Acabo de leer el Informe Económico de 2011 publicado por Esade. En él, los autores, abogan por alguna receta aplicable para contribuir a superar esta malhadada crisis que parece eterna, desde el conocimiento de los mercados y de los sistemas económicos (incluida su faceta social, naturalmente.
Glosando el informe, se consolida la bondad de las medidas económicas emprendidas (y, que nadie se engañe, son necesarias sea cual sea el color político del gobierno) para situar el sector público en el lugar que le corresponde, partiendo de la base de que su tamaño no es desorbitado, como parece desprenderse de algunas opiniones de tertulianos; otra cosa es que, si se compara el tamaño del sector público con el de otros países, es también saludable comparar la cantidad y calidad de servicios que se ofrecen.
De entrada, el "cojín" que debe permitir tomar decisiones más pausadas es el turismo que, por razones geopolíticas, se espera mantener en el 2011/2012 en cifras muy positivas, pero la clave en la que abunda el informe es la de promover la exportación a la vez que se redefine el pool de países a los que vendemos; efectivamente, si la exportación de producto/servicio se concentra hoy de manera importante en la Europa comunitaria y únicamente se registra algo más de un 7 % de las exportaciones a Asia, se impone una estrategia urgente para equilibrar la balanza y aumentar nuestra presencia en los países emergentes (o emergidos, como ya se empieza a decir).
Pero de este propósito, asumido por todos, se desprende una evidencia: no somos competitivos frente a otros países que también pretenden aumentar su cuota como exportadores, por lo que la segunda clave es conseguir este nivel requerido de competitividad sobre la base de una auténtica reforma del mercado laboral que, preservando los derechos de los trabajadores (hay que recalcar "derechos", y no "privilegios" y, aunque parezca anecdótico, también hay que recordar que los ""derechos tienen su reflejo en "deberes"), en unos días en los que esta reforma es un tema candente. Si se habla del sector público, queda fuera de discusión el viejo discurso del "puesto de funcionario en propiedad", claramente discriminatorio hoy día para incidir en que la retribución ha de ir relacionada con la dedicación y productividad y, en el sector privado, pese a que desde la propia Esade se ha dicho que "Los trabajadores no crearon esta crisis, pero el ajuste se está realizando a su costa. Ahora se hace inevitable un cambio en el mercado de trabajo" , lo cierto es que el sistema actual tiene una rigidez que enquista la negociación e impide atajar de forma visible las aterradoras cifras del desempleo.
No son temas fáciles, sobre todo si, además, tenemos en cuenta la coincidencia para nuestro país del estallido de la crisis económica mundial con la explosión de la burbuja inmobiliaria, con la pérdida, de un plumazo, de un pilar de la economía que, bien redirigido, hubiera podido coadyuvar a planear e ir resituando la repercusión de la crisis.
Hay que abogar por la recuperación del sentido común y por olvidar partidismos si realmente queremos salir del lodo. Ojalá los negociadores (y ahora ya los parlamentarios) lean el informe Esade.
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