Con lo poquito que lleva transcurrido este año 2016 y ya se
puede observar que se cumple aquello de que una cosa es predicar y otra, dar
trigo; una cosa es llenarse la boca (tanto los poderes públicos como los medios
de comunicación, esos que en acertada definición anglosajona, se conocen como
los mass media) diciendo que hemos de hablar (se supone que para
encontrar soluciones) de los auténticos problemas que nos aquejan a la
población, y otra es hacer el ejercicio de repasar las noticias para verificar
que habitualmente aparecen cortinas de distracción para no hablar de
ellos.
Es indudable que una de las cosas que preocupan es
poder saber qué gobierno tendremos después de las elecciones del 20D y su
resultado, repartidos los escaños entre un partido que durante una legislatura
ha exhibido sin reparos una nula capacidad de dialogo y que ahora pretende
erigirse en paladín de negociaciones, otro partido que es una olla de grillos
entre los que quieren permanecer fieles al ideario, los que desconocen ese
ideario y los que actúan visiblemente en función del "precio" del
sillón únicamente; otro partido camaleónico, con una ideas originales de un
marcado color azul, pero que no tienen inconveniente en hacer pasar por el
tinte hacia una u otra tonalidad según les interese (a ellos, claro, ni siquiera
a sus votantes), otro partido que se ha convertido en el pimpampum, y del
que aún hay quien duda acerca de si su sede está aquí, en Caracas, en Quito, en
Atenas, o vaya usted a saber; otro... Un panorama en el que estamos totalmente
desinformados y solo se nos dicen cuatro cosas que evidencian que esta
partitocracia dista mucho de una democracia real.
Otra cosa que es un verdadero quebradero de cabeza para
España, alentado como tal quebradero creciente por el partido mayoritario la anterior
legislatura tapando así su incapacidad para gestionarlo, es lo que se conoce como tema catalán, y que, pensando en
él con la cabeza y no con las vísceras, es de resolución facilísima (eso sí,
necesita para ello, como para abordar otras cuestiones, sentido común, sensatez e inteligencia).
Hay más temas preocupantes en nuestro día a día, desgraciadamente,
de todos conocidos, pero es significativo que en estas primeras semanas del año, los temas con los que
se ha empleado más tinta han sido una polémica (?) sobre la cabalgata de los
Reyes Magos y la debacle de las bolsas mundiales.
Respecto de la primera, hay que recordar que se originó por la voluntad de atacar de forma partidista la gestión de la actual alcaldesa de Madrid usando para ello sin pudor a una niña ¡de 6 años! y poniendo en su boca algo así como que la vestimenta de los Reyes en la cabalgata había quitado la ilusión a la criatura. Casualmente hemos reflexionado recientemente en este blog sobre la educación y, dentro de ella, de su vertiente de responsabilidad familiar, y parece fuera de duda que la ilusión sobre los Reyes Magos (o San Nicolás, o Santa Claus – que no es lo mismo - , o el tió, o el olentzero, o… según el sentir de cada familia) recae en el ámbito familiar, representaciones y festejos públicos aparte y, como todo, llevado al extremo, nos hace pensar en esos niños sobre los que escribía Calcagno[1] como resultado de una cierta educación recibida. El ataque pone de manifiesto una evidente ignorancia del hecho y una incapacidad cantada de ejercer el papel de educador, porque, veamos: ¿Cuál es la ilusión en los Reyes Magos? ¿Inspeccionar la cabalgata oficial para evaluar si se ajusta al propio sentido de la estética o esperar que recompensen (si pueden económicamente, que esa es otra, en la que ahora no entraremos) los esfuerzos “por portarme bien” con los regalos que “les he pedido”? Si convenimos que la magia es la segunda opción, al niño le es igual que sean blancos o negros, mujeres u hombres y que le traigan el regalo vestidos de reyes tradicionales, de cowboys o de astronautas (que para eso son magos, ¿no?) y llegados en camello, barco, tren, patinete o bicicleta. Pobres los niños a los que sus padres no son capaces de transmitirle eso, que es la auténtica tradición y no si el Rey Mago que ve en la cabalgata de su barrio (¿qué pueden explicarle cuando vea en los reportajes de la tele de ese día la variedad de Reyes que se prodigan en las múltiples cabalgatas que muestran?) va equipado de Armani, Gucci o de túnica de arpillera.
Y ahora a esperar qué noticias “relevantes” se suceden, al
menos hasta la formación de un gobierno estable y decente.
[1] Andrés
Calcagno, periodista, escritor y sacerdote argentino, que vivió a caballo entre
los siglos XIX y XX, dotado de grandes disposiciones para la investigación y la
pedagogía, logró destacar como gran moralista e historiador. Sus obras más
famosas son: Infantilia, Puerilia, Juvenilia, Máximas del General Rodríguez,
etc.
La obra que no nos resistimos a recordar en esta ocasión es
la que dice: Hay niños pobres / y hay pobres niños / que no se miden / por
sus aliños. / Ricos o pobres / lo mismo da; / que hay una regla / de la pobreza
/ que el trajecito / no puede dar. / ¿Ves aquel niño? / Pobre mendigo, / pide
limosna, / pide un abrigo: / es niño pobre, / no hay que dudar. / ¿Ves aquel
otro / que va fumando, / que al transeúnte / va molestando / con un
descaro / que da piedad? / Va bien vestido, / muy elegante, / lleva varita / y
calza guante. / Nada le importa / lo que dirán; / pues ese chico / tan bien
puestito, / tan desenvuelto, / tan….hombrecito, / es pobre niño. / No dudes ya.
/ ¿Quieres la norma / de la riqueza? / ¿Quieres la regla / de la pobreza? /
Pues de un vistazo / verla podrás: / es niño pobre / quien nada tiene / y
es pobre niño / quien sólo tiene / malas costumbres. / Piensa, y…verás!
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