Si acudimos a Internet, que
lo sabe todo (lo que no significa que se haya de creer sin más y sin una mínima verificación todo lo que ofrece, particularmente en cuestiones cuya "eficacia" se basa en la manipulacion, a veces descarada, de voluntades y/o sentimientos como la política, la religión, la historia, etc.), para darle realce con efemérides a una fecha, en principio, anodina, podemos informarnos fácilmente de que hoy, día 3 de
septiembre, es el aniversario de la coronación en Westminster de
Ricardo Corazón de León como rey de Inglaterra, o de que el estado de Chiapas (México) se
declarara independiente de España, o de que se culminara el primer
vuelo transoceánico entre Europa y Estados Unidos, o.... infinidad
de efemérides más, o de que hoy es la fecha de cumpleaños de Alan
Ladd, la Chabuca Granda, Irene Papas, etc.
Claro que los buscadores
sólo citan lo referido a personajes ilustres, personas famosas, eso
que se ha dado en llamar celebridades (y que abarca, ojo, desde Stephen Hawkins o Meryl Streep a Belén
Esteban o el Padre Apeles, pongamos por caso), políticos y
politicastros, etc. Pero ¿y las personas normales, esas que
de manera anónima representan el verdadero motor de que seamos como
somos? Para compensar y tratar de suplir en lo más íntimo de cada
uno esa carencia, no son pocos los medios (sobre todo escritos) que
ofrecen espacios para, públicamente, felicitar en fechas señaladas o
en acontecimientos de importancia en su círculo (una boda, una
graduación académica, etc) a personas del montón.
Pero, es normal que haya
multitud de casos en los que, parafraseando lo que dice la canción de Joaquín
Sabina, el diario no hablaba de ti, incluso cuando nos
encontremos ante auténticos héroes, que no hace falta que sean en el
sentido épico, sino en el más cotidiano al que se refería el
Premio Nobel de Literatura de 1915, el francés Romain Rolland: «Un
héroe es aquel que hace todo lo que puede.», esos auténticos héroes anónimos, a veces desconocidos incluso para su entorno.
Con esta premisa argumental,
resulta perfectamente lícito recordar aquí que hoy, 3 de septiembre
de 2017, cumpliría 110 años Cristóbal Barranco García, uno más
de esos miles de héroes anónimos. Para hacer su semblanza se impone
la brevedad, sobre todo si necesariamente atendemos a que, en
palabras del escritor Saramago hablando de sus abuelos, a estos héroes
anónimos, en verdad, lo
que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger
su pan y el de los suyos de cada día, con la naturalidad de quien,
para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es
indispensable.
La Fundición Real de Alcora |
Cristóbal, hijo
de Miguel y de Mª Encarnación, vino al mundo en una pedanía del
municipio almeriense de Canjáyar, a unos 4 Kms. del mismo, llamada la
Barriada de Alcora, compuesta por un puñado de casas dispuestas en
una sola calle. Tuvo
varios hermanos con los que prácticamente perdió todo contacto,
especialmente en sus últimos años de vida, lejos de Almería1.Su
vida joven transcurrió en aquellos parajes: Padules, Ohanes, Beires,
Almócita.... hasta que decidió formar una familia en esta última,
con gran esfuerzo2 de todo tipo,
en un tiempo roto por los años de servicio militar en un
Tabor de Regulares en lo
que entonces era Protectorado Español en Marruecos, particularmente
en la zona dominada por Larache y Alcazarquivir
(Al-Qaṣr Al-Kabīr hoy), a medio camino entre Rabat y Tánger.
Pero
el destino es cruel y lo castigó con una dolorosa tragedia personal
como fue la pérdida de su esposa que, unida a la situación de pobreza extrema en que se encontraban, que le imposibilitaba
mantener a los suyos, provocó que decidiera dejar su familia y terruño y
saliera a buscarse lejos la vida, yendo a parar a donde en aquel
tiempo se necesitaban brazos, las explotaciones mineras de plomo y
plata, en plena eclosión tras nuestra guerra (in)civil. Y
allí, en las minas de El Centenillo (Jaén) (que
desaparecerá como tal pueblo a mediados de la década de los sesenta
del pasado siglo al agotarse los filones de mineral) parece
que puede empezar a sonreirle la vida, y, solventada la preocupación
por el sustento diario, es hora de pensar en formar una nueva
familia. Y reunificarla con la que quedó lejos. Y...
Y nuevamente el destino tuerce los renglones en que se escriben los proyectos y los deseos: con apenas 45 años, posiblemente debido a los sobreesfuerzos físicos dentro de la mina (con unos medios de seguridad e higiene prácticamente inexistentes entonces), se le diagnostica silicosis3 en los pulmones en un grado tal que le impide realizar cualquier trabajo, lo que acarrea otro problema serio: resulta que El Centenillo era un pueblo creado alrededor del negocio de las minas y toda la gente que trabajaba en la mina tenía vivienda de la empresa, lo que quiere decir que quien no estaba en plantilla no tenía derecho a ella4. Ese factor se traduce en que Cristóbal se ve de un plumazo sin trabajo, con una enfermedad incapacitante para poder encontrar cualquier otro, con una prácticamente inexistente protección social, y sin techo donde cobijarse él y los suyos.
Y nuevamente el destino tuerce los renglones en que se escriben los proyectos y los deseos: con apenas 45 años, posiblemente debido a los sobreesfuerzos físicos dentro de la mina (con unos medios de seguridad e higiene prácticamente inexistentes entonces), se le diagnostica silicosis3 en los pulmones en un grado tal que le impide realizar cualquier trabajo, lo que acarrea otro problema serio: resulta que El Centenillo era un pueblo creado alrededor del negocio de las minas y toda la gente que trabajaba en la mina tenía vivienda de la empresa, lo que quiere decir que quien no estaba en plantilla no tenía derecho a ella4. Ese factor se traduce en que Cristóbal se ve de un plumazo sin trabajo, con una enfermedad incapacitante para poder encontrar cualquier otro, con una prácticamente inexistente protección social, y sin techo donde cobijarse él y los suyos.
Última
etapa: traslado forzoso a una casa en el extrarradio de la cercana La
Carolina, donde, pese a todo, y
sin exteriorizar, ni él ni su entorno inmediato, ni una sola queja,
protesta o acusación, intenta
realizar alguna actividad que ayude a superar la maltrecha situación
económica (trabajos
en madera con un torno artesano a pedal y ballesta, trenzado de
asientos de anea,... )
que ha de ir abandonando a medida que los efectos de la silicosis
avanzan, de la misma
forma que los paseos cotidianos, alguno de ellos acompañado de su
hijo pequeño, con trayectos cuidadosamente elegidos para que
transcurran por calles lo más llanas posible, van mermando y, poco a
poco, la actividad se reducirá a recibir en casa la visita de
amigos, en el fondo tan desahuciados de la mina como él (Manolo
Duque, Víctor, Montesinos,.. ) para hablar de política y sociedad
(nunca del pasado común
en la mina), escuchando
en la vieja radio Telefunken lo que las interferencias dejaban oír de
Radio España Independiente, la Pirenaica, eso
sí, con mucha cautela porque la sintonización de emisoras así
estaba prohibidísima en aquellos duros y oscuros años de larga
post guerra (tan larga, que hoy, en 2017, a juzgar por numerosos
mensajes en las Redes Sociales, presumiblemente de gente del bando de los
vencedores,
permanece intacto con total impunidad el espíritu de revancha, menosprecio y
aniquilación del oponente de hace 80 años. Pero eso es otra
historia) hasta que,
fatalmente, su organismo no puede más y deja este mundo a la
edad de 57 años.
Mirando
hacia atrás, al recuerdo de esas vivencias, uno es capaz de ver con
claridad a través de ellas quienes fueron los maestros de vida, los que más
intensamente nos enseñaron el duro oficio de vivir, que no son esos
héroes de libro que oficialmente
nos ponen delante en un altar para que los veneremos, sino gente popular que se esforzaron
en levantarse cada vez que un maldito destino les hacía caer, que,
en aquellos
años, creyentes como
eran, fueron engañados
por unos políticos y por una Iglesia tan cómplice como beneficiaria del poder del Estado
y de los terratenientes latifundistas, gente permanentemente vigilada
por la policía, gente, cuántas y cuántas veces, víctima inocente
de las arbitrariedades de una justicia falsa.
Releyendo
todo el relato anterior, resulta auténticamente peculiar el caer en la
cuenta de que hay un protagonista que está permanentemente en primer
plano de la semblanza: la mina. Desde el nacimiento hasta la causa del
final, pasando por el espejismo de ser remedio de males.
Efectivamente, en una zona
como la Sierra de Gádor y la Alpujarra almeriense, llama la atención
el dato de que la minería fue un importante motor económico de ella entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XX,
concretamente por las minas en el municipio de Beires y por la
fundición de plomo en la barriada de Alcora, perteneciente a
Canjáyar, donde el sector tuvo su máximo esplendor. Precisamente,
según documentos que se conservan en el Centro de Interpretación,
no es descartable que la fundición de plomo de la barriada de
Alcora, cuyo funcionamiento data de cuando las explotaciones de las
minas eran monopolio del rey, es decir, de antes de 1825, (de ahí su
nombre de Fundición Real de Alcora, fundada en 1756 durante el
reinado de Carlos III) se alimentara del mineral extraído de la
cercana Beires, de la más alejada de Berja, o de los excedentes del
distrito minero de Linares – La Carolina. Si eso es así, el guiño
trágico y morboso del augurio está servido. Sea como sea, es
innegable la secuencia 1-Nacimiento en lugar relacionado con la
minería > 2-El trabajo en la mina como solución a problemas
económicos > 3-La mina provoca enfermedad letal > 4-Muerte en
una ciudad cabecera de distrito minero posiblemente relacionado con
el lugar de nacimiento, lo que cierra lo que sería un bucle
sutilmente siniestro.
Parafraseando, como ya hemos
hecho antes, a José Saramago, es ahora, escribiendo por primera vez
sobre los ancestros familiares, cuando uno tiene conciencia
de que se transforman las personas comunes que habían
sido en personajes literarios y que ésa es,
probablemente, la manera de no olvidarlos, dibujando y volviendo a
dibujar sus rostros con el lápiz siempre cambiante del recuerdo,
coloreando e iluminando la monotonía de un cotidiano opaco y sin
horizontes.
En el desarrollo del relato
,superficial pero sentido, de esta vida anónima, hemos mencionado en un par de ocasiones al
escritor portugués José Saramago5
("la escritora Sara Mago", según una insigne lideresa
política, que lo dijo así en su época de ministra exhibiendo mayúscula ignorancia. Verídico. Ahí
está la hemeroteca). No es casual. Y explicamos por qué. Quien sería Premio Nobel de
Literatura en 1998 nació en un pueblo del Alentejo en el seno de una familia de labradores y
artesanos y creció en un barrio popular de Lisboa. Su madre, pese a
ser analfabeta, inculcó en él la sed de saber y le regaló su
primer libro (dicen que fue O Mistério do Mohíno, la versión en portugués de The Mystery on the Moor, de Joseph Jefferson Farjeon) A los quince años abandonó los estudios por falta de
medios y tuvo que ponerse a trabajar de cerrajero. De ideología, y
militancia, comunista, en su extensa obra no para de preguntarse por
las motivaciones de la conducta humana, qué es lo que hace que una
persona haga lo que hace. En 1998 fue designado para recibir el
Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra como novelista,
poeta, periodista y dramaturgo, y su discurso de aceptación del premio se ha convertido en, posiblemente, el discurso de Nobel
más conocido y apreciado. En él habla de su obra literaria,
merecedora del Nobel, claro, pero sólo después de ofrecer un sincero y
sentido homenaje público a su familia y, por extensión, a todas las
familias que, desde el anonimato y ejerciendo el esfuerzo y
sacrificio que siempre se asumen como normales, van
tejiendo el lienzo que a su vez nos da forma a nosotros.
Por ellos, por esos héroes
anónimos.
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1Recuperó
el contacto con su hermana María a raíz de las dramáticas
inundaciones del Vallés (comarca de Barcelona), en septiembre de 1962, que provocaron
alrededor de un millar de muertos (nunca se sabrá la cifra exacta
ya que las riadas arrastraron, sobre todo, chabolas de inmigrantes
que ni siquiera estaban censados y nadie los reclamó). Él sabía
que María había emigrado a Terrassa, y cuando se divulgó la
dimensión de la catástrofe, movió cielo y tierra (lo que le
permitían sus medios) para saber si había resultado ilesa hasta
que recibió una carta del Ayuntamiento de Terrassa
confirmándoselo... y facilitándole, como prueba, su dirección.
2Como
muestra de ese esfuerzo, aún pueden verse restos de una acequia que
construyó él solo, en según qué tramos encaramado a los riscos
de la montaña, para poder desviar alguna agua desde el cercano río
Andarax a los resecos y sedientos bancales que cultivaba.
3La
silicosis, conocida como la enfermedad de los mineros, es una
enfermedad crónica del aparato respiratorio que se produce por
haber aspirado polvo de sílice en gran cantidad. Encabeza la lista
de enfermedades respiratorias de origen laboral en países en
desarrollo, donde se siguen observando formas graves. La
silicosis es una enfermedad fibrósica-pulmonar de carácter
irreversible y considerada enfermedad profesional incapacitante en
muchos países.
4Nótese
la perversión que en el fondo encierra esa estrategia empresarial: cuando a
alguien le alcanzaba, por ejemplo, la jubilación, se le retiraba el
derecho a vivienda, y, o marchaba del pueblo, o pasaba a vivir en la de un hijo que ya
trabajaba en la mina. Siempre se disponía de esa manera de mano
de obra, pudiérase decir que cautiva. Como comentario al margen,
duele y es triste ver la turba de defensores del actual El
Centenillo como colonia de veraneo cómo exhiben insensibilidad
(¿ignoracia?) de los esfuerzos y renuncias que supuso la existencia
del pueblo como algo vivo, sin admitir que esa versión edulcorada a
la que se aferran esconde muchos sacrificios.
5Pocos
saben que Saramago es el apodo familiar de los Meirinho Sousa, su
familia. Lo que ocurre es que, al inscribir al pequeño José en la
escuela primaria, y pedir sus documentos identificativos para ello,
se descubrió que por error se incluyó en su certificado de
nacimiento el apodo Saramago como apellido, y así se quedó. De
esta forma, José se convirtió en el primer Saramago "oficial"
de la familia Meirinho Sousa
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