viernes, 1 de marzo de 2024

"Año bisiesto, ni viña ni huerto."



Como se pudo comprobar hace muy pocos días, este año 2024 va a durar 366 días en lugar de los tradicionales 365: es año bisiesto (o intercalar, aunque así es mucho menos conocido); en principio, cada cuatro años vemos esta anomalía en nuestros calendarios, pero ¿por qué existe y desde cuándo? Durante siglos, los humanos tuvieron dificultades para sincronizar los calendarios civiles, religiosos y agrícolas con el año solar y los intentos de sincronizar los calendarios con la duración del año natural han sido caóticos, hasta que el concepto del año bisiesto proporcionó una forma de compensar el tiempo perdido. Matemática y científicamente, todo se reduce al hecho de que la cantidad de revoluciones de la Tierra sobre su propio eje, o días, no está vinculada al tiempo que tarda la Tierra en completar una órbita alrededor del Sol, así que el año solar tiene aproximadamente 365,2422 (o sea, 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos) y ningún calendario compuesto de días enteros puede igualar ese número e ignorar sin más esa fracción aparentemente pequeña crea un problema mucho mayor de lo que se sospecha porque los humanos hemos organizado nuestras vidas acorde con lo que hemos observado en los cielos. Hemos creado un calendario que se acerca, pero para que funcione tenemos que hacer años bisiestos con reglas peculiares; las iniciativas para hacer que el calendario de la naturaleza encaje en el nuestro han sido imperfectas desde el principio. Los antiguos egipcios cultivaban cada año la noche en que desaparecía la estrella más brillante del firmamento, mientras que los historiadores de las antiguas Grecia y Roma también se basaban en las posiciones de las estrellas para fijar eventos en el tiempo. Los líderes religiosos esperaban que los días festivos se alinearan con las estaciones y las fases lunares. Los egipcios (antes del 3100 a. C., aproximadamente) y otras sociedades de China y Roma usaban calendarios lunares para medir el tiempo, pero los meses lunares tienen una media de 29,5 días y los años sólo 354, de forma que las sociedades que seguían el tiempo lunar enseguida se desincronizaron de las estaciones del año debido al desfase de 11 días. Otros calendarios antiguos, que se remontan a los sumerios de hace 5000 años, dividían el año en 12 meses de 30 días cada uno; su año de 360 días era casi una semana más corto que nuestro viaje anual alrededor del Sol, con lo que resulta evidente que la práctica de añadir días adicionales al año es casi tan antigua como estos sistemas. Los egipcios eran conscientes de que había un problema. Simplemente añadieron cinco días más de festividades al final del año.


Debemos trasladarnos, para descifrar este galimatías, a la Antigua Roma, hace más de dos milenios, cuando se descubrió que el calendario no estaba del todo alineado con el año solar. Para cuando Julio César disfrutaba de su famosa aventura con Cleopatra, el calendario lunar de Roma había divergido unos tres meses de las estaciones del año a pesar de los esfuerzos de modificarlo añadiendo días o meses al año de forma irregular y para restaurar el orden, César se basó en el año egipcio de 365 días, que data del siglo III a.C. y que había establecido un sistema de año bisiesto para corregir el calendario cada cuatro años, adoptó el sistema decretando un «año de confusión» de 445 días (el 46 a. C.) para corregir de un plumazo la desviación que se había producido durante años. A continuación, estableció un año de 365,25 días que simplemente añadía un día bisiesto cada cuatro años y le pidió al astrónomo alejandrino Sosígenes que le ayudara a crear una alternativa al calendario romano más apegada a la realidad y a la rotación de la Tierra; Sosígenes propuso un calendario, extremadamente similar al de los egipcios, que tenía 365 días con un día adicional cada cuatro años para así alinearse con el año solar. (el nombre bisiesto proviene del latín, de incluir ese día adicional "ante diem bis sextum calendas martii", (sexto día antes de las calendas de marzo, en castellano), es decir el 24 de febrero y, como la frase era un poco larga se terminó resumiendo en "bis sextus": bisiesto para nosotros). Así nació el calendario juliano, bautizado con ese nombre en honor a su propulsor, JulioCésar, aunque este sistema era imperfecto, ya que el cuarto de día que se añade al año bisiesto cuatrianualmente es algo más largo que los 0,242 días restantes del año solar, lo que hacía que el año natural fuera unos 11 minutos más corto que su homólogo solar, así que ambos divergían un día entero cada 128 años. Entre la época en que Julio César introdujo el sistema y el siglo XVI, esta pequeña discrepancia había provocado un desfase de unos 10 días en fechas importantes como las festividades cristianas. Al papa Gregorio XIII le pareció una situación insostenible, así que decidió, a través de una bula papal, "perfeccionar" el calendario, desveló su calendario gregoriano en 1582 tras la drástica adopción de otra táctica para distorsionar el tiempo; Gregorio reformó el calendario y aquel año sacaron 10 días del mes de octubre (asesorado por el astrónomo jesuita Christopher Clavius, el pontífice también estableció que después del jueves 4 de octubre de 1582 sería 15 de octubre, una supresión de 10 días que ayudaba a desaparecer el desfase con el año solar y para que este desajuste no volviera a producirse, se creó un sistema de excepciones a los años bisiestos, por lo que no serán años bisiestos los que sean múltiplos de 100, excepto si también lo son de 400 -por esta razón no fueron bisiestos el año 1800 ni 1900, pero sí que lo fue el año 2000 y por este mismo motivo ni el año 2100 ni el 2200 serán bisiestos-). Después se modificaron las normas del día bisiesto para corregir el problema. Una de las modificaciones fue que el día adicional de los años bisiestos sería el 29 de febrero y no el 24, fijado por el calendario juliano1. Este conjunto de reformas dio paso al calendario moderno, que actualmente conocemos como el calendario gregoriano y desde esta última reforma no ha habido nuevos cambios en el sistema. Sin embargo, en algunos países como Francia han existido movimientos para modificarlo. En 1792, en plena Revolución Francesa, ese país adoptó un calendario "republicano", diseñado por el matemático Gilbert Romme, que pretendía eliminar las referencias religiosas y darle nuevos nombres a los meses -referentes a fenómenos naturales y a la agricultura- y modificando la duración de estos pero esta versión tuvo una vida muy corta: tras el derrocamiento de Napoleón en 1814 Francia no tardó en volver a utilizar la versión creada por Gregorio XIII e ideada por Julio César. La mayor parte del mundo moderno ha adoptado el calendario gregoriano y su sistema de años bisiestos para permitir que los días y los meses sigan el ritmo de las estaciones.



Por lo que ya se ha visto, el motivo por el que existen los años bisiestos tiene una explicación científica. Sin embargo, el mes de febrero fue elegido por mera superstición.
Año bisiesto, año siniestro”. “Año bisiesto, pocos huevos en el cesto”. Hay muchos refranes sobre febrero en general, y sobre los febreros bisiestos en particular. Cada cuatro años, la mayor parte de los seres humanos sumamos en nuestro calendario un día más al segundo mes del año. Y, como vemos, algunos dichos populares aún mantienen la tradición de considerar los 29 de febrero como épocas poco afortunadas. Esta tradición, igual que la existencia de los años bisiestos, proviene de la Antigua Roma. El último año bisiesto tuvo lugar en 2020, el año de la pandemia (algo que, curiosamente, confirma la famosa superstición romana). Como curiosidad, el trasatlántico Titanic chocó con un iceberg y se hundió un año bisiesto, en 1912. Sin embargo, Benjamin Franklin demostró que los rayos eran un fenómeno eléctrico en otro año bisiesto (1752), siendo este uno de los avances científicos más importantes de nuestra historia reciente. Y, ¿por qué el mes elegido debía ser febrero? El motivo tiene que ver de nuevo con la naturaleza, pero sobre todo con la superstición romana ya que los meses estaban ideados ajustándose al calendario lunar, y también en torno a las estaciones de siembra y cosecha y para los romanos, el año comenzaba el uno de marzo porque los dos meses previos, más fríos y estériles, apenas eran importantes para la agricultura. Además, en la sociedad romana, los números pares eran un símbolo de mala suerte hasta el punto que el emperador Numa Pompilio decidió deshacerse de todos los meses de 30 días restándoles una jornada, hasta obtener 29, pero las cuentas no salían, así que tuvo que dejar al menos un mes con un número par de días; en este caso, 28. Febrero fue el elegido, por considerarse un mes de poca importancia y en el que además entonces eran frecuentes los rituales funerarios; así quedó establecido febrero como el mes con el día bisiesto. Por entonces, el día extra se agregaba a continuación del 23 de febrero, lo que lo convertía en el sexto día ‘bis’ antes del primero de marzo. Modificaciones posteriores han dejado todos los meses de nuestro calendario con 30 o 31 días, excepto el mes de febrero, cuya corta longitud se ha mantenido debido a la tradición, pero especialmente a la comodidad.

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1A raíz de eso, las personas que celebran su santo entre el 24 y el 29 de febrero tienen un pequeño cambio dependiendo del calendario que se consulte. Hay calendarios según los cuales en los años bisiestos el día añadido es el 24 de febrero y, por lo tanto, ese día no se celebra ningún santo. Es decir, en estos calendarios, quienes en los años 2017, 2018 y 2019 celebraron su santo el día 24, este año lo tienen marcado el día 25. Pero también hay calendarios que el día que añaden es el 29. Entonces, como el resto del año, solo ponen a los santos que murieron este día, como San Hilario o San Román. Un ejemplo: el Calendari dels Pagesos del 2020 indicaba que el 24 de febrero era san Modesto, san Edilberto y santa Primitiva, mientras que el Calendari de l’Ermità no tenía santos el día 24 y estos tres santos los añadía al día 25. Según este calendario, los santos que habitualmente se celebran del 24 al 28 de febrero ese año caían entre el 25 y el 29 de febrero. Una singularidad que solo sucede cada cuatro años.

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