Pues veréis, resulta que este fin de semana pasado estuve disfrutando del buen tiempo en un
lugar público (del que no daré absolutamente ninguna pista identificativa y sólo citaré sus
magníficas vistas al mar), de estancia y ambiente muy agradables, por cierto, después de
cumplir la rutina, a través de su página web o de otras fuentes fiables, de verificar que se
trata de un lugar accesible para personas discapacitadas. Todo como una seda hasta que,
en experiencia seguro que compartida con más de uno de vosotros, llega ese momento… “- ¿El lavabo, por favor? - Sí, en el piso de arriba, por allí.” Y se queda tan ancho...
Con escaleras y sin ascensor, claro. ¿Qué pasa? ¿Que las personas discapacitadas son
superhombres o supermujeres (que lo son, pero eso no viene a cuento ahora) y están
exentas del uso de lavabos y no hace falta que se contemple su acceso a ellos? ¿Qué se
entiende, pues, por accesibilidad? ¿Sólo la externa, la comercialmente imprescindible para
entrar/consumir/pagar?
No es la primera vez que se encuentran desagradables sorpresas similares, especialmente
con la ubicación de las toilettes, “arriba (o abajo) de las escaleras” o, simplemente, a otro
nivel, eso sí, muy estético. Sin llegar a ese extremo, es habitual que los aseos estén situados
en lugares de difícil acceso, al final de pasillos angostos, con puertas diminutas y estrechos,
de dimensiones tales que una persona no discapacitada ha de ser delgada y poco menos que
contorsionista para usarlos. Ya sé, ya sé que muchos “locales de moda” ocupan edificios
antiguos o “históricos” que tienen la arquitectura (y las subsiguientes carencias) que tienen. Y
contra eso, poca cosa se puede hacer. Pero sí en los edificios nuevos. De aquí la propuesta de estas líneas, con la esperanza de que su lectura llegue a los
arquitectos, los Colegios de Arquitectos (responsables del diseño de los proyectos y su visado
respectivamente) y las concejalías de Urbanismo y/o Edificación o similares (responsables de
la concesión del permiso de obras y de la certificación de fin de obra) como necesario
recordatorio, partiendo del hecho de que, según cifras oficiales de 2018, tan solo el 0,6% de
los diez millones de edificios que forman el parque inmobiliario español (25,6 millones de
viviendas) cuentan con medidas que favorecen la accesibilidad a personas con movilidad
reducida o con discapacidad pese a que el Real Decreto Legislativo 1/2013, en el que se
aprueba el Texto Refundido de la Ley General de las Personas con Discapacidad y de su
Inclusión Social, daba de plazo hasta el 4 de diciembre de 2017 para que todos los inmuebles,
en su parte pública, permitiesen el acceso y uso sin problema a todas las personas, sin
embargo, es algo que no se ha cumplido ya que son un muchos las edificaciones nuevas que
carecen de estas medidas. Ciertamente, la Accesibilidad (en mayúsculas) no se encuentra en muchos proyectos por
muchas razones y no es siempre una cuestión unilateral por parte de los arquitectos. Es una
realidad que la mayoría de los técnicos que participan en las obras carecen de las habilidades
y formación adecuadas y en la práctica habitual, cuando se desarrolla un proyecto de
arquitectura o urbanismo, se deja a la accesibilidad como algo que hay que cumplir “por ley”
con "estas tablas de medidas" y, tal vez, de una manera residual, porque "si no justifico estas
tablas, no me visan el proyecto y tampoco me conceden licencia", construyéndose
posteriormente a veces algo bastante alejado de lo "accesiblemente correcto" autorizado (¡ay
de esas rigurosas inspecciones de fin de obra!). El problema actual, sin embargo, hay que
empezar a solucionarlo desde los primeros bocetos de las asignaturas de la carrera. Y para
proyectar hay que conocer la discapacidad. Ya no digo que haya que tener una relación
directa con ella obligatoriamente, aunque no vendría mal que, además de tener las nociones
básicas de lo que supone tener una discapacidad1, se experimentara, aunque sólo sea por
unas horas, lo que supone vivir en una ciudad y habitar unos edificios, de los que los
arquitectos van a ser responsables durante muchos años, con esa actitud ante la
discapacidad que en la carrera de arquitectura se borra no se sabe muy bien por qué.
Es cosa de pura lógica. Si a los arquitectos se les obliga a diseñar proyectos, en donde se
han de cumplir escrupulosamente las normas sobre materiales, estructuras, distribuciones y
legislaciones, en ese mismo cóctel se ha de incluir la vigilancia de los parámetros de esa
accesibilidad tan necesaria, pero verdaderamente aprendida como asignatura y olvidada en
la práctica. Diseñar con la inclusión de la auténtica accesibilidad no es un límite al proyecto,
sino un reto al profesional. La profesión lo sabe y da muestras de que ha comenzado su
sensibilización: ya en la XII Bienal Internacional de Arquitectura 2014, celebrada en Costa
Rica, en la que participaron arquitectos de Estados Unidos, España, Venezuela, Argentina,
Ecuador, México, Cuba y Costa Rica, que estuvo dedicada a asuntos relacionados con la
necesidad de diseñar espacios con todas las condiciones para que todas las personas
puedan tener acceso a ellos, de los derechos humanos de las personas con discapacidad,
así como el fundamento teórico-conceptual, legal-normativo y técnico de la accesibilidad
universal, para generar y formar conciencia y compromiso entre los actuales y futuros
profesionales de la arquitectura, etc., y en la que dijeron (entre arquitectos, no lo olvidemos)
cosas tales como que “no hay que olvidar que en el mundo aún existen barreras de
accesibilidad de todo tipo donde es frecuente observar la ausencia de rampas y aceras libres
de obstáculos, poco respeto a los aparcamientos reservados a personas con movilidad
reducida; servicios sanitarios carentes de criterios de accesibilidad, ausencia de señalización
e información en formatos alternativos accesibles, etc.”, Eduardo Elkouss, arquitecto
argentino residente en España, afirmó en su ponencia "que el componente de educación y
sensibilización en la sociedad es fundamental ya que entender el acceso universal como un
derecho para todos los seres humanos, no se logra de la noche a la mañana". Evidentemente nos encontramos ante un escenario asaz complejo, que no se reduce al
diseño estándar. Cuando se proyecta y diseña algo de uso público (un centro comercial, una
instalación deportiva, un centro de ocio en cualquiera de sus modalidades, etc.), no hay
discusión: debe ser accesible, no sólo a la entrada, sino a TODOS sus servicios, aseos,
lógicamente, incluidos. Pero, ¿qué ocurre en el caso usual del proyecto de un bloque de
viviendas en el que se destinan, a lo sumo, la planta baja a “locales comerciales”? Lo habitual
es que nadie sabe a priori si esa planta baja, con el edificio terminado, la ocupará un
restaurante, una óptica, una zapatería, una sucursal bancaria… o la sede de un partido
político. No debe de haber problema en cuanto a la accesibilidad externa, contemplada por
la normativa, y por lo que se refiere, en concreto, a los lavabos, mi propuesta es que el
diseño de todos los locales que eventualmente puedan ser de uso público sea
obligatoriamente con los servicios adaptados y accesibles, que sea requisito necesario tanto
para su visado por el Colegio como para la concesión de la licencia municipal de obra, con
especial vigilancia de su cumplimiento a la hora de certificar el final de obra previo a la
concesión de la necesaria cédula de habitabilidad. No hace falta decir que si el local se
divide en varas unidades fincarias con servicios particulares, todas las fincas segregadas
deben estar afectadas por el mismo requisito de accesibilidad y sometidas a idéntico nivel de
inspección.
Con estas medidas, o similares (y su estricto cumplimiento) se velaría, además, porque la
accesibilidad real y completa fuera algo constatable, no sólo para alguien externo, sino
también, eventualmente, para un posible trabajador discapacitado de esas empresas que
han ocupado los locales (esa es otra, el contumaz incumplimiento de cuotas de personal
discapacitado, pero en eso no entraremos hoy). Otro escenario diferente es el de los
edificios de viviendas, en los que se perciben tímidos pasos como el proyecto normativo
presentado por el Ayuntamiento de Barcelona por el que se exigirá a los promotores que
un cierto porcentaje de vivienda nueva ya se diseñe adaptada (lavabos, cocinas, puertas,...)
para personas con discapacidad.
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1Existen
experiencias realizadas por algunas fundaciones y asociaciones,
donde amablemente se acompañan/guían a determinadas personas sin
discapacidad, a las que han prestado una silla de ruedas, han dado
unas gafas oscuras para impedir la visión, unas muletas o incluso
unos tapones de los oídos para impedir la audición. Las personas
que experimentan esto, siempre tienen un cambio de actitud y "se
dan cuenta" de muchas cosas antes invisibles a su comprensión.
En este aspecto existen más posibilidades que,en un supuesto real
se pueden aportar.
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