Una buena amiga y excelente
profesional en su campo de la Sanidad me comenta que ha tenido la
oportunidad de visitar (y lo ha hecho, claro) la Torre1
de l'Àngel, pequeño tesoro de nuestro patrimonio arquitectónico
escondido.
La
casa, de propiedad privada, habitada y, por tanto, no abierta al
público, se encuentra en el término municipal de Matadepera, cerca
de Terrassa (Barcelona), en un cruce de la carretera dirección a
Mura (por si alguien se decide a ir para verla por fuera).
Arquitectónicamente destaca en ella el uso irregular de la piedra en
la fachada para darle un toque rústico al edificio, los arcos
parabólicos que conforman la galería lateral, que también se
utilizan en las oberturas principales, los atractivos vitrales en
alguno de los arcos así como el uso del trencadís2
en la decoración del remate del coronamiento frontal.
Todos
estos elementos son característicos de la arquitectura del genial
Antoni Gaudí (ya sabéis, el de la Basílica de la Sagrada Familia,
aún en construcción) y, en principio cabría suponer que el diseño
de la Torre de l'Àngel corrió a cargo de Gaudí o de alguno de sus
discípulos. Pues no; el arquitecto fue Lluís Muncunill3,
(del que, casualmente, esta semana se cumplen los 150 años de su
nacimiento) prácticamente contemporáneo de Gaudí e influenciado
por él (y, según declaró él mismo, también por Lluís Domènech
i Montaner, otro gran arquitecto modernista).
Este
amigable debate suscitado en torno a la autoría de la casa de
marras, nos conduce a la reflexión acerca de la tendencia a
priorizar a los primeros de prácticamente cualquier disciplina o
actividad y a olvidar a los "segundones" aunque, en muchos
casos, seamos conscientes del gran valor de esos "segundones"
y estemos convencidos de que no coincidir con su número uno,
éste lo serían ellos; esto es especialmente visible, por ejemplo,
en los deportes de competición, en los que (preferencias personales
muy respetables aparte, por supuesto) Nadal sería número 1
indiscutible... si no hubiera coincidido con Federer, o Pedrosa con
Márquez, o Cristiano con Messi, o Poulidor con Merck, etc., cosa que
no es por supuesto, privativa del deporte: ahí está, sin ir más
lejos, un Salieri totalmante eclipsado por un contemporáneo, aunque
más joven, Mozart.
Mozart y Salieri |
Pero
el caso de la Torre de l'Àngel proporciona el matiz de que se puede
decir que, tras la figura emblemática representativa (Gaudí aquí),
no nos atrevemos a poner a nadie, ya que, pongamos a quien pongamos,
siempre quedará a la sombra del primero y le hurtaremos, aunque sea
de forma inconsciente, su luz propia, paso previo a la caída en el
olvido.
Un
ejemplo de que esto es así lo encontramos, siguiendo con el deporte,
en el atletismo: desde que en 2008 el atleta jamaicano Usain Bolt
empezó a destrozar los tiempos en los que se corren las distancias
cortas, de 100 y 200 metros en pista, y marcando nuevos records para
la historia, ¿cuántos de vosotros sabría decir sin dudar el nombre
de los que le acompañaron en los podios? Y no estamos hablando de
"don nadies" en su especialidad, ni mucho menos; pensemos
que si el record de Bolt para los 100 metros es de 9,58 segundos,
otros dos atletas acreditan una marca inferior a los 9,70 segundos y
una veintena de corredores lo hacen en menos de 10 segundos, que, en
cualquier caso, no es moco de pavo... pero está Usain Bolt para
eclipsarlos totalmente.
Algo
así pasa con los movimientos culturales como el conocido como Modernismo (con diferentes nombres, según el país de que se trate: Art Nouveau, Jugendstil, Sezession, Modern Style, Nieuwe Kunst,... ) y su arquitectura, del que sería un error pensar que, en España, sólo se dió en Catalunya; para desmentirlo, basta echar un vistazo a las valiosas muestras de edificios de la época/estilo que se conservan en León, Astorga, Comillas, Cartagena, Alcoi, Palma de Mallorca, etc., incluso Ceuta y Melilla (curiosamente, no en Madrid, que se ve que, tradicionalmente, siempre ha estado por otras cosas). En la arquitectura modernista cuyas figuras en Catalunya
que son,
sobre todo, Domenech i Montaner, Puig i Cadafalch, Sagnier, Rubió i
Bellver, Muncunill i Parellada, etc.,
lo son porque su estilo no se parece al de Gaudí, de forma que todos
los que colaboraban al mismo nivel profesional con el genio han
pasado directamente al olvido o son considerados, en el mejor de los
casos, como discípulos.
Veamos,
para acabar, una situación sintomática de esta particularidad.
Josep
Maria Jujol i Gibert (1879 – 1949), arquitecto y estrecho
colaborador de Antoni Gaudí, fue creador de una obra arquitectónica
con un marcado carácter personal en la que son características una
gran sensibilidad por las formas de la naturaleza, el interés por el
detalle artesanal y la reutilización creativa de materiales viejos o
de desecho, que lleva a su máxima expresión con una técnica a la
que se le ha denominado trencadís (original de él, no de Gaudí).
Con Antoni Gaudí puede decirse que más que un discípulo más llegó
a ser su colaborador personal y de confianza (compartieron incluso
vivienda en las obras de la Sagrada Familia).
La
arquitectura de Jujol es modesta tanto por la cantidad como por el
presupuesto y magnitud de los encargos. Pero esto hace más
destacable el contraste entre la relativa precariedad de sus trabajos
y lo que tiene de desbordante su arquitectura contemporánea. Su obra
auna disciplinas tradicionalmente separadas: arquitectura,
escultura, pintura en una obra de carácter total, como se puede
observar, entre otras obras, en la Fuente conmemorativa de la
exposición de 1929 de la Plaza de España, de Barcelona, construida
al alimón con el escultor Miquel Blay.
Dentro
de su colaboración con Gaudí podemos destacar las obras de la Casa
Batlló, la Casa Milà (la Pedrera), el Parc Güell o
la mismísima Basílica de la Sagrada Familia,
todas ellas de Barcelona,
la reforma de la Catedral de Palma de Mallorca, etc., y dentro de su
obra propia los numerosos edificios proyectados y construídos en
Barcelona, Sant Joan Despí (Barcelona), Tarragona, Els Pallaressos,
La Secuita (ambos en Tarragona), etc.
El Santuario rodeado de las viñas de la comarca |
Mención
especial merece una obra suya que podríamos calificar, sin miedo a
equivocarnos, como una
muestra de "arquitectura
modernista de final del
siglo XX": el Santuari de la
Mare de Déu de Montserrat
(Santuario de Nuestra
Señora de Montserrat) de
Montferri (Tarragona).
El
santuario fue proyectado, inspirado
su perfil en el de las montañas del Macizo de Montserrat, cercano a
una cueva en la que también se veneraba a la Mare
de Déu de
Montserrat , y comenzado a construir entre los años 1926-1928 en
un promontorio cercano al pueblo, en unos terrenos cedidos
por la familia Vives, viticultores,
uno
de cuyos miembros,
jesuita, había sido el promotor de la obra. Se
suele decir que el
santuario no se terminó a
causa de la guerra (in)civil pero la verdad es que quedó a medias
por
falta de recursos económicos, pese
a
que
los materiales empleados eran sencillos y la mano de obra era
básicamente obtenida por prestación personal de los vecinos del
pueblo. En 1930 se detuvieron las obras y después, por causa de la
guerra, eso
sí, ya
no se reanudaron. Se
cuenta que Jujol
aún hizo un viaje durante la posguerra para inspeccionar el estado
del santuario, pero se desanimó totalmente al
verlo abandonado.
En 1987 se iniciaron obras de restauración, “reinterpretación” y consolidación bajo la dirección del arquitecto Joan Bassegoda Nonell, reconocido estudioso de la obra gaudiniana, obras que finalizaron en 1999, año en el que se inauguró y se dedicó al culto. Hay que decir que la decisión de continuar la obra despertó las críticas de un sector de arquitectos, y se originó un debate similar al que suscitó la continuación de la obra magna de Gaudí en Barcelona, la Basílica de la Sagrada Familia.
En 1987 se iniciaron obras de restauración, “reinterpretación” y consolidación bajo la dirección del arquitecto Joan Bassegoda Nonell, reconocido estudioso de la obra gaudiniana, obras que finalizaron en 1999, año en el que se inauguró y se dedicó al culto. Hay que decir que la decisión de continuar la obra despertó las críticas de un sector de arquitectos, y se originó un debate similar al que suscitó la continuación de la obra magna de Gaudí en Barcelona, la Basílica de la Sagrada Familia.
Lo
que parece claro es qué solo cuando se producen hechos inesperados
se dan las condiciones para que alguien que ha permanecido eclipsado
pueda salir a la luz. Con
Jujol/Gaudí, la idea del primero más la casualidad de la
continuación de la obra más de medio siglo después de su
paralización pusieron en marcha la realización definitiva de un
proyecto que hoy parecería más
bien una
broma o una utopía. El
tiempo ha reivindicado la
figura de
Jujol,
durante muchos años poco valorada, y
a quien se
llegó a considerar sólo un gran decorador dentro de la obra
arquitectónica de Gaudí cuando
hoy se sabe que en él
destacaban
su ingenio, imaginación y extraordinaria habilidad en la ejecución
de la forma y del color, llegando
a superar a Gaudí en el ámbito de la ornamentación, al
usar
con imaginación metales, yesos y pinturas.
Interior "gaudiniano" del Santuario |
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1El
término torre, además de su significado coincidente con el
castellano, de construcción fortificada, más alta que ancha, que
en las iglesias sirve para colocar las campanas, y en las casas para
esparcimiento de la vista y para adorno y, en general, a un edificio
de mucha más altura que superficie, en Catalunya también puede
referirse, como en este caso, a una casa unifamiliar de más de una
planta y con jardín o a una casa de labor, con finca agrícola y
ganadera.
2El
trencadís es un tipo de aplicación ornamental del mosaico a
partir de fragmentos cerámicos —básicamente azulejos— unidos
con argamasa; muy habitual y característico en la arquitectura
modernista catalana.
3Lluís
Muncunill i Parellada (1868 - 1931), fue un arquitecto modernista
que desempeñó su trabajo, sobre todo, en la ciudad de Terrassa,
de la que fue durante un tiempo arquitecto municipal, durante 40
años, dejando en ella numerosos e impresionantes edificios de todo
tipo: públicos, religiosos, industriales y residenciales, muchos de
los cuales aún se conservan y forman parte del catálogo
arquitectónico municipal.
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