lunes, 22 de julio de 2013

Boletín nº 26 - ... a la gestión del conocimiento



DEL CONOCIMIENTO DE LA GESTIÓN....

Hace un tiempo tuve la ocasión de colaborar con un organismo paraoficial que ayudaba a personas en situación de desempleo, y que reunían determinadas características, en la compleja y difícil labor de profundizar en el conocimiento (descubrimiento es el apelativo más certero que podría aplicarse en la mayoría de casos) de sus propias aptitudes y facultades con el fin de poderlas reflejar (y cómo hacerlo) en el frío documento que suele ser un curriculum vitae y de potenciarlas en la búsqueda de lo que en buen número de ocasiones era una alternativa que no se había ni siquiera tenido en cuenta.

Recuerdo la presencia de una situación repetitiva en las entrevistas, casi siempre en mujeres (ahí queda el trabajo de investigación a los sociólogos) y casi siempre con el perfil de persona perfeccionista volcada absolutamente en el trabajo, que contaban, además, con la total confianza de sus superiores jerárquicos.

Personalizaré la figura en el caso de una señora que se había visto afectada por un expediente de regulación de empleo de la empresa en la que hacía más de un cuarto de siglo que prestaba sus servicios ("Nos duele tanto como a ti, pero, ya ves, las ventas han bajado, hemos de tomar decisiones duras, y hoy te ha tocado a ti. Sí, sabemos que será difícil sustituirte, pero, bla, bla..."). Cuando explorábamos conjuntamente alternativas, salió, de pasada, el dominio de idiomas, y esta mujer, literalmente, se derrumbó: "Siempre pospuse su aprendizaje, porque el trabajo no me lo permitía, y yo sólo necesitaba saber lo que me exigía el puesto", reconocía entre inconsolables sollozos.

No sé si como tal situación extrema es ejemplo de nada, pero sí que el reflexionar sobre ella nos lleva de la mano por los vericuetos de la información, del conocimiento como herramienta profesional, del conocimiento como palanca de mejora y realización personal...y de la gran diferencia que existe (permitidme a estas alturas el juego de palabras) entre el conocimiento de la gestión y la gestión del conocimiento.

Antes de entrar de lleno en el tema, conviene eliminar algunos tópicos perniciosos; es indudable que estamos en la sociedad del conocimiento, que el volumen de información que nos llega cada día es inmenso, y eso nos puede hacer creer que sabemos. Craso error. No por tener cada día información acerca del conflicto palestino-israelí, pongamos por caso, podemos afirmar que lo conocemos hasta el punto de poder emitir un juicio ponderado sobre él, y no solo porque la información siempre nos llegue fragmentada y frecuentemente sesgada, sino porque aún no sabemos qué parte de esa información es necesaria para esa toma de postura ponderada (con independencia de que sea o no a gusto de todos). Algo así pasa cuando intentamos hablar de conocimientos profesionales, que hemos de saber distinguir qué información debe evolucionar hasta mejorar el conocimiento y cuál otra, sin despreciarla, no obedece a los objetivos deseados.



... a la gestión del conocimiento.

Posiblemente sea lo más razonable abordar esta reflexión intentando definir qué es eso que entendemos por conocimiento y también posiblemente podríamos convenir en que el conocimiento en una organización empieza a tomar forma cuando un individuo de la misma hace uso tanto de lo que sabe como de la información que tiene disponible para la resolución de un problema o para el desarrollo de un proyecto.

A partir de esta convención inicial, los expertos distinguen entre dos tipos de conocimientos (seguimos refiriéndonos a conocimientos en/de/para una organización):
                       
                        - explícito y
                        - tácito.

El primero es el que contiene los sistemas o fórmulas mediante las que se puede trasmitir a otras personas (un ejemplo habitual del mismo es el de la comunidad científica, que comparte con otros científicos los resultados de sus investigaciones).
El segundo, por el contrario, es el que toda organización tiene, pero que no queda plasmado ni registrado en ningún sitio ni manual, porque corresponde al del grupo de personas que componen en cada momento la organización en cada momento.

La principal consecuencia de lo dicho es la de que el conocimiento es un recurso importante para las organizaciones empresariales, lo que explica, por ejemplo, que empresas como Google o Microsoft coticen en la bolsa multiplicando varias veces su valor real contable. El conocimiento entraría así en la categoría de los activos intangibles (que muchos estudiosos tratan de cuantificar para medir con ellos el denominado capital intelectual[1])

Ahondando en el tema, leía no hace mucho una valiosa reflexión[2] por la que la autora se quejaba en voz alta del error que supone el tomar el foco de atención sesgado en temas de formación y, por consiguiente, de transmisión del conocimiento necesario. Venía a decir que solemos hablar de formación por extensión, entrenamiento, instrucción, desarrollo, enfatizando en el punto de vista de la empresa, que imparte, dirige y ofrece los conocimientos o experiencias mientras que raramente se habla del aprendizaje, en el que el protagonismo y la responsabilidad de aprender es del participante/aprendiz, como actor principal del proceso. En la transmisión del conocimiento, curiosamente, se da la paradoja de que quizá lo más importante no es la calidad de los contenidos sino el sentimiento de quien los recibe, en una amalgama de ingredientes que incluye pensamiento, escucha, experimentación, observación... y emoción.

Cualquier diseño de formación que se establezca para la adecuada transmisión de conocimientos debe fundarse en metodologías que tengan en cuenta estos elementos. Sirva como ejemplo el enseñar cómo lavar a un gato; es evidente que aprenderlo requerirá unos contenidos adecuados, una metodología eficaz e incluso unos sistemas de medición de la calidad de la formación recibida correctos, pero la validez de la adquisición de los conocimientos vinculados dependen en gran manera de la actitud de quien recibe la instrucción y de cómo perciba su utilidad (para uso doméstico por ejemplo, o como actividad cotidiana en una tienda de animales).

Pese a que la inquietud nacida alrededor de una adecuada gestión del conocimiento como herramienta que favorece el desarrollo de las organizaciones ya se percibe en los inicios de la ciencia económica[3], es el desarrollo tecnológico actual el que permite que podamos vislumbrar nuevos métodos de gestión que supongan un cambio profundo. Es decir no se entiende la “moda” de la Gestión del Conocimiento sin Internet y el desarrollo de las tecnologías de la información.

La evolución del desarrollo tecnológico ha sido tan importante en los últimos años, que ha supuesto muchos cambios profundos en la manera de trabajar, de hacer negocios, de relacionarse e incluso en la forma de la propia sociedad. Muchos de estos cambios están todavía en evolución y necesitan de un corpus teórico en el que asentarse. En este sentido, una vez admitida la definición del conocimiento, podríamos decir que la "gestión del conocimiento" es la teoría de gestión que responde a la adaptación de las últimas innovaciones tecnológicas en el tratamiento de la información y las telecomunicaciones.

Es usual hablar, en ese contexto, de la nueva era del Conocimiento o de la era de  la Sociedad de la información, en la que la correlación de fuerzas entre los recursos en los que se basa la economía mundial (tierra, capital trabajo y conocimiento) cambia radicalmente.
Uno de los errores más usuales al acercarse a los entresijos de la gestión del conocimiento derivada al concepto de "sociedad de la información" es equipar, precisamente la gestión de la información a la del conocimiento y no es extraño encontrarse profesionales que plantean con naturalidad esta equiparación. Sin entrar en profundizaciones, intentaremos explicar las diferencias.

.La gestión de la información se puede definir como el conjunto de actividades realizadas con el fin de controlar, almacenar y, posteriormente, recuperar adecuadamente la información producida, recibida o retenida por cualquier organización en el desarrollo de su actividades. En el centro de la gestión de la información se encuentra la gestión de la documentación (la información que queda plasmada en documentos) y que pude ser de tres tipos:

- Interna  que es la generada o recibida por la empresa en el ejercicio de sus funciones, es decir, son documentos que surgen de la actividad diaria de esa institución (tanto la documentación típicamente administrativa: contabilidad, correspondencia,..., como la documentación de gestión: informes, actas de reuniones, procedimientos de trabajo,  o la documentación técnica que refleja la propia actividad de la organización).
- Externa : además de la documentación producida por la propia empresa, ésta y las personas que trabajan en ella necesitan, a menudo, consultar y manejar fuentes de información externas como libros, revistas, bases de datos, Internet...
- Pública: es la que se origina para el público, para comunicar hechos, actividades, acontecimientos,...como las memorias, los catálogos de productos y servicios, la página web,...

Además de la gestión de la documentación existe, estrechamente relacionada con ella, la gestión de información repartida en bases de datos corporativas y aplicaciones informáticas, que no se conceptúan como documentos; pero que son una importante fuente de información registrada.
Resulta evidente que,, sin una adecuada gestión de la información, es imposible llegar a la gestión del conocimiento ya que las propuestas de ésta representan un modelo de gestión basado en la gestión eficaz de la información. Es por lo tanto el paso previo que debe darse  antes de tratar de implantar un sistema de gestión del conocimiento.

Avanzando un paso más, hay varios componentes que son necesarios para dar el salto de la gestión de la información a la gestión del conocimiento.

- En primer lugar, la gestión del conocimiento es un modelo de gestión de toda la organización, cosa que nunca ha sido la gestión la información.(En una muestra positiva histórica de adaptación, dependiendo del estilo del empresario y del de la empresa, se constata que los modernos sistemas de gestión de la información, cada vez más importantes a medida que las tecnologías ofrecían nuevas posibilidades, se adaptaban a los modelos de gestión existentes).
- En segundo lugar, para gestionar el conocimiento hay que tener en cuenta que este no se produce sólo por la gestión de la información, sino que deben intervenir procesos y personas. En una organización puede existir un perfecto modelo teórico de gestión de la información, pero si los individuos no lo utilizan, es imposible que se cree conocimiento. Por esta razón otra de las tendencias muy involucradas en la definición de la gestión del conocimiento es la que proviene de la gestión de los recursos humanos.

La gestión de la motivación, del talento, del trabajo en equipo y, sobre todo, la creación de un ambiente de trabajo que facilite la compartición de ideas, es una tarea a la que difícilmente se accede a través de la gestión de la información.

Pero, de repente, y por sorpresa, caemos en la cuenta de que estamos condicionados por esa cosa que se ha instalado entre nosotros para socavar nuestra confianza en la economía, en los valores, en el sistema político y en todo el entorno que nos resultaba confortable. Y nos preguntamos, ¿también afectará la crisis a la gestión del conocimiento?
.
¡Y de qué manera! Con tantas empresas ajustando personal y en un entorno tan austero, las compañías necesitan profesionales-orquesta capaces de cumplir distintas tareas cuando se requieran, profesionales a los que no se les "caigan los anillos" por encargarse de lo que toque, aunque esa tarea no esté, en principio, entre sus cometidos.
Y esta tendencia en las necesidades no es exclusiva de los empleados de base, sino que también se pide una cierta polivalencia para cargos directivos y mandos intermedios, pese a que las grandes compañías aún demandan perfiles muy especializados porque la especialización sigue siendo requisito imprescindible para que un profesional se incorpore a una firma en tanto que aporta experiencia y requiere de menos inversión inicial en formación. 

Naturalmente, algunos puestos requieren de una alta especialización, pero lo que se busca hoy es un equilibrio entre ésta y la capacidad de multitarea, dando por sentado en cualquier caso, que el grado de especialización o de polivalencia varía en función de la compañía y la tipología del puesto.

En nuestro país resulta más sencillo encontrar a un profesional polivalente que a uno especializado porque la formación universitaria española es más generalista que en otros países de Europa, lo que quiere decir que el conocimiento ligado al desarrollo profesional (el quid de la cuestión) si no es cubierto por las empresas, en la gestión tradicional, deberá serlo por los propios interesados en desarrollar su talento[4].

De ahí se deduce que la especialización no está sólo en los títulos universitarios, e incluso en la formación adicional sino en las personas, lo que se podría traducir como que la "especialidad" buscada ahora por las organizaciones es el compromiso, el aporte de ideas y la involucración en transformar tareas en resultados[5].

No debe de extrañar este "reparto de roles" entre el profesional y la empresa en el ámbito de la formación ligada al desempeño ni que la especialización se haga recaer más en la voluntad y en caracteres particulares actitudinales. No debe olvidarse que el nacimiento y desarrollo de la idea de "gestión del conocimiento" parte de la realidad empresarial y por lo tanto, lo que busca en última instancia al implantar un sistema, reglado o no, de gestión del conocimiento es aumentar el beneficio económico de las empresas. Sin embargo, sus esquemas pueden ser aplicables en otros entornos en los que lo que se busca no es el beneficio económico en sí de la actividad, sino el beneficio social o cultural de igual forma que ha sucedido con otras tendencias nacidas en el entorno de la empresa privada como la gestión de calidad, las técnicas de marketing o la planificación estratégica.

Las ideas claves a aplicar son las siguientes:

- La gestión del conocimiento, permite realizar más eficazmente el trabajo encomendado a la organización.
- Mediante la gestión del conocimiento las organizaciones favorecen que el individuo se desarrolle en su trabajo aportando ideas, al mismo tiempo que evita la “fuga de conocimiento” cuando las personas abandonan la organización.
- La gestión de la información es imprescindible, pero sólo se convierte en conocimiento cuando los individuos la aplican para la resolución de un problema.

¿Y la crisis? Pues está claro que en estos tiempos, en los que se solapa la propia crisis con el desarrollo vertiginoso de las innovaciones tecnológicas que conforman la citada "sociedad de la información", es, cuando menos, arriesgado formular opciones de futuro. Aún así, parece evidente que la tendencia marcada por las teorías de la "gestión del conocimiento" es imparable. La sociedad de la información requiere de organizaciones, tanto públicas como privadas, que se adapten a los nuevos baremos y que sean capaces de aprovechar, a través del desarrollo de las personas que las integran, y en beneficio mutuo, las tecnologías de la información, si bien hoy por hoy está por ver quién asumirá el peso de la transmisión del conocimiento necesario en la búsqueda de ese objetivo compartido.


[1] Según la teoría de Leif Edvinsson y Michael S Malone en su libro El capital intelectual (Barcelona, Gestión 2000, 1999), la mejor forma de entender el papel del capital intelectual es comparar la organización con un organismo vivo, como un árbol. Lo que se describe en los organigramas, los informes,...es el tronco, las ramas y las hojas. Pero, aunque esta sea la parte del árbol visible, no lo es todo. La mitad, al menos, del organismo, está bajo tierra, son las raíces. Estas, en nuestra metáfora, constituirían el capital intelectual de la organización: el estudio de las raíces de valor de la empresa
[2] Marta Romo - La formación está en crisis - Observatorio de recursos humanos, julio 2013
[3] Se asegura que el economista británico Alfred Marshall (1842-1924) fue el primer autor en hacer referencia a la importancia del conocimiento en la gestión y, por ende, en la economía. En su obra Principios de Economía, publicada en 1890 dice, al hablar de los agentes de la producción, que “el conocimiento es nuestra máquina de producción más potente” y que “la organización ayuda al conocimiento”.
[4] Al hilo de estas reflexiones, conviene señalar que los más perjudicados con esta nueva modulación de tendencias con los jóvenes; basta ver las colas en las oficinas de desempleo para notar que están llenas de profesionales (sobre todo jóvenes) con una excelente formación académica en la que se incluyen titulaciones, postgrados, cursos complementarios e idiomas, todo lo cual no les basta para encontrar empleo ya que las empresas, que quieren prescindir de la inversión inicial en formación, buscan experiencia, aunque no haya de ser necesariamente en un puesto de trabajo idéntico
Resulta eso un claro aviso a los poderes públicos porque pone de manifiesto su incapacidad en resolver la lacra del desempleo en jóvenes, que se ven forzados en muchas ocasiones a buscar esa mínima experiencia inicial fuera de España con el riesgo de que esa marcha se convierta en la pérdida definitiva de ese talento.
[5] Arancha Bustillo, Expansión, 15-07-2013

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