En la última entrada del blog nos hacíamos eco del poco eco (valga el
retruécano) que habían tenido en los medios de comunicación las conclusiones del último Congreso
de la asociación Jueces para la Democracia, haciendo énfasis en la validez y
objetividad tanto de su análisis como de las sugerencias que de él se pueden extraer para
afrontar diferentes problemas cotidianos enquistados con la normativa vigente.
Pues me temo que hemos de recurrir (una vez más) al
refranero, en este caso recordando aquel dicho de “¿No quieres caldo? Dos tazas llenas…”
Y la segunda taza, también vinculada al mundo jurídico, la
encontramos en el tratamiento mediático que
ha tenido el 30º Congreso de la Unión
Progresista de Fiscales, celebrado en Palma de Mallorca este mes de junio y
del que sólo hemos encontrado referencia en la publicación Estrella Digital,
pese a la relevancia de sus conclusiones (pido disculpas si algún otro medio,
que desconocemos, también ha recogido la noticia).
Para empezar, debe identificarse a la Unión Progresista de Fiscales (UPF), que es una
asociación profesional fundada hace ya treinta años e integrada, lógicamente, por
fiscales (recordemos que éstos son las persona que representan y ejercen el ministerio público en los tribunales) con los objetivos declarados de «promover la plena realización de los
principios, derechos y libertades consagrados en la Constitución, la defensa de
los principios de imparcialidad y legalidad, la defensa de los derechos sociales,
de la independencia judicial y satisfacer a los sectores marginados, además de,
por lo que se refiere a la propia fiscalía, la defensa de los intereses y
derechos profesionales de los fiscales».
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Conclusión sobre anti-corrupción.
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Conclusión sobre transparencia.
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Conclusión sobre delitos de odio y
discriminación.
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Conclusión sobre reformas legislativas.
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Conclusión sobre pobreza y desigualdad.
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Conclusión sobre igualdad en materia de
género.
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Censura de la UPF a la gestión del actual
Fiscal Jefe Provincial de Madrid.
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La “irresponsabilidad” de las personas
jurídicas.
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Sahara, Justicia Universal y territorialidad
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Reprobación de la gestión del anterior Fiscal
General del Estado.
Sólo comentaremos las referidas al prmer epígrafe, el de la corrupción, dejando las
demás al libre albedrío del lector del documento.
La UPF propone, por la gravedad de estos delitos de
corrupción política y económica, que se utilicen procedimientos como los usados
con el crimen organizado y, en ese sentido, que se empleen "las técnicas
propias del agente encubierto" para dotar de mayor eficacia a la acción de
la justicia contra ellos, lo que llevaría, posiblemente, a la necesidad de regular
el estatuto del arrepentido y del
testigo protegido y la forma de intervenir las comunicaciones para
disipar cualquier duda sobre la legalidad de las medidas investigadoras
adoptadas en la instrucción (la experiencia de inhabilitar a un juez por
ordenar unas intervenciones que, a la postre, se demostraron legales e
incorporadas a la instrucción en un caso, precisamente, de corrupción, hace ser
prudentes en el tratamiento de este tema).
Los fiscales se refieren, en concreto para justificar esta
petición, a la financiación ilegal de las formaciones políticas y proponen que
las fundaciones y asociaciones vinculadas sean plenamente equiparadas a los
partidos y que la condonación de créditos y la dación de inmuebles a éstos deben
ser asimiladas a las donaciones en este contexto.
En cuanto al ámbito patrimonial de la lucha contra la
corrupción, piden que se aplique el decomiso penal ampliado de bienes y activos
relacionados y se introduzca el comiso civil como herramienta extra-penal
"para cercenar la rentabilidad
económica de la corrupción y atajar la utilización de testaferros".
Por ello, precisamente, sugieren la
introducción de dos nuevas figuras delictivas: el enriquecimiento ilícito y el
testaferro lucrativo.
Es un hecho comprobado que las organizaciones criminales no renunciarán a la práctica de técnicas corruptas si con ellas consiguen "mejorar" la eficacia de sus acciones delictivas, sobre todo si para ello ocupan tranquilamente espacios de impunidad, siempre por delante del desarrollo normativo. Y es por eso precisamente por lo que resulta tan importante tener en cuenta la opinión de colectivos de profesionales del entorno jurídico como los que citamos, en la última entrada jueces y hoy fiscales.
Sobre el papel, esta asimilación de la corrupción política y
económica al crimen organizado no debería de sorprender toda vez que los
fiscales encargados de dictaminar estos delitos se encuadran en la Fiscalía
Anticorrupción, llamada realmente Fiscalía contra la Corrupción y la
Criminalidad Organizada, de recorrido breve pero curioso.
En efecto, la Fiscalía Anticorrupción, creada en 1995, en la
época del Gobierno de Felipe González, es una Fiscalía Especial dependiente de
la Fiscalía General del Estado y con competencias en todo el territorio
nacional, que investiga y conoce de los procesos de especial trascendencia,
relativos a los delitos, económicos u otros, cometidos por funcionarios
públicos en el ejercicio de sus cargos relacionados con el fenómeno de la
corrupción, estuvo en un tris de desaparecer en 2003 “
por quedar vacía de contenido”
.
Llama la atención de nuevo la poca repercusión que tienen
este tipo de iniciativas en los medios de comunicación, más preocupados en
hacer de altavoz partidista de unos u otros creando alegremente estados de
opinión sobre cosas que no son, en definitiva, tan relevantes como, sin ir más lejos, nos ocupa.
Igualmente resulta positivo que la ciudadanía conozca la
esencia de estas propuestas (las que mencionábamos en la anterior entrada del
blog, de Jueces para la Democracia, o esta misma de hoy), acreditativas de que
no todos los profesionales de la justicia son como los repentinamente de
actualidad en algunos casos más que conocidos de fiscal-defensor o de juristas que actúan aparente y únicamente
sólo como brazos ejecutores de los poderes. En este punto es imprescindible
traer a colación lo que nos dice el chileno Patricio Orellana, administrador
público, ex funcionario de la ONU y profesor de la Universidad de Chile: “La
incorporación de la corrupción masiva, practicada por muchos de los políticos y
jefes administrativos, ocurre cuando el sistema de control y equilibrios, propios
de la separación de poderes, desaparece y es reemplazado por la concentración
de todos los poderes en el Ejecutivo”