domingo, 3 de junio de 2018

A propósito de Muñoz Molina.

Hace pocos días me enviaron para su lectura una colaboración del por mí respetado Antonio Muñoz Molina1 en una revista de divulgación y sociología; conviene recordar que al escritor se le considera ya un clásico viviente de la literatura en español en el que el universo histórico reciente conforma buena parte de los decorados de sus obras que exploran la relación entre el pasado y el presente. El escrito se deslizaba por temas pseudo-políticos y he de confesar que, leídos los primeros párrafos, iban creciendo las discrepancias entre lo que yo sabía y tenía contrastado del tema (básicamente por haber acudido a las fuentes) sobre el que versaba el artículo y el contenido de lo que estaba leyendo. Conociendo de antemano la obra del autor, caracterizado por la claridad de estilo y limpieza de sus exposiciones, unido a su conocida primera época de militancia antifranquista que, sin embargo, extirpó pronto de su obra para desligar la ideología de la literatura, y conocedor de su sentido de la ética porque no pretende ser un escritor aséptico, sino que interpreta los hechos y años vividos desde su propio modelo moral (que no lo neguemos, es el de todos… o eso decimos ahora) dando así sentido a todo lo que escribe, deduje que su falta de información, seguramente sin saberlo, de lo que hacían/decían todas las partes afectadas por el tema de que hablaba le hacía llegar a opiniones/conclusiones parciales e incompletas. Es sólo una opinión, claro.
Resultado de imagen de antonio muñoz molina

Pero seguí leyendo. Primero, por respeto al autor, que "se ha desnudado" ante los lectores; segundo porque conocer las discrepancias de otros a las ideas propias (al margen, incluso, de que sean fruto de la desinformación) ayuda a crecer (contrariamente a lo que nos quieren hacer creer nuestro gobierno y sus altavoces, de que expresar la discrepancia se ha de prohibir y castigar), ya sea debatiéndolas cuando hay oportunidad de hacerlo o ya sea simplemente reflexionando sobre ellas y sus razones cuando no hay esta oportunidad para mejorar las conclusiones, y eso porque parece evidente que existe (debe existir) la moral universal como suma de acuerdos, como contratos éticos que las sociedades "formalizan" a través de sus miembros y agentes, sin olvidar que la ética puede ser relativa y cambiar con el tiempo y la evolución social.

Y en este contexto, en el que se pondera la importancia de la información para, en base a ella, tomar las decisiones adecuadas, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de información? "Informare" es la palabra latina que origina el término información y significa, originariamente, dar forma o aspecto a algo, producir una idea o una noción. Una definición teórica conocida es la de que “Es tanto la clasificación de símbolos y de sus relaciones y conexiones, como la organización de los órganos y de las funciones de un ser vivo o la organización de un sistema social cualquiera”pero, paralelamente, para el filósofo y sociólogo francés de origen judío Lucien Goldman, profesor de la universidad de La Sorbona, es la transmisión de cierto número de mensajes, de afirmaciones verdaderas o falsas a un individuo que las recibe, las deforma, acepta o rechaza, o bien permanece sordo por completo y refractario a toda recepción; sea como sea, siempre se produce un llamado proceso informativo, en el cual un determinado grupo, sistema, objeto o fenómeno, logra transmitir, transferir o generar uno o varios de sus rasgos o propiedades a otra persona, sistema, objeto o proceso (procesos informativos pueden ser la propiedad de adaptación de los seres vivos a diferentes entornos, la transmisión hereditaria de los rasgos de los padres a los hijos, el conocimiento del mundo material a través del cerebro humano, la comunicación humana y, dentro de ella, la comunicación mediante el documento escrito...)

Y así podemos analizar la colaboración de Muñoz Molina, ya que, en sentido teórico e intrínseco, la lectura es un proceso informativo, y mediante ella se moldea la estructura conceptual de nuestro pensamiento; adquirimos con su comprensión nuevas formas y nuevos contenidos. Solemos decir, muchas veces, que la formación de un individuo es, en gran parte, resultado de sus “lecturas”; y no nos equivocamos. Cuando queremos conocer el ideario de alguien es imprescindible recurrir a las fuentes bibliográficas en las cuales se ha nutrido.
Resultado de imagen de proceso de comunicacion

Entender la lectura como un proceso informativo, equivale a plantearnos este problema dentro de las características propias de los procesos informativos. Así podremos resolver adecuadamente esa pregunta que siempre ronda por ahí: qué es la comprensión lectora. En el caso de la lectura, el proceso informativo es un ciclo completo que se inicia en un estado de información absoluta, original o inicial, en la que el autor compone y registra el mensaje; la edición y distribución que el editor realiza; el almacenamiento, la organización y la diseminación de los diversos medios de documentación hasta que, finalmente, aparece el lector quien asimila el mensaje. Por ello, podemos concluir, que la razón de ser del documento escrito es el propio lector y que la lectura, como proceso de información, tiene la característica de ser un proceso dinámico que interviene y afecta al lector. La lectura no es un acto inocente, carente de un determinado objetivo en el lector ya que cuando un lector se encuentra ante una obra, no solo extrae de ella ideas, sino también las posibilidades de acción. El lector tiene, pues, en el proceso de información que es la lectura una invitación no sólo a la reflexión, sino también a la acción.

Esto es así porque la lectura como proceso informativo es, además, un proceso de comunicación social en el que se da la concurrencia necesaria de los siguientes elementos:
- El emisor (quien informa algo)
- El receptor (quien recibe la información)
- El referente (el objeto del cual se informa)
- El canal (medio de comunicación)
- El mensaje (contenido de la información)

Podemos hablar entonces, del emisor-autor, para identificar el elemento que emite el mensaje; de un receptor-lector, para referirnos al elemento que recibe el mensaje; el mensaje-contenido de la obra; cuyo referente-tema, estamos interpretando mediante un canal-documento. Y, no cabe duda, de que el conocimiento del autor hará la lectura y la comprensión lectora mucho más productiva. Comprender al autor (¿identificarse con él?) ya es un paso en la eficacia buscada de comprender, tal cual, el mensaje, porque todo proceso de información tiene una “corriente”, o sea un sentido. Dependiendo de la mayor o menor fuerza, (contenido, estilo y forma) de un mensaje, éste arrastra o no al lector. Se genera una corriente.

Y, mira por dónde, llegamos a desembocar a un tema complejo: la diferencia entre información y opinión, que recoge la inmensa mayoría de los códigos éticos de los principales periódicos del mundo. Separar opinión e información es una de las trincheras que defienden con más ardor los profesionales del periodismo (no los editores), en España y en cualquier país del mundo. Todos estamos seguros de que es uno de los principios que más debe defenderse y, sin embargo, todos sabemos que es uno de los más difíciles de proteger y no son pocas las ocasiones en que se sabe de osados periodistas que justifican la credibilidad de sus argumentos a partir del falso «información, no opinión». «Lo que estoy afirmando es información, no opinión», arguyen con atrevida vehemencia. Lo que equivale a un «esto es más creíble que cualquier otra cosa porque no se trata de una valoración mía, sino que estoy relatando los hechos tal y como son; tengo la exclusiva». Luego vemos que lo que se aventuraba como patraña encubierta efectivamente lo era, pero el sonrojo por la cara dura de algunos tiene límites insospechados.
Imagen relacionada

Se cuenta en las facultades de periodismo algo parecido a lo siguiente: si un racista tonto quisiera fundar un medio, lo que haría es crear una revista de opinión con firmas que apoyaran la apología del racismo e hicieran abiertamente todo tipo de declaraciones racistas. En cambio, un racista listo seguiría otra estrategia: crearía un medio donde en la sección de opinión escribieran autoridades que combatieran el racismo, quizá de ONG's u otras asociaciones bien consideradas socialmente; sin embargo, en la sección de información, publicaría noticias del tipo "Cuatro inmigrantes subsaharianos acuchillan por la espalda a una joven de quince años" con lo que la presunción de veracidad -¿a quién le interesaría engañarnos?- que el lector otorga casi involuntariamente a la información lo deja indefenso; inocentemente inerme frente a lo que esa información -muy conscientemente por parte del ideólogo de la misma- le da a entender.

Por lo tanto, para una razonable formación de conclusiones, se debe preferir un medio al que se le vea el plumero a la legua antes que otro que se erija como independiente y su independencia se quede sin la "in". Estos segundos son realmente nocivos: maquinan con nocturnidad y alevosía las informaciones que convienen para tratarlas de un modo que influya directamente a quien las lee. Pero el periodismo no debería consistir en decirle al lector cómo o qué tiene que pensar. Al menos no desde la información. Desde la opinión quizá valga, pues cualquiera puede apreciar que lo que lee no es un fiel relato de hechos, sino la percepción de un sujeto con unas características propias, de las cuales no se puede predicar presunción de veracidad alguna. Pero desde luego, no desde la información, que no se percibe como algo subjetivo -que lo es-, sino como el mero traslado de los hechos desde la realidad hasta el ombligo de cada uno.

La irrupción/eclosión de Internet en nuestra vida cotidiana ha supuesto la aparición de nuevos matices porque el canal de comunicación autor-lector permanece abierto a través de la red, de modo que a veces la lectura no acaba cuando se termina la última línea, sino que continúa con preguntas que no sólo hace el lector, a veces incluso es el mismo autor el que busca ese diálogo con sus lectores que surge tras la lectura (o durante la misma) de la obra escrita y eso puede conducir en ocasiones a una modulación/matización/puntualización de la opinión (salvo que el autor sea de los que se limitan a dogmatizar) y, en definitiva, a una mejora de la confianza con el autor.

Hay, no obstante, algunas excepciones clamorosas en estas nuevas formas de mejora de comunicación; el propio Muñoz Molina, en el artículo que da pie a estas reflexiones, toca tangencialmente una de ellas que, dicho sea de paso, no queda limitada a las redes, y que consiste en la plasmación práctica de que la doctrina de inteligencias múltiples, expuesta por Howard Gardner2 en 1983. trasciende los marcos teóricos y de estudio. En efecto, se dan casos de excelentes profesionales en su ramo que, cuando salen de su despacho, laboratorio, etc., demuestran su carencia de inteligencia para la comunicación interpersonal y se comportan como auténticas acémilas, frecuentemente "en posesión de la verdad absoluta" en cosas en las que, además, suelen exhibir ignorancia y parcialidad a partes iguales. Esta falta de esa parte de la inteligencia se traduce (consciente o inconscientemente) en la necesidad de segmentar a sus interlocutores/destinatarios de sus escritos en función de origen, ideas políticas, credo, etc., con lo cual lo que dice/escribe se dirige a un nicho determinado de personas convirtiendo su presunto ideario en una retahila de consignas parciales y auto-retroalimentadas. No hace falta decir que cuando esta actuación la protagoniza un "creador de opinión", la manipulación está servida.
Imagen relacionada

Y aún, dentro de las particularidades en las redes de los comunicadores, para acabar, encontramos un perfil, a priori, inclasificable, cual es el de la persona culta, reputada de sensata y abierta, que es incapaz de mostrar sus ideas propias, limitando prácticamente su uso de las redes como canal de comunicación a la reproducción de "frases lapidarias" (tan de moda en Internet), a menudo contradictorias o, lo que es peor, a hacerse eco de "ocurrencias" hirientes, cuando no directamente insultos o injurias, destinadas a quien piensa de otra forma.

Vamos, que no es descartable que Robert Louis Stevenson se inspirara "avant la lettre" en las actuales redes para su conocida novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.

----------------------------

1Antonio Muñoz Molina (ubetense, paisano y casi coetáneo del popular cantante y "poeta urbano" Joaquín Sabina) es un escrito, académico de número de la Real Academia Española, que en 2013 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. En su obra abundan referencias a la cultura popular, que es una de las principales fuentes de inspiración del autor. Reconocido admirador de Rulfo, García Márquez y otros integrantes del boom latinoamericano, sus eclécticas influencias abarcan desde Julio Cortázar o Jorge Luis Borges a la novela francesa e inglesas decimonónica, con las innovaciones estrucuturales de Gustave Flaubert o William Faulkner. El cine, el jazz y la precisión del buen lenguaje son las otros influjos apreciables en sus prosa. Títulos como Beltenebros, El jinete polaco (premio Planeta), El invierno en Lisboa o La noche de los tiempos, figuran en su antología.
Repasemos rápidamente algunos rasgos de su obra. Es curioso que fuera el poeta catalán Pere Gimferrer (¿cuándo admitirán "los poderes" que es una estupidez inculta el querer poner fronteras/barreras a la cultura o sus manifestaciones?) quien lo alentó a publicar su primera novela, Beatus Ille, tras leer las compilaciones de sus artículos periodísticos. En esta novela figura la ciudad imaginaria de Mágina, trasunto de su natal Úbeda (que reaparecerá en otras obras suyas) y cuenta la historia de Minaya, un joven que regresa a Mágina para realizar una tesis doctoral sobre el poeta Jacinto Solana, muerto en la guerra civil, pero cuya apasionante vida le llevará a una serie de indagaciones que darán como resultado un final magistral.
Otra obra característica de Muñoz Molina es Ardor guerrero, de la que el autor dice: «Yo me llamaba J-54.» En el otoño de 1979, un joven que sueña con ser escritor se incorpora por leva obligatoria al Ejército español. Su destino es el País Vasco. Su viaje en un lúgubre tren que atraviesa la Península de sur a norte es el preludio de una pesadilla. «Conejo, vas a morir.» Así serán recibidos los nuevos reclutas. Tendrán que olvidar su identidad y, en gran medida, su condición humana. En las paredes de los cuarteles colgaban todavía los retratos de Franco y su mensaje póstumo. Aquel recluta, J-54, se llamaba Antonio Muñoz Molina. La obra es una memoria valerosa y desnuda, documento implacable, alegato contra la intolerancia, crónica incisiva de unos años clave en la historia de España,
Por último, en esta antología que no es tal, una mención al ensayo (no novela) Todo lo que era sólido, en la que Muñoz Molina se desliza entre la maleza de la confusión y analiza las décadas anteriores a esta crisis, aquellas en las que todo parecía sólido y España vivía en su propio castillo de naipes, bien apuntalado, pero de naipes al fin y al cabo. Analiza los años de la furia, los del exceso, los días en los que España era “el país donde más rápido uno se puede hacer millonario”, según palabras de un ministro de economía socialista. Los años del gasto y del desgaste, aunque fuéramos incapaces de apreciarlo ya que, como bien describe Muñoz Molina, hemos vivido de espaldas a la ética y moral que asumíamos como propia. Sabíamos que lo que se hacía (y todavía se hace) estaba y está mal, pero nos beneficiábamos de ello y nos dejábamos mecer por un cinismo ético que nos acunaba entre contratos y beneficios más o menos confesables. . Muñoz Molina hace un repaso de los años de democracia, casi desde el inicio de la misma, y separa cada átomo de nuestra sociedad para analizarla desde una perspectiva ética, económica y social.

2Howard Gardner es un psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard, de Estados Unidos, conocido en el ámbito científico por sus investigaciones en el análisis de las capacidades cognitivas y por haber formulado la teoría de las inteligencias múltiples (musical, físico-kinestésica, lógico-matemática, lingüística, visual-espacial, interpersonal, intrapersonal y naturalista). Por esta teoría y por sus implicaciones en la mejora global de la educación, le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario