La
mecánica cuántica es la última de las grandes ramas de la Física;
es relativamente nueva porque comienza a despuntar a principios del
siglo XX, a raíz de que dos de las teorías que intentaban explicar
lo que nos rodea, la Ley de gravitación universal y la Teoría
electromagnética clásica, se revelan insuficientes para explicar
ciertos fenómenos.
Se puede
decir que la mecánica cuántica es la parte de la física que
estudia el movimiento de las partículas muy pequeñas o microobjetos
y se fundamenta en la naturaleza corpuscular-ondulatoria de los
objetos físicos. El concepto de partícula "muy pequeña"
atiende al tamaño en el cual comienzan a notarse efectos como la
imposibilidad de conocer con exactitud infinita y a la vez la
posición y la velocidad de una partícula, entre otros. A tales
efectos suele denominárseles "efectos cuánticos". Pero de
las partículas "muy pequeñas", a raíz de trabajos como el
de Bohr
interpretando experimentos, algunos de ellos puramente hipotéticos,
que intentan explicar el comportamiento de algunas partículas ante
la medición o la sola observación, se abre camino la idea de
los"múltiples mundos" que sostiene que a cada partícula
experimental se le puede asociar dos mundos en el caso estudiado,
pero ¿Cuántas partículas, entonces, hay en el universo? Y así la
controvertida idea de la existencia de universos paralelos mantiene,
en resumen, que el universo se ramifica en un montón de nuevos
cosmos alternativos. Algunos se parecen al nuestro pero otros son
completamente diferentes, de forma que todas las posibilidades se
toman en cuenta.
Poca broma. Recientemente,
académicos de la Universidad de Griffith (Australia) no solo creen
que esos multiversos existen, sino que además están convencidos de
que interactúan entre ellos. En un artículo publicado junto con
científicos de la Universidad de California en una prestigiosa
revista científica explican que en lugar de evolucionar de forma
independiente, estos mundos cercanos se influyen entre sí por una
sutil fuerza de repulsión. Se necesita la teoría cuántica para
explicar cómo funciona el universo a escala microscópica, y se cree
que es algo aplicable a toda la materia. Pero es muy difícil de
comprender, exhibiendo fenómenos extraños que parecen violar las
leyes que nos son familiares de causa y efecto.
Como es fácil deducir, la
fascinación de lo diferente y difícil de explicar ha subyugado a
una pléyade de escritores, de forma que "universos paralelos"
o términos similares también se encuentran como temáticas de la
literatura, particularmente en lo que por ejemplo se refiere al
género literario fantástico.
Algo parecido, la existencia
de universos paralelos (ojo, no confundir con la expresión
fonéticamente idéntica de "universos para lelos") parece
darse en el mundo de la política, en el que algunos con
responsabilidad política se mueven en una realidad diferente de la
que se puede observar a simple vista por el resto de los mortales.
El (pen)último ejemplo lo
tenemos en las declaraciones efectuadas el pasado día 15 por el
gobernador de Banco de España, Luis María Linde en su comparecencia
en el Congreso de los Diputados, en la Comisión del Pacto de Toledo
sobre el futuro de las pensiones, donde, resumiendo, y como se ha
publicado en la mayoría de medios, ha indicado que prolongar la edad
de jubilación hasta los 67 años es una opción que se justifica por
el aumento de la esperanza de vida, el retraso en la entrada en el
mundo laboral, la menor necesidad física que requieren la mayoría
de trabajos en la actualidad y la mejora de las condiciones físicas
en edades más avanzadas."Cualquier medida
encaminada a desincentivar la jubilación anticipada y permitir la
ampliación de la vida laboral por encima de los 67 años tendría
efectos positivos sobre la sostenibilidad financiera del sistema",
ha señalado y ha añadido que algunos países han optado por incluir
ya en sus mecanismos de sostenibilidad un enlace automático entre la
esperanza de vida y la edad a la que se permite la jubilación.
En lo que presenta como un
ejercicio de transparencia del sistema, Linde ha pedido que se
suministre a los ciudadanos toda la información necesaria sobre su
futura pensión para que les permita tomar una decisión sobre su
ahorro ya que sugiere que también se podría plantear extender el
papel del ahorro para la jubilación, de modo que permita
complementar los recursos del sistema contributivo público con la
acumulación de activos financieros con los que suplementar las
futuras pensiones públicas si bien ha puntualizado que mecanismos de
capitalización son complejos y requiere un análisis previo para ver
cómo se implanta, si es voluntario u obligatorio y la rentabilidad
que puede ofrecer.
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En plata, las "recetas"
del gobernador del Banco de España (haciendo prevaler en ellas la
función de la Institución de asesorar al gobierno sobre la
de promover el buen funcionamiento y la estabilidad del sistema
financiero, dentro
de las que tiene encomendadas) en su análisis del futuro de
las pensiones se reducen a retrasar la edad de jubilación y a que
nos vayamos acostumbrando a la idea de que el sistema público de
pensiones quieren que desaparezca.
Es llamativo que una persona
de tal responsabilidad actúe ante los diputados de la Comisión como
un analista teórico, como si para hablar de la evolución de los
desahucios provocados por la actual Ley Hipotecaria basara su
disertación en la simulación de Montecarlo,
pongamos por caso, en lugar de contribuir a hacer esta proyección de
futuro que se esperaba sobre las pensiones sin perder la vista los
antecedentes del problema y la situación en el universo real y no en
el suyo paralelo.
Sin entrar en la posibilidad
de alargar la edad de la jubilación para adecuarla al progreso de la
esperanza de vida (tema complejo en el que no conviene ni frivolizar
ni generalizar toda vez que en la propia Administración coexisten
oficios/cargos que contemplan la jubilación antes de los 60 años
junto a los que lo hacen a los 70, y se ha de analizar en función
del tipo de trabajo, antigüedad en él, circunstancias personales,
etc.), aprovecharemos sólo para reflexionar sobre algunos aspectos
ligados a la financiación de las pensiones, al hilo de las
declaraciones del Sr. Linde..
¿Pensión pública o
pensión privada?
El sistema público español
de pensiones se basa en que con las cotizaciones de los trabajadores
en activo se asume el pago de todo tipo de pensión (jubilación,
orfandad, viudedad,...) y con el remanente de estos ingresos que
queda se va constituyendo un fondo de seguridad, llamado popularmente
"la hucha de las pensiones", destinado a ayudar en épocas
difíciles. Pues bien, la drástica rebaja en el número de
trabajadores originada por la crisis que se manifestó en 2008 ha
provocado la disminución de las cotizaciones para hacer frente al
paralelo aumento de los gastos sociales y el acudir a la "hucha",
cuyo importe actual roza todas las alarmas y ha sido la excusa ideal
para que este gobierno empiece la campaña de atemorizar con el
futuro de las pensiones.
Porque si fuera verdad ese
mantra oficial de la recuperación económica y la creación de
empleo, las cotizaciones habría registrado el lógico repunte y no
seguirían, como se lamentan paradójicamente en las cifras
oficiales, sin recuperarse. Posiblemente la creación e
implementación por este gobierno de la mal llamada reforma
laboral haya contribuido poderosamente a la mala situación
actual; en efecto (ciñéndonos únicamente a las cotizaciones, sin
criticar ningún otro aspecto de la reforma), la nueva Ley facilita
el despido de trabajadores de las empresas por causas objetivas,
entre las cuales están incluso los casos en los que éstas
argumenten que quizá puedan entrar en pérdidas (ni
siquiera que las tengan). Consecuencia: muchos empresarios, con el
beneplácito de las autoridades laborales y fiscales (porque están
actuando de forma legal (?) aunque indecente), se han
precipitado a reducir plantillas... procediendo de inmediato a lo que
formalmente serían recontrataciones de algunos de los trabajadores
despedidos, en condiciones sociales peores y salarios mucho más
bajos, lo que se traduce automáticamente en una merma de ingresos
por cotizaciones al sistema, ya que éstas están relacionadas
porcentualmente con los salarios.
Otro tanto ocurre, de cara a
las cotizaciones, con la proliferación de "falsos autónomos",
empleados que se han visto obligados a cambiar la forma jurídica de
su relación con la empresa para poder seguir
haciendo exactamente lo mismo que venían haciendo y con igual
exclusividad.
Ya que hablamos del futuro
de las pensiones y de las cotizaciones vinculadas, no nos resistimos
a mencionar algo que puede parecer, pero no lo es, ciencia ficción,
como es el impacto en las cotizaciones del
efecto robotización.
Más allá del exotismo de esos artilugios con apariencia humana que
nos sorprenden con sus acciones y movimientos, la verdad es que,
quizá sin darnos cuenta, asistimos impasibles a un proceso de
sustitución de humanos por máquinas: cajeros automáticos en lugar
de personas, máquinas para el cobro del peaje en la autopista,
contestadores automáticos en los
call centers, máquinas de
vending, unidades de transporte de
metro sin conductor y un
largo etcétera que ya vemos "normal". En 2013 se publico
el interesante informe
The future of employment,
con el respaldo de la Universidad de Oxford
según el cual el 47 por ciento del empleo total actual está en
situación de alto riesgo, “
ya que muchas de sus ocupaciones son
susceptibles de ser automatizadas en una o dos décadas”. En
una primera fase, la mayoría de los trabajadores del sector del
transporte y de la logística, así como los administrativos y, en
general, todos los relacionados con la oficina, y los vinculados a
los procesos de fabricación y producción, “
son susceptibles de
ser sustituidos por el capital informático”. Estamos hablando de la financiación de las pensiones y esto nos lleva a
la pregunta del millón: si los humanos son sustituídos por
máquinas, ¿cómo quedan las cotizaciones? ¿cotiza un robot? Hay
quien apunta como solución revisar la fiscalidad de las empresas
inmersas en ese proceso de cambio pero, en nuestra opinión, las
políticas fiscales, tanto en lo que se refiere al aumento de la
presión como a su rebaja, no son la panacea y ya que la tendencia a
la reducción de puestos de trabajo parece imparable, nos encontramos
ante una encrucijada a la que se debe dar respuesta urgente.
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Ya hay voces que proponen
que no todas las pensiones sean financiadas por cotizaciones, sino
que, por ejemplo, las de viudedad y orfandad lo sean a través de los
Presupuestos Generales del Estado, o sea, a través de impuestos.
Complicado. ¿Impuestos especiales? ¿Epígrafe de destino concreto
en partida específica? ¿En detrimento de qué? Si se habla de impuestos, más razonable sería
luchar en serio contra el fraude fiscal y la desigualdad en la
aplicación del rigor recaudatorio en función de si el sujeto
impositivo es un empleado por cuenta ajena, una SICAV, una pequeña
empresa, una gran corporación, etc. Es posible que en ese escenario
de fraude tendente a cero, el destinar una partida concreta de los
Presupuestos a ayudar al mantenimiento de la "hucha" sea un
tema menor. Lo que resulta inmoral, lo diga quien lo diga, es
proponer financiar pensiones con cargo a Presupuestos y admitir como
normal la existencia conocida de fraude fiscal sin hacer nada para
atajarlo.
La gota malaya que hace
tiempo usa el gobierno en su argumentación en temas de pensiones
consiste en repetir una y otra vez la necesidad de complementar las
futuras pensiones públicas (que ya se anuncia que serán de miseria)
con planes privados. Que esto lo proponga como receta de futuro todo
un gobernador del Banco de España es la prueba irrefutable de que
él y otros como él viven en universos paralelos. En el análisis
anterior, con motivo de la evolución de las cotizaciones, acerca del
cambio (a peor) en los salarios de los trabajadores, fruto de
la "eficaz" reforma laboral, ya se percibe que los ingresos
han sufrido importantes recortes en general. No es difícil deducir
en este marco que, si ya el trabajador medio tiene problemas para
llegar a fin de mes, ¿cómo proponerle que formalice un sistema de
ahorro cuando le resulta imposible ahorrar? Resulta, incluso, cruel
anunciarle que tendrá, en el mejor de los casos, una pensión futura
ridícula a la vez que se le recuerda que, palabras aparte, no se le
pone a disposición ninguna herramienta real para mejorarla.
Pero, técnicamente, hay más
sobre los planes de pensiones privados, que ya existen.
Tradicionalmente han sido, ni más ni menos, meros productos
financieros (amparados, eso sí, por una Ley y Reglamento
específicos) que se solían ofrecer a los clientes de las entidades
usando dos señuelos: su rentabilidad como ahorro futuro y su
favorable tratamiento fiscal. Sobre el primer punto, la rentabilidad
media de los fondos de pensiones en los últimos diez años ha sido
menor al aumento del IPC en ese tiempo. Sin palabras. Mención aparte
merecen aquellos fondos que no sólo no han producido plusvalías
sino que el capital aportado se ha visto mermado (hay documentados
casos en que se han instrumentado planes de pensiones utilizando lo
que se conocen como derivados, esas "armas financieras de
destrucción masiva" como los definió el conocido inversor
multinacional Warren Buffett). En cuanto a la favorable fiscalidad de
las aportaciones, es cierta, pero las entidades financieras, en su
afán de captar esos ahorros (aunque sean formalmente recursos fuera
de balance para ellas),
no siempre han informado adecuadamente de que el impuesto que se
ganaba en cada imposición al plan (dentro de las cantidades
marcadas por la Ley) habría de pagarse en el momento del rescate, es
decir, cuando se necesitan los fondos, en el momento de la
jubilación.
En fin, con este repaso a vuela pluma sobre algunos
aspectos relacionados con las pensiones, ya puede observarse que no
son temas para tratar con ligereza ni para infundir miedo a futuro
con ellos. La ciudadanía estaría mucho más tranquila si los
gobernantes fuesen capaces de reeditar el espíritu del Pacto de
Toledo de 1995, cuando, como ahora, el descenso de las aportaciones
y el incremento de los gastos del sistema ponían en duda la
estabilidad del mismo, y se llegó a consensos satisfactorios en
lugar de tomar iniciativas unilaterales bochornosamente paradójicas,
como ha hecho el gobierno del PP anunciando como un triunfo el
decreto por el que se establecía un aumento anual de las
pensiones del 0,25 % que, según las últimas estimaciones no
desmentidas, equivale a un decremento del poder adquisitivo de
7 puntos porcentuales en los próximos 3 años.
Cae de cajón que si la jubilación llega al votante
del PSOE, del PP, de IU, de VOX,... es ridículo, ineficaz y
peligroso el abordar toda la problemática que rodea a las pensiones
desde ópticas partidistas: el ciudadano medio aspira, al menos, a un
retiro sosegado, gobierne quien gobierne. Y eso que, realmente, el
colectivo de personas mayores (atendiendo a su número de acuerdo con
la pirámide demográfica) es, más que el de jóvenes, quien puede
hacer decantar la balanza en una votación a un partido u otro; dicho
de otra forma, constituye un posible y masivo voto cautivo.
Pero de ahí a la amenaza constante de "que viene el lobo"
mientras se llevan a cabo medidas claramente perniciosas sin
demostrar voluntad de buscar soluciones globales beneficiosas, va un
abismo.
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