El próximo viernes, día 8, se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, Día
Internacional de la Mujer o, simplemente, el Día de la Mujer (seamos, por cierto, estrictos, no
manipulemos con el lenguaje ni banalicemos el tema, y no sigamos la corriente de “se
celebra… “, porque celebrar ¿qué?) y, a pesar de las manifestaciones y alharacas oficiales
y/o públicas, a poco que se rasque, se verifica que vamos como el cangrejo.
Veamos, a modo de reflexión, como evoluciona. El Día de la Mujer conmemora en principio,
después de su institucionalización por las Naciones Unidas en 1975, la lucha de la mujer por
su participación en la sociedad en pie de igualdad de oportunidades, muchas veces menores
ante las del varón, y por su desarrollo íntegro como persona.
Históricamente, la mujer no ha recibido lo que hoy llamaríamos atención mediática ni incluso
académica, posiblemente siguiendo la sociedad criterios religiosos atávicos ya que, en las
principales religiones monoteístas, la mujer siempre ha estado relegada/postergada/sometida
casi únicamente al servicio del varón, so pena, además, de castigo. Es durante la Revolución
Francesa, marchando junto a los hombres bajo el lema “Libertad, igualdad y fraternidad”,
cuando las mujeres toman conciencia de su situación social y reclaman la igualdad, como se
refleja en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (que copiaba en
buena medida la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, el texto fundamental
de la revolución francesa). Es ése uno de los primeros documentos históricos que propone la
emancipación femenina en el sentido de la igualdad de derechos o la equiparación jurídica y
legal de las mujeres en relación a los varones así como el sufragio femenino.
Posteriormente, sin embargo, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, el movimiento
obrero seguía manteniendo una posición tradicional de corte patriarcal en relación con la
igualdad de la mujer y sus reivindicaciones y es a mediados del siglo XIX cuando los
movimientos reivindicativos de la mujer tomen fuerza: lucha por el sufragio femenino, la
reivindicación de la igualdad, la denuncia de la opresión social, familiar y laboral, surgiendo
entonces los denominados movimientos sufragistas (inicialmente de origen no obrero sino
burgués) y, más tarde, a finales del siglo XIX, los movimientos que reivindicaban la separación
entre sexualidad y reproducción, la defensa de la maternidad libre, la liberación femenina, la
libertad sexual, la promoción de la planificación familiar, el cuidado de los niños así como el
uso y difusión de métodos anticonceptivos artificiales.
Es en 1909 cuando se celebra por primera vez en Nueva York el Día Nacional de la Mujer
(organizado por las Mujeres Socialistas tras una declaración del Partido Socialista de los
Estados Unidos en honor a la huelga de las trabajadores textiles de 1908 en la que protestaron
en Chicago y Nueva York por las penosas condiciones de trabajo) en el que unas 15.000
mujeres marcharon por la ciudad exigiendo una reducción de la jornada laboral, mejores
salarios y derechos de voto. En 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas
reunida en Copenhague en la que participaron algunas pioneras en la reivindicación de los
derechos de las mujeres como Rosa Luxemburgo, se reiteró la demanda de sufragio universal
para todas las mujeres y se proclamó (en 1910, no lo olvidemos, hace más de un siglo) el 8 de
marzo como el Día Internacional de la Mujer con el objetivo de promover la igualdad de
derechos, incluyendo el sufragio para las mujeres. Como consecuencia de esta decisión, el
Día Internacional de la Mujer se celebró por primera vez como tal en 1911 en Alemania, Austria,
Dinamarca y Suiza, con mítines a los que asistieron más de un millón de personas, que
exigieron para las mujeres el derecho de voto y el de ocupar cargos públicos, el derecho al
trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral y, desde el fin de la Primera
Guerra Mundial, el Día comenzó a conmemorarse en muchos países. En España se
conmemoró por primera vez en 1936 (al final de la República).
Y en 1975 se reconoce por la ONU y oficialmente (¿sólo oficialmente?) se le da cada vez más
realce, como demuestra el mensaje de la propia ONU para este año:
El Día Internacional de la Mujer es un buen momento para reflexionar acerca de los avances logrados,
pedir más cambios y celebrar la valentía y la determinación de las mujeres de a pie que han jugado un
papel clave en la historia de sus países y comunidades.
Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio
Este tema del Día para este año, "Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos
para el cambio", se centra en las formas innovadoras en las que podemos abogar por la igualdad de
género y el empoderamiento de las mujeres, en especial en las esferas relativas a los sistemas de
protección social, el acceso a los servicios públicos y la infraestructura sostenible.
El logro de los ambiciosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) requiere cambios transformadores,
enfoques integrados y nuevas soluciones, sobre todo en lo que concierne a la defensa de la igualdad de
género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas.
La innovación y la tecnología brindan oportunidades sin precedentes; sin embargo, las tendencias
actuales indican que la brecha digital se está ampliando y que las mujeres están insuficientemente
representada en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las matemáticas y el diseño. Esto
les impide desarrollar e influir en el desarrollo de innovaciones sensibles al género que permitan lograr
beneficios transformadores para la sociedad. Desde la banca móvil hasta la inteligencia artificial o la
Internet de las cosas, es vital que las ideas y las experiencias de las mujeres influyan por igual en el
diseño y la aplicación de las innovaciones que conformarán las sociedades del futuro.
Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer
Haciéndose eco del tema prioritario del 63º período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica
y Social de la Mujer, el Día Internacional de la Mujer 2019 pondrá la mirada en los líderes de la industria,
las empresas emergentes que están cambiando el panorama en el mundo de los negocios, las
emprendedoras y los emprendedores sociales, las y los activistas que trabajan en favor de la igualdad
de género y las mujeres innovadoras, con objeto de examinar cómo puede la innovación eliminar
barreras y acelerar los avances hacia la igualdad de género, fomentar la inversión en sistemas sociales
sensibles al género y construir servicios e infraestructuras que den respuesta a las necesidades de las
mujeres y las niñas.
Muy bonito sobre el papel, ¿no? Pero la realidad (¿con la connivencia de los Poderes?) es
muy otra. Aparte de la lucha continua por la eliminación de las brechas de todo tipo denunciadas,
en octubre del 2016, en Argentina se convocó a un paro de una hora y a diversas
movilizaciones tras una semana en la que hubo 7 feminicidios, y en enero de 2017 en
Estados Unidos se celebró la Marcha de las Mujeres en Washington, la más multitudinaria
desde la guerra del Vietnam, con 500.000 personas, para defender los derechos de las
mujeres, el derecho a la salud, el derecho a una educación pública de calidad, la igualdad de
derechos de las personas LGBTI, la defensa de políticas contra el cambio climático, el
pacifismo y la solidaridad con los refugiados que huyen de los países en guerra, el
movimiento contra la persecución y discriminación de los inmigrantes y contra la
discriminación racial y la violencia policial.
En este marco de manifestaciones masivas en distintos países, las activistas comenzaron a
conectarse y coordinar acciones para conformar un grupo impulsor del Primer Paro
Internacional de Mujeres, que tuvo lugar el 8 de marzo de 2017 con presencia en más de 50
países y 200 ciudades alrededor del mundo. Y así llega el año pasado, el Paro Internacional
de Mujeres 2018, seguido en más de 70 países, una de cuyas principales reivindicaciones
fue por una sociedad libre de violencia machista, cuya manifestación más visible es la
agresión y asesinato de mujeres por el solo hecho de ser mujeres. También se reivindicaron
los derechos laborales de las mujeres, afectados por la precarización, la desigualdad salarial
y el acoso sexual en el lugar de trabajo. Asimismo, se denunciaron la pobreza, la violencia
racial, la persecución a inmigrantes y los recortes de programas sociales y de salud (todo
esto motivó que, en España, la patronal calificó el paro como “huelga política” aunque no la
denunció).
O sea, que algo falla, pues en un escenario evolutivo teóricamente de trayectoria positiva,
plagado de declaraciones, manifestaciones y concentraciones a favor de la mujer se ha
pasado de luchar contra la desigualdad a hacerlo contra “la agresión y asesinato de mujeres
por el solo hecho de serlo”, que va en aumento. Define el Diccionario de la lengua española
«feminicidio» (de eso y no de otra cosa se está hablando) como el «asesinato de una mujer
a manos de un hombre por machismo o misoginia» pero, para ser más preciso, es realmente
un crimen de odio, un acto de máxima gravedad, en un contexto cultural e institucional de
discriminación y violencia de género (es llamativo que haya incluso quien niega su existencia,
y más llamativo que ¡mujeres lo voten!), que suele ser acompañado por un conjunto de
acciones de extrema violencia y contenido deshumanizante, como torturas, mutilaciones,
quemaduras, ensañamiento y violencia sexual, contra las mujeres y niñas. La activista,
escritora e investigadora sudafricana Diana Elizabeth Hamilton Russell, en su libro de 1976,
escrito junto a Jill Radford, Femicide. The politics of woman killing (Feminicidio. Las políticas
del asesinato de mujeres) lo definió como «el asesinato de mujeres por hombres motivados
por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres. El feminicidio
representa el extremo de un continuum de terror antifemenino que incluye una amplia
variedad de abusos verbales como físicos, tales como violación, tortura, esclavitud sexual
(particularmente por prostitución), abuso sexual infantil incestuoso o extrafamiliar, palizas
físicas y emocionales»
En honor a la verdad, tal vez sea bueno puntualizar que el término “feminicidio” nació a
principios del siglo XIX, no para referirse a un asesinato, sino para referirse a la seducción de
una mujer virgen por parte de un hombre casado, con la que éste mantiene relaciones
sexuales. No habla bien de la evolución de la sociedad el hecho de que en las décadas de
1970 y 1980 varios investigadores comenzaran a usar el término al aplicar la perspectiva de
género en la criminología, especialmente en el homicidio, detectando una gran cantidad de
asesinatos de mujeres, a manos de hombres, por motivos relacionados con la dominación de
género. Dice la profesora e investigadora mexicana Julia Estela Fragoso Monárrez en su libro
La cultura del feminicidio en Ciudad Juárez 1993-1999, con ideas compartidas por otros
autores europeos (Bordeu, Lagarde,...), que El feminicidio no se circunscribe exclusivamente
al acto homicida, sino que se extiende a un contexto más complejo que incluye la trama social,
política, cultural, institucional y económica que lo propicia, lo encubre y despliega los
mecanismos para que quede impune. Apunta a hacer visibles las relaciones de poder de una
sociedad masculinizada, que mediante estructura, propaganda, ritos, tradiciones y acciones
cotidianas, reproducen el sometimiento de las mujeres y establecen los mecanismos para
ejercer la violencia de género necesaria para garantizar su preservación. Actos como matar,
violar y torturar, o el deseo de dominar, explotar y oprimir, se vinculan directamente al temor de
los hombres de ser excluidos del mundo de los hombres. En el mismo sentido, la antropóloga
argentina Rita Laura Segato —que incluye en el feminicidio al asesinato de aquellas personas
con cuerpos feminizados— ha puesto de manifiesto en su obra Las nuevas formas de la guerra
y el cuerpo de las mujeres la relación del feminicidio con la masculinidad en la sociedad
patriarcal moderna, explicando que se trata de un título precario que debe ser permanentemente
revalidado mediante actos de dominación, para demostrar que cada hombre adhiere y
reproduce los valores de supremacía del género masculino y la heteronormatividad, bajo
pena de exclusión del estatus viril, enviando a la vez mensajes de violencia ilimitada de tipo
mafioso a toda la comunidad, que conforman una "pedagogía de la crueldad".
¿Y qué decir del papel de los medios de comunicación? No es un tema baladí el tratamiento
eficaz del problema en ellos, no como fruto de una rutinaria estadística, y habrá que pensar
en la conveniencia de conseguir hablar de feminicidio en lugar de crimen pasional —ninguna
pasión justifica la violencia—, de asesinatos en lugar de muertes, evitar la información
morbosa con detalles innecesarios de cómo se produjo el homicidio, dar teléfonos donde
pedir ayuda e informarse de la problemática y contextualizar el tema dando a conocer que
no se trata de crímenes excepcionales, sino que son la consecuencia de una matriz cultural,
donde la discriminación hacia las mujeres es el caldo de cultivo que favorece la violencia
machista.
En este punto es muy interesante la tesis doctoral de 2015, por la Universitat de Barcelona y
la UNED, de la investigadora Isabel Marzábal Manresa Los feminicidios de pareja. Efecto
imitación y análisis criminológico de los 30 casos sentenciados por la Audiencia Provincial
de Barcelona (2006-2011), en donde la autora afirma que se amplía significativamente la
probabilidad de que se produzca un nuevo asesinato de pareja en los diez días siguientes a
aparecer (y cómo) en los medios de comunicación la información de otro u otros anteriores y
que la publicación “rutinaria” de feminicidios permite a los potenciales victimarios aprender y
asimilar la conducta de “matar a su pareja o expareja”, de modo tal que en una situación de
tensión, puede “ser normal” que se lleve a cabo el fatal desenlace, o debilitar inhibiciones que,
en otras circunstancias, habrían podido impedir la comisión del asesinato (por ejemplo, el
miedo a las consecuencias). Concluye también que el 91,5 % de las noticias periodísticas no
informa sobre las consecuencias judiciales del hecho; que la víctima suele ser más identificada
que su agresor, incluyendo en muchos casos datos como el domicilio y el lugar de trabajo;
que las noticias suelen incluir datos morbosos que introducen confusión en la comprensión
del fenómeno; que los medios suelen incluir detalles atenuantes; que el recurso de los medios
a profesionales del Derecho reduce considerablemente las imprecisiones y aumenta la
comprensión del hecho y llama también la atención sobre el "efecto narcotizante" y el "efecto
imitación" de los medios de comunicación en materia de violencia de género.
En ese orden de cosas, esta semana, el portal https://feminicidio.net/ publica el listado ¡ya de
2019! de los feminicidios y otros asesinatos de mujeres cometidos por hombres en España,
del que no nos resistimos a reproducir su presentación:
Hemos registrado 14 feminicidios y el asesinato de una mujer en lo que va de 2019. Los casos
están clasificados por tipología. La última actualización es del 4 de marzo con la incorporación
al listado de un feminicidio por prostitución cometido en el municipio de Castellón, (Castellón,
Comunidad Valenciana). Una mujer transexual de nombre y apellidos no conocidos, y entre
35 y 40 años, fue hallada muerta con signos de violencia la madrugada del 1 de marzo pasado,
en un huerto de naranjos cerca del camino de la ermita de Sant Jaume Fadrell, zona de
mujeres prostituidas. Un hombre de 41 años y una mujer de 46 fueron detenidos por su
supuesta relación con la autoría del crimen. No es cifra oficial. También incluimos en el listado
cinco casos en investigación por Feminicidio.net.
Desde 2010, año que empezamos a documentar los feminicidios en España, hemos registrado
en Geofeminicidio 1003 mujeres asesinadas por hombres.
El portal aporta una cantidad importante de información/documentación de lectura
recomendable, que no desvelaremos pero que, dramáticamente, no resulta del todo novedosa,
es decir, que ya se sabe. Y nadie hace NADA por cambiar la sociedad, único remedio a la
situación más allá de medidas legales (que también son imprescindibles), empezando por
pequeños pasitos como puede ser la concienciación real de esa madre que asiste airada a una
concentración antiviolencia de género y, a la vuelta al hogar, reproduce y aplica convencida y
entusiasta los roles azul-rosa para sus hijos.
¿Celebrar?
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