domingo, 9 de junio de 2019

Los itinerantes: arte y compromiso.

Recientemente me han hecho llegar, cosa que es de agradecer, para escuchar tranquilamente, 
una versión interpretada al modo tradicional (o sea, sin coros) de la popular canción del folclor 
ruso ¡Ey, ukhnem!,¡Ey, ukhnem! (algo así como ¡Ei, vamos, tirad!), más conocida entre nosotros 
como Los remeros (o los bateleros, o los sirgadores, o… ) del Volga. Algo de culturilla: el 
Volga es el río más largo y caudaloso de Europa. Nace en las colinas de Valdái, entre las 
ciudades de Moscú y San Petersburgo, y desemboca en el Mar Caspio. El Volga es navegable 
en casi todo su recorrido gracias a las enormes obras de acondicionamiento realizadas 
fundamentalmente durante la segunda mitad del siglo XX y su influencia en el imaginario ruso 
es palpable tanto en la literatura como en la música.

Para que las embarcaciones remontasen algunos tramos del río Volga, era preciso que los 
remeros empujasen la pesada nave tirando de sogas. El trabajo era durísimo, agotador, y 
para sobrellevarlo un poco mejor (al menos así ha trascendido), los hombres cantaban 
inspirados tal vez en el rumor de las aguas del río cercano que sin pretenderlo les torturaba. 
Era un canto que brotaba del puro sufrimiento, de la miseria más profunda amamantada por 
las costumbres de un imperio, el de los zares, al que, por cierto, ya no le quedaban muchas 
décadas de supervivencia, y lo resume todo, lo explica todo. Es el sudor de los trabajadores 
transformado en agua del río; o al revés, el agua del río que se materializa en húmedo dolor y 
esfuerzo. El canto fue escuchado por el compositor Mili Balákirev (1837-1910), y luego 
convenientemente pasado a partitura y publicado en un libro de canciones populares rusas. El 
canto se popularizó hasta convertirse casi en un himno oficioso gracias al bajo Fiódor Chaliapin 
(1873-1938), el más famoso cantante de ópera ruso de la primera mitad del siglo XX, y uno de 
los mitos del canto operístico de todos los tiempos junto a Caruso y la Callas.

Hoy, oigámosla en una de sus interpretaciones (no tradicional) más conocida, la del Coro del 
Ejército Rojo, con el ruego de no fijarse en la estética del videoclip, y sólo en las voces: 
 
 
 
 
 
Menos conocida es la conexión de la canción con España, y es que el compositor gaditano 
Manuel De Falla escribió una adaptación de la canción, publicada en 1922 como Canto de los 
remeros del Volga (del cancionero musical ruso). Lo hizo a instancias del diplomático Ricardo 
Baeza, quien estaba trabajando con la Sociedad de Naciones (antecedente de la actual 
Organización de las Naciones Unidas) para proporcionar ayuda financiera para los más de dos 
millones de refugiados de Rusia que habían sido desplazados y encarcelados durante la 
Primera Guerra Mundial. Todos los beneficios procedentes de la publicación de la canción 
fueron donados a este esfuerzo.

La canción comparte inspiración con la pintura de Iliá Repin (1844-1930), Burlaks en el Volga 
realizada entre los años 1870 y 18731. Más culturilla: Repin fue un pintor y escultor ruso cuyas 
obras, enmarcadas en el realismo, contienen a menudo una gran profundidad psicológica y 
exhiben las tensiones del orden social existente, destacado miembro del movimiento 
artístico/social conocido como los Itinerantes.(también los Ambulantes, los Vagabundos o, 
directamente en ruso, Peredvízhniki). 
 
Resultado de imagen de repin
Ilià Repin - Burlaks en el Volga
 
El rótulo de “artistas itinerantes” es debido a los esfuerzos que realizaron los componentes del 
grupo para recorrer el vasto territorio de Rusia con el objeto de reflejar las vicisitudes de 
ciudadanos corrientes del campo, los bellos paisajes de su tierra, retratos de personajes 
destacados de la cultura y escenas comunes de la vida.

El origen de Los Itinerantes tiene lugar en 1863 en San Petersburgo, cuando un grupo de 
catorce estudiantes dejaron la Academia Imperial de las Artes, renegando de la anticuada 
normativa escolástica y el inevitable academicismo de la institución, alejada, a su juicio, de la 
realidad del país, y agravados por el espíritu conservador de muchos de sus maestros y de la 
separación clasista. El grupo se organizó planteando la idea de ilustrar al pueblo en una 
propuesta totalmente novedosa puesto que hasta ese momento los pobladores de sectores 
rurales no tenían a ningún artista que plasmara y diera a conocer las particularidades palpables 
de su entorno y mundo interior. Los rasgos físicos característicos de los campesinos, la 
espontaneidad de las relaciones humanas, la transmisión de mensajes orales, entre otros 
aspectos, fueron temas discutidos en las primeras reuniones del flamante colectivo. 
 
Imagen relacionada
Ivan Shiskin - Arroyo en el bosque de abedules.

 
Se integraron al movimiento artístico/social personalidades de la talla de Iván Shishkin, Isaak 
Levitan, Il Repin, Vladimir Makovsky, Sergei Ivanov, Aleksei Savrasov, Viktor Vasnetsov, Vasily 
Surikov, Mijaíl Nesterov y Valentin Serov. (propongo modestamente un ejercicio interesante, 
cual es, aprovechando que Internet lo sabe – casi – todo,  dedicar un tiempo a consultar la 
Red y apreciar la calidad de la obra de todos ellos, auténticas insignias del arte ruso). Todas 
estas grandes personas pronto llegaron a un consenso respecto de viajar de pueblo en 
pueblo para pintar y realizar exposiciones públicas de sus pinturas. Por primera vez se volvía 
visible lo que estaba prohibido: mostrar al campesinado en su verdadera faceta. Los 
itinerantes demostraban con acciones concretas amor y entrega por el país real al decidir 
atravesar las entrañas de un pueblo aún desconocido, y fue así como se concibieron trabajos 
artísticos que recogían, además de la dureza y miseria del campesinado y las clases 
populares, la vida burguesa, el poder militar, fiestas lujuriosas, actividades de esparcimiento, 
paisajes poco naturales, encuentros políticos y una existencia superficial al más puro estilo 
neoclasicista europeo. 
 
Vasily Perov - Despedida del difunto
  
Los itinerantes, sin embargo, no forzaron una ruptura y en un inicio acudieron a las autoridades 
con un proyecto que proponía expandir la temática de sus trabajos a los sectores sociales 
que conformaban la abrumadora mayoría de la población, petición que fue rechazada de 
plano toda vez que se temía el desarrollo de alguna forma de conciencia nacional entre las 
masas, capaz de poner en evidencia sus muy precarias condiciones de vida. Pero los artistas 
no renunciaron a sus planes, lo que supuso de facto una rebeldía contra la burocracia oficial
Esta toma de posición buscaba darle al ciudadano de a pie un protagonismo central en la 
configuración de un nuevo encauzamiento social. La preocupación por las condiciones de 
subsistencia, los trabajos forzados, la servidumbre; así como el interés hacia las 
composiciones musicales, los relatos milenarios, las fiestas populares inherentes a los grupos 
humanos asentados desde tiempos remotos en Rusia, hicieron que Los Itinerantes se 
ganasen el respeto y admiración del conjunto de la población, más allá de las fronteras de su 
país.

Diferentes círculos y corrientes artísticas de Europa y otros confines comenzaron a referirse a 
Los Itinerantes como los representantes de una escuela realista muy importante. Incluso 
algunos de ellos obtuvieron reconocimientos cuando expusieron sus trabajos en el viejo 
continente. Los sectores sociales más cultos se encargaron de divulgar los aportes de estos 
artistas que con pocos recursos no dejaban de sorprender con la realización de exposiciones 
que se sucedían unas tras otras y que reflejaba un conocimiento profundo de una realidad 
que oficialmente se intentaba escamotear. Anton Chejov, Fiodor Dostoievski y Máximo Gorki, 
entre otros, fueron testigos del auge de esta generación de artistas brillantes, con quienes 
inclusive llegaron a forjar unos lazos de amistad inquebrantables. En ese sentido, el nuevo 
contexto permitió a algunos hablar de una causa democrática, un impulso nacionalista e 
incluso, de una condena al sistema político imperante al momento de posicionar 
ideológicamente al movimiento. Tal vez la mezcla de todos esos factores expliquen mejor los 
motivos que movieron a estos genios del arte a dejar un legado a sus compatriotas y animarlos 
a involucrarse más en la problemática nacional.

 
Konstantin Savitski - Reparando el ferrocarril.
 
Si se buscan analogías a cuanto se ha comentado en cualquier territorio y tiempo, seguro que 
se encuentran a docenas; incluso con lo que ahora está ocurriendo aquí ahora, en lo que no 
entraremos, como las meigas gallegas, haberlas, haylas las analogías. Pero quedémonos con 
la evidencia de que Los Itinerantes están considerados hoy representantes cualificados del 
alma rusa, no por sumarse a la corriente oficial de tapar o acallar aquello que resulta incómodo 
o no se sabe gestionar, sino precisamente por lo contrario, por luchar para que se conozca y 
gestione.

Los Itinerantes hicieron en este mundo lo que más amaron en la vida: retratar a su querida  
sociedad tratando de impregnar sentimientos en cada pincelada. Creyeron en un cambio de 
rumbo artístico/social y lo llevaron a la práctica. Esa determinación, coraje e ingenio los coloca 
en el pico más alto en la historia, no sólo del arte ruso.

Y ahí lo dejo…
 
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1Cuando uno aprecia el cuadro de Repin donde un grupo de trabajadores arrastra un barco evidenciando un semblante devastador, no puede dejar de hacer suyo semejante calvario. Repin había visto a estos hombres muchas veces en el Volga realizando la misma tarea y se preguntaba así mismo cuánto puede durar este martirio. Se cuenta que cuando el escritor Fiodor Dostoievski visitó la exposición en San Petersburgo que contenía el lienzo comentó impactado: “Es inevitable sentir que estamos en deuda con esta gente”.

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