Los mundurucú (formal y oficialmente,
Wuy-jugu) son una tribu indígena de Brasil, que habita en las
tierras vecinas a las de los más conocidos yanomami, concretamente
en el valle del río Tapajós, afluente del Amazonas, región que era
conocida precisamente como Mundurucânia. Si a alguien que esté
leyendo estas líneas le entra el gusanillo de viajar a la
prehistoria moderna haciendo turismo para conocerlos, lo tiene
fácil: toma un avión desde Río de Janeiro o Sao Paulo a Santarem,
una ciudad a ochocientos kilómetros del Atlántico, Amazonas arriba;
desde allí, una travesía en ferry de unos trescientos kilómetros
remontando el río Tapajós le lleva hasta Itaituba (pueblo nacido de
la fiebre del oro) y, como última etapa teórica, trescientos
kilómetros más de soportar baches por lo que fue orgullosa
autopista Transamazónica (insensata infraestructura nacionalista, se
podría decir que antecesora de nuestras radiales de Madrid) hasta
Jacareacanga, pequeño asentamiento ya al borde del territorio
mundurucú... donde hay que esperar si llegan algunos indígenas (que
pueden coincidir el día siguiente o tardar semanas) y negociar con
ellos para que lo lleven en canoa a alguno de sus poblados. Algo más
que el macropuente de la Constitución, vamos, sólo para llegar.
Los mundurucú viven
principalmente de la agricultura, la pesca, la caza y la recolección
de productos silvestres, y hoy también producen cestas y otras
artesanías. Se les conoce desde la segunda mitad del siglo XVIII y,
a partir de mediados de siglo XIX, comenzaron a tener problemas con
su territorio ya que la fiebre del caucho provocó su desplazamiento
hacia las áreas caucheras en la ribera de los ríos. Actualmente
(apoyados, entre otros, por Greenpeace), luchan para preservar su
territorio tradicional frente a la minería, la construcción de
represas hidroeléctricas e hidrovias. El gobierno de Brasil planea
construir más de cuarenta presas en la cuenca del río Tapajós,
parece que como preludio a una gran vía fluvial navegable para el
transporte de mercancías. Sólo el más grande de estos proyectos
dejaría bajo las aguas una superficie de territorio similar a la
ciudad de Nueva York (729 km²), destruiría 14 lagos permanentes y
estacionales, más de 7.000 hectáreas de formaciones rocosas y 320
islas fluviales. Los principales afectados, claro, no son los
terratenientes, sino los indígenas que llevan habitando la cuenca
del río Tapajós desde hace miles de años, y todavía viven en la
región más de 12.000 miembros, la mayoría asentados en las riberas
del río. Sus comunidades dependen del río para su alimentación,
como medio de transporte y como forma de expresión cultural y
espiritual. La pérdida del río supondrá el fin de su forma de
vida.
El "progreso" destrozando el habitat mundurucú |
La mayoría de los mundurucú
todavía viven relativamente aislados, pero al igual que muchos otros
grupos indios con un largo historial de contactos, tienden a vestir
ya ropa occidental como camisetas y pantalones cortos.
Inevitablemente, otras características de la vida moderna terminarán
entrando en su mundo, como la electricidad y la televisión. Así es
como el progreso mal entendido y peor gestionado ha acabado siempre
con las culturas. ¿Y el idioma? ¿Se pierde?
Hablan el idioma mundurucú,
que es una de las lenguas tupi1,con
unas características peculiares para nosotros además de su fonética
particular: no tiene tiempos verbales, ni plurales, ni palabras para
los números mayores de cinco2,
lo cual, dicho sea de paso y paradójicamente, les confiere toda una
pátina de sofisticación lingüística si pensamos que aún hay
lenguas amazónicas en las que los numerales son "uno – dos -
muchos". Los muy curiosos (o que se planteen, como hemos
apuntado, una escapada turística), en Internet encontrarán una página donde pueden consultar el diccionario
mundurucú-portugués-español-inglés de un vocabulario básico.
Pero, en realidad, algunos mundurucú, especialmente los que viven en
poblados situados en la periferia de su territorio, han aprendido
portugués y son bilingües. Este es el primer paso para la
desaparición del mundurucú, como lengua minoritaria, pues, como
afirma la Unesco en su informe Vitalidad y peligro de desaparición
de las lenguas, publicado en 2003, La lengua no dominante
pierde terreno. Los padres empiezan a utilizar la lengua dominante en
su trato cotidiano con los hijos en el hogar, y los niños pasan a
ser semihablantes de su lengua materna (bilingües pasivos). Los
padres y los mayores de la comunidad tienden a ser bilingües activos
en las lenguas dominante y vernácula: entienden y hablan las dos y
puede haber niños ya bilingües (por la influencia del entorno) en
familias donde se utilice activamente la lengua vernácula. Por
esta inercia de erosión "natural", la Unesco avisa en el
citado informe de que se estima que hoy hay en el mundo unas cinco
mil lenguas vivas amenazadas de desaparición3,
pese a que recuerda que la diversidad lingüística es esencial en
el patrimonio de la humanidad. Cada lengua encarna la sabiduría
cultural única de un pueblo. Por consiguiente, la pérdida de
cualquier lengua es una pérdida para toda la humanidad. Pero así
ha pasado y seguirá pasando4.
¿Quién de nosotros recuerda haber oído hablar de lenguas como el
tartésico, el árabe andalusí, el cántabro prerromano, el guanche
y otras, hoy muertas pero muy vivas en su día en lo que hoy es
España?
Sin embargo, lo dramático
es que, como dice el repetido informe, a veces el peligro no está en
esa erosión sino que el peligro de desaparición de una lengua
puede ser el resultado de fuerzas externas, tales como el
sojuzgamiento militar, económico, religioso, cultural o educativo.
La perversión no es sólo la prohibición del uso de la lengua
minoritaria, sino que puede ser mucho más sutil (como ha pasado en
nuestro país, por ejemplo, con el acento andaluz, que se ha
identificado machaconamente de manera miserablemente arrogante con la
falta de cultura, y eso con la vergonzosa aquiescencia cómplice,
todo hay que decirlo, de las instituciones andaluzas) para "castigar"
su uso, de manera que muchos pueblos, asociando su condición
social desfavorecida con su cultura, han llegado a creer que no
merece la pena salvaguardar sus lenguas. Abandonan su lengua y su
cultura con la esperanza de vencer la discriminación, asegurarse un
medio de vida y mejorar su movilidad social o integrarse en el
mercado mundial.
La actitud de atacar o
menospreciar directamente, como algunos suelen hacer sin tapujos, una
lengua minoritaria buscando sin disimulos su extinción, además de
ser un grave delito (impune, todo sea dicho) a la mismísima
condición humana, representa un exponente de la ruindad y la maldad
ignorante de algunos especímenes de la especie humana. Porque, vamos
a ver, volviendo a la lengua mundurucú, hablada por unas 12.000
personas, hay que pensar que es, como todas las lenguas para cada
persona, la que recibió de sus padres para descubrir la vida, el
vehículo para aprender lo que necesite saber, el instrumento con el
que se relaciona con los demás, la lengua con la que aman y rezan
(profesan, por cierto el catolicismo predicado en su día por
misioneros franciscanos junto a mitos heredados de su cultura antigua
a través de sus chamanes). ¿Quién soy yo para atacarla aunque
tenga sometido a su pueblo, sólo porque mi lengua la hablan 300
millones de personas, cifra muy superior a los 12.000 de la suya? ¿Acaso me da algún derecho sobre la persona del indígena el hecho de que haya más gente en el mundo que hable mi lengua y no la suya? Es
la nefasta herencia del espíritu conquistador (¿aniquilador?)
de algunos pueblos, en este caso como exponente de ese desatino
histórico/político de "un país, una lengua" como muestra
de dominación que conduce a la incultura, en clara contraposición
con la pujanza de otros países más modernos como los Estados Unidos
de América, en los que ni tan siquiera hay lengua oficial, y donde
basan su, sin discusión, acendrado sentido del patriotismo, cohesión
social y progreso en todos los campos en otros aspectos, quizá más
alineados con lo que dice la frase atribuída a Voltaire de que uno
es de donde se siente feliz y libre, y ¿cómo sentirte libre y
feliz donde se coarta, dificulta y hasta se prohibe o impide el uso
normal de la lengua heredada con el amor de los padres?.
Hay que reconocer,
lamentablemente, que el espíritu castellano de la sociedad
española ha propiciado, por su arrogancia, auténticas barbaridades
con la destrucción de la cultura, historia y lengua del oponente
político o del sojuzgado promoviendo eso que llaman la "historia
común", que no es sino la del bando vencedor amplificada (como
sucede en la mayoría de países, por otra parte). La lástima es que
para verificarlo no es necesario retroceder a los años de
Reconquista o a los de la Conquista de América, no; en cuestión de
desapariciones de lenguas en España, el proceso parece que sea
continuo. Baste citar (sin olvidar el "pecado" de hablar
el castellano con un acento distinto al definido como oficial) como
lenguas o variedades dialectales extinguidas o en proceso de
extinción el guanche canario, el bable astur-leonés, la fabla
aragonesa, el castúo extremeño, el panocho murciano, el dialecto
riojano (con expresiones del euskera), etc., incluso el romaní
gitano. Debe puntualizarse que, aunque no aparezcan en esta relación, la Unesco considera también lenguas amenazadas en España, a diferente nivel, el euskera, el gallego y el catalán/valenciano/mallorquín, pese a tener el status de cooficiales.
El "tiro de salida" del castúo con ese nombre |
De todas estas lenguas,
seriamente amenazadas o simplemente desaparecidas entre nosotros,
vale la pena detenerse por sus especiales características en el caso
del castúo que, como tal denominación de lengua nació en época
reciente con la intención de dignificar el habla rural extremeña.
El nombre "castúo" se debe al poeta extremeño Luis
Chamizo Trigueros, popularizado cuando en 1921 publicó su libro de
poemas El Miajón de los Castúos en el habla rural, y que
definió como "castizo, mantenedor de la casta de labradores que
cultivaron sus propias tierras". En poco tiempo, el término
"castúo" se extendió y aglutinó todas las formas del
extremeño (estremeñu), desde las cercanas al cántabro-montañés o
al astur-leonés hasta las hablas castellanas meridionales
extremeñas, en tránsito hacia el leonés. Pronto dio lugar a la
aparición de obras literarias en castúo, del propio Chamizo, pero,
sobre todo, del más conocido José María Gabriel y Galán, de forma
que el castúo o extremeño tradicional se ha plasmado en textos
escritos, configurando realmente una literatura vernácula; donde
cada vez son más los nuevos poetas y escritores que se interesan en
utilizar esta lengua como vehículo de cultura. Para muestra y
definición de los motivos que subyacen en la lengua, un botón:
Me trompecé
el’otro día
con un
forasteru,
mu compuestu
y mu finu,
que se llegó
ende la capitá,
y decía que
semus lus extremeñus
incurtos y de
mu mal jablá.
No soy yo una
jembra
de mucha
gramática
ni tampoco mu
estudiá,
pero asina
jablaba mi madre,
asina jablaba
mi agüela,
asina
jablaban lus de mucho más pa’trás,
y asina jablo
yo,
pá que no se
me olvide nunca ni una letra
de la que
jablan también
nuestrus más
grandes poetas.
Sepa usté,
señó mío,
que cuandu un
extremeñu jilvana
toas y ca una
de las letras,
empalma comu
una melodía tras otra
lo que no es
otra cosa
que la lengua
que se jabla
en nuestra
tierra.
Sepa usté,
forasteru,
qu’en cá
lugá se jabla una lengua.
Y si no,
aviente,
aviente usté una mirá
por lus
jondones de la jistoria
a vé si se
da cuenta
que no semus
lus extremeñus
más incurtos
que lus que nacierun
ajuera de la
nuestra Extremaura.
Sepa usté,
forasteru,
que sabemus
mu requetebien leé y escrebí
lus
extremeñus.
Pa eso,
cuandu eramus zagalinas,
un maestro mu
resabio,
y mu letrau,
nus enseñó
en la escuela.
Y pa
encandilá lus nuestrus pensares
no nus jacen
falta
ni las eses,
ni las jerres.
Y ya, pa
terminá,
si tiene una
miajina de vagá, aviente usté
una ojeá por
lus librus
de Luis
Chamizo ó
de Gabriel y
Galán
a ve si
encuentra usté, señó mío,
arguna
incurtura en su pluma desgarrá.
(Maria José
Mateos Pombero – "Sepa usté, forasteru ...")
Pues bien, a pesar del
loable esfuerzo por parte de unos pocos por mantener viva SU lengua,
aunque no sea lengua oficial, hace pocos meses un extremeño "de
pro" me despotricaba en las Redes acerca del castúo a la que
despreciaba, precisamente porque no es oficial y es minoritaria y con
"nombre artificial inventado" en un alarde de desdén
imperialista en lugar de considerarla como lo que es, un factor
cultural identitario a proteger (sea cual sea su nombre), además, me
decía "porque no la entiendo. ¿no pueden hablar español, como
todo el mundo?"
Acabáramos. O sea, tapar
ignorancia con arrogancia. Destrozar cultura ajena por incapacidad
propia. Sin comentarios.
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1Las
lenguas tupíes o macro-tupí son una familia de unas 80 lenguas
indígenas de América habladas por los pueblos tupíes. Es la
familia de mayor extensión geográfica en América del Sur,
extendiéndose dispersamente tanto en la Amazonía como en la Cuenca
del Plata. Comprende 10 subfamilias, de las cuales las más
extendidas tanto geográfica como demográficamente son las lenguas
tupí-guaraníes, en los territorios limítrofes con los delidioma
español..
2Un
inciso sobre este punto: nadie lo sabe con certeza, pero
probablemente los números no tengan más de diez mil años de
historia, referido ello a un sistema básico de palabras y símbolos
para designar los números. Una de las teorías es que esta práctica
surgió junto con la agricultura y el trueque, pues los números
eran una herramienta indispensable para hacer inventario y
asegurarte de que no te estafaban. Si, como los mundurucú, solo se
cultiva lo necesario para subsistir, y el dinero ha empezado a
circular por sus aldeas recientemente, no se desarrollan las
aptitudes para contar. No obstante, hace decenas de miles de años,
mucho antes de la llegada de los números, nuestros ancestros debían
de poseer cierta perspicacia para las cantidades. Debían de ser
capaces de distinguir un mamut de dos mamuts, y ser conscientes de
que una noche no es lo mismo que dos noches. Sin embargo, el salto
intelectual desde la idea concreta de dos cosas hasta la invención
de un símbolo o palabra para la idea abstracta de «dos» tardó
muchos siglos en producirse. En definitiva, los números son tan
corrientes en nuestra vida que es difícil imaginar cómo hay gente
que puede sobrevivir sin ellos.
3Es
comprensible porque alrededor del 97% de la población mundial habla
aproximadamente un 4% de las lenguas del mundo; a la inversa,
alrededor del 96% de las lenguas del mundo son habladas por
aproximadamente un 3% de los habitantes del mundo, según la Unesco.
Así pues, casi toda la heterogeneidad lingüística del mundo
corresponde a un número muy pequeño de personas.
4A
veces con el desinterés manifiesto por parte de la que fue lengua
dominante en mantener, antes de que se pierdan irremediablemente,
los nexos "familiares" que hubo entre las lenguas, como
reflexionábamos acerca de la relación español – chamorro en
http://management-briznas.blogspot.com.es/2017/08/corea-estados-unidos-y-la-marcaespana.html
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