La filosofía, la ética y esas cosillas no son meras asignaturas del curriculum académico y,
como tales, susceptibles de poner y quitar alegremente de los planes de estudio según los
gobernantes de turno se exhiban más o menos ignaros. Por pudor no nos referiremos a la
ética y su clamorosa ausencia a la mayoría de niveles y en numerosos ámbitos, y en cuanto
a la filosofía, recordar que, a grosso modo, es la ciencia que nos invita a pensar, ya que tiene
como fin intentar responder a esos grandes interrogantes que cautivan al hombre (como por
ejemplo el origen del universo, el origen del hombre,... ) para alcanzar el conocimiento. Por
extensión, para cualquier cuestión, la filosofía nos enseña a poner en marcha un análisis
coherente, así como racional para alcanzar un planteamiento correcto y una respuesta
adecuada. Claro, que si algunos Poderes Públicos lo que hacen es abogar por eliminar de
nosotros esa nefasta manía de pensar…1
Raffaello Sanzio - La escuela de Atenas (en el centro, Aristóteles y Platón) |
Ya puestos, la filosofía (esa manía de pensar) es, lógicamente, tan antigua como la
humanidad, pero, tal como la conocemos hoy, como “amor a la sabiduría”, que ese es el
significado etimológico del vocablo, tiene sus orígenes en la Grecia del siglo VII antes de
Cristo, y un filósofo es (pese a la coloquial carga negativa que a veces se le asigna a la
expresión), simplemente, una persona corriente que busca el saber por el saber mismo; su
motivación suele ser la curiosidad, que lo lleva a indagar acerca de los principios sobre la
realidad y existencia humana. Luego, eso de “filosofar” es una condición característica del
ser humano que no se refiere a un saber en concreto, sino que es una actitud natural y
esperable del hombre en relación al universo, a su entorno y a sí mismo. El acto de filosofar
se nutre de experiencias del contacto con el mundo que nos rodea (ya sea la vida, las
personas, la naturaleza) para obtener respuestas a sus interrogantes. Mal que les pese a algunos (malos) políticos, la filosofía occidental (por no hablar de la
oriental) ha tenido una profunda influencia y a su vez se ha visto profundamente influida por
la ciencia, el lenguaje, la naturaleza, la religión o la política, como demuestra que muchos
filósofos importantes fueron a la vez grandes científicos, teólogos o políticos y algunas
nociones fundamentales de estas disciplinas todavía son objeto de estudio filosófico. Por
ejemplo, y sin meternos más en camisa de once varas, podemos encontrarnos con una
filosofía del ser, que incluye a la metafísica, la ontología y la cosmología (entre tantas otras
disciplinas) y, a su vez, podemos encontrarnos con una filosofía del conocimiento que
comprende a la lógica y la epistemología. También, existe la filosofía del obrar que se ve
inmensamente relacionada con cuestiones morales tales como la ética. Como es fácilmente comprensible, no hay un camino o secuencia única para estas
cavilaciones, dependiendo, en último extremo, de la persona que lo transita y del objetivo
que se busca; formalmente, los métodos más conocidos en la filosofía occidental son el
razonamiento de pros y contras de una proposición, el experimento mental basado en la
imaginación, la especulación, el descubrimiento del conocimiento a través de preguntas, la
duda metódica cartesiana y otros. Y no es inhabitual que con cualquiera de ellos se apliquen
criterios o doctrinas diferentes, e incluso opuestas, para abordar una situación o idea. Algo
de eso pasa en la estructura de las reflexiones de estas líneas. A lo largo de nuestras vidas tenemos que enfrentarnos a situaciones bonitas, feas, tristes,
alegres, agobiantes, relajantes y un largo etcétera que se reflejan en sentimientos que
tenemos que aprender a gestionar, y si admitimos la verdad incuestionable de que la muerte
forma parte de la vida, en un momento u otro, todas las personas tenemos que enfrentarnos
en algún momento de nuestra vida a la muerte de un ser querido y pasar el proceso y período
de duelo. Desde el punto de vista de la filosofía, la muerte debe encuadrarse dentro del
objetivismo, es decir, que es algo que ocurre con independencia de quién y cómo piense
sobre el hecho en sí.
Maurits Corneli Escher - Mano con esfera reflejante. |
Sin embargo, el cómo se reacciona ante ella cae en el campo del relativismo, concepto
empleado en filosofía para nombrar la manera de entender la realidad en que ésta no tiene
una base permanente sino que se basa en los vínculos que existen entre los fenómenos, o
sea, la verdad siempre está relacionada al sujeto que la piensa. No existen verdades
objetivas ni que sean universales. A partir de esta idea, el relativismo aparece en diferentes
ámbitos de la ciencia y del pensamiento2. Cuándo muere un ser querido tenemos que pasar por un periodo de ansiedad, miedo,
tristeza y dolor en el que nos haremos mil preguntas de las que la más frecuente suele ser
¿Cómo voy a superar YO su pérdida? ¿Cuánto tiempo voy a tardar en ello?, y hasta el
momento en el que consigamos superar esa pérdida estaremos inmersos en el duelo.
Hacernos a la idea de que no vamos a ver más a una persona el resto de nuestras vidas
puede provocarnos un trauma para el que hemos de estar preparados. Lo cierto es que
cuesta hacer frente a la muerte de un ser querido y, por lo tanto, vamos a tener que pasar
por un periodo que llamaremos de duelo hasta que consigamos superar esta situación. Como todo proceso, el duelo tiene su tiempo. Cada persona es un mundo y cada uno
necesitamos un proceso para superar esta tristeza (por llamarla de alguna forma) que nos
invade. Por norma general, si no se trata de una muerte traumática, la persona comienza a
sentir un pequeño cambio de este agudo sentimiento a los meses de la muerte del ser
querido. Pero esto no significa que lo hayamos superado y vayamos a estar bien; sólo será
el principio de esta superación del duelo. Pasados unos meses, se espacia la vuelta de esa
sensación de tristeza, ansiedad, presión en el pecho. Incluso hay veces que creemos que ya
ha pasado tiempo suficiente porque empezamos a sentirnos mejor, creemos haber dominado
el florecimiento de esos sentimientos dolorosos y de repente volvemos a pasar una mala
racha. Esto es muy normal. Otro hito importante cuando se trata de un duelo es cuando se presentan algunas fechas
señaladas o aniversarios en las que sintamos un poco más de tristeza porque la muerte de
un ser querido no hay tiempo que la cure (Navidad, cumpleaños, fechas importantes
compartidas, día de la madre, día del padre, y sabemos cómo es echar de menos a esa
persona. Superarla no quiere decir ni mucho menos que dejemos de sentir dolor, pero va a
ser mucho más fácil que nuestra mente se sienta un poco más aliviada). Tenemos que
aprender a vivir de nuevo sin esa persona, pero siempre la tendremos muy presente.
M. C. Escher - Banda sin fin. |
Y el luto es “la expresión cultural del duelo”, con dos funciones básicas, una de cara a los
demás, como es mostrar tu estado de ánimo, y otra hacia uno mismo, recordarnos el
momento por el que estamos pasando. El luto ha estado estrictamente reglamentado en
prácticamente todas las sociedades, como parte inseparable de los ritos de la muerte con
normas distintas en cada momento y lugar, que también dependían del grado de parentesco
con el difunto. El color blanco fue, por mucho que nos pueda sorprender ahora, el más
utilizado en el luto a partir del siglo II y el de las cortes de Francia y España hasta el siglo XV.
Con reglamentos o sin ellos, el siglo pasado aún fue, al menos hasta los años sesenta-setenta,
una época muy negra en la que los periodos de duelo estaban perfectamente establecidos
en nuestro país: por viudedad, dos años3 y seis meses de alivio de luto4; por la pérdida de
un hijo, otros dos años más seis meses de alivio; por padre o madre, un año y seis meses de
alivio; por los abuelos o los hermanos, seis meses; por tíos o primos, etc. Con luto exterior o sin él, hay algunos factores que pueden suponer que el duelo sea más
largo o más corto, como: - La relación con la persona fallecida. Cuánto más cercana la relación, más largo será el
tiempo del duelo. - El trauma que haya supuesto la pérdida. No es lo mismo que muera una persona que
estaba enferma y sabíamos que iba a morir, que una en un accidente repentino. - Los asuntos pendientes (incluyendo, claro está, los emocionales) con esa persona. Los
asuntos que no hubiéramos resuelto con la persona que ha fallecido pueden ser
determinantes a la hora de superar su muerte, porque ese desfase puede taladrarnos
durante mucho tiempo. - La voluntad para superar el duelo, que va a ser crucial. Pero el dolor emocional persiste en el tiempo y no parece acabar nunca. Es un duelo de
duración excesiva que nunca llega a una conclusión satisfactoria, que se arrastra durante
años. Las reacciones en los aniversarios o en las “fechas señaladas”, que son muy intensas,
se producen incluso varios años después de la pérdida. El superviviente es absorbido
por constantes recuerdos y es incapaz de reinsertarse de nuevo en el tejido social. Los
psicólogos proponen entonces el Olvidar recordando, invertir la energía emotiva en otras
personas y relaciones. Por supuesto, el trabajo en esta etapa no va orientado a olvidar al
ser querido sino a encontrarle un sitio en la vida emocional del superviviente que no
entorpezca su funcionamiento eficaz. Uno nunca pierde los recuerdos de una relación
significativa. Con la muerte de una persona no se ha perdido definitivamente el objeto amado.
Se puede recuperar de otra forma, sin la necesidad de su presencia física, mediante la
incorporación psicológica de los aspectos buenos de la persona perdida, a través del
recuerdo y del afecto. Es encontrar un sitio para esa persona dentro de la nueva realidad.
El proceso de duelo es una experiencia, no sólo íntima, sino que en realidad está tan
reprimida socialmente en nuestra cultura occidental, que pese a ser tan común suele ser
novedosa y desconocida, porque casi nunca se confía a nadie por completo. Y eso es así
porque en el entorno, durante el proceso, emerge con gran intensidad un pensamiento
mágico que únicamente trata de “re-ubicarte” en el mundo, al darle una nueva comprensión
de los hechos. Paradójicamente, las personas en duelo se ven continuamente rodeadas por
otras personas que viven “instaladas” en un pensamiento racional predominante, y que son
incapaces de entender desde ese sistema de referencias, cuál es el mundo real de la
persona en duelo. Como conclusión (nunca definitiva ni única) a todo lo anterior, no puede olvidarse que uno
no está solo en el mundo, por lo que no parece descabellado saber limitar el duelo al ámbito
íntimo, sin exteriorizar ninguna expresión ni sentimiento que podrían influir en terceros,
particularmente en aniversarios, cumpleaños y fechas señaladas. No es teoría ni aprensión,
y si no, que se lo digan a los políticos, que arengan a sus huestes en las fechas de
aniversario de la muerte de los suyos, especialmente si ésta fue violenta. No, el duelo es un
conglomerado de sentimientos íntimo, con una duración indeterminada en cada caso
(pueden solaparse sentires con distintos seres queridos fallecidos con mucha diferencia de
tiempo) que se ha de aprender a gestionar sin ninguna exteriorización. ¿Es o no relativismo,
filosofía pura en la vida real?
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1Afortunadamente,
la realidad parece ir por otros derroteros, a juzgar por el éxito
de ventas hace unos años del libro Más Platón y menos prozac,
de Lou Marinoff, que, con sencillez, nos acerca al pensamiento de
grandes filósofos y demuestra que la filosofía puede ser una
opción para lograr una vida más satisfactoria. Se trata,
precisamente, de considerar la filosofía como una forma de vida más
que como una disciplina, ya
que, como dijo la malograda por el Alzheimer filósofa irlandesa
Iris Mürdoch, “hacer filosofía es explorar el propio
temperamento, pero al mismo tiempo, tratar de descubrir la verdad”.
En esta
línea de cosas, los ejecutivos de Silicon Valley buscan una
filosofía que les permita aguantar y justificar la implacable
presión de crear y dirigir empresas. En esta búsqueda, el
estoicismo de Epicteto y Marco Aurelio ha encontrado nuevos
valedores y seguidores para nuestro tiempo aunque ese estoicismo,
representado por el eslogan
“El sufrimiento es el camino del éxito”,
instaurado por el “apóstol” Ryan Holiday, discípulo del gurú
de la década de
los años noventa del pasado
siglo Robert
Greene, carece de la
profundidad que tenían
Cicerón, Séneca o Marco Aurelio y solamente interesa de él
aquellas partes que nos permiten vivir mejor, optimizar nuestra vida
y salud, y hacernos más felices sin poner en duda ni el sistema
económico, laboral y político, ni la manera de trabajar ni la
ética empresarial ni la desigualdad de la distribución de la
riqueza que genera Silicon Valley, hasta
el punto que el sesgo ideológico es muy claro y presente en
Holiday. Los modelos de liderazgo propuestos son únicamente de la
derecha, mientras que la izquierda es generalmente presentada como
la antítesis del estoico. Se ha reducido en
este caso lo que fue una de
las escuelas filosóficas más importantes del mundo clásico a una
optimización para vivir mejor. Como quien optimiza un software, el
código de una aplicación, o el funcionamiento de una empresa, los
ideólogos de Silicon Valley han resucitado el estoicismo para
reducirlo a una expresión autojustificatoria de su estilo de vida y
pensamiento político y social.
Pero
por algo se empieza, por conocerlo...
2En
honor a la verdad, hay que decir que tanto Sócrates como Platón se
manifestaron totalmente en contra del relativismo. Lo hicieron
porque consideraron que no sólo era un planteamiento absurdo sino
también porque dificultaba sobremanera el poder llevar a cabo lo
que es el conocimiento del mundo. Sin embargo, frente a ellos se
encuentran los filósofos sofistas (término que ha evolucionado del
original “el que enseña” al actual “el que usa argumentos
falsos para llegar a la verdad”) que se considera que fueron los
primeros pensadores en llevar a cabo el uso de determinados
planteamientos relativistas.
3El
luto siempre ha tenido género; los períodos “oficiales” se
llevaban a rajatabla para las mujeres y con mucha elasticidad para
los hombres y los períodos del luto y de exclusión social se
aplicaban también rigurosamente a la novia del fallecido, cosa que
no ocurría a la inversa. El extremo en el género de los ritos funerarios está, posiblemente, en la
antigua cultura de la India donde, hasta su prohibición por los
británicos en 1829, era una práctica aceptada que la viuda ardiera
en la pira funeraria de su marido, ceremonia conocida como Sati,
porque, se suponía, que en esta vida ya no iba a encontrar
felicidad; también se consideraba que la unión matrimonial era
perpetua, y que al arder juntos también podrían renacer en un
mundo divino. Interesante, porque a la inversa no funcionaba y no se
quemaba al viudo…
Pero el luto, de vuelta entre nosotros, incluso en épocas más
recientes, no se limitaba sólo a la ropa y a los colores, sino
también y muy especialmente a la vida social. La gran escritora
Carmen Martín Gaite retrata perfectamente esas normas no escritas
que mantuvieron años encerradas en sus casas a las mujeres de la
España de la posguerra en su novela Entre visillos : “Elvira
se levantó a echar las persianas y se acordó de que pasaría por
lo menos año y medio sin ir al cine. Para marzo del año que viene,
no, para el otro. Eran plazos consabidos, marcados automáticamente
con anticipación y exactitud, como si se tratase del vencimiento de
una letra. Con las medias grises, la primera película. Es lo que se
llamaba alivio de luto”. Y que, insistimos en ello, se
aplicaba básicamente a las mujeres, aunque la prohibición de
asistir a bailes o festejos era extensiva todos los familiares
del/la difunta, especialmente en el medio rural. Es en ese medio
donde aún hoy se mantienen estas tradiciones, en parte porque estas
poblaciones están muy envejecidas y se muestran más resistentes a
los cambios.
4Las
ropas se teñían de negro una vez pero luego otra, por el llamado
alivio de luto porque, claro, pasar del negro azabache al rojo
chillón pongamos por caso, resultaba demasiado brusco, así que
estaba todo previsto: antes de volver a la vida en colores, tocaba
pasar por un combinado de negros y blancos, morados, grises y lilas