sábado, 15 de septiembre de 2018

Victor Jara como símbolo

Mañana, 16 de septiembre, se cumplen cuarenta y cinco años del atroz asesinato del cantante chileno 
Víctor Jara, tras el triunfo, sólo cinco días antes, del golpe de estado en su país, encabezado por el 
general Augusto Pinochet, que acabó con el mandato y la vida del legítimo presidente, Salvador 
Allende y, que no se olvide, una semana antes de la muerte en circunstancias aún sin aclarar, del poeta 
Pablo Neruda. Realmente, arrebatar una vida ajena siempre es una atrocidad pero cuando confluyen, 
como en este caso, el hecho de que nos encontramos ante un asesinato de estado reconocido como tal, 
y el ensañamiento con que se llevó a cabo, el conjunto nos proporciona elementos de análisis para 
reflexionar sobre las causas y actitudes que concurrieron y para llegar a conclusiones, aunque estas 
conclusiones no puedan tener efectividad práctica.

Víctor Jara Martínez fue un músico, cantautor, profesor y director de teatro chileno, militante del Partido 
Comunista de Chile y referente internacional de la canción protesta y de cantautor, y uno de los artistas 
más emblemáticos del movimiento músico-social llamado «Nueva Canción Chilena». Su ideología 
comunista se refleja en su obra artística, de la que fue pieza central. 

Después de hacer el servicio militar, alternó la dirección teatral con la música, interpretando ya obras 
propias cada vez más comprometidas, en las que denunciaba en voz alta lo que consideraba injusticias. 
Viajó a Helsinki para participar en un acto mundial en protesta por la guerra de Vietnam y publicó su 
álbum Pongo en tus manos abiertas, al que pertenece el tema «Preguntas por Puerto Montt», inspirado 
en la masacre de Pampa Irigoin (Puerto Montt1) durante la represión policial del gobierno conservador 
del presidente Eduardo Frei Montalva. En esa canción criticó duramente al ministro de Interior 
Edmundo Pérez Zújovic, y eso le acarrearía graves consecuencias. 
 
 

Es obvio que un personaje así, que opina libremente y lo divulga, resulta incómodo a ciertas formas de 
ejercer el poder, y cuando se produjo el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, fue detenido ese 
mismo día junto con otros profesores y alumnos en la Universidad Técnica del Estado, donde le sorprendió 
el golpe dando clases. Lo llevaron al Estadio Chile, convertido en centro de internamiento por los 
militares (actualmente Estadio Víctor Jara, lugar en el que hay una placa en su honor con su último 
poema), donde permaneció durante cuatro días. Lo torturaron durante horas (le realizaron quemaduras 
con cigarrillo, le rompieron los dedos, le cortaron la lengua y lo sometieron a simulacros de fusilamiento) 
y, finalmente, el 16 de septiembre lo acribillaron junto al director de la Empresa de Ferrocarriles del 
Estado. El cuerpo fue encontrado el día 19 del mismo mes con 44 impactos de bala2.

Todos pensamos que el de Víctor Jara es un caso extremo, pero el analizarlo nos permite reflexionar 
sobre por qué hay seres humanos (?) cuyo único deseo es silenciar, perseguir, encarcelar y, de alguna 
forma, aniquilar a quien no piensa como ellos y estudiar someramente por que esto suele ser así, 
precisamente, cuando quien discrepa representa a una minoría. Yendo al fondo de la cuestión, hay que 
diferenciar en el análisis si esa actitud arrogante es propia de la persona o inducida.

Dicen los principios de la psicología que la base de la evolución de las sociedades humanas, 
representada por las relaciones entre personas, ha sido siempre en saber llegar a acuerdos positivos 
para todos (lo que hoy identifican las escuelas de negocios como “I win, you win”) en el tratamiento 
de las discrepancias, y eso con más relieve que las victorias bélicas que nos inculca la historia teniendo 
en cuenta además que, en palabras de Jorge Luis Borges, “nada hay tan contaminado de ficción como 
la historia”, ergo la discrepancia ES base de la evolución cuando se sabe gestionar. Siguiendo con el 
hilo de los principios psicológicos, cuando se plantean diferencias, es imprescindible pensar en la 
conveniencia de una negociación, que no es un pulso o una demostración de fuerza, sino un proceso de 
diálogo encaminado a lograr un consenso. Por lo tanto, el objetivo no es (y no debe presentarse así) que 
uno gane y el otro pierda, sino conseguir que ambos ganen con el acuerdo a que se sea capaz de llegar.
 
 
Para ello, es necesario fijar previamente unas reglas de juego claras, exponer los respectivos puntos de 
vista e intentar ponerse en la piel del otro para comprender su perspectiva. Conviene decidir la posición 
de antemano, pero no el resultado esperado, impensable de inicio. También deben tenerse claros los 
límites mínimos y máximos que se pueden aceptar, así como estar dispuesto a negociar todas las 
variables, no sólo algunas, para evitar llegar a puntos muertos. Si la otra parte lanza una propuesta que 
no encaja, en lugar de rechazarla debe intentar canalizarse hacia un punto medio. En caso de que se 
formule de manera poco apropiada, no debe tenerse en cuenta porque no hay nada peor que trasladar 
los posibles desacuerdos a un plano personal.

Para que el resultado de una negociación sea equilibrado, ambas partes deben ceder en algunas cosas. 
Por lo tanto, no deben celebrarse las cesiones de la otra parte como una victoria y hay que ser generoso 
(pensando en el futuro común) aportando también algo propio. Cuando la negociación se atasca, a veces 
lo mejor es posponerla para poder reflexionar. Siempre es preferible no llegar a un acuerdo que alcanzar 
(o imponer) uno que no satisfaga a todos. Finalmente, cabe recordar que los acuerdos sólo se cumplirán 
si son equilibrados y las dos partes los han aceptado con buena disposición. 

Este esquema sencillo, intuitivo y lógico de diálogo/negociación, con sus matices particulares en cada 
caso que se presente, se aplica con eficacia demostrada en todas las temáticas… cuando se aplica, que 
no es siempre a la vista de lo que pasó con Víctor Jara y sigue pasando con muchos otros en latitudes 
diversas aunque no se llegue al extremo de lo que se hizo con el cantante. Especialmente en política, 
aún hay quien cree que la represión/imposición permanentes son más efectivas que el diálogo cuando 
basta con echar un vistazo a la evolución de las sociedades para comprobar que quien se empeña en 
imponer y no dialogar se queda anclado en el pasado y que la imposición/prohibición/represión sólo es 
efectiva en el corto plazo, nunca a largo plazo. Pero ¿qué argumentos pueden esgrimirse para negar el 
diálogo? Aparte de la incapacidad/ineptitud para gestionar las diferencias, claro, que ese no se dice 
porque esconde, precisamente, la ausencia de argumentos y ¿cómo se puede dialogar sin ellos?  
Una muletilla recurrente, repetida como una gota malaya y que suele calar en muchos que, posiblemente, 
se presten a ser manipulados sin saberlo, es que la discrepancia sobre la que se pretende dialogar está 
fuera de la ley y altera la convivencia. Vayamos por partes:
- que esté o no contemplado en las actuales leyes sólo indica que, una vez conocido y analizado el motivo 
de la discrepancia, deberá evaluarse si se han de revisar las leyes para darle cabida (o no) en la forma en 
que se llegue al acuerdo ¿o alguien en su sano juicio piensa que las leyes son eternas?
- la discrepancia NO altera la convivencia, sino la forma de tratar esa discrepancia, y resulta muy triste 
que en nuestro país haya ciudadanos de buena fe que caen en la trampa de creer ese mensaje y acepten 
como normal incluso el uso de la violencia para acallar la expresión de una discrepancia en lugar de
conocerla y gestionarla inteligentemente.
 
 
No olvidemos, además, que las leyes las dicta el Poder de turno, por lo que lo primero que deberíamos 
preguntar cuando se nos repite machaconamente, por ejemplo, que alguien está en prisión por haber 
vulnerado una ley de contenido político, es ¿qué ley? Seamos prudentes; en nuestra historia reciente hay 
ejemplos de subversión impune de la legalidad con fines espurios. En la documentada publicación de 
Ramón Arnabat, Doctor en Historia, investigador y profesor universitario, respetado y reputado 
especialista en la España del siglo XX, La represión: el ADN del franquismo español (lo de “español” por 
la divulgación de la obra fuera de nuestras fronteras), puede leerse que “la dictadura franquista, el Nuevo 
Estado, la España de Franco, nació de un golpe de Estado militar contra el régimen democrático 
republicano legalmente establecido (17-18 de julio de 1936), y se configuró y articuló a lo largo de una 
cruenta guerra civil que finalizó con su victoria militar (julio de 1936/ abril de 1939)1. Este es un aspecto 
clave para entender la dinámica de la represión franquista, fundamentada en la “trampa (i)legal” de 
convertir a los defensores del legítimo régimen republicano, en rebeldes; acusados de Adhesión a la 
Rebelión, Auxilio a la Rebelión o Rebelión Militar; mientras que los golpistas se autodenominaban 
defensores del orden. El mismo dictador, Francisco Franco, afirmaba que “el –Glorioso– Movimiento 
Nacional –el golpe de estado–, no ha sido nunca una sublevación. Los sublevados eran y son ellos, los 
rojos3”. Y en las sentencias de los consejos de guerra vemos escrito, una y otra vez: “que contra los 
legítimos poderes del Estado, asumidos por el Ejército a partir de 17 de Julio de 1936 en cumplimiento 
de su función constitutiva, se desarrolló un alzamiento en armas y una tenaz resistencia, cometiéndose 
a su amparo toda suerte de violencias, ...” “Todos aquellos que habían defendido a la República, de 
forma activa o pasiva, y todos aquellos que no se habían mostrado favorables al Glorioso Movimiento 
Nacional, eran susceptibles de sufrir este tipo de [in]justicia franquista. El franquismo, tanto durante 
la guerra civil, como en la posguerra, se planteó eliminar “al enemigo”, de “extirpar” o de “aniquilar” 
los elementos republicanos  que podían poner en peligro la dictadura, y extender la miedo entre aquellos 
a los que no llegaba la represión. Tan importante era eliminar físicamente al enemigo, como atemorizar 
y humillar a la población vencida que sobrevivía para que asumiera su lugar en el Nuevo Estado. El 
régimen franquista creó una tupida red represiva que abarcó todos los campos posibles: el económico, el 
social, el cultural, el ideológico, el político y fue un instrumento de dominación, de humillación y de 
consenso forzado.” “Durante la postguerra, el régimen franquista aplicó la legislación represiva 
generada durante la guerra civil española (1936-1939), ampliada y matizada por un conjunto de órdenes, 
decretos y leyes de carácter complementario.
Durante el periodo 1939-1948, el eje de la política represiva franquista fue la “justicia” militar que, con sus sumarios de urgencia y sus consejos de guerra, llenó las prisiones de penados y los cementerios de ejecutados (Decreto de 28 de julio de 1936, que se mantuvo hasta julio de 1948). Decenas de miles de personas fueron sometidas a consejos de guerra, de las cuales el 90% fueron condenadas, de estas un 85% a penas de prisión de entre 6 y 30 años y un 15% a penas de muerte.

Por éste y otros factores similares, el franquismo tiene el triste y dudoso “privilegio” histórico de haber sido el primer régimen político que, tras una contienda interna (en un proceso del que hay muchas voces que afirman que, de alguna forma, se mantiene, casi ochenta años después del final oficial de la guerra), diseñó y llevó a cabo un plan “legal” organizado destinado a acallar/encarcelar/aniquilar a la población civil con ideas diferentes de las de los vencedores. Hay que decir, para bochorno de todo el mundo, que ese sistema ha tenido y tiene “alumnos aventajados y muy aplicados” en castigar a la población civil para conseguir sus fines. Volviendo a Arnabat, “La dictadura franquista siempre se fundamentó en la distinción entre vencedores (adictos) que merecían el premio y el reconocimiento, y los vencidos (indiferentes y desafectos) que merecían el castigo y la humillación.
Una división marcada por la victoria en la guerra que legitimaba al régimen franquista. Y así fue a lo largo de toda la dictadura. Por este motivo, la memoria del franquismo es hoy todavía tan compleja en España. Unos quieren recordar, “los vencidos”, y otros quieren “olvidar”, los “vencedores”. Pero, el recuerdo y el olvido forman parte inseparable de la memoria, de las diversas memorias del franquismo y de la represión.”

Por eso, entre otras cosas, se ha de ser escrupulosamente cauteloso en conocer siempre los porqués y el marco que rodea cada situación e intentar no dejarse manipular repitiendo sin más y creyendo sin corroborar su veracidad lo que no suelen ser sino consignas partidistas interesadas, sesgadas y parciales. Vengan de donde vengan. Y si hay discrepancias (que forman parte de la vida en todos sus ámbitos), lo que nos debe preocupar es que se conozcan y se sepan gestionar, no que se acallen: pan para hoy y hambre para mañana.

Acabamos estas reflexiones proponiendo escuchar la canción más conocida de Víctor Jara, Te recuerdo, Amanda, en su homenaje y con el deseo de que no haya nunca más otro caso como el suyo. Incluida en el mismo disco que Preguntas por Puerto Montt, citada más arriba, es una pieza internacional, porque el tiempo la ha convertido en una historia de lucha de clases. Representa a la lucha de la clase obrera a través de la historia de amor de una muchacha llamada Amanda y de un obrero que respondía al nombre de Manuel. Él trabajaba duramente en una fábrica, donde ella la visitaba durante los cortos descansos, cinco minutos escasos hasta que la sirena indicara el regreso al trabajo. Un día su rutina cambió radicalmente, porque Manuel faltó a la cita, víctima de la injusticia del sistema explotador y la codicia de los patronos.
¿Una canción de amor, pues, o un manifiesto social? Da igual en el fondo como se deduce de lo que dice en la presentación el propio Víctor, y como anécdota final, citar que la repercusión de la canción fue tal en los años setenta y en los ochenta del siglo pasado que fueron muchas las niñas bautizadas con este nombre.

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1Puerto Montt es una ciudad de unos doscientos mil habitantes hoy al sur de Santiago, al comienzo de la Patagonia. La fuerte explosión demográfica tras el terremoto de 1960 y la ineficaz respuesta del gobierno al problema hizo que los inmigrantes llegados a ella desde otras zonas del país recurrieran a la toma de terrenos abandonados para solucionar sus problemas de vivienda.
En marzo de 1969, cerca de 90 familias de escasos recursos ocuparon un terreno en el sector llamado Pampa Irigoin con la intención de obtener una expropiación legal por no-uso de la tierra (lo que era posible en la legislación chilena de aquella época) y poder construir allí sus futuros hogares. La toma transcurrió de forma tranquila y pacífica, y no existió una acción inmediata por parte de los carabineros. Las negociaciones transcurrieron con normalidad durante cuatro días, sin dar señales por parte del gobierno de que se realizaría un desalojo. Sin embargo, en el quinto día de ocupación, y una vez que el contingente policial hubo recibido refuerzos de otras prefecturas, la policía entró en el lugar, con el objeto de poner fin a la toma. El desalojo se realizó de madrugada, confiando en encontrar a los ocupantes dormidos y poner fin a la ocupación sin resistencia. Pero los improvisados sistemas de alarma (latas atadas con alambre a baja altura) que los ocupantes habían instalado, les permitieron reaccionar armados con palos y piedras. La policía respondió haciendo uso de carabinas y gases lacrimógenos, causando la muerte de 10 pobladores, incluyendo un bebé de nueve meses, y dejando cerca de 50 heridos entre los pobladores; resultaron también lesionados 23 carabineros.
En la operación policial participaron 200 carabineros que cumplían órdenes del ministro del Interior Edmundo Pérez Zujovic.
Las motivaciones que desencadenaron los hechos han sido muy discutidas y abarcan desde un legítimo problema habitacional hasta intereses políticos, considerando por algunos que no se trataba "de la explotación espontánea de un problema habitacional agudo, sino del resultado lamentable de intereses políticos irresponsables y bastardos, que no han dudado en jugar con vidas humanas dignas y valiosas subordinándolas a sus intereses partidistas inmediatos
Apenas una semana después de los hechos, en el Senado de Chile, Salvador Allende, entonces senador, pronunció un discurso sobre ellos que inició con un contundente “Digo, midiendo mis palabras, que, a mi juicio, éste ha sido un crimen colectivo, y que hubo en él premeditación y alevosía

2En 1990, la Comisión de Verdad y Reconciliación confirmó el horror de las torturas y determinó que Víctor Jara fue acribillado con 44 disparos el 16 de septiembre de 1973 en el Estadio Chile y que fue arrojado a unos matorrales en los alrededores del Cementerio Metropolitano. Luego fue llevado al depósito de cadáveres, donde le asignaron las siglas NN, y donde más tarde sería identificado por su esposa. Sus restos fueron enterrados en el Cementerio General. La viuda, años después, mencionaría que el diario chileno La Segunda, al día siguiente del entierro, publicó un párrafo que daba a entender que Jara había muerto sin violencia y que su sepelio había sido de carácter privado.
El 29 de mayo de 2009, la Corte de Apelaciones de Santiago de Chile ratificó el encarcelamiento del ex soldado acusado del asesinato del cantante, que confesó la coautoría del asesinato, y confirmó que a Jara se le fracturaron las manos a culatazos en los interrogatorios y que cuando le tirotearon, Jara ya había fallecido, debido a un disparo en la cabeza efectuado por un oficial de ejército, por lo que el juez encargado del caso ordenó la exhumación de sus restos, con el fin de practicarle una segunda autopsia, que certifico que el artista murió a consecuencia de «múltiples fracturas por heridas de bala que provocaron un choque hemorrágico en un contexto de tipo homicida» y que fue golpeado y torturado durante su paso por el Estadio Chile, donde estuvo detenido. El texto destaca que se encontraron más de 30 lesiones óseas producto de fracturas provocadas por heridas de proyectil y otras provocadas por objetos contundentes, diferentes a las heridas de bala.

3No deja de ser llamativo que este mensaje vuelve a emitirse con profusión estos días

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