jueves, 22 de octubre de 2015

Boletìn nº 50 - Un vistazo somero al lío España-Catalunya (y 3) Análisis con óptica empresarial



Siguiendo con el análisis de la situación desde una óptica de management empresarial, se confirma que se continua aplicando la estrategia que los manuales de gestión de conflictos identifican como la del perdedor; en efecto, después de las fases de minusvalorar y desdeñar el tema de fondo y de burlarse/insultar al adversario, viene la de amenazar. Hay que decir que en el tiempo, la sociedad catalana sigue haciendo intentos por conseguir realizar una consulta legal, aprovechando las similitudes formales de la misma con la coincidente en el tiempo de Escocia respecto del Reino Unido. La respuesta del gobierno es judicializar cada paso que, con luz y taquígrafos, da la Generalitat, manteniendo su disposición a hablar de todo excepto de la consulta (lamentablemente, se comprueba que esta disposición, que se magnifica en comunicados al resto de España, no parece ser sino una operación de cara a la galería para alimentar los ánimos de sus votantes contra el proceso ya que, en una de las contadas ocasiones en que se vieron Rajoy y Mas, éste le hizo llegar al presidente del gobierno un documento público con 23 propuestas  sobre temas de índole social, cultural, económica,… ajenos a la consulta, del que no se sabe nada hasta el día de hoy), y del obligado cumplimiento de la Ley, sin moverse un ápice de su postura.

A todo esto, el gobierno y sus altavoces mediáticos no cejaban en su empeño de hacer incrementar el número de independentistas con medidas tan cuestionables, por ejemplo, como la de recurrir al TC leyes de la Generalitat de contenido de protección a desfavorecidos o intentar desautorizar la actuación del Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo en el gobierno de Catalunya), lo que era perceptible en la creciente participación en los sucesivos 11 de septiembre, siempre convocados por entidades cívicas y nunca por partidos o la Generalitat. Todo se precipita a finales de 2014 cuando, ante la cerrazón y falta de iniciativa del gobierno de Rajoy, no hay forma legal de celebrar la consulta requerida (cuyo resultado, no nos cansaremos de repetir, hubiera sido contrario a las tesis independentistas, sin ninguna duda), las entidades cívicas asumen el protagonismo y se celebra una consulta sin valor legal, sin acceso al censo, en urnas de cartón y gestionada por voluntarios (curiosamente, estos días se está tomando declaración a diversos imputados por ella como si se hubiera celebrado un referéndum legal). Tras ella, que registra una participación de votantes respetable dadas las circunstancias, Mas decide anticipar las elecciones a finales del 2015 de tal forma que, indicando por los partidos que se presenten a ellas su inclinación o no por la independencia (ahora ya se habla por todos de ella sin tapujos cuando la intención inicial sólo era poder saber la opinión de la ciudadanía catalana respecto a su relación con el Estado, de forma que, con ese dato en la mano, los diferentes gobiernos pudieran obrar en consecuencia ¿es eso, que se hablara de independencia, lo que buscaba el gobierno?), los resultados puedan leerse en clave plebiscitaria.

¡Y ahí fue Troya! La sola idea de que, de una forma o de otra, se podría expresar la opinión que no deseaba escuchar el gobierno en caso de que fuera mayoritaria, radicalizó las posturas y se inició una indisimulada campaña de descalificaciones hacia quien se mostraba favorable a la independencia. No quiere esto decir que, en el bando contrario fueran santurrones, y ahí están, por ejemplo, las críticas a figuras como el cantautor Raimon, contrario a la independencia, aunque sin llegar a la virulencia de los unionistas hacia los favorables a ella, y sin boicots ni campañas en su contra.

En un principio, la táctica del gobierno se centró en el “la ley no lo permite”, en un sonsonete que cabía esperar, sin aportar ni un solo argumento a favor de la continuidad de la relación actual. Esta fue La táctica que siguieron los medios de comunicación con sede fuera de Catalunya (lo que no debe de interpretarse como que los medios catalanes estaban a favor de la independencia, sino que el contenido de sus informaciones era visiblemente más prolífico en todo cuanto rodeaba la cuestión). En este sentido causa sonrojo ver cómo derrochaban ignorancia acerca del problema reputados comentaristas, habitualmente comedidos que se transformaban como Jekyll y Hyde cuando oían palabras como Mas, Catalunya, etc. No sorprende que partidos como Ciudadanos secundara al gobierno (sin ninguna propuesta y con el “la ley se ha de cumplir” como único mantra) si se recuerda que C’s, hoy dicen que de centro-izquierda (?), nació en Catalunya, a la derecha del PP, justamente como revulsivo a la tibieza de éste para con lo catalán. Sí sorprende en cambio la actitud del actual PSOE, en cuyas venas fundacionales corría la lucha por la autodeterminación de los pueblos de España (ver el Boletín nº 48/ y 2 - "El crepúsculo de las ideologías" - El caso español de este mismo blog). De todas formas, las encuestas indicaban una clara victoria de la coalición de partidos partidarios del sí a la independencia,  con lo que dio comienzo una campaña corta pero intensa para desactivar a un sector de los votantes mediante el uso de una herramienta a la que la mayoría de los círculos de poder no es ajena: el miedo.

Es cierto que vivimos una época en la que el miedo no sólo forma parte de nuestro entorno cotidiano, sino que además tiene un rostro ubicuo y múltiple: a la recesión económica, a perder el empleo, a la violencia del crimen organizado, a que la delincuencia común nos asalte,  a la creciente ola migratoria,…  Y ocurre que la gestión interesada del miedo desde el discurso de la seguridad actual, por la cual divide a la sociedad entre unos ciudadanos sensatos por un lado y unos monstruos a temer por otro, deviene una política de control social usada desde hace décadas. Tal actitud se sedimenta en una idea: hay un enemigo interno que debe ser exterminado, y para llevarla a la práctica se echa mano de los medios de comunicación, que se convierten en protagonistas y no podemos seguir hablando de complicidad o de asociación en el proceso de inculcar miedo, sino de coautoría.

Intentar abarcar en este repaso superficial los miedos que se esgrimieron como vinculados a una hipotética independencia de Catalunya sería infructuoso, pero algunos merecen citarse: que se dejarían de cobrar las pensiones (¿no la cobra quien trabajó en España y emigró a Chile, por ejemplo? Y mira por donde, la asume España) sin mencionar el sistema económico que las origina; que haría falta pasaporte para visitar a los amigos de Zaragoza, lo que es tratar al nuevo país como enemigo, ya de entrada; que bajaría el comercio de Catalunya y se empobrecería la gente…. ¿Por qué no divulgaron los medios con el fin de dar datos para que cada cual saque sus conclusiones (el gobierno ya se entiende que no lo hiciera, pero los medios, al no hacerlo, quedan retratados) que hay numerosos estudios e informes de expertos internacionales que avalan el hecho de que una Catalunya independiente es viable económicamente y que quien quedaría muy afectada sería el resto de España?
En esta campaña del miedo no faltaron los tópicos, el primero al ejército con llamadas por parte de exaltados de que “vengan los tanques” a poner paz, el segundo las finanzas con amenazas de los bancos de irse de Catalunya (renunciando, es de suponer, a los pingües beneficios que obtienen de sus negocios con los catalanes y a sus depósitos) y el tercero la Iglesia con la carta pastoral de un arzobispo pidiendo rezar por la unidad de España, seguramente dejando para mejor momento otras sobre pobreza, justicia social y esas fruslerías propias de gente de izquierdas.

No mencionamos el lío del miedo a que el ciudadano de Catalunya dejaría o no de ser español, si seguiría siendo europeo, si mantendría el euro como moneda, etc., ya que los propios expertos no se ponen de acuerdo en  esos puntos; únicamente queda para el futuro la penosa imagen de todo un presidente de gobierno exhibiendo desconocimiento palmario de esa Constitución que blande como única arma. Y puestos a repasar exhibiciones de ignorancia, hay que resaltar el fondo erróneo, manipulador y perverso de esas soflamas de llamar a votar en contra de la independencia porque no se ha nacido en Catalunya, lo que es confundir el culo con las témporas ya que nada tiene que ver una cosa con la otra. Porque, veamos: sin llegar a mencionar extremos como los del libertador Bolívar, hijo de vascos, ¿acaso alguien duda del americanismo de, por ejemplo, Henry Kissinger, Madeleine Albright, Arnold Schwarzenneger,…. , todos ellos nacidos fuera de Estados Unidos? Más cercano. ¿alguien cuestiona que defiendan los intereses de Francia Manuel Valls, primer ministro del país, o Anne Hidalgo, alcaldesa de París, ambos nacidos, casualmente, en España?

Y llegan las elecciones, esas que no se sabe si son o no plebiscitarias y resulta que, pese a la desinformación y la campaña del miedo, los partidarios de la independencia rozan el 50 % de los votos, lo que, para un gobierno medianamente inteligente y con visión de futuro del país (no del partido) debería interpretarse como un aviso de que no puede echar en saco roto ese sentimiento (por cierto, este gobierno, con mayoría absoluta en España, ha obtenido un 8 % de votos en Catalunya, lo que deja abierto el debate de la fuerza de la razón, de la autoridad, del simple poder.... A buen entendedor…), pero dada la inminencia de las elecciones generales, lo más probable es que nadie mueva un dedo hasta el próximo año. Y mientras, a soportar la crispación de nunca acabar que no es aventurado presuponer que, si se cumplen los pronósticos de algunas encuestas acerca de la voluntad popular de desalojar al PP del poder, se vea corregida y aumentada con una operación de acoso y derribo público y mediático a un nuevo gobierno que decidiera afrontar con sentido común buscando soluciones buenas para todos el problema que sigue teniendo España con Catalunya.
Mapa de "las Españas" de 1852

Conclusiones (al análisis, que no al conflicto)

No es propósito de este análisis el posicionarse a favor de uno u otro bando, sino, aplicando criterios de lógica empresarial al proceso, descubrir los puntos débiles de su gestión y, dentro de lo posible, aprender de ellos para su aplicación, incluso, a conflictos de la vida cotidiana.

¿Por qué óptica empresarial? Por una cuestión de principios de negociación. No es la primera vez que aparecen discrepancias, a veces muy importantes, en un grupo de empresas entre la matriz y alguna de sus filiales, por variadas razones, y la forma de abordarlos tiene un objetivo principal, con independencia de que haya otros secundarios: mantener la viabilidad de las empresas en una continuidad de actividades cogidas de la mano y asegurar su permanencia futura en el mercado. Con este fin se pone en marcha una auditoría que permita detectar, identificar, analizar y solucionar conjuntamente los puntos de fricción que perjudican la relación, cosa que descarta los ataques frontales ante la evidencia de que, se solucione como se solucione el desacuerdo, lo deseable es mantener un razonable nivel de colaboración, cuanto más transparente, mejor. Fijémonos en que, incluso en los casos de OPA hostil, las ofertas que se negocian deben de ser atractivas para los perdedores. Otra cosa son los procesos para prescindir de una filial no productiva, que no parece ser un supuesto comparable.

En el caso que analizamos por analogía empresarial, una de las partes ha menospreciado siempre a la otra, de forma arrogante ha pretendido hacerla callar y no se ha interesado, ni tan siquiera, por conocer el trasfondo del problema. Ha errado su diagnóstico de inicio sin aplicar ni la más mínima autocrítica en la evolución, ha errado su decisión de centrar en una persona la gestión de un sentimiento colectivo,…

En management se sabe de sobras que la única manera de solucionar un conflicto es conocerlo y calibrarlo con exactitud, dialogar y, llegado el caso, negociar. Hay pocas dudas sobre el convencimiento de que no se hubiera llegado a la situación enconada actual si se hubiera llevado a cabo el diálogo franco sobre las divergencias que muchos agentes sociales de dentro y de fuera de Catalunya demandaban, pero también hay pocas dudas de que ese diálogo no lo puede protagonizar este PP, que ha hecho del ataque contra todo lo catalán un caladero de votos en el resto de España, que presentó recurso contra un Estatuto, el catalán, y no contra otros similares, que siembra agravios económicos con otras regiones por afán electoralista, que ante toda España presenta como nocivo y antipatriótico el hecho de tener otra lengua,…Es más: este PP tiene mucho protagonismo en el crecimiento del sentimiento independentista y se equivocó de lleno con el manejo de su rival ya que es conocido y comprobable en la hemeroteca que Mas siempre ha querido una república catalana dentro de una república española, y si ahora se le presenta como independentista furibundo, convendría ver qué le ha originado este cambio radical; posiblemente la misma razón que ha propiciado que el sentimiento independentista, que hace 5 años no alcanzaba al 10 % de los ciudadanos de Catalunya, ahora esté como está.

Si más arriba hemos mencionado que Mas no puede retroceder porque es el pueblo el que lo empuja, este PP tampoco puede variar su postura sin provocar un cataclismo en el partido. Antes de hacerlo, se requiere mucha pedagogía hacia sus bases y votantes, mucha cultura y ninguna demagogia. ¿Puede hacerlo este PP?

La conclusión aplicando principios de gestión empresarial, es que, con la prolongación de este escenario y manteniendo estos actores, la independencia está ganada, ahora o en otra ocasión futura que, si no cambian ese escenario y esos actores, podría estar próxima.

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