Transcurridas ya unas semanas de unas elecciones
autonómicas, en Catalunya, que desde el gobierno de esa autonomía se plantearon
de inicio como plebiscitarias ante la negativa del actual gobierno central a
permitir una consulta no vinculante (ver la hemeroteca de hace cuatro años) que
ayudara a conocer lo que pensaba la ciudadanía de su relación con el Estado
español de hoy, que desde los poderes públicos se negó que fuera plebiscitaria
(aunque todos los actos de todos en campaña lo confirmaban) y que, finalmente
nadie duda que tiene una pátina de referéndum, es hora de proceder a un somero
análisis, no político, que no nos corresponde, sino de algunos elementos de
management que tienen clara confluencia en la evolución de los hechos, y cómo
se han gestionado por sus protagonistas, políticos o no.
Para intentar entender mínimamente el embrollo en que se ha
convertido para toda España el resultado de esas votaciones, y para que el
análisis desde el punto de vista de la gestión tenga sentido, hay que acudir a
la hemeroteca y comprobar que los avisos civilizados
en Madrid de Maragall y Montilla, por ejemplo, poco sospechosos de pujolistas, de que estaba creciendo entre la ciudadanía
catalana una desafección, un desapego, un cabreo
por los derroteros que registraban su relación con el resto del Estado, llena
de menosprecios, ataques (incluida una campaña del PP en todo el país que
formalmente era “contra el Estatut” pero que se convirtió de facto en “contra
los catalanes”) e imposiciones, cayeron en saco roto.
Sólo faltaba que el nuevo Estatut de la comunidad, que había
pasado escrupulosamente todo el trámite legal, incluido el de su aprobación en
el Congreso de los Diputados, fuera recurrido por el PP (no así otros Estatutos
con artículos calcados), fuera aceptado el recurso y el tribunal determinara la
nulidad de algunos extremos como el de que “los catalanes consideran a Catalunya como una nación”, algo que por
cierto, como sentimiento que es, no puede impedir ningún juez ni ningún
tribunal (Eppur si muove, que diría Galileo) para calmar los ánimos.
Imagen ya del 2010. ¿De verdad no era necesario hablar? |
En los años siguientes se produce un continuado e insensato
cruce de declaraciones y acusaciones de uno y otro lado y un aumento palpable
del desapego ciudadano, adobado, eso sí, con sucesivos boicots “patrióticos” declarados
a los productos fabricados en Catalunya, acciones que son aplaudidas de manera
incomprensible por quienes dicen querer gobernar para todos y que de esta manera consiguen votos para su partido (el
colmo se produce cuando la empresa catalana Gas Natural lanza una OPA para
adquirir Endesa y Dª Esperanza Aguirre, conocida dirigente del PP, se opone
frontalmente a la operación puramente financiera y se descuelga públicamente con un “antes en manos alemanas que en catalanas”, sin que nadie en su partido
discrepe de tal aberración ni, por supuesto, haya aunque sólo sean matizaciones
posteriores).
Y en esas estamos cuando la voluntad popular le concede al
PP el 35% de los votos en las elecciones legislativas de 2011, lo que, en
aplicación de la vigente norma D’Hondt, le confiere la mayoría absoluta de
diputados y senadores en las Cámaras. Y se inicia un indisimulado proceso de
recentralización en todos los ámbitos, lo que conduce a la evidencia de que el
sentimiento nacionalista catalán se dispara, hasta el punto que la participación
en la manifestación, como siempre familiar, festiva y cívica (de ningún partido) de la Diada de septiembre de 2012 es
(sin entrar en estériles guerras de cifras) millonaria aumentando las cifras de la manifestación pro-estatuto de 2010, con un detalle a tener
en cuenta: la exhibición de banderas independentistas comienza a ser normal.
Cualquier espectador mínimamente interesado puede comprobar que algo ha
cambiado respecto de años anteriores, que la gente, cada vez más gente, expresa
el deseo de ser escuchada, manifiesta su sentimiento de rechazo por cómo se
siente tratada y protesta de ESTE gobierno y sus medidas, que percibe
contrarias a las que han propiciado una convivencia respetuosa y positiva para la
ciudadanía, lejos del ruido de los partidos sobre la misma.
Ante tal demostración del sentir ciudadano, el President Mas
lleva a la práctica las teorías políticas que han defendido, entre otros, Ramón Jáuregui
(PSOE) en sede parlamentaria o la mismísima María Dolores de Cospedal en convención
de su partido (PP) en el sentido de que estadista
es el que escucha a su pueblo y actúa en consecuencia. Mas, pues, escucha
el creciente clamor ciudadano y propone al gobierno central la celebración de un referéndum
legal para conocer en realidad el porcentaje de gente descontenta (no en clave
independentista, claramente minoritaria entonces, ahí está la hemeroteca) y
actuar TODOS en consecuencia, sobre la base de respetar el derecho de la
ciudadanía a decidir y exponer lo que desea. Todos los agentes apuntan a que
tal referéndum hubiera resultado claramente unionista, momento en el que podría
hablarse, en función de porcentajes, de qué modificar por unos y otros para
mejorar el marco de relación.
Pero la verdad es que la propuesta, y el necesario diálogo previo sobre ella fue recogida por el gobierno del PP como un declaración de guerra, y hay que recordar que fue el gobierno central y su partido quienes hablan a partir de ese momento (cuando nadie hablaba de independencia como ahora) de ruptura, fractura social, fronteras, discordia, conflictos, …
Es a partir de este punto que se puede aplicar el análisis
de gestión empresarial a la evolución del tema, que es lo que nos disponemos a hacer.
Continúa...
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