Estos días se habla (seguramente menos de lo que se debería) del empeño declarado de nuestro ministro Wert en buscar siempre problemas a las soluciones, en este caso, a la duración de los ciclos formativos universitarios. Podría suponerse que el ministro es ferviente seguidor de la doctrina daliniana, toda vez que es bien conocido el dicho del maestro Dalí de que "lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal", y a fe parece que sea éste el propósito de Wert.
Sin encomendarse a nadie (sin negociación previa con nadie, como siempre), pretende imponer su idea, basada como es habitual en la falaz mayoría parlamentaria absoluta, de que es mejor organizar la duración de los estudios universitarios en 3 cursos de grado más 2 de posgrado en lugar de los actuales 4 de grado y 1 de posgrado, con la excusa fútil de que ambos suman cinco.
El ministerio, en todas cuantas iniciativas ha presentado (impuesto) hasta hoy, ha mostrado su nula predisposición a escuchar la voz de los profesionales del mundo académico que (es un suponer), algo deben de saber de estos temas, y que, cualquiera con dos dedos de frente intuye que deben de tener más protagonismo que los políticos a la hora de definir modelos educativos.
Por ello nos ha parecido importante transcribir en su integridad, sin comentarios adicionales, el artículo que Roque Hidalgo, académico y catedrático de física aplicada de la Universidad de Granada, ha publicado en el periódico digital El Otro País de Este Mundo, de cuyas reflexiones no tocamos ni una coma.
El artículo dice así:
"La educación
es la clave para conseguir el cambio en una sociedad. El mundo no puede cambiar
si no cambia sus dioses, sus valores. Si queremos lograr algo, debemos quitar
valor al dinero, que es lo que mueve la actual sociedad".
José Luis Sampedro
Un nuevo ataque neoliberal a la Universidad pública.
Recientemente se ha abierto de nuevo el debate sobre la
organización docente de los estudios universitarios, al proponer el ministro
Wert una nueva distribución de créditos académicos entre el grado y el posgrado.
Lo llamativo de esta propuesta es que se realiza sin que
ninguna agencia de evaluación de la calidad haya analizado, hasta la fecha, los
efectos causados por el llamado “plan Bolonia”.
Esto ocurre a pesar del verdadero asalto al poder que los
nuevos tecnoburócratas de verborrea pedagógica han realizado en todas las
instancias de la enseñanza europea y española.
En apariencia se trata de decidir el número de cursos que
tendrán los “nuevos” grados y posgrados. El carácter presuntamente flexible de
la propuesta (3+2, o 4+1) introduce un elemento de confusión más en el ya
caótico sistema universitario español. Se recupera el viejo lema del
neoliberalismo económico “"laissez faire, laissez passer", que en la
versión más moderna de nuestros ilustrados neoliberales vendría a decir algo
así como, “que cada uno haga lo que quiera”. Se utiliza la tan cacareada
“autonomía universitaria” para introducir un poco más de ruido, y sobre todo de
caos, dentro del sistema público universitario español, convencidos de que el
caos, junto con la desinversión pública, tendrá un efecto demoledor en el
funcionamiento del sistema público de enseñanza universitaria y quedará así
probado ante la opinión pública que la Universidad española puede, en gran
medida, cerrarse sin que esto afecte al normal funcionamiento de la sociedad y
de la economía del país.
Si el debate fuera sólo académico sus consecuencias serían
leves pero detrás de la enésima reforma universitaria de carácter neoliberal se
esconde un proyecto económico estratégico.
Nadie sabe explicar el por qué, pero el precio de la
matrícula de posgrado (los conocidos máster que, en correcto castellano,
deberían de llamarse maestrías, como así se las conoce en México) es mucho
mayor que el de grado, diferencia que no se produce en los países de nuestro
entorno. El máster se presenta a la sociedad como la panacea universal para
lograr un puesto de trabajo estable y bien remunerado, siendo la probabilidad
de lograrlo tanto mayor cuanto más elevado sea el coste del mismo. Por esta razón
no debe extrañarnos que en algunas áreas de la economía y la gestión
empresarial se cobren 30,000 Euros por un máster de un curso de duración.
La enseñanza ha dejado de ser un servicio público para
convertirse en una mercancía más dentro de la “economía de mercado”, en la que
los mercaderes imponen sus reglas al resto de la sociedad sin tener que pasar
por el duro trance de las urnas.
Todos los recursos que los nuevos liberales están retrayendo
de la Universidad pública y del sistema de ciencia podrán dedicarse a pagar la
deuda pública que se ha acumulado mediante el astuto proceso de transferir
deuda privada de los especuladores financieros hacia la deuda pública de los
Estados periféricos de la Unión Europea. Es, ¡por fin alguien lo logra!, la
cuadratura del circulo.
Salir de este laberinto será difícil, pues para muchos
profesores universitarios la reducción de horas de clase se interpreta como una
ventaja que les permite tener más tiempo libre o, en el mejor de los casos, más
tiempo para sus tareas de investigación.
Desde hace tiempo se está desmontando el modelo de
Universidad basado en la docencia, la investigación y la extensión
universitaria, para pasar a otro fundamentado en la docencia y la gestión
administrativa. Nuestros entrañables gobernantes de pensamiento neoliberal y,
muy especialmente el ministro Wert, están convencidos de que la investigación
realizada en nuestras Universidades es de baja calidad, cara y, además,
innecesaria pues tiene poco impacto económico, presuponiendo que la brecha
científico-técnica con los países avanzados es tan grande que nunca podrá ser
recortada. Por eso las nuevas Universidades privadas no permiten a su
profesorado realizar investigación y los cargan con una dedicación docente
extenuante. Este tipo de universidades están captando estudiantes capaces de
pagar matrículas de grado de 6,000 euros e interesados en grados y dobles
grados con, potencialmente, mayores salidas profesionales y de trabajo.
Mientras tanto, la Universidad pública española tiene que
soportar contradicciones tales como que en un país que recibe casi 60 millones
de turistas al año, la carrera universitaria con una tasa de paro más alta sea precisamente
la de Turismo. El objetivo es fomentar el convencimiento en la sociedad de que
la educación no es un bien público y que debe pagarse el coste real de la
misma, discriminando al alumnado desde la escuela infantil hasta la
Universidad, por su origen de clase y no por su capacidad intelectual.
Se acaba así con el principio de igualdad de oportunidades
que alguna vez se defendió como base de una educación inclusiva y no
discriminadora socialmente.
Los colegios profesionales, las elites financieras y la
jerarquía de la Iglesia católica han decidido que la educación es suya y de
nadie más. En este tema, como en tantos otros, será necesario retomar la tarea
educadora que la IIª República Española inició y esos mismos poderes le
impidieron desarrollar mediante el uso de la violencia fascista. No será fácil
salir de la trampa neoliberal pero no tenemos otra opción si queremos una
Universidad española al servicio del pueblo trabajador.
Hay que cambiar de base.
Roque Hidalgo Álvarez
Miembro del Seminario Otro Pensamiento es
Posible-Universidad de Granada.
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