Decía Azorín1,
de quien precisamente ayer, día 8, se cumplieron los 145 años de su
nacimiento en Monòvar (Alacant), que "la vida está hecha de
pequeñas cosas". Y algo de razón tenía, ya que los grandes
hitos, esos que figuran en el listado de efemérides de cada día,
tienen, sin duda, gran relevancia social y pueden tener gran
influencia en el devenir colectivo posterior a cuando ocurren, pero
son esas otras"pequeñas cosas" las que marcan la vida
íntima cotidiana, porque son las que modulan las sensaciones,
sentimientos, aspiraciones,... que conforman la vida de cada persona.
Un ejemplo comparativo:
quien más, quien menos, seguramente es capaz de decir sin
vacilaciones dónde estaba y qué hacía cuando la televisión
retransmitió en directo el desastre del atentado y posterior
hundimiento de las neoyorkinas Torres Gemelas el famoso 11-S de 2001;
nadie cuestiona que estos acontecimientos marcaron un antes y un
después en numerosos aspectos, que podían influir en el desarrollo
de las actividades cotidianas, no sólo en New York... pero no en la
vida íntima de nadie (salvo los afectados directamente, como
es natural). Por el contrario, hay "pequeñas cosas",que no
constan como hitos, que sí afectan a la vida: a aquel
amigo que te trajo de Londres a escondidas el "single" de
la canción Je t'aime, moi non plus, de Gainsbourg/Birkin
(prohibidísima entonces en España) lo tenemos plenamente
identificado,tal vez también representaran, como los atentados de
las Torres Gemelas, un antes y un después en un ámbito mucho más
reducido, e incluso seríamos capaces de enumerar la influencia que
produjo, quizá excediendo el aspecto estrictamente musical, tal
regalo en los parámetros de la vida cotidiana.
Llegados a este punto, no
parece descabellado poner en valor la idea de Azorín y admitir que
las tendencias y objetivos en el ámbito privado nada tienen que ver
con lo que nos comunican las efemérides colectivas. Ya que nos
hemos referido a la música, que se confirma como elemento con
capacidad para potenciar/modular sensaciones, sentimientos, estados
de ánimo, y, en definitiva, todo aquello que condiciona la forma de
vivir, sigamos con ella para ver las diferencias: hace 50 años tuvo
lugar, básicamente en París, el Mayo-68, sobre el que no nos
extenderemos, cuyas consecuencias sociales todos conocemos, y que hoy
vemos como algo lejano (en el tiempo y en el espacio), ajeno y en
modo alguno personal. El mismo año, el grupo musical Lone Star,
dedicado en principio a la música rock, veía reconocida su labor
con el éxito popular de su canción Mi calle, convertida en
un estándar desde ese momento.
Pero, ¿quienes eran los
Lone Star? ¿Quién los recuerda hoy? Pues era un grupo español de
rock creado en Barcelona a finales de los años 50 con la pretensión
de potenciar aquí todas las manifestaciones musicales (no sólo
rock) que venían del mundo anglosajón, así que empezaron tocando
(en inglés) temas de blues y de Ray Charles (que eran una auténtica
revelación para muchos que lo escuchaban) por bares y locales de
Barcelona. En 1964 llega uno de sus grandes éxitos: la grabación de
la versión en castellano de La casa del sol naciente,
traducción de House of the rising sun de The Animals
(en España, la versión de Lone Star llegó a vender más sencillos
que la de la propia banda británica y llegó a ser número uno en
toda Sudamérica), lo que propició que grabaran otras versiones
como, también de The Animals, Comprensión"
(Don't let me be misunderstood), o de Rolling Stones,
como Satisfacción entre otras.
A partir de 1966 consiguen
que la discográfica acepte que la mitad de los temas que graban sean
propios y es a partir del citado boom con Mi calle cuando los
temas son todos propios.
Lone Star alterna sus
actuaciones como grupo de rock y los conciertos como grupo de jazz,
algo completamente inaudito por aquel entonces, y en 1976 se
convierten en el segundo grupo en hacer rock en catalán (el primero
fue Els Corbs que hacían versiones en catalán de temas de
Kinks, Rolling Stones, Hollies y Animals).
El grupo tiene como
auténtica seña de identidad la inconfundible voz, potente, llena de
matices y personalísima de Pere Gené (en activo a sus casi ochenta
años), creador, alma y cerebro del grupo, líder indiscutible a lo
largo de toda su existencia. Su acusada personalidad y especial
carisma se verán reflejados en todos los movimientos ocurridos en su
seno. Con una sólida formación musical previa (como concertista de
piano actuó en el Liceu y en el Palau de la Música Catalana, ambos
en Barcelona, entre otros), es compositor y arreglista de unas 350
canciones. En lo concerniente a las registradas para el grupo, el
cantante está considerado como verdadero laboratorio musical en la
búsqueda de formas musicales diferentes y profundas, aunque en
muchos casos contará con la colaboración de sus "camaradas"
a los que luego hará participes, a partes iguales, en los créditos
del disco. Por otra parte, es posible que también le condicionara de
forma negativa ese espíritu de mejora e investigación a la hora de
encontrar la piedra filosofal con la que hacer canciones "light"
o meramente comerciales, con las cuales él y su grupo tal vez
hubieran conseguido otras metas mucho más fructíferas.
Dejémoslo ahí,
aglutinando, para acabar, en una canción el pensamiento de Azorín y
la música, indicativa de una vida, de Lone Star.
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1Seudónimo
principal de José Martínez Ruiz (1873 - 1967) - también publicó
con su propio nombre, así como con los seudónimos Cándido o
Ahrimán y alguno más en sus colaboraciones periodísticas-,
novelista, ensayista, dramaturgo y crítico literario, miembro
"menor" de la llamada generación literaria del 98. Pese a
sus inclinaciones anarquistas de juventud, pronto su pensamiento y
literatura están ya instalados en el conservadurismo. Es tentado
por la política, y durante más de una decena de años ejerce como
diputado a la vez que colabora en el periódico barcelonés La
Vanguardia como crítico literario (no es de extrañar que un
prominente representante de la cultura castellana publicara en las
páginas de un diario barcelonés como La Vanguardia, ya que
Barcelona fue la capital donde se impulsó y se dio a conocer, según
los estudiosos, la generación del 98). Cuando estalló la Guerra
Civil huyó del Madrid del Frente Popular y se refugió en Francia,
de donde regresó terminada la contienda. Su obra literaria, que se
divide fundamentalmente en ensayo y novela aunque también escribió
algunas obras teatrales, experimentales y de escaso éxito, tiene
gran valor estilístico. Su forma de escribir, muy peculiar, se
caracteriza por el meticuloso impresionismo descriptivo, por el
característico uso (que "hizo escuela" para la
descripción de personas, lugares o situaciones) de una frase corta
y de sintaxis simple, por el menudeo de un léxico castizo y por las
series de dos adjetivos unidos por una coma. Como ensayista dedicó
especial atención a dos temas: el paisaje español y la
reinterpretación impresionista de las obras literarias clásicas.
Como seña de la generación del 98, también en la obra de Azorín
abunda el escepticismo y el pesimismo, les preocupa España (tras la pérdida de las
colonias) y sienten un gran amor hacia Castilla.
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