martes, 8 de mayo de 2012

Un final de fase previsto

Hoy merece honores destacados de portada en toda la prensa, tanto económica como generalista y, en general, en todas los medios de comunicación y sus correspondientes tertulias y mentideros, una noticia que de tal tiene bien poco. Nos referimos al final de ciclo de Rodrigo Rato y lo que eso supone en la andadura del grupo financiero que preside.
Realmente lo que asombra es que algunos tertulianos "bien informados" se muestren sorprendidos, cuando era algo que se venía cociendo desde hace tiempo, y de lo que, solo a modo de recordatorio, traeremos a colación algunos detalles recientes que abonaban este final.
Recordemos, para empezar, la lucha fratricida que se libró en Caja Madrid, germen del actual banco, y los dimes y diretes que provocaron las claras injerencias políticas en el nombramiento/mantenimiento/cese de cargos hasta llegar al nombramiento, con calzador, de Rodrigo Rato.
Recordemos después, el jolgorio no desmentido que produjo la operación de aglutinar siete entidades bajo la bandera de Caja Madrid (con Bancaja como comparsa adelantado, ciertamente) creando de esa forma una entidad que era la primera caja de España por volumen. Eso de adelantar a la Caixa "ponía" a más de uno/a, aunque fuera una operación ruinosa. Sólo tres reflexiones al respecto: ¿alguien en su sano juicio y con un mínimo conocimiento de finanzas dudaba de que esa operación, con las cifras públicas de Caja Madrid y de Bancaja, era una mera huida insensata hacia adelante dictada en términos de política y abocada al fracaso? ¿alguien pensó que incorporando unas entidades pequeñas quedaba arreglado el desbarajuste del ladrillo en las cuentas de la matriz? ¿alguien creyó que realmente se había superado a la Caixa en el ranking, excepción hecha del volumen de negocio gestionado?
Pero sigamos: dentro de la "paz social" a la que se llegó con Caja Madrid, la entidad se dotó de un Consejo de Administración con tintes políticos que, como el tiempo ha demostrado, no tenían ni idea de finanzas (tampoco).
Los pequeños episodios ligados a la entidad valenciana y el enorme agujero de las inversiones en ladrillo de todas las que conforman Bankia, aconsejaron iniciar contactos con vistas al saneamiento, evitando acudir a ayudas públicas, una vez consolidada la operación de salida a Bolsa y empezó a tomar forma alguna alianza en la que formaba parte, mira por dónde, la Caixa. Como es sabido, estas negociaciones quedaron en nada, nuevamente por cuestiones políticas y de mando, con lo que la presión de los mercados, acentuada en el momento en que Bankia no presenta las preceptivas auditorías de cuentas, ha llevado a la situación de hoy, en la que el gran enigma no es qué pasará con Bankia, porque deberá entrar en un plan de rescate (vía préstamo retornable, naturalmente) sino si el resultado se llamará "Bankiantander" "Bankiaixa" o alguno similar.



Más allá de los comentarios que pueda suscitar el hecho analizado, lo que sí que se confirma, una vez más, es que interferir con la política en los negocios no es buen negocio a la larga (y perdón por el juego de palabras). Y cabe esperar que las insensateces de algunos/as iluminados/as no las acaben pagando ni los clientes ni los empleados de la entidad. Ni, por supuesto, la ciudadanía, por extensión.

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