentable espectáculo alrededor de esos bajos instintos que algunos relacionan con el deporte. Resulta que, para hacer tiempo en una jornada festiva de club antes del partido que había de disputar el primer equipo, se programó un partidillo a celebrar entre dos equipos filiales de categoría inferior (infantiles en concreto), lo cual se presentó como un premio para los chavales. El caso es que el encuentro transcurría con normalidad y hay que alabar el esfuerzo y ganas que ponían los niños en el juego, con uno de los equipos mostrándose como claro ganador, hasta que, en una internada precisamente del equipo que iba ganando, el padre de uno de los niños que formaban la línea de defensa del equipo que perdía gritó sin rubor a su retoño: "¡No lo dejes que pase! ¡Mátalo!". Me quedé de piedra, tanto por la tranquilidad con la que dijo esa barbaridad sino, sobre todo, por la comprensión mostrada por el resto de padres hacia la misma, cuando personajes así deberían tener prohibido, cuando menos, el acceso a zonas deportivas, muy especialmente cuando juegan niños. Otra cosa que cae fuera de estas reflexiones es la educación que pueda transmitirle a su hijo.
Es evidente que, ante casos así, el hecho de que se aglutinen en un mismo Ministerio disciplinas tales como la Educación y el Deporte (y la Cultura, pero esa es otra) debería aprovecharse para relacionarlas realmente, creando claros mecanismos, sancionadores si es necesario. Sólo así se evitarían bochornos que, incluso, pasan desapercibidos envueltos en la bandera del deporte.
A vuela pluma:
- A un jugador imputado por la Justicia en un caso de chantaje a un compañero, se le arropa y disculpa sin conocer con exactitud los hechos (y no me refiero a su entorno directo), como si el tener habilidad con el balón justificara todas las actitudes, incluidas las extradeportivas.
- A un jugador envuelto en un oscuro caso de maltrato a su pareja, se le enaltece con cánticos que. además, son ofensivos para la víctima.
- A un entrenador que ha pasado a los anales de la ignominia deportiva por meter el dedo en el ojo (literal) al entrenador del equipo rival, los seguidores de su equipo lo premian colgando (con la aquiescencia de los dirigentes) una pancarta en el estadio en la que se lee "Tu dedo nos marca el camino" ¿Fair play?
- Ante una acusación (demostrada posteriormente) de manejos económicos sucios por parte del presidente (hoy en prisión) de un equipo de Primera División, la gran mayoría de los clubes montan una campaña de apoyo a su persona, mezclando las imágenes del club y la de su presidente.
- La discrepancia entre dos corredores de moto tras la, al parecer, fea maniobra de uno de ellos, se convierte en una discusión centrada en el origen geográfico de los corredores, más allá del problema estrictamente deportivo.
-...
Hay mas y variados ejemplos que, posiblemente, estén en la mente de todos, pero es obvio que hay mucho camino que recorrer en este campo, hasta llegar a la conclusión práctica de que no puede haber juego limpio mientras todos no nos embarquemos en su consecución y no solo los jugadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario