Estos días son pródigos en declaraciones y actitudes de personajes (ir)responsables que, fruto sin duda de un estado de nervios desaforado, contribuyen a no permitir despejar el negro panorama que nos rodea que, sí, ya se sabe que no es un lecho de rosas, pero que, para combatirlo no debe actuarse como agorero de calamidades.... salvo que se quiera presentar perennemente la situación tan sumamente oscura que cualquier medida restrictiva (léase recortes) sea, incluso recibida como agua de mayo.
Voy a referirme en este sentido sólo a dos hechos coincidentes en el tiempo cuyo análisis conjunto dentro de un contexto más amplio proporcionan elementos de reflexión hacia una lectura positiva.
1.- Un miembro del gobierno afirma sin rubor que "la intervención no es el apocalipsis" refiriéndose a la amenaza de intervención de España por parte de las autoridades europeas.
2.- En un programa televisivo de la noche del domingo, cuando el conductor del mismo pretende trasladar a unas representantes cualificadas de los dos partidos políticos mayoritarios las preguntas angustiosas que se formulan los desempleados en busca de un rayo de esperanza, lo único que consigue es un vergonzoso espectáculo de "y tú más" unido a exposición de dogmas de partido más o menos mitineros. Pero ideas, soluciones, opiniones "pensando en el bien de todos los españoles", ni una.
Y, vamos a ver, empezando por la primera, ciertamente la intervención de un país no será el apocalipsis en su sentido bíblico, pero sí la demostración de la incapacidad del gobierno en reconducir una situación difícil; de ahí a la anulación del propio gobierno, va un pasito corto. Y que eso lo diga un miembro del gobierno es hacer una exhibición palmaria de desconocimiento de los fundamentos de la política. A estas alturas no debería sorprender, pero sigue causando incomodidad notar que, con y sin declaraciones como ésta, los poderes públicos no han sido capaces de defender con decisiones acertadas (y no necesariamente seguidistas) el repunte de un país que es, no lo olvidemos, la cuarta economía de Europa, planteando desde un primer momento los intereses comunes muy por encima de los de partido.
La segunda cuestión enlaza con ésta en cuanto al desconocimiento de lo que pasa en la calle y en cuanto a la preeminencia de las consignas de partido. Desde muchos ámbitos se está enfatizando en las consecuencias que la poca atención al descontento general puede acarrearnos, y el no atender directamente a las cuestiones planteadas por los perjudicados del sistema amparándose en "seguir el guión del partido" es una de ellas. Ya ha pasado la hora de los mítines (aunque estemos a todas luces en una cansina campaña perpetua) y hay que pasar del "hay que crear las bases para la reactivación" a detallar qué medidas se están aplicando para esa reactivación. ¿O es que la mayoría absoluta sólo sirve para hacer rodillo y eliminar debates y consensos?
Bien harían los poderes públicos en aplicar la transparencia que se les debe exigir y contribuir a que el clima permita a todos empujar en la dirección correcta. Por ejemplo, los poderes públicos deberían diferenciar entre los conceptos de "salvar el país" y "salvar las instituciones financieras". Si, en un proceso que ha sido común en toda Europa, las entidades han hecho barbaridades, es Europa quien debe arbitrar un sistema BANCARIO que, actuando como en una especie de caja común, diseñe un sistema para salvar las entidades más comprometidas sin tener que acudir al dinero público de los contribuyentes que, además, han sido las primeras víctimas. Y si, ya en el caso de España, se descubriera (es una hipótesis, claro) que las cajas más afectadas han actuado como caja B de partidos políticos, exigir responsabilidades que incluyeran el retorno de las ganancias percibidas inapropiadamente, no ya sólo las escandalosas retrribuciones y sinecuras de los responsables políticos que han conducido a esa situación sino, por ejemplo, haciendo ejecutar créditos a partidos y similares de la misma forma que se viene haciendo con los titulares de una hipoteca.
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