Vaya por delante que lo deseable es que nunca se produjeran
episodios como el que estamos viviendo estos días del grupo Abengoa, al parecer
al borde de la quiebra, no ya solo por el futuro de la propia empresa sino por
sus trabajadores, por el prestigio en entredicho de la industria española con
casos como éste (habida cuenta de la dimensión e implantación de la
organización), y por otros motivos más, seguro.
Huelga decir que cuando, además, concurre que, a criterio de la Fiscalía,
quedan al descubierto las miserias humanas de algunos dirigentes que no han
dudado en llenarse los bolsillos cuando ya sabían que la situación del grupo no era
boyante, el caso se convierte en un sainete deprimente. Lamentablemente,
haciendo un inciso, hay que denunciar que la figura del “saqueador” no es
privativa de los casos que encontramos en la prensa, y que todos conocemos, junto
a la gran mayoría de empresarios y directivos honrados, algunos figurones que,
como El Gran Villano Ricardo III de Shakespeare, es capaz de mentir, conspirar
y acabar con cualquiera que se interponga en su camino, empezando por sus
trabajadores y socios para conseguir el enriquecimiento personal, sean o no
tiempos de bonanza. En estos supuestos, el nombre oficial de estas acciones, de
“administración desleal” queda corto, evidentemente.
Pero, fijémonos en dos detalles que hemos citado de pasada:
el directivo ya sabe que la situación no es boyante, y miente. La pregunta que
cabe hacerse es: ¿nadie más puede saber que la situación no es boyante? Y
llegamos a una de las grandes paradojas: una de las respetables y creíbles agencias de calificación (Standard &
Poor’s) que revisaban periódicamente la solvencia de la firma, había
dictaminado, sólo dos meses antes de la presentación del pre concurso, que la
perspectiva de futuro de Abengoa era positiva, lo que ha contribuido, como es
natural, a reabrir la caja de los truenos sobre las agencias de calificación,
que disponen, en teoría de toda la información de la empresas y su entorno (no
sólo financiero) y cuyas opiniones, dicho sea de paso, continúan conservando
total fiabilidad y credibilidad, incomprensiblemente.
No es la primera vez que las agencias de calificación, por incidentes
como el de Abengoa y similares, se sitúan en el ojo del huracán. Traemos a la
memoria, oportunamente, un trabajo académico colectivo publicado hace algo más de
tres años, “Las Hijas de Elena: La
Triple A”[1], que
no tiene desperdicio. El día de la presentación del trabajo, uno de sus autores
declaraba que numerosos especialistas coinciden en la necesidad de crear
mecanismos de control de estas Agencias, de aumentar la transparencia en su
proceso evaluador y conseguir un acceso igualitario a la información por parte
de cualquier inversor. Estas Agencias emiten opiniones disfrazadas con ropajes
y pseudoavales científicos, opiniones que luego tienen un peso decisivo a la
hora de facilitar o dificultar que las empresas, instituciones y organismos se
puedan financiar en los mercados de capitales”.
El trabajo recoge
las principales críticas que desde distintos ámbitos se habían venido ya vertiendo
sobre estas agencias, a saber:
- Oligopolio y pactos ilícitos de las tres grandes agencias (Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch), que impide la entrada en el mercado de nuevas agencias.
- Uso de la “Profecía auto cumplida”, mediante la que un descenso de una calificación provoca la catástrofe de los evaluados, que se verán afectados por un aumento de los intereses a pagar en sus operaciones financieras y les generará dificultades a la hora de contratar con otras entidades financieras.
- Falta de calidad y previsión, evidenciada ya en las fechas de la publicación del estudio por casos como los de Lehman Brothers o Enron.
- Abuso de poder, detectable por calificaciones no solicitadas, actuaciones destinadas a mantener un mercado cautivo o el llamado rating shopping.[2]
- Oscurantismo metodológico, pues no se conocen los principios, leyes, parámetros, variables, ecuaciones y datos que utilizan para evaluar.
- Arbitrariedad: una parte de la calificación es subjetiva, se basa en las opiniones de sus “expertos”.
- Omisión de responsabilidades ya que las propias agencias defienden que ellas solo emiten opiniones y que estas no deben sustituir al análisis del inversor, lo cual genera una total omisión de responsabilidades.
- Conflicto de intereses. Provocado por su doble condición de calificadoras y consultoras.
… Y siguen siendo
creíbles
[1] Anguera De
Sojo Hernández, Aurea; Campanario Hernández, María Luisa; Lara Torralbo, Juan
Alfonso; Lizcano Casas, David; Martínez Rey, María Aurora; Pazos Sierra, Juan y
Sánchez Pedroche, José Andrés Las agencias de calificación
crediticia (Las hijas de Elena: La triple A) en "Revista de
Contabilidad y Tributación. Comentarios y Casos Prácticos", n. 356. Noviembre 2012
[2] Rating shopping o calificación para compra se da cuando se opta por la agencia de calificación que asignará la nota
más alta o que tiene los criterios más laxos para lograr una calificación deseada.
Es común para emisiones de titulización.
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