domingo, 15 de marzo de 2020

Trabas a la Memoria.

En estos días extraños, difíciles, duros y confusos en los que es obligado el necesario 
confinamiento/cuarentena en casa como única manera de luchar contra la propagación de 
una sorpresiva y repentina pandemia sanitaria causada por un virus desconocido que, de 
momento, ha conseguido poner patas arriba la economía, la movilidad de las personas, el 
deporte, ¡las misas!, los servicios, etc. de todo el mundo, en un parón generalizado e 
impensable de todo tipo de actividad, una de las pocas distracciones que quedan es acudir 
al "baúl de los recuerdos". De todos. Y hoy...

Recuerdo que cuando yo era muy niño y en casa se hablaba, por cualquier motivo, de mis 
tíos, los hermanos de mi madre, siempre salía por parte de mi madre la mención, que a los 
oídos infantiles acababa sonando como una intrascendente muletilla, al tío Manuel “que 
mataron en la guerra” (nunca, ni una sola vez, que recuerde, “murió”, sino, precisando, “lo 
mataron”). Y ni una palabra más. Nunca. Y la mirada se le iba al cuadro colgado en lugar 
preferente, con las fotos ampliadas y retocadas de los primeros planos del tío Manuel y la 
abuela Manuela, ambos ya sin hacernos compañía.  

Ya con diez u once años, me fue picando en serio la curiosidad por saber los pormenores de 
ese hecho y es cuando pude empezar a darme cuenta de que, pese a que la guerra (in)civil 
entre españoles había acabado formalmente hacía más de veinte años, el miedo y la 
prudencia extrema (“por si acaso, nunca se sabe”) dominaban sin ambages las 
expresiones/reacciones de todos los que, de una u otra manera, estaban o habían estado 
vinculados al bando de los declarados como “vencidos”. Y así descubrí el sólido y espeso 
muro de silencio, incluso ante miembros de la familia, construido alrededor del caso del tío 
Manuel y sus circunstancias. 

Como en una novela de suspense en la que se ha de estar atento a todos los detalles para 
seguir razonablemente la trama, a partir de cuchicheos y medias palabras sueltas de unos y 
otros, uniendo trozos, conseguí saber que mi tío fue fusilado, en Málaga, por las tropas 
franquistas. Ya con más años al preguntar de qué se le acusaba, cuándo fue juzgado y por 
qué lo fusilaron y dónde, la respuesta sincera y dolorosa es que esas son cosas que nunca 
se supieron. Ese confuso desconocimiento fue, junto a otras causas seguramente, según me 
dijeron, el factor decisivo en la aceleración del deterioro físico y psíquico de la abuela 
Manuela, que nunca entendió/aceptó los porqués de la falta de su hijo.

Más adelante me llegó la información de que la posible causa de su asesinato oficial era, 
quizá, su reciente admisión como guardia de asalto1 huyendo de la pobreza y su traslado a 
Málaga junto a su hermano Antonio, que hacía años que pertenecía al Cuerpo. Este hecho, 
el de que estuviera en ese trance con su hermano, que resultó sano y salvo, alimentaba la 
hipótesis de que éste podría proporcionar información, datos, que aportaran luz al enigma 
familiar; la sorpresa fue que preguntarlo fue como topar con una tumba sellada. Jamás dijo a 
nadie (incluido su entorno cercano) ni una palabra sobre esos días aciagos y se llevó consigo 
todo cuanto sabía.
O sea, que se sabía que el tío Manuel había sido fusilado en Málaga por los franquistas, y 
nada más. Había que dejar de investigar y eso a pesar de que el Conjunto de principios para 
la protección y promoción de los derechos humanos incluye el siguiente principio: Principio 4. 
El derecho de las víctimas a saber. Independientemente de las acciones que puedan 
entablar ante la justicia, las víctimas y sus familias tienen el derecho imprescriptible
conocer la verdad acerca de las circunstancias en que se cometieron las violaciones, y en 
caso de fallecimiento desaparición, acerca de la suerte que corrió la víctima. (el subryado es 
nuestro) Pero, además, ¿dónde investigar en aquel clima político/social? Tuvieron que pasar 
siete largas décadas de paz y silencio impuesto desde que ocurrieron los hechos para que, 
poco a poco, se fuera difuminando el miedo (que, en realidad, seguía existiendo, “por si 
acaso, nunca se sabe”) y algunos se atrevieran a hablar (sólo hablar) de ellos, por supuesto 
sin pedir asunción de responsabilidades, en un ejercicio que para algunos otros, 
casualmente, ideológicamente, del bando de los vencedores en la guerra o próximos a él, no 
es sino “reabrir heridas” (los cirujanos saben de sobras que la condición necesaria para que 
una herida se reabra es que no esté bien cerrada. A buen entendedor… ) y, paralelamente, 
salen tímidamente a la luz los resultados de investigaciones “debidamente autorizadas2”, 
realizadas a la chita callando como la publicada por la Revista Jábega3, poco difundida, en 
su número 23, de 1978.

Y ahí, en ese documento, figuraba: Manuel Ruiz Arador fue fusilado, junto con una treintena 
de otros infortunados (hay días que registran el triple de esa cifra en el número de 
fusilamientos), el día 15 de marzo de 1937 (hoy hace años exactos). Tener esa información y 
lanzarse a buscar antecedentes documentales ¿Dónde? ¿Por qué, oficialmente? 
(acusaciones, sentencia, certificado de defunción,… ) fue todo uno, para nada a la postre, 
por no existir, haber desaparecido o ser de acceso imposible los archivos, pese a que 
Amnistía Internacional, en su informe/denuncia de marzo de 20064 Víctimas de la Guerra 
civil y el régimen franquista: el desastre de los archivos, la privatización de la verdad expone 
que “La conservación de los archivos y el acceso a los mismos es por tanto un elemento 
fundamental cuando se trata de reparar los daños sufridos por víctimas de crímenes contra 
el derecho internacional y establecer la verdad sobre lo sucedido. Cuando se conservan, 
contienen información esencial para determinar con detalle las circunstancias en las que se 
llevaron a cabo los crímenes, tanto individual como colectivamente, y son fuente insustituible 
para la investigación y para certificar, en el caso de las víctimas individuales, las situaciones 
que hacen acreedoras a ellas o a sus familiares de algún tipo de reparación”. Nada.

Dice Francisco Espinosa, presidente de la Asociación contra el Silencio y el Olvido, por la 
recuperación de la Memoria Histórica de Málaga, a cuyo padre lo fueron a buscar a su casa 
para fusilarlo "por marxista", que lo que menos importaba eran los motivos del arresto y cita 
el caso de la fusilada Carmen Triviño, una chica de 18 años que era costurera o los maestros 
de escuela o las personas qué mataron por tener ideas diferentes y en cuanto al certificado 
de defunción, si se indica: «muerte por herida de arma de fuego» o «encontrado en los 
alrededores del cementerio de San Rafael». Entonces se trata de un ejecutado. Antes de 
llegar a eso está el consejo de guerra, donde lo detienen, lo acusan y lo condenan. 
Intentamos recuperar toda esa documentación. Hay veces que tenemos que contactar con 
los juzgados de Sevilla o Almería. Luego hay archivos privados. En algunas parroquias puede 
ser que quede algo. En archivos históricos como el de Salamanca o en el Archivo Histórico 
de la Guardia Civil hemos sacado datos de carabineros que fusilaron. Es un trabajo de 
investigación importante.
Llama la atención que ese oscurantismo sólo se dé en un bando; precisamente en Málaga, 
entre los sublevados, todas aquellas personas que perecieron, así como las circunstancias 
que envolvieron los hechos, están rigurosamente registradas a partir de 1937. Citaremos: 
Cementerio de San Miguel. Datos relativos a las inhumaciones efectuadas en este 
cementerio de personas que murieron violentamente en Málaga desde el 18 de julio de 1936 
al 8 de febrero de 1937. "Relación de víctimas de la dominación marxista en Málaga" 
(explica quién le detuvo, ideología, dónde fue muerto, etc.). "Treinta semanas en poder de los 
rojos". Padre Tomás López. Sevilla, 1938, contiene la relación de sacerdotes que también se 
encuentra en el "Boletín Oficial del Obispado". 1937. "Avance del informe oficial". Málaga, 
1937: Nombres de los que fueron sacados de la cárcel de Málaga. Esta misma referencia 
en: "Mi diario entre los mártires". F. Lluch F. Valls. Otra enumeración de víctimas en "Sangre 
y fuego en Málaga". Ángel Gollomet y José Morales. Granada, 1937. En este mismo año se 
funda "La Comisión Pro-Víctimas del Marxismo" que efectuó una importante labor en este 
sentido, y tenemos también en nuestro poder la respuesta de todos los pueblos de Málaga 
a una circular enviada por el Gobierno Civil sobre los muertos en las respectivas localidades. 
Dicho documento es muy completo, pues enumera profesión, edad, familia, ideología, etc.
La más amplia información se halla en  "Caídos por Dios y por la Patria en la provincia de 
Málaga", dividida en fallecidos en el frente o en la retaguardia, etc., etc. (Revista Jábega, 
número 23)  

Para analizar los hechos, hay que recordar que Málaga y buena parte de su provincia se 
habían mantenido en el bando republicano desde el inicio de la Guerra Civil, aunque las 
milicias y comités obreros se habían hecho con el control de la zona. Ya durante la República, 
Málaga se había caracterizado por la fuerza del movimiento obrero, en especial de la CNT y 
del Partido Comunista de España (PCE). Una vez que los sublevados lograron levantar el 
sitio de Granada en agosto de 1936, Málaga quedó en un casi total aislamiento. Así, desde 
el 18 de agosto Málaga se convirtió en una especie de península republicana rodeada del 
territorio sublevado, aunque unida a su zona por un estrecho pasillo que invitaba a ser 
estrangulado. La toma de Málaga por los sublevados fue una ofensiva de principios de 1937 
lanzada por una fuerza combinada del propio bando sublevado y los italianos del Corpo 
Truppe Volontarie. La participación de regulares marroquíes y tanques italianos llevó a la 
retirada de los republicanos y la capitulación de Málaga en menos de una semana. La caída 
de la ciudad produjo uno de los mayores éxodos de civiles en la Guerra Civil, eclipsado por 
la posterior Masacre de la carretera Málaga-Almería.

Sin embargo, sigue siendo este episodio de la carretera un tema poco reconocido fuera de 
Andalucía. Mientras Gernika, donde apenas murieron 200 personas, se erigió como símbolo 
de la barbarie de la guerra, la masacre de la carretera de Málaga-Almería no empezó a t
ratarse, en ámbitos académicos, hasta la década de los 80. Antes, de esto sólo se hablaba, 
si se hablaba, de puertas para adentro en las familias que lo vivieron. La historiadora Maribel 
Brenes, después de años buceando en los archivos militares y civiles asienta en casi un 
tercio de millón la cifra de desplazados. La crueldad con la que se emplearon las tropas 
franquistas, apoyadas por los italianos y los alemanes, en aquella carretera, sabiendo que 
eran civiles que huían quienes recibían los proyectiles, no tiene igual. Un preludio de lo que 
pocos años más tarde se viviría en toda Europa.
 
A continuación de la toma de Málaga tuvo lugar una de las represiones más duras ocurridas 
en la Zona sublevada desde la toma de Badajoz en agosto de 1936, cimentada sobre los 
2.500 muertos que había habido durante los primeros meses de la guerra bajo 
responsabilidad republicana, así como la destrucción de iglesias y el saqueo de las viviendas 
de la burguesía y la aristocracia malagueñas. En la ciudad quedaron miles de simpatizantes 
republicanos y militantes de izquierda de los que, en su mayoría, fueron fusilados de 
inmediato, muchos sin juicio previo, y otros tras brevísimos juicios a cargo del consejo de 
guerra recién establecido tras la conquista de la ciudad. El hecho de que numerosas 
personalidades republicanas hubieran huido de la ciudad por la carretera de Almería no fue 
un problema para las nuevas autoridades, pues está documentado que las represalias 
también alcanzaron a sus familiares que se habían quedado en Málaga. Uno de los fiscales 
de Málaga encargados de los procesos sumarísimos fue Carlos Arias Navarro, por entonces 
un joven abogado que había pasado seis meses en la cárcel de la ciudad.

Es quizá con personajes como Arias Navarro como se ven algunas miserias de esa guerra 
(in)civil y la talla moral de algunos. Abogado de profesión, Carlos Arias es destinado a Málaga 
como fiscal en 1933 cuando ya estaba proclamada la República en España. Tres años 
llevaba, pues, en su lugar de trabajo, cuando aquel 18 de julio sus correligionarios se 
sublevaron en armas contra la República. Debido a sus ideas y a su afinidad con los 
sublevados, fue sustituido del cargo de fiscal y, para evitar su detención y poniendo en 
marcha su avispado cerebro, pensó que para seguir manteniéndose en territorio hostil, la 
mejor manera era la de unirse al enemigo, por lo que, anteponiendo su odio visceral a otras 
corrientes ideológicas que no fueran las que él consideraba puras, meditó que la forma más 
segura de subsistir en zona roja era tiñéndose con disfraz de anarquista aunque en realidad 
se dedicaba a realizar periódicamente transmisiones de radio a sus compañeros en Sevilla, 
que informaban a Queipo de Llano (acontecimientos en la ciudad, actividad portuaria y 
objetivos para ser bombardeados), por lo que el general sabía de muchos de los movimientos 
que se desarrollaban en Málaga.

Cuando se vio en peligro porque tuvo la fatalidad de ser reconocido en su labor de 
información por un grupo de milicianos anarquistas. le pidió ayuda a un amigo republicano, 
que lo mantuvo escondido en un pueblo cercano pero en diciembre de 1936 es descubierto; 
detenido por un grupo de milicias y conducido a Málaga donde está brevemente en prisión 
pues un amigo republicano/anarquista intercede por él y es puesto en libertad, 
desapareciendo hasta febrero de 1937, inicio de la represión. Hay que decir que quien lo 
escondió cuando estaba en peligro, el propietario de la casa donde se refugió en el pueblo y 
quien intercedió por él, fueron condenados a muerte y fusilados sin que él, como capitán 
honorario adscrito al cuerpo jurídico militar del ejercito franquista (el que firmaba las 
sentencias), moviera un sólo dedo para salvarlos5.

Arias Navarro, este singular personaje, que ostentó el título de marqués, llegando a ser 
nombrado gobernador civil de León en 1944, director general de Seguridad en 1957, alcalde 
de Madrid en 1965 y presidente del Gobierno al final de la dictadura franquista, que con tanta 
pena lloró la muerte del dictador en TVE, es conocido en la capital andaluza con el apodo de  
Carnicerito de Málaga, calificativo escogido por la facilidad con que le daba trabajo a los 
sepultureros con los cuerpos de los indeseables para con el Glorioso Alzamiento Nacional.
 
Volvamos al tío Manuel. Con lo expuesto hasta ahora queda atendido (que no solventado) el 
porqué y el quién (aunque no se descienda a los hoy “apacibles abuelitos”, en su día 
voluntarios – cuya actitud no califico – que se apuntaban a formar los pelotones de 
ejecución)  y permanece la pregunta ¿dónde? Tiene fácil respuesta en ese escenario, ya que 
consta que miles de republicanos fueron fusilados ante la tapia del cementerio, y 
posteriormente enterrados en fosas comunes. Así, en el antiguo Cementerio de San Rafael 
(actualmente Parque de San Rafael, en el barrio de Hunilladero) se habría hallado el mayor 
conjunto de fosas comunes de la guerra, conteniendo los restos de 4.500 personas. Diversas 
investigaciones revelan un cómputo de 4.471 fusilados, muchos de los cuales, registrados 
en primera instancia en San Rafael, fueron trasladados a otros lugares, entre los que podría 
figurar el Valle de los Caídos (en el Valle afirman que sólo recibieron una “remesa” con una 
veintena de cuerpos). Las ejecuciones llevadas a cabo en el antiguo cementerio no son 
atribuibles sólo a la guerra sino a una estrategia de represión calculada puesto que se 
prolongaron durante más de dos décadas, según se desprende de las excavaciones, que 
fechan inhumaciones que van desde el mes de febrero de 1937 al mes de mayo de 1957. 
Por tanto, las fosas comunes, y su cotejo documental, demuestran que las ejecuciones se 
dilataron más allá del fin de la contienda, aunque de manera cada vez más dosificada. 
Buena parte de los restos corresponde a la primera etapa de la represión. Las semanas 
posteriores a la toma de Málaga fueron las más cruentas. La investigación recoge la 
eliminación de 3.002 personas en 1937 en lo que respecta únicamente en el cementerio. Los 
enterramientos de 1937 destacan por la masificación y la urgencia de las aniquilaciones, que 
no repararon, ni siquiera, en confiscar los bienes que portaban los fallecidos. En las 
sepulturas se ha inventariado una ingente cantidad de objetos personales, de naturaleza tan 
distinta como crucifijos, monedas o peines. 

Las excavaciones han detectado la existencia de dieciocho fosas, en un caso único en 
España, no solo por el número de restos óseos exhumados y estudiados por técnicos 
cualificados, sino también por haberse decidido la construcción allí de un monumento en 
memoria y homenaje a los fusilados. La tapia donde se produjeron los fusilamientos ha sido 
conservada como recuerdo de los hechos y el panteón donde están depositados los restos, 
en cajas individuales, está cubierto por una gran pirámide de mármol en la que se han 
grabado los nombres de las más de 4100 personas que fueron fusiladas y cuyo nombre se 
conoce. Como Manuel Ruiz Arador.
 
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1La Guardia o Cuerpo de Asalto fue un cuerpo policial creado durante la Segunda República con el objetivo de disponer de una fuerza policial para el mantenimiento del orden público y que fuera de probada fidelidad a la República. Tuvo una destacada e intensa actividad durante toda su historia, especialmente durante algunos hechos de la guerra (in)civil. Durante el golpe de Estado de julio de 1936 la fidelidad y actuación de los Guardias de Asalto fue fundamental en muchos sitios para que fracasase el golpe y por ello gozó de prestigio entre la población de la zona republicana. Ya avanzada la guerra, el Cuerpo de Asalto se convirtió en la élite del nuevo Ejército Popular. El escritor George Orwell lo reflejaba en una de sus obras más destacadas, Homenaje a Cataluña:
“Eran unas tropas magníficas, con mucha diferencia las mejores que yo había visto en España (...) Yo estaba acostumbrado a las andrajosas y mal armadas milicias del frente de Aragón, y no sabía que la República poseyera tropas como aquellas. No sólo eran hombres de unas condiciones físicas excepcionales, sino que lo que más me asombraba eran sus armas... .”
 
2“El documento fue elaborado por el cronista de la villa, con permiso oficial, y recoge aquellos que de acuerdo a la legalidad vigente fueron fusilados o agarrotados.... Creemos muy importante esta aportación histórica, obra del cronista de la villa, pues junto a las pérdidas nacionalistas, ya conocidas, se configura un cuadro completo de puntos que precisamente por su dramatismo exigen la mayor rigurosidad y justeza.”

3Revista cultural editada por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga. Fue fundada en 1973 y está dedicada a la historia, la economía, la sociología, la geografía, el arte, etc. relacionados con la provincia de Málaga y con Andalucía en general.

4Pese a que la Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura) es posterior, ya se alzaban voces autorizadas exigiendo reparaciones (sobre todo, morales, ya que las penales, de sobras conocidas, gozaban de protección e impunidad) a las víctimas. Aún así, hasta la fecha no ha sido adoptada ninguna medida legislativa que pueda facilitar la nulidad de las condenas a muerte dictadas tras juicios injustos y de manera sistemática el Ministerio Fiscal se ha opuesto a la revisión de los mismos.

5Documental "A sangre y fuego", declaraciones de Cristóbal Criado Moreno, Medalla de la Ciudad de Málaga, y, del propio Cristóbal Criado Moreno. "El PCE que viví en Málaga"

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