martes, 5 de marzo de 2024

En el huerto de los olivos.



Ya estamos
llegando a la Semana Santa y sin los agobios de su inminencia, quizá es momento de recordar calmadamente que en ella, en el Jueves Santo, se desarrolla uno de los episodios más dramáticos de la Pasión católica como es el episodio de la oración del Huerto de los Olivos, de la duda y el posterior apresamiento de Jesucristo en Getsemaní. Y para glosarlo me voy a apoyar en un heterodoxo musical como es Jesucristo Superstar que se estrenó en Estados Unidos, en Broadway, en 1971, y que en España lo hace en 1975 gracias al empeño personal de un Camilo Sesto (cuya versión, según reconoció el propio Andrew Lloyd Weber, era superior a la original) que lo tendrá que producir ante el miedo de los empresarios teatrales del momento. Este musical surge primero como un disco doble de lanzamiento para crear polémica y expectación, y lo lograron con creces pues en él hacen una reinterpretación de la Pasión en la que dan voz a Judas haciéndole un revolucionario que cree que Jesús está malogrando los esfuerzos liberadores del pueblo judío y le traiciona cuando predica el mensaje de la paz y el amor y no la sangre y el fuego. Además muestra a María Magdalena como la esposa de Cristo. Fueron numerosas las iglesias que la declararán herético el musical y fue condenado por las principales autoridades religiosas judías, aunque curiosamente la Católica en seguida se aprovechará del tirón popular generado por la película para renovar las misas para jóvenes. Sin duda una de las facetas más atractivas del cristianismo es su carácter revolucionario respecto a la mentalidad de las personas de hace dos milenios (y algunas/bastantes de las de ahora si se me permite decir), al declarar a todos los seres humanos como iguales y hermanos entre sí. Ese tipo de afirmaciones serán la causa principal del prendimiento de Cristo, su posterior escarnio y su muerte a manos de los romanos instigados por las élites judías que veían en él un enemigo claro por su poder de convicción con las masas israelitas. En el musical uno de los momentos más duros de la jornada como es las burlas y chanzas que realiza Herodes Antipas sobre la figura de Cristo cuando este se niega a contestar a sus preguntas, se convierte en un cómico charlestón en el que se le van pidiendo pruebas de su divinidad y ante su silencio, su mordacidad sube hasta que estalla en una ira que en realidad esconde el miedo al poder y la amenaza que Cristo supone para él y su reinado. En uno de los momentos más dramáticos de toda la Semana Santa, Jesús, a pesar de estar rodeado de sus fieles, se sabe sólo y sabe también que el final se acerca. Es cuando el hombre, que sabe la agonía que le espera y todo el dolor que va a provocar su muerte, le pregunta a su Padre si tiene que apurar el cáliz de amargura hasta el final. Duda de lo que ha hecho, de si ha tenido éxito, de si tener que terminar crucificado es suficiente para salvar a su pueblo. Pero al final confía en el Señor y acepta su destino, sólo pide que sea pronto para no fallar. La música comienza con la sección de viento para dar paso a la canción propiamente dicha con un ritmo de guitarra española y un fondo de bajo. Después entra la batería y la orquesta que de fondo va comenzando a cobrar fuerza según avanza la canción. Al final llega el anticlímax donde la “rendición” de Cristo a los deseos del Padre se refleja con una música lenta y triste. La voz de Camilo Sesto trasmite todo el patetismo del sufrimiento y la desolación, demostrando por qué fue uno de los mejores cantantes de esa época.




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